LIBRO TRIGO TRONZADO (La represión
franquista 1936 en San Fernando – Cádiz)
Autor: JOSE CASADO MONTADO
OCTAVO Y NOVENO FUSILAMIENTO
OCTAVO FUSILAMIENTO
Más lúgubre y
profundo que el alarido que arranca el duelo de materna raíz.
Y más agrio y
cruel que a la muerte el desliz, es el rancio desespero del olvido.
Cerón
El día cinco de septiembre sacaron a siete hombres,
presos del Penal de La Casería, seleccionados por el infame Prieto. Al alba
llegaron destrozados al paredón del cementerio nuestro, de La Isla, que ya
había cambiado el rótulo de la puerta principal por orden exclusiva e
imperativa del cura Don Recaredo, poniéndole el nuevo rótulo de “católico”,
antes, razonablemente, era, municipal. El padre Franco junto a Don Recaredo, la
estaban pasando de lo lindo, eran los dueños de la situación y con su venia
estaban ejecutando un genocidio que los dejaba sin oposición, claro está que,
según intentaban hacernos creer, era una obra magna de limpieza de ateos para
que reinara y más que e todo el resto del mundo, el Sagrado Corazón que,
pensaban, como lo hicieron, introducirlo hasta en los Ayuntamientos.
Cayeron vilmente asesinados:
❖
Francisco Villegas Oliva. Hijo de José y María Rosario.
46 años. Casado con María Pantoja Muñoz. Maestro
carpintero. Dejó una hija. Vivía en la calle Lope de Vega, 33.
❖
Juan Espinosa de los Monteros. Capitán de Infantería de Marina. Natural de Espera. 45 años.
Casado con Doña Jacoba Oliva. Hijo de José y María Rosario. Capitán de
Infantería de Marina. Dejó cuatro hijos. Vivía en la calle Hernán Cortés, 18.
San Fernando.
❖
Andrés Silva Lobato. Operario de la S.E. de C.N. Dejó cinco hijos. Vivía en la calle Jesús.
❖
Francisco
Cosme Alonso.
❖
Ángel
León Biordia (Biondiz).
❖
Pedro Arroyo Utrera. Vivía en la calle Misericordia, 33.
❖ Juan Valverde
Colón. Natural de Paterna de la Rivera. Casado. Conserje de la Peña
Conservadora. Dejó hijos.
Todos fueron a parar a la fosa común, la primera de nuestro cementerio…católico, de rótulo recién
estrenado. Fosa que y había visto desde el principio, porque había osado entrar
en aquella parte siniestra, a la cual le llamaban el cementerio protestante.
Fosa rectangular con la tierra amarilla a un lado extraída de ella misma y,
junto, un montón de cal viva que servía para arrojarles unas paladas a los
fusilados, antes de cubrirlos totalmente con la tierra amarilla.
La herida de La Isla aumentaba. Por el camino de La Casería, de vueltas del Penal, algunos
familiares, que ya habían recibido la manta, la ropa y los avíos de afeitar de
los fusilados, volvían alocados de dolor gritando: ¡asesinos, cobardes,
criminales, me lo habéis matado! ¡Cuántas lágrimas derramadas y cuanta indignación contenida por aquel
camino del Penal! Otra de las cosas que no hemos de olvidar, que hemos de hacer
constar en datos para la Historia, la auténtica y no la que han pretendido
hacernos creer aquellos domesticados paisanos nuestros, altavoces pusilánimes
del régimen, aprovechados de las
desgracias de los demás, falsos religiosos…durante tantos años de esterilidad
notoria, a pesar de sus flores naturales regaladas en el Teatro de las Cortes,
en aquellos certámenes cursis y estrechos de sentido común, de los cuales no
ha quedado ni el polvo porque no valían
nada, y donde las niñas aristocráticas y tontorronas aparecían vestidas de
falso tul y muchas tarlatana barata, imitando a falsas ninfas, en un esfuerzo
de querer y no poder, aparentar, disimular, figurar, ocultando aquella herida
que nos afectaba a todo el pueblo humilde y trabajador, aquella hambre que nos
volvía demenciales y hasta delincuentes…
Nadie se explicaba entonces los motivos que indujeron a
Olivera Manzorro ordenar a sus sectarios a organizar tanta matanza. La del
Capitán Espinosa de los Monteros sigue siendo
una incógnita. Más lo que no constituyó un secreto para nadie fueron las
vicisitudes que pasaron esas criaturas, hijos de los fusilados. Humillaciones,
hambre y dolor… Un amigo se expresaba así en uno de sus poemas:
Falange y su Cara al Sol, Requetés con Cristo Rey, con la venia de Opus Dei
y la bestia de El Ferrol, han sido y son yugo y ley
del pueblo obrero español. Y del pueblo se vengaron en penales y presidios y en abyectos genocidios
que al mundo entero ocultaron.
