QUE SON LAS ELECCIONES SINDICALES
¿Qué son las elecciones sindicales?
Estas elecciones son herederas de
las elecciones que se realizaban durante la dictadura franquista. En esa época
existía un sindicato obligatorio, que era llamado Sindicato Vertical.
Periódicamente los trabajadores eran llamados a elegir a sus Enlaces
Sindicales. Aunque otros sindicatos estaban prohibidos, los miembros de CCOO,
de USO, sectores cristianos, comunistas, participaban en las elecciones como
independientes. CNT y UGT boicoteaban esos procesos electorales a los que
consideraban simples farsas destinadas a sostener la dictadura dándole un aire
democrático, y eliminar cualquier tipo de conflicto social. Cuando murió el
general Franco, desapareció el Sindicato Vertical debido a las múltiples
protestas de los trabajadores en el año 1976. Los herederos del franquismo, la
UCD, convocaron elecciones en las que empezaron a participar todos los
sindicatos actualmente existentes. CNT decidió boicotear esos procesos
electorales por una serie de motivos que os vamos a enumerar.
Lo que pasa antes de las elecciones
Sólo una minoría de trabajadores
son llamados a las urnas. En España, según datos del Ministerio de Trabajo, hay
más de dos millones de empresas que contratan a menos de cinco trabajadores.
Las elecciones sindicales dejan fuera de juego a millones de trabajadores
jóvenes, precarios, inmigrantes, a mujeres, a sectores que son precisamente los
más débiles del mercado laboral. Los trabajadores que sí tienen elecciones
sindicales, normalmente en empresas de más de 250 trabajadores, se ven
obligados a elegir una candidatura cerrada de candidatos. Es decir, ni puede
presentarse cualquiera a las elecciones, ni se puede votar al candidato
preferido, ya que la candidatura marca el orden estricto de los candidatos. No
puedes tachar a quien te resulte antipático, ni adelantar al que tú consideres
más idóneo. Si quieres presentarte a candidato, tienes que montar una
candidatura o meterte en una ya hecha. Los sindicatos suelen montar sus
candidaturas con cualquier tipo de persona que se preste a ello. No valoran las
cualidades de los candidatos, sino que buscan a mientras más gente mejor. Van a
la caza del candidato con un discurso que les dice: preséntate, no importa si
luego no quieres hacer nada. Los sindicatos intentan tan sólo presentar muchas
candidaturas y sacar muchos delegados. Como la ley otorga una serie de
privilegios a los candidatos elegidos, muchos de los candidatos se presentan a
las elecciones por obtener esas prebendas: crédito horario, estabilidad en el
puesto de trabajo, libertad de movimientos. Para atraer a los votantes, los
sindicatos necesitan un programa y hacer una campaña. El programa es siempre
una promesa en la que se deja para mañana lo que debería ser conseguido hoy.
Además, puedes comprobar que todos los programas prometen lo mismo: derechos,
democracia, etc. Es sabido que una vez conseguido el cargo, el programa es
dejado a un lado. Las elecciones implican una lucha sucia e inmoral entre
sindicatos. Las distintas centrales intentan a toda costa evitar la
presentación de candidaturas rivales. Por ello los candidatos son presionados
para que renuncien, las listas vigiladas para impugnarlas, y el proceso
revisado para hacerlo caer. A los sindicatos no les interesa la democracia, la
pluralidad de opiniones, la presentación de opciones diversas, sino la
destrucción del rival.
El día de las elecciones
En el día electoral asistirás al
espectáculo de ver a apoderados, interventores y supervisores sindicales pasear
por los distintos servicios y centros de trabajo, cazando votantes. Ese día se
dora la píldora al trabajador. Se le recuerdan pasados favores hechos, y los
que aún puede recibir: traslados de puesto, promoción, carrera profesional,
acceso a cursillos y horas extras, etc. Es el día en que por medio de la
sonrisa, del agarre del brazo y de la invitación a la cerveza, los
sindicalistas confraternizan con el currante.
En el día electoral, si te
decides ir a votar, sentirás la extraña sensación de estar realizando un ritual
vacío, carente de sentido. Es como ir a misa sin ser católico. Las motivaciones
para el voto, son de lo más diversas. Unos votan porque hay que votar; otros
por ver que pasa; otros por escaquearse un rato del curro; otros votan por no
quedar mal ante fulano o zutano; otros por miedo a perder sus posiciones
privilegiadas. Y muy pocos, por no decir nadie, piensa que están eligiendo a
sus representantes laborales. Hay además, un montón de gente que no vota ¿Por
qué?
Después de las elecciones
Porque mediante las elecciones no
eliges a tus representantes. Al votar lo que haces es otorgar poder a una
persona para que decida en tu nombre. Tú no puedes controlar al delegado, no
puedes exigirle que cumpla su programa, rápidamente olvidado. La ley otorga al
delegado poder para negociar, firmar e imponer su voluntad al trabajador; por
la posición que ocupa traba amistad con jefes, directivos y capataces; consigue
mano para enchufes, chanchullos, pasteleos y enjuagues. El delegado es un
especialista que aprende normativa y leyes, que te explica lo que está bien y
está mal de acuerdo con la ley. ¿Y has visto tú alguna vez que la ley te
beneficie?
Tu delegado, además, si está
encuadrado en un sindicato, es controlado por la organización a que pertenece,
que se apresurará a quitarle sus recursos (horas de liberación), para
otorgárselas a los jefes sindicales. Esos jefes están muy por encima de tus
pequeñas necesidades (salarios, turnos, movilidad, uniformes, calzados)… y se
dedican a cuestiones de alta política: pactos, reconversiones, grandes acuerdos
pasan por sus manos. Y gracias a ellos, cada año que pasa hay nuevos
retrocesos. Hay miedo, sumisión y despidos.
