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sábado, 2 de septiembre de 2017

LA TRAGICA MATANZA DE CASTILBLANCO


La trágica matanza de Castilblanco
Castilblanco/
 Se conoce como “Los Sucesos de Castilblanco” a uno de los episodios más tristes de la reciente historia extremeña, el 31 de diciembre de 1931 un enfrentamiento entre jornaleros de esta localidad y miembros de la Guardia Civil se salda con 5 fallecidos.
Nos retrotraemos hasta 1931, año en el que se proclama la II República española, en aquellos años el campo extremeño se encontraba sumido en el más absoluto atraso y abandono, las tierras estaban en manos de unos pocos propietarios que las explotaban en régimen semi feudal. La mayoría de los habitantes de los pueblos del sur eran campesinos sin tierras. Con la llegada del segundo periodo republicano, los campesinos del país esperaban un cambio radical en el campo y una mejora de la caótica situación sociolaboral. Pero la lentitud de las medidas transformadoras hacían que la tensión social aumentase, saliendo  los sindicatos a la calle exigiendo un cambio socioeconómico, esto desembocó en múltiples huelgas y manifestaciones en fábricas en Madrid, Barcelona, Sevilla y Bilbao.
En Castilblanco, el invierno de 1931 fue una época dura, en la que exceptuando la recogida de la aceituna poco trabajo había en el campo y la gente pasaba necesidad.
El 20 de diciembre de 1931, el sindicato agroganadero FNTT, (Federación Nacional de los Trabajadores de la Tierra) convocó una manifestación frente al Ayuntamiento del pueblo para pedir trabajo, pero fue disuelta pacíficamente por la Guardia Civil por no tener permiso para celebrarla.
La FNTT decidió convocar entonces una huelga general de dos días con el objetivo de pedir el traslado del jefe local de la Guardia Civil, al que acusaban de apoyar a propietarios y caciques frente a la legislación social recién aprobada, las dos jornadas transcurrieron sin incidentes.
Una nueva manifestación, sin consentimiento del alcalde, Felipe Mangano López, fue convocada para el día 30 de diciembre, se celebró también sin incidentes y a ella acudieron más de 300 personas.
Las sucesivas concentraciones en tan poco tiempo calentaron los ánimos en el pueblo. Aquel gélido último día de 1931 en Castilblanco, el cielo había amanecido oscuro, como triste, parecía presagiar lo que horas mas tarde sucedería.
Eran en torno a las 11 de la mañana cuando más de 500 manifestantes se agolparon en la puerta de la sede de la Casa del Pueblo, situada en la calle Calvario, desde allí tenían previsto salir de nuevo en una manifestación no autorizada rumbo al Ayuntamiento.
A esa misma hora, por orden del alcalde, el Cabo de la Benemérita, José Blanco Fernández sale de la casa cuartel junto con 3 guardias civiles, fusil al hombro, en dirección a la Casa del Pueblo con la intención de disolver la manifestación. Cuando llegan se encuentran un ambiente hostil, los manifestantes gritan a favor de la ansiada reforma agraria y contra el cuerpo de la Guardia Civil. El cabo avanza el primero, solo, con el fusil colgado de un hombro, y se dirige al presidente de la Casa del Pueblo que se encuentra rodeado por un buen número de manifestantes y le invita a que disuelva inmediatamente la concentración.
En aquel preciso instante un grupo de mujeres alborota a la multitud gritando contra los miembros del cuerpo, el Guardia Civil Agripino Simón les corta el paso travesando el fusil frente a ellas y comienza un forcejeo entre los manifestantes y los guardias civiles. De repente se escucha un disparo, un vecino del pueblo Hipólito Corral cae herido de muerte al suelo. Sobre el disparo no se sabe con exactitud si fue una bala perdida que se disparó por accidente o si el fusil fue disparado de forma premeditada por un guardia civil, la tensión aumenta y los manifestantes acorralan a los guardias civiles haciéndoles responsables de la muerte del compañero. A partir de ahí, y sin entrar en demasiados detalles, palos, piedras y armas blancas son utilizados para linchar con ensañamiento a los cuatro guardias civiles que fallecen en el acto.
Los cinco fallecidos fueron:
José Blanco Fernández, Cabo de la Guardia Civil y comandante de puesto, natural de Pontevedra, de 34 años
Agripino Simón Martín, guardia civil de 33 años, natural de Burgos
Francisco González Borrego, guardia civil, de 29 años, natural de Barcarrota
José Matos González, guardia civil, natural de Torremayor
Hipólito Corral, vecino de Castilblanco
Además de los fallecidos varios manifestantes resultaron gravemente heridos, pero ninguno llegó a perder la vida.
Tras los sucesos muchos manifestantes dejándose llevar por el pánico se encerraron en sus casas y otros huyeron a la sierra temiendo por sus vidas.
Pasaron más de siete horas hasta que el telegrafista del pueblo comunicó al Gobierno Civil lo que había ocurrido: "han sido muertos cuatro Guardias Civiles que había en el puesto de dicho pueblo por elementos huelguistas".