Cerón
Nadie ha conseguido bajarme de mi carro reivindicativo a
favor de aquellos mártires. Muchos me lo han aconsejado, censurado,
interferido, más yo sigo, porque estamos en una época, así lo creo, que podemos
colocarles los puntos a las íes. Veamos, si , ahora, los judíos y musulmanes,
expulsados en 1492, se les reconoce la injusticia cometida con ellos,
igualmente se han rehabilitado a los militares y funcionarios víctimas de nuestra cruel e inútil guerra civil, lo que
me parce justo, muy justo… pienso ¿porqué no s les va a reconocer su inocencia
de alguna manera a las víctimas del incalificable y criminal atropello que
cometieron unos desalmados asesinando a isleños y foráneos hace más de
cincuenta años en nuestro pueblo? Esta sugerencia la dejo a la consideración de
las autoridades locales. Igualmente y, respetuosamente, lo solicito para todos
los españoles de ambos bandos, que sufrieron tan trágicas e injustas
consecuencias.
De cualquier forma nadie ni nada conseguirá que me desprenda de mi
rebeldía, ella ha sido la esencia de mi vida la
aprueba de mi sensibilidad ante el dolor ajeno y el propio, asombrosa, y yo
el primero en asombrarme, aunque en mi pueblo me adjetiven de “maldito” o
“resentido”, algunas personas que se
aprovecharon al máximo de una situación anómala y coercitiva y que, dentro d
mis modestas posibilidades, trato de subsanar. Tal vez cuando acabe de publicar
mis escritos, que me costaron lo mío, tendré que decir, probablemente, como
A. Machado:
En mi corazón tenía una espina de pasión,
logré arrancármela un día, ya no tengo corazón…
Y me dedicaré a echarles migajas de pan a los patos del
parque. Hay quienes planta cara a la vida y otros que se refugian en la huida,
prefiriendo lo que ellos llaman tranquilidad. Yo pienso que atravesamos un
momento histórico importante al cual hay
que documentar para facilitar experiencias sanas y eficaces a la Historia de
Andalucía y de La Isla, pues nos hemos precipitado en esta nueva era, que se
prevé rica en sorpresas científicas, pero que en la rapidez, aunque admirable,
por muchas razones, hubieron lagunas y vacíos en nuestra historia pasada
reciente, tergiversaciones, cuando no errores intencionados que hemos de
aclarar, repito. Algún día, alguien nos lo agradecerá, tal vez dentro de un
siglo, o de cinco. Esta puesta a punto ha sido desde hace muchos años ami razón
de vivir y… “el que tenga razón de vivir puede soportar casi cualquier modo de
vivir”, Nietzsche.
Aquellas gentuzas que se autodenominaban próceres,
patriotas, héroes, excelsos, etc. Eran… ¡júzguelos el que me lea!...
Por aquellos primeros días del golpe rebelde de Franco,
el general facineroso y criminal donde los haya, Quipo de Llano, ordenó fusilar
a ¡trescientos cincuenta!
Jefes, Oficiales y
Suboficiales que no quisieron sumarse a la rebelión, entre ellos estaba el
general 2º Jefe con mando en la Plaza de Sevilla. Tuvimos que aguantar sus
charlas hasta el 1 de febrero de 1938, charlas que empezaban con un “Buenas
noches, señores” y que consistían en bulos, mentiras y exageraciones. A partir
de esa noche se dejó de oír su voz, que mucho atribuyeron al exceso de vino
pues sus diatribas eran burlonas, crueles y obscenas. Criticaba las costumbres
de sus paisanos, anunciaba la ejecución de pueblos enteros, ensalzaba los
atributos sexuales de los regulares, que les proporcionaba una gran hombría
para el combate. Según algunas fuentes, el silenciamiento de tal caudal de
propaganda se debió a la oposición o divergencia con Serrano Suñer.
De otra parte, también soportamos el colmo del cinismo y
la estulticia: El general Franco promulgó la restauración de la pena de muerte
el día cinco de junio de 1938 y criticó la abolición de la misma llevada a cabo
por la nefasta República, y llevaba y ¡dos
años fusilando!
NOVENO FUSILAMIENTO
Mascara sin existencia y sin aliento. Fábula incumplida
que se lleva el viento. El olvido es la agonía del vano desvarío
Cerón
El día seis de septiembre tuvo lugar una “saca”,
directamente al paredón y con silencio total durante la preparación y un
derroche de dignidad de los que cayeron. Salieron del Penal de Cuatro Torres,
después de haber pasado por el filtro clerical de Don Recaredo, el cura
sanguinario y bárbaro. Fueron fusilados en el mismo lugar que los anteriores,
cera del Penal, de espaldas al naciente por donde asomaba ya la pura claridad
del alba, un cuadro goyesco para no olvidar jamás, jamás, jamás. Y entre la
verde sapina cayeron lágrimas y cuerpos, sangre y dolor. Mancharon la nitidez
de aquella mañana cálida, aquello malditos voluntarios para matar, ensuciáronse
ellos mismo y a La Isla que se desangraba y a España que temblaba y huía de la
barbarie desatada por aquellos militares y falangistas, requetés y el clero…
retrógrados y desplazados.