El proceso electoral está montado para que una
vez hayas votado, te calles. Tú pintarás muy poco ante el delegado, ante el
comité y ante el sindicato, que sólo desea que votes, que no des problemas y
que pagues la cuota. Con lo cual aprendes que hay que ser pasivo, que
protestando sólo consigues hacerte antipático, y que lo mejor es dedicarte a
tus asuntos. Y una vez domesticado, los sindicatos te echan en cara que no te
interesa nada, que no participas, y que por eso ellos no consiguen resultados.
A pesar de todo, hay delegados
honrados, y comités que intentan hacer bien las cosas y luchar por los derechos
de los trabajadores. Pero el hecho es que hay una separación, una división
entre el trabajador que hace su trabajo, y el delegado que está liberado o que
dispone de horas sindicales. Tú no te acabarás de fiar de un delegado que no
sabes a qué dedica su tiempo, y al que ves en reuniones de las que te enteras
de muy poco; y él no se fía de tí, porque te ve egoísta, pasivo, apegado a tus
cosas, ignorante de un montón de problemas y limitado a tu propio punto de
vista. Los choques son inevitables. Porque el delegado combativo está solo:
nada puede contra la patronal y sus recursos, ni contra los sindicatos, ni
contra los delegados corruptos. Rápidamente se quema y aprende la lección: o se
corrompe, o pierde entusiasmo, o dimite. Desengáñate: el Capitán Trueno no
existe.
Entonces, si las elecciones no
valen para que tu voz se oiga, ¿para qué sirven? Las elecciones sindicales
sirven para asignar la representatividad de los sindicatos a nivel nacional.
Así, cada voto recibido sirve para que esos sindicatos obtengan la etiqueta de
representativos o mayoritarios. Gracias a esa falsa etiqueta, el gobierno y la
patronal reparten más de 600 millones de euros anuales (más de cien mil
millones de pesetas) en subvenciones directas e indirectas (pagos de cursos,
proyectos, empresas, liberaciones, subvenciones monetarias, locales,
fungibles…). Estas subvenciones sirven para nutrir a una casta de sindicalistas
profesionales, cuya principal misión en esta vida es no perder la poltrona. Y
para ello, pactan lo que haga falta con quienes les pagan.
Hay un último punto que reluce
después de las elecciones sindicales: el voto no es secreto. En primer lugar,
se sabe quién vota y quién no vota. El delegado sabrá si te has abstenido, y en
consecuencia, te tratará con menos benevolencia que si sí votas. En segundo
lugar, tras las elecciones los delegados someten a escrupuloso escrutinio los
censos electorales, y los comparan con los resultados obtenidos. Dado que cada
sindicato controla quienes son sus potenciales votantes (afiliados y
simpatizantes), y quienes son sus potenciales enemigos (miembros de otros
sindicatos), pueden cuadrar las cuentas y valorar si cada cual ha votado a
quien debe votar. Si votas en blanco, nulo, o a otro sindicato distinto del
tuyo, eso se acabará sabiendo. Por lo tanto hay que denunciar la falacia del voto
secreto.
¿Qué intereses defienden las elecciones sindicales?
Las Elecciones Sindicales y todo
el actual sistema sindical español, defienden los intereses de las empresas. El
empresario es el que mantiene económicamente el sindicato (él paga locales y liberaciones).
El empresario negocia con un empleado suyo que es el sindicalista. El
sindicalista en el mejor de los casos, hace el control de calidad de la
empresa, procura que se cumpla la ley y señala al empresario los defectos que
debe corregir. Pero no es la persona que intenta profundizar y obtener el más y
mejor para los trabajadores. Esto es así porque los trabajadores permanecen
pasivos y resignados, ya que la ley sindical y laboral los obliga al silencio y
a la impotencia.
¿Qué podemos hacer?
Lo primero, no colaborar con la
farsa: no votar. Votar es un derecho, pero no es un deber. Si te ofrecen ser
candidato, no aceptes. Si eres delegado, dimite. Pero hay que hacer algo más.
No basta con quejarse, con decir que todo está muy mal. Aunque la abstención
electoral sea en muchos casos superior al 50%-70%, basta con un porcentaje
mínimo de votantes (los votos de los delegados y sindicalistas interesados en
salir, y los de sus amigos), para que el Estado reparta entre ellos sus
subvenciones. Una abstención pasiva beneficia a los sindicatos mal llamados
mayoritarios. Por eso es fundamental que tú te conviertas en tu propio
delegado, que tú te organices con el resto de tus compañeros, que tú hables de
cuáles son tus problemas, que tú protestes, que tú decidas… Es preciso que te
des cuenta que tú no eres culpable de lo mal que está el mundo, porque los
culpables son ellos. Pero que sí eres responsable de lo que sucede. Si te
quedas quieto, y te callas harás exactamente
Existe un modelo alternativo
Es el modelo sindical de la CNT.
La CNT funciona en las empresas por medio de secciones sindicales, que
dependiendo de la circunstancia, están legalizadas, o son clandestinas. Una
sección sindical de CNT está formada por los afiliados de CNT, que reunidos en
asamblea debaten sus problemas y deciden las acciones que deben emprender para
solucionarlos. No hay privilegios, ni liberaciones, ni subvenciones ni poder en
manos de los delegados de la CNT, ya que toda capacidad de decisión pasa por la
asamblea. Desde nuestro punto de vista, no son necesarios ni las elecciones
sindicales ni los comités de empresa para hacer sindicalismo. Esa sección
sindical recibe apoyo y solidaridad de la totalidad del sindicato, y presta su
ayuda a otras secciones cuando lo precisan.
CNT – AIT Puerto Real
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