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sábado, 8 de julio de 2017

CUARTO Y QUINTO FUSILAMIENTO DEL LIBRO TRIGO TRONZADO (la represion franquista en San Fernando (Cadiz) 1936


LIBRO TRIGO TRONZADO (La represión franquista 1936 en San Fernando – Cádiz)
Autor: JOSE CASADO MONTADO
CUARTO Y QUINTO FUSILAMIENTO
 
CUARTO FUSILAMIENTO
¡Que hermoso es vivir. Dios mío!
dijo la risa al surgir; y dijo el llanto sombrío:
¿Hay castigo más impío que el castigo de vivir?
Cerón
 
Estas “saca” tuvo lugar unos días antes, el día once de agosto, algo que todo el mundo ignoraba, porque creyeron  que los habían trasladado a otra prisión. Más a fuerza de visitas e insistencias, se supo la verdad. Fueron llevado al Puerto de Santa María y allí reposan en la fosa común los siete siguientes mártires:
          Eduardo Díaz Delgado. Concejal.
          Antonio Ferrer. Concejal.
          Eduardo Naranjos Gago. Concejal.
          Carlos Ortubey Rebollo. Médico.
          Esteban Zalamero. Sastre. Fue culpado injustamente de encubrir a los asesinos del cardenal Soldevilla. Arzobispo de Zaragoza.
          Manuel Ruiz Espinosa. Practicante civil. Vivía en la calle Real, 54.
          Marciano González Medina. 32 años. Soltero. Hijo de Marciano y Mercedes. Concejal. Escribiente del Arsenal de La Carraca. Vivía en calle San Bernardo, 26
 
El Teniente Coronel o General (todo lo que querían ser, porque entre ellos, se ascendían y se entre condecoraban) Ricardo Olivera Manzorro, estaba satisfecho del desarrollo de los acontecimientos, claramente a su favor, puesto que por aquí, no habían tenido ni la más mínima oposición. Apresados sin armas, todos iban al paredón en silencio y bajo la égida del Rvdo. Castrense, confesados y comulgados… aparentemente, postura póstuma y postrera esperanza de utilizar la influencia de aquellos clérigos sin corazón.
El magistrado Monzón, histérico y alcohólico, con cara de besugo rojo, junto al policía Sufo, deleznable con su odio  declarado a los salineros, porque las propiedades de sus familiares y amigos se veían “amenazadas por tantas reclamaciones “injustificadas” de aquellos miserables salineros, descalzos que… “ya pretendían llevar zapatos como dueños”, algo que, según aquellos cavernícolas, no se podía tolerar. Torturaron y asesinaron con alevosía y se reunían para decretar las sentencias de muerte. Aquella terna criminal, traidora,  desleal y alevosa, ya preparaba la matanza siguiente.
 
QUINTO FUSILAMIENTO
 
Vida. Constante anhelar, Que sediento el hombre bebe;
¿Cómo se te puede amar, Si no se puede apreciar
Si eres larga o eres breve?
Cerón
 