Una vez más cayeron pero no se supo nunca donde los
enterraron pues nada dijeron a sus familiares desconsolados, debilitados, de
tanta búsqueda inútil, extenuados. Fueron los siguientes:
❖
José Ramos Lago. Radio primero de la Armada.
❖
Manuel Peralta Díaz. Natural de Algeciras. 38 años.
Casado. Oficial segundo de la Armada. Dejó tres hijos. Vivía en la calle Real, San Fernando.
❖
Antonio
Farina Pérez. Casado
con Josefa Martínez.
Oficial Radio primera de la Armada. Vivía en el El Ferrol, calle Galiano,
60 -1º.
❖ Antonio Martín
Janza (o Jaura).
30 años.
Soltero.
Médico de la Armada. Vivía en el barco. ¿Cuál?.
❖
Francisco Sánchez Gamero. Casado. Oficial segundo Naval.
Vivía en calle San Rafael, 44-D, bajo. San Fernando.
Los familiares, que recibieron sus pobres enseres lloraron sin consuelo al
pasar los “Bombos” del Arsenal, de vueltas del Penal, para atravesar el caño y,
ya en el tranvía que los conducía hasta La Isla, tragaban lágrimas y suspiros
que se mezclaban con el chirrío de los raíles
de aquel triste y anacrónico armatoste sucio y lento. El pueblo querido
estaba viviendo una terrible pesadilla
por culpa de unos desamados de aquí y dos potencias fascistas europeas que les
ayudaban y que pronto, muy poco tiempo después, caerían doblegadas,
vencidas, ante el ímpetu arrollador y
glorioso de la razón, juzgados y lleva dos a la horca los principales
responsables de aquel genocidio. Mientras que aquí no fue así, no tuvo eses
final que esperábamos, increíble pero cierto, se les hizo héroes, se les paseó
bajo palio y se les enterró en basílicas sacramentales que sólo deberían estar
dedicadas a la religión. Personalmente pienso que el enterrado, los
enterradores y los propietarios del lugar eran todos iguales, todos con los
mismos intereses en juego y otros nuevos a crear, para chupar de la débil
España, ante la mirada atónita de los extranjeros acusados de fomentar la
leyenda negra tan traída y tan llevada como comodín de ocasión.
Precisamente, el día seis de septiembre del 36, mientras aquí se fusilaba a
cinco militares que no quisieron sumarse a la rebelión, en Irún entraban las
tropas rebeldes, conquistaba n la ciudad y, bajo la orden del general
“conquistador”, Mola, fusilaban a diecinueve sacerdotes vascos. Decía un
corresponsal de la época: “no en vano el general Mola ha llegado a afirmar ante
las peticiones de clemencia: ¿Cómo queréis que cambiemos
un caballero español por un perro rojo? Si dejo marchar a los prisioneros, mi pueblo me considerará
un traidor... estos perro ya han destruido los valores espirituales más
gloriosos de nuestra Patria. Y añadía: Tras la entrada de las tropas se ha
producido el asesinato de diecinueve sacerdotes, por su condición de vascos,
por no secundar a la jerarquía católica en su apoyo a la rebelión, por
interceder ante los abusos cometidos por los rebeldes, o por todo ello al mismo
tiempo. Luego se acusa a las fuerzas republicanas de la matanza de curas. Según
parece, sólo es un buen sacerdote, monja o católico el que muere por el
alzamiento rebelde. Los demás sólo son traidores”.
Vivíamos en un ambiente turbio y aciago. La Isla estaba en sombras grises
de tristezas y rabia contenida. Los intelectuales y académicos se dejaron
domesticar, se engancharon en aquel carro de injusticias y fueron por el
trazado paralelo, como el de la vía del tren, que les marcaron y no escribieron
nada, absolutamente nada útil que
reflejara aquel ambiente de oprobio; escritos que hubiesen sido muy eficaces
para la Historia.
El embrutecimiento era general, mitad falsa religiosidad, mitad miedo
sistemático. El corresponsal del diario de la provincia causaba indignación por
sus “Ecos de Sociedad”, sus anuncios de triduos, novenas y sus pelotillas a los
de siempre, tanto como había que contar, tantos muertos diarios de hambre,
llevad os en caja-ataúd que servía cientos de veces, fabricada de pobre madera
y pobre tinte. Ahora, algunos
intelectuales de clase privilegiada, tratan de relatar casos y cosas de
los pobres de entonces, de los barrios famélicos donde nunca pusieron un pié.
Pero se les ve el plumero, se les nota que no entienden que lo que hacen
lo saben
por referencias de
sus criadas y
asistentes y
ante esta usurpación para exhibir su escuela y clase, yo les digo lo que
dijo el poeta:
“Al blanco arrullo de opulenta cuna no se mece jovial la poesía”. Claro que
no les pertenece crear prestigio narrando penas y hambres que no sufrieron.
Continua……
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