La trágica matanza de
Castilblanco
Castilblanco/
Se conoce como “Los Sucesos de Castilblanco” a
uno de los episodios más tristes de la reciente historia extremeña, el 31 de
diciembre de 1931 un enfrentamiento entre jornaleros de esta localidad y miembros
de la Guardia Civil se salda con 5 fallecidos.
Nos retrotraemos hasta 1931, año
en el que se proclama la II República española, en aquellos años el campo
extremeño se encontraba sumido en el más absoluto atraso y abandono, las
tierras estaban en manos de unos pocos propietarios que las explotaban en
régimen semi feudal. La mayoría de los habitantes de los pueblos del sur eran
campesinos sin tierras. Con la llegada del segundo periodo republicano, los
campesinos del país esperaban un cambio radical en el campo y una mejora de la
caótica situación sociolaboral. Pero la lentitud de las medidas transformadoras
hacían que la tensión social aumentase, saliendo los sindicatos a la calle exigiendo un cambio
socioeconómico, esto desembocó en múltiples huelgas y manifestaciones en
fábricas en Madrid, Barcelona, Sevilla y Bilbao.
En Castilblanco, el invierno de
1931 fue una época dura, en la que exceptuando la recogida de la aceituna poco
trabajo había en el campo y la gente pasaba necesidad.
El 20 de diciembre de 1931, el
sindicato agroganadero FNTT, (Federación Nacional de los Trabajadores de la
Tierra) convocó una manifestación frente al Ayuntamiento del pueblo para pedir
trabajo, pero fue disuelta pacíficamente por la Guardia Civil por no tener
permiso para celebrarla.
La FNTT decidió convocar entonces
una huelga general de dos días con el objetivo de pedir el traslado del jefe
local de la Guardia Civil, al que acusaban de apoyar a propietarios y caciques
frente a la legislación social recién aprobada, las dos jornadas transcurrieron
sin incidentes.
Una nueva manifestación, sin
consentimiento del alcalde, Felipe Mangano López, fue convocada para el día 30
de diciembre, se celebró también sin incidentes y a ella acudieron más de 300
personas.
Las sucesivas concentraciones en
tan poco tiempo calentaron los ánimos en el pueblo. Aquel gélido último día de
1931 en Castilblanco, el cielo había amanecido oscuro, como triste, parecía
presagiar lo que horas mas tarde sucedería.
Eran en torno a las 11 de la
mañana cuando más de 500 manifestantes se agolparon en la puerta de la sede de
la Casa del Pueblo, situada en la calle Calvario, desde allí tenían previsto
salir de nuevo en una manifestación no autorizada rumbo al Ayuntamiento.
A esa misma hora, por orden del
alcalde, el Cabo de la Benemérita, José Blanco Fernández sale de la casa
cuartel junto con 3 guardias civiles, fusil al hombro, en dirección a la Casa
del Pueblo con la intención de disolver la manifestación. Cuando llegan se
encuentran un ambiente hostil, los manifestantes gritan a favor de la ansiada
reforma agraria y contra el cuerpo de la Guardia Civil. El cabo avanza el
primero, solo, con el fusil colgado de un hombro, y se dirige al presidente de
la Casa del Pueblo que se encuentra rodeado por un buen número de manifestantes
y le invita a que disuelva inmediatamente la concentración.
En aquel preciso instante un
grupo de mujeres alborota a la multitud gritando contra los miembros del
cuerpo, el Guardia Civil Agripino Simón les corta el paso travesando el fusil
frente a ellas y comienza un forcejeo entre los manifestantes y los guardias
civiles. De repente se escucha un disparo, un vecino del pueblo Hipólito Corral
cae herido de muerte al suelo. Sobre el disparo no se sabe con exactitud si fue
una bala perdida que se disparó por accidente o si el fusil fue disparado de
forma premeditada por un guardia civil, la tensión aumenta y los manifestantes
acorralan a los guardias civiles haciéndoles responsables de la muerte del
compañero. A partir de ahí, y sin entrar en demasiados detalles, palos, piedras
y armas blancas son utilizados para linchar con ensañamiento a los cuatro
guardias civiles que fallecen en el acto.
Los cinco fallecidos fueron:
José Blanco Fernández, Cabo de la
Guardia Civil y comandante de puesto, natural de Pontevedra, de 34 años
Agripino Simón Martín, guardia
civil de 33 años, natural de Burgos
Francisco González Borrego,
guardia civil, de 29 años, natural de Barcarrota
José Matos González, guardia
civil, natural de Torremayor
Hipólito Corral, vecino de
Castilblanco
Además de los fallecidos varios
manifestantes resultaron gravemente heridos, pero ninguno llegó a perder la
vida.
Tras los sucesos muchos
manifestantes dejándose llevar por el pánico se encerraron en sus casas y otros
huyeron a la sierra temiendo por sus vidas.
Pasaron más de siete horas hasta
que el telegrafista del pueblo comunicó al Gobierno Civil lo que había
ocurrido: "han sido muertos cuatro Guardias Civiles que había en el puesto
de dicho pueblo por elementos huelguistas".
