A las 7 de la mañana de aquel día, cuando Wilckens está a punto de lanzar una bomba de mano --que le había proporcionado Andrés Vázquez Tabicas, vinculado con los grupos «expropiadores»-- contra Varela, una niña de 10 años, María Antonia Palazzo, atraviesa la calle y Wilckens frena la acción y asusta a la niña para que huya («Alerta el coche!»), hecho que alerta Varela y obliga Wilckens a echar la bomba sin protegerse, resultando herido en una pierna. Varela, con 12 heridas producidas por la explosión, intenta desenvainar su sable y Wilckens le dispara cinco disparos con su colt matando al verdugo.
Moribundo con las heridas de la metralla en la pierna, el anarquista intentó llegar a la avenida Santa Fe, a pocos metros del lugar. Los curiosos y vecinos no osaban detenerlo puesto que todavía traía el revólver, hasta que dos vigilantes (Díaz y Serrano) le apuntaron con sus armas reglamentarias. Wilckens les entregó el colt mientras decía: «He vengado mis hermanos.» El agente Nicasio C. Serrano le arrió unos golpes, mientras que un regimiento situado casi delante, se acercaron oficiales y soldados con la intención de linchar al anarquista. Un oficial de escribanía de la policía frenó la embestida y con firmeza señaló que el detenido era responsabilidad suya. Detenido, Wilckens sólo dijo: «Yo no soy necesario en la vida, he cumplido con mi deber, pueden matarme.»
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