Una manifestación
(La Idea Libre, 06/05/1899)
Ni odio ni perdono; no quiero
convertir la grandiosidad del ideal en la pequeñez de la venganza, ni incurrir
en aquella complicidad evangélica que prescribe presentar la segunda mejilla al
que abofeteó la primera.
Sin hacer nada, hago más y mejor
que todo eso: desprecio.
Los que abusando de la autoridad
y pretextando salvar el orden social me arrancaron una noche terrible de los
brazos de mi aterrada familia; los que pretendieron mancillar mi honra suponiéndome
cómplice de espantoso crimen; los que me obligaron varias veces a cruzar las
calles de Barcelona enmanillado y custodiado por civiles; los que me hicieron
pasar por los calabozos de Atarazanas de las prisiones militares de Montjuich y
de la cárcel, y por último, los que me lanzaron al extranjero a sufrir las
penas que allí están reservadas al proscrito pobre y viejo que lleva el cuerpo
y el espíritu lacerados por innumerables padecimientos físicos, esos, si nunca
les tributaré la consideración de iguales, consideración que no pude negar a
infelices penados que se habían hallado en contradicción con el Código, tampoco
tendrán el honor de que los odie como enemigos.
Me complazco en hacer esta
manifestación en la oportunidad presente, aprovechando la exposición de una
sangrienta injusticia, a fin de que por comparación brille con esplendor más
refulgente aquella justicia infinita que para dicha de la humanidad se
extenderá algún día por el mundo todo para no extinguirse jamás.
Más mucho más hermoso es acercarse
con la conciencia tranquila, con la convicción firme y con irreprensible
conducta a aquellos tiempos futuros en que se profesará la verdad sin haber de
luchar con el error; en que se rendirá homenaje a la justicia sin pagar tributo
al privilegio; en que el amor se manifestará sin el contrapeso del odio; en que
el trato fraternal no sufrirá más diferencia que la que voluntariamente impone
el respeto al que más vale por méritos excepcionales, y en que cada cual se
dará la denominación correspondiente a su criterio, a su orden de ideas y a la
especialidad de su preferencia sin usar títulos negativos.
El proceso de Montjuich, con
todos sus horrores y el desprestigio consiguiente atraído sobre España en la
opinión de todas las naciones cultas, pasará a la historia y caerá en el
olvido; como pasa y se olvida una crisis económica que arroja a los azares de
la emigración innumerables familias proletarias; como se olvidan las terribles
explosiones de grisú que sepultan en las entrañas de la tierra miles y miles de
obreros, y como es lógico que suceda con todos y cada uno de los males que la
detentación de la riqueza social en manos de los poderosos origina sobre los
infelices desheredados.
Lo que no pasará, lo que se
acerca con paso más o menos lento, pero seguro, inflexible, es la liquidación
de esta sociedad, causante y encubridora de iniquidades infinitas; es el
proceso de esas clases directoras que todo lo han dirigido con espíritu
mezquino, egoísta e inhumano.
Cuando eso que viene caminando
llegue, entonces, en aquel momento decisivo que la inteligencia concibe como
fin de una evolución y principio de la siguiente, si la Justicia pudiera
personificarse en un ser tan poderoso y tan grande como lo requiere tan sublime
abstracción, no separará, como el Jehová bíblico, los buenos a la derecha y los
réprobos a la izquierda, sino que considerando la maldad como consecuencia de
la ignorancia, vencida al fin por el trabajo, el estudio y la constante
observancia de la ley del progreso, dirá a todos: ¡Confundios en amorosa
fraternidad, sed libres y a vivir!
Fuente: http://www.anselmolorenzo.es
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