Esa misma tarde el juez municipal
acudió al levantamiento de los cadáveres trasladándolos al cementerio del
pueblo donde al día siguiente les fueron practicadas las autopsias.
Ya entrada la noche se presentan
en Castilblanco un buen número de guardias civiles a las órdenes del teniente
Coronel Pedro de Pereda Sanz, que tras dar el pésame a los familiares, quedan
de guardia para evitar más incidentes. Al día siguiente, los familiares de las
víctimas reciben la visita del Fiscal de la Audiencia y el Gobernador Civil.
El día de año nuevo, la prensa
nacional se hace eco de los hechos y la noticia salta a las portadas de los
periódicos. Estos hechos provocaron una gran conmoción nacional, la tensión
generada a raíz de estos acontecimientos enrareció el ambiente político y
social del momento.
Unos días más tarde, se efectúo
la detención de 45 vecinos, entre ellos al presidente de la Casa del Pueblo,
Justo Fernández López. Los interrogatorios se produjeron en la galería de la
Casa Consistorial, durante este tiempo, los detenidos estuvieron en el balcón,
atados con cuerdas unos a otros por las muñecas y con los brazos en alto,
tuvieron que soportar temperaturas por debajo de los 7 grados,
El vecino fallecido de
Castilblanco recibió sepultura en el mismo municipio y los cuerpos de los
guardias civiles viajaron el 4 de enero hasta Badajoz, allí en su catedral se
instaló la capilla ardiente que contó con la presencia del Ministro de
Gobernación, Santiago Casares Quiroga.
De los cuarenta y cinco detenidos
inicialmente fueron procesados veinte hombres y dos mujeres. Estas veintidós
personas pasaron a disposición judicial y fueron preventivamente encarcelados
el 9 de enero de 1932 en la prisión provincial de Badajoz a la espera del
juicio. No fue hasta el verano de 1933 cuando se celebró la vista que tuvo
lugar en el Cuartel Menacho de Badajoz.
El 19 de julio, tras tres días de
proceso, el Consejo de Guerra dicto sentencia: de los veintidós detenidos,
trece son condenados: siete a pena de muerte y seis a cadena perpetua.
Finalmente las penas fueron rebajadas, los primeros a cadena perpetua y los
segundos a veinte años de cárcel.
Muchos han sido los que han visto
en estos tristes sucesos un fiel retrato de la obra de Lope de Vega
“Fuenteovejuna”
Repercusión
La conmoción que provocaron estos
hechos en el país fue enorme. El general José Sanjurjo, director general de la
Guardia Civil, comentó que ni siquiera en la cabilas más primitivas de
Marruecos había visto cadáveres tan salvajemente mutilados. El entierro de los
cuatro guardias civiles fue presidido por el Ministro de la Gobernación, Santiago
Casares Quiroga. El doctor Marañón en un
artículo publicado en el diario El Sol consideró los sucesos de Castilblanco
como un nuevo "Fuenteovejuna", y explicó los asesinatos como el
resultado de las condiciones inhumanas en que vivían los jornaleros extremeños
señalando que los verdaderos responsables de las muertes eran aquellos que
mantenían a los campesinos en un estado de miseria y atraso vergonzosos.
Este fue uno de los argumentos que usó Luis Jiménez de Asúa, abogado defensor
de los encausados (y que había sido el presidente de la comisión que había
redactado el proyecto de Constitución de 1931), pero el tribunal pronunció seis
sentencias de muerte, luego conmutadas a cadena perpetua.2
La tensión generada a raíz de los
acontecimientos de Castilblanco enrareció el ambiente político y social del
momento. El jefe de la Guardia Civil, el general Sanjurjo, que encabezaría un
fallido golpe de Estado en 1932 y sería uno de los promotores del golpe de
julio de 1936 que dio comienzo a la Guerra Civil, se mostró indignado por lo
sucedido.
A los pocos días en Zalamea de la
Serena la intervención de la Guardia Civil, en lo que parecía un escarmiento
por los sucesos de Castilblanco, asesinó a dos campesinos e hirió a tres más.
En Épila (Zaragoza), el sábado 2 de enero los obreros de una fábrica azucarera
se declararon en huelga para exigir que se contratara preferentemente a los
censados en ese término municipal, siendo apoyados por los jornaleros de la
localidad, que ese día no salieron a trabajar al campo y cerraron algunos
establecimientos. Al día siguiente, domingo 3 de enero, se reunieron en la
plaza del pueblo unas quinientas personas. La Guardia Civil intervino y para
despejar la plaza disparó y asesinó a dos personas e hirió a varias más.1 Al
día siguiente, lunes 3 de enero, una manifestación de campesinos en Jeresa
(Valencia), enfrentados a los patronos que no aceptaban las bases de trabajo
propuestas, recibió a la Guardia Civil a caballo con insultos y piedras. Hubo
una carga de sables y disparos. El resultado fue cuatro muertos y trece
heridos, dos de ellos mujeres.1 Dos días después, el 5 de enero, tenían lugar
los hechos más trágicos, los sucesos de Arnedo.
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