"No sé lo que están pensando
en H&M; no podemos descansar"
El supervisor le dijo a Phan
Sarim (nombre ficticio): "Debes aprender a usar esa máquina más rápido. De
lo contrario, puedes irte. ¿Entiendes lo que te digo?". Phan veía entonces
cómo le tiraba lo que tenían que coser sobre la máquina, golpeaba la mesa y le
gritaba a centímetros del rostro. "Es muy severo", le contó esta
trabajadora de una fábrica textil de Phnom Penh a los investigadores de Human
Rights Watch (HRW). La ONG vuelve ahora a sacar los colores a marcas
internacionales como H&M, Gap, Marks and Spencer, Adidas, Joe Fresh o
Armani con un informe sobre las condiciones laborales y violaciones de sus
derechos que padecen los trabajadores —principalmente mujeres— del sector
textil en Camboya.
El extenso documento "
Trabaja más rápido o vete" constata prácticas abusivas como las horas
extra obligatorias, despidos o discriminación a mujeres embarazadas, coacciones
a la actividad sindical o el recurso a contratos de corta duración de manera
reiterada y por encima del máximo legal para evitar el pago de beneficios y
controlar mejor a los trabajadores.
H&M, llueve sobre mojado
La denuncia de HRW está basada en
entrevistas con 270 trabajadores de 73 fábricas. Once de ellas figuraban en la
lista pública de proveedores de H&M para los años 2013 y 2014. En el caso
de la cadena sueca, constataron cómo en al menos una de las fábricas se forzaba
a los empleados a trabajar los domingos y habían subcontratado a una más pequeña
para poder cumplir con los objetivos de producción. Es precisamente en las
subcontrataciones con otras fábricas que producen para las que sí tienen
licencia de exportación donde HRW ha encontrado los peores abusos. Éstas
fábricas, según la organización, suelen quedar al margen de las investigaciones
y monitoreos externos, como los que realiza Better Factories Cambodia ( BFC),
un órgano independiente creado en 2001 que supervisa las condiciones laborales
del sector.
Según cinco trabajadores de la
fábrica subcontratada, cuando había "prisa" se les obligaba a hacer
horas extra y a trabajar en festivos y vacaciones sin ser pagados por ello.
Esto permitía a la empresa proveedora de H&M hacer frente a los encargos y
pasar por alto la legislación laboral vigente, que establece un máximo de seis
días laborables a la semana y de dos horas extra por día sobre las ocho
establecidas.
La cadena de moda sueca, sobre la
que resuenan todavía los ecos de algunos
escándalos recientes, ha salido rápidamente al paso de las denuncias de
HRW y remite a eldiario.es a un
comunicado en el que se posiciona ante el tema. En él, se declara como
"una empresa de moda líder globalmente en lo referido a
sostenibilidad" y da cuenta de su preocupación ante algunos de los
aspectos mencionados en el informe, tales como la duración de los contratos
("reconocemos que el uso frecuente de contratos de corto plazo en la
industria textil camboyana constituyen un incumplimiento ilegal de los derechos
de los trabajadores al que debemos hacer frente nosotros y otros
compradores") o las horas extraordinarias ("H&M tiene reglas
estrictas sobre las horas extra, que deben estar dentro de los límites legales,
ser voluntarias y debidamente remuneradas y es uno de los puntos que
verificamos en nuestras auditorías").
H&M también lanza una crítica
a la ONG responsable del informe: "Hemos proporcionado detalladas
respuestas por escrito a sus cartas, nos hemos reunido con HRW en Bangkok y en
Phnom Penh durante 2014. Hemos pedido información sobre las fábricas que se mencionan
en el informe para poder hacer un seguimiento pero HRW no ha querido compartir
esa información". Por su parte, HRW afirma que esa información no se ha
dado "por razones de seguridad de los trabajadores involucrados".
Reconocen que "esto puede hacer más difícil para las marcas responder ante
casos específicos" pero esperan que sea un estímulo para que estas firmas
aborden "las cuestiones más amplias".
Dos mil camisetas al día
"Me siento durante once
horas al día y es como si las nalgas las tuviera en carne viva. No podemos ir
al baño. Tenemos que producir muchos lotes", dice una trabajadora en una
fábrica que produce para Gap. Esta cadena estadounidense, junto con H&M y
Adidas, son las únicas que han reconocido los problemas señalados por HRW
aunque, al contrario que estas dos, GAP opta por no hacer pública su lista de
proveedores.
En una de las fábricas
proveedoras de GAP los trabajadores contaron que se discriminaba a las mujeres
embarazadas, no recibían las pagas por maternidad aunque llevaran más de un año
trabajando y se despedía a quienes rechazaban cumplir con las horas extra
obligatorias. La empresa ha manifestado a eldiario.es que enviaría su
posicionamiento por correo electrónico pero hasta el momento de redactar esta
información no se ha recibido ninguna comunicación por su parte y en su web no
hay ninguna alusión al informe de HRW.
La presión por cumplir con las
cuotas de producción establecidas están en el origen de muchos de los abusos.
Las duras condiciones laborales motivaron a lo largo de 2014 sonoras protestas
por parte de los trabajadores y sindicatos del sector y desembocaron en
noviembre en una subida del salario mínimo, que quedó establecido en 128
dólares mensuales.
Sin embargo, lo que a priori constituye una mejora, ha tenido también
su contraparte en forma de más presión. La OIT hacía a principios de enero un
llamamiento a las marcas internacionales para que incrementaran sus pagos a las
fábricas en Camboya en un 2,4 y 3% más, lo equivalente a sumar dos centavos de
dólar por unas camisetas que a las marcas les cuestan 80 centavos y que venden
en torno a los diez dólares.
"La cuota de producción que
nos fijaban era de 80 por hora. Pero cuando se aumentó el salario mínimo
elevaron nuestra cuota a 90. Si no lo logramos, nos gritan furiosos. Nos dicen
que trabajamos con lentitud. Que tenemos que hacer horas extras. Y no podemos
negarnos. Somos como esclavos y no trabajadores. Incluso si vamos al servicio,
nos llaman para que regresemos. Ni siquiera podemos ir al baño", cuenta una
persona entrevistada en Phnom Penh.
Otra, que cose para una proveedora H&M, asegura: "Ahora están
estudiando cuánto tiempo se tarda en hacer una camiseta. Yo no sé lo que están
pensando en H&M pero es muy difícil para los trabajadores… No podemos
descansar… Para algunos tipos de camisetas establecen una cuota de dos mil y
tenemos que cumplir con ella a diario". H&M alegó a HRW que no