Fue el ejecutor madrileño quien primero apretó la tuerca a Busiqui; después el sevillano hizo lo mismo con Lamela y, finalmente, el granadino acabó con la vida de Zarzuela y de El Lebrijano. No llegó a quince minutos el tiempo que pasó para que todo terminara. Después, por ejemplo público, los cadáveres permanecieron expuestos hasta al atardecer. Estas ejecuciones provocarán la radicalización de posturas de algunos grupos anarcocomunistas partidarios de la líneas de acción directa e individual. El atentado de Paulí Pallàs, del 24 de septiembre de 1893, abrirá la dinámica de represión-anarcoterrorisme-represión, que ya no se detendrá hasta los inicios del siglo XX.
CNT-AIT PUERTO REAL
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