La Santa Sede reconoció a la II República española y al Papa Pío XI le costó hasta mayo de 1938 aceptar a los sublevados porque temía una deriva fascista de Franco, a quien le pidió una tregua para la Navidad de ese año que le fue denegada por el Generalísimo, según documentos desclasificados del Vaticano.
El historiador Vicente Cárcel Ortí (1940, Valencia), Doctor en Derecho Canónico y en Historia Eclesiástica, se sumerge todos los días "en un océano" de documentación sobre la II República y la Guerra Civil española que se guarda en los llamados Archivos Secretos Vaticanos y que llegan hasta febrero de 1939, cuando murió el Papa Pío XI.
"La proclamación de la República fue un golpe de Estado, porque las elecciones administrativas del 12 de abril de 1931 las ganaron a nivel nacional los monárquicos, pero al huir Alfonso XIII y, como dijo Miguel Maura 'El Rey nos puso la República en bandeja'", explica Cárcel, que lleva seis años investigando el tema.
Pío XI reconoció la República el 21 de abril para evitar males mayores porque la Iglesia -dice- "siempre ha sido pragmática y reconoce a la autoridad que de hecho controla un territorio".
"Y ordenó a los obispos y al clero en general que colaboraran con el nuevo régimen por el bien del pueblo español", según se desprende de los documentos desclasificados.
Quema de conventos
A pesar del catolicismo del presidente Niceto Alcalá-Zamora, en mayo del 31 comenzaron las quemas de conventos e iglesias con todo el patrimonio incluido, bibliotecas, obras de la imaginería española de Salzillo y Mena, retablos y cuadros valiosos fueron pasto de las llamas, "y el Gobierno no sólo no levantó un dedo, sino que ni siquiera buscó a los responsables", aseguró.
Después vino la Constitución de la República de 1931 y la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas que sometieron a la Iglesia a un control estatal como en la URSS de aquellos años.
'España es igual que la URSS'
El papa Pío XI tuvo una reacción durísima al pronunciar un solemne discurso en el Vaticano en el que dijo "España es igual que la URSS", y eso a los republicanos "le sentó muy mal porque presumían de demócratas", refirió el investigador.
Luego se intensificó la crudeza en 1932 para llegar a 1934 con la revolución social-comunista de Asturias, donde quemaron la catedral de Oviedo, mataron a unas mil personas, entre ellas a muchos curas, lo que valió la reflexión de Gregorio Marañón: "Esta revolución es el plan comunista para conquistar España".
La Santa Sede se planteó romper las relaciones diplomáticas con la República, según Cárcel, pero no había otro interlocutor.
Presión de los sublevados
Al estallar la sublevación encabezada por Franco en julio de 1936, los nacionales pidieron inmediatamente al papa que les reconociera y Pío XI dijo que no.
"El Papa consideró que no sabía quiénes eran, lo que iban a hacer y además ellos habían provocado una guerra. Además, les llamaba 'los rebeldes'", tal y como aparece en los documentos.
Por tanto, la Santa Sede siguió reconociendo a la República de Madrid y a su embajador ante la Santa Sede, Luis de Zulueta.
Al otro bando lo denominaban el Gobierno de Burgos y el Papa recibió insistentes presiones de generales, enviados de Franco al Vaticano para que les reconociera, pero no se atrevía porque temía que derivara en fascismo.
6.000 sacerdotes asesinados
El 1 de junio de 1937, y cuando los sacerdotes asesinados alcanzaban los 6.000, la Iglesia española escribió una carta abierta denunciando las masacres y para negar también que la guerra fuera una "cruzada", un término acuñado por Franco.
Cuando Pío XI vio que Francia negociaba ya con Franco y Reino Unido llegaba a acuerdos comerciales con el general, en junio 1938 la Santa Sede reconoció oficialmente el Gobierno nacional de España en San Sebastián y rompió de hecho con la República, relató el historiador.
Pero el Papa no dejó de recibir informaciones sobre la República a través del nuncio en París, Valerio Valeri, adonde llegaban los exiliados y le decían que la guerra la iba a ganar Franco porque tenía "un ejército disciplinado que donde llegaba ponía orden a base de matar a mansalva, desde luego, pero los otros, eran una banda de salvajes que se mataban entre ellos", apunta el experto.
Rechaza una tregua por Navidad
Existen documentos en los que el Papa "intercede ante Franco para evitar ejecuciones capitales o para reducciones de penas, pero no siempre fue escuchado", añade.
En cuanto a la petición de tregua del Papa en diciembre de 1938, Franco le envió un telegrama de respuesta: "La guerra es la guerra y esta guerra la tenemos casi terminada. Y si hacemos una tregua, las treguas sólo sirven para que el que esté perdiendo se reorganice".
A un lado del telegrama hay una anotación de Pío XI: "Hemos hecho todo lo posible, no se puede hacer más".
(RD/EFE)
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