Esa misma tarde el juez municipal acudió al levantamiento de los cadáveres trasladándolos al cementerio del pueblo donde al día siguiente les fueron practicadas las autopsias.
Ya entrada la noche se presentan en Castilblanco un buen número de guardias civiles a las órdenes del teniente Coronel Pedro de Pereda Sanz, que tras dar el pésame a los familiares, quedan de guardia para evitar más incidentes. Al día siguiente, los familiares de las víctimas reciben la visita del Fiscal de la Audiencia y el Gobernador Civil.
El día de año nuevo, la prensa nacional se hace eco de los hechos y la noticia salta a las portadas de los periódicos. Estos hechos provocaron una gran conmoción nacional, la tensión generada a raíz de estos acontecimientos enrareció el ambiente político y social del momento.
Unos días más tarde, se efectúo la detención de 45 vecinos, entre ellos al presidente de la Casa del Pueblo, Justo Fernández López. Los interrogatorios se produjeron en la galería de la Casa Consistorial, durante este tiempo, los detenidos estuvieron en el balcón, atados con cuerdas unos a otros por las muñecas y con los brazos en alto, tuvieron que soportar temperaturas por debajo de los 7 grados,
El vecino fallecido de Castilblanco recibió sepultura en el mismo municipio y los cuerpos de los guardias civiles viajaron el 4 de enero hasta Badajoz, allí en su catedral se instaló la capilla ardiente que contó con la presencia del Ministro de Gobernación, Santiago Casares Quiroga. 
De los cuarenta y cinco detenidos inicialmente fueron procesados veinte hombres y dos mujeres. Estas veintidós personas pasaron a disposición judicial y fueron preventivamente encarcelados el 9 de enero de 1932 en la prisión provincial de Badajoz a la espera del juicio. No fue hasta el verano de 1933 cuando se celebró la vista que tuvo lugar en el Cuartel Menacho de Badajoz.
El 19 de julio, tras tres días de proceso, el Consejo de Guerra dicto sentencia: de los veintidós detenidos, trece son condenados: siete a pena de muerte y seis a cadena perpetua. Finalmente las penas fueron rebajadas, los primeros a cadena perpetua y los segundos a veinte años de cárcel.
Muchos han sido los que han visto en estos tristes sucesos un fiel retrato de la obra de Lope de Vega “Fuenteovejuna”
Repercusión
La conmoción que provocaron estos hechos en el país fue enorme. El general José Sanjurjo, director general de la Guardia Civil, comentó que ni siquiera en la cabilas más primitivas de Marruecos había visto cadáveres tan salvajemente mutilados. El entierro de los cuatro guardias civiles fue presidido por el Ministro de la Gobernación, Santiago Casares Quiroga. El doctor Marañón en un artículo publicado en el diario El Sol consideró los sucesos de Castilblanco como un nuevo "Fuenteovejuna", y explicó los asesinatos como el resultado de las condiciones inhumanas en que vivían los jornaleros extremeños señalando que los verdaderos responsables de las muertes eran aquellos que mantenían a los campesinos en un estado de miseria y atraso vergonzosos. Este fue uno de los argumentos que usó Luis Jiménez de Asúa, abogado defensor de los encausados (y que había sido el presidente de la comisión que había redactado el proyecto de Constitución de 1931), pero el tribunal pronunció seis sentencias de muerte, luego conmutadas a cadena perpetua.2​
La tensión generada a raíz de los acontecimientos de Castilblanco enrareció el ambiente político y social del momento. El jefe de la Guardia Civil, el general Sanjurjo, que encabezaría un fallido golpe de Estado en 1932 y sería uno de los promotores del golpe de julio de 1936 que dio comienzo a la Guerra Civil, se mostró indignado por lo sucedido.
A los pocos días en Zalamea de la Serena la intervención de la Guardia Civil, en lo que parecía un escarmiento por los sucesos de Castilblanco, asesinó a dos campesinos e hirió a tres más. En Épila (Zaragoza), el sábado 2 de enero los obreros de una fábrica azucarera se declararon en huelga para exigir que se contratara preferentemente a los censados en ese término municipal, siendo apoyados por los jornaleros de la localidad, que ese día no salieron a trabajar al campo y cerraron algunos establecimientos. Al día siguiente, domingo 3 de enero, se reunieron en la plaza del pueblo unas quinientas personas. La Guardia Civil intervino y para despejar la plaza disparó y asesinó a dos personas e hirió a varias más.1​ Al día siguiente, lunes 3 de enero, una manifestación de campesinos en Jeresa (Valencia), enfrentados a los patronos que no aceptaban las bases de trabajo propuestas, recibió a la Guardia Civil a caballo con insultos y piedras. Hubo una carga de sables y disparos. El resultado fue cuatro muertos y trece heridos, dos de ellos mujeres.1​ Dos días después, el 5 de enero, tenían lugar los hechos más trágicos, los sucesos de Arnedo.
 

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