Presos estaban en el Penal de Cuatro Torres, cuando llegó de madrugada Don Recaredo, el cura unánimemente odiado, a obligarles a confesar. ¡Cuántos hubiera podido salvar este cura inquisidor y fanático si hubiese querido! Pero no, era un sicópata y dio pruebas de ello. Ya he referido en otro libro como le dio  con el crucifijo en la boca al hermano mayor de los Cereceda,  que se negó a confesar y besarlo. En un Arrebato de ira inquisidora le dio con el en la boca y lo hirió, y así fue al paredón, mejor dicho, al caño de “La Jarcia”, muy cerca del Penal de La Carraca.
Fueron once los que cayeron fusilados esa mañana del 28 de agosto.
          Don Antonio García Molés. 38 años. Contador de la Armada. Jefe. Vivía en un chalet contiguo al puente de San Severiano, en Cádiz.
          Don Virgilio Pérez. 39 años. Casado con Doña María
González de La Torre. Capitán de Corbeta de La Armada. Dejó cinco hijos.
          Don Manuel Sacha Morales. Natural de San Fernando. 55 años. Casado con doña Adelina García Fontela.
 Comandante de Infantería de Marina. Dejó ocho hijos. Murió como un héroe gritando ¡Viva España!
          Don Javier Biondi Onrubia. Natural de San Fernando. 37 años. Hijo de Alejandro y Victoria. Casado con Doña Amalia Portela. Vivía en Cádiz y dejó dos hijos. Aunque en el asiento no lo dice he oído comentar que era Jefe de la  Armada.
          Don Antonio Zambonino Cano. Oficial primero de Sanidad de la Armada. 54 años. Hijo de Antonio y Josefa. Casado con Doña Carmen Lluch. Dejó dos hijos.
          Don José Lucas Velázquez. Natural d San Fernando. 27 años. Hijo de Luís y de Ines Sufo Sarriá. Maestro Nacional con Colegio propio. Casado con María del Carmen Luque. Dejó un hijo póstumo. Vivía en la calle Real.
          Don Cesar Muñiz Fernández. Natural de El Ferrol. 30 años.
Hijo de Guillermo e Isabelina. Casado con María del Carmen Martínez Fraga. Maestre de Artillería. Dejó un hijo llamado César. Vivía en Ceuta.
          Cándido Fernández Paz. Cabo de Artillería de la Armada.
          Antonio Tuso Arenas.
          Ángel Guerrero Pérez. Natural de los Barrios (Cádiz). 28 años. Marinero de primera. Se negó a confesar y segundos antes de morir gritó valientemente y con rabia ¿Viva el comunismo! Como expresión de bravura ante aquellos verdugos.
          Agustín García Conde. Marinero de segunda.
Recuerdo a Don Virgilio Pérez cuando se reunía con sus colegas y amigos en la Casa de la República, sita en la calle Calderón de la Barca. Tenían un hermoso perro pastor  alemán, al cual daban todas las tardes unas hermosas  tortillas de huevos y patatas. Se la colocaban en un plato de aluminio en el suelo del cierro que daba a la calle. Yo le cogía las vueltas al perro y a los amos, la sustraía, me la llevaba corriendo hasta el callejón del Arenal y allí me la comía. Me sabía a gloria… y eso que aún no habían llegados los años del hambre.
Abro paréntesis para dejar constancia de estas crónicas desgranadas de notas y recuerdos. Desearía que sirviesen de recordatorio útil para los que padecen de amnesia crónica sobre temas isleños y personajes a los que habían pretendido, sin conseguirlo, enterrarlo definitivamente, apartándolos de la Historia nuestra de La Isla, pueblo nuestro.
Ya con esta última “saca”, los malignos aquellos iban adquiriendo prácticas, puesto que habían efectuado varias. El dolor del La Isla se generalizaba y los lutos se extendían y un dolor inconmensurable, a la vez, reflejábanlo los  familiares que salían a la calle enlutados y tristes intentando sobrevivir. Pero me consta y es notorio en La Isla que algunas esposas y madres no salieron más de sus casas, el dolor las postró, las mató, sus corazones quedaron atrofiados, sus mentes desequilibradas y sólo salieron para el cementerio, abatidos y agotados sus cuerpos y quebradas sus resistencias. Y he de anotar también las opiniones reflejadas en La Isla, de siempre, con más o menos miedo, oídas en muchos lugares diferentes, incluidos los militares, hace un mes, un año, diez, cuarenta años… “¿Cómo fue posible que aquellos militares golpistas llevaran al paredón tan fácilmente a compañeros suyos, a los cuales conocían y con los cuales estaban relacionados familiarmente? Esto da mucho que pensar, mucho que derribar, mucho que aborrecer… sobre todo si eran más antiguos que ellos en el escalafón.
Continua…..
 
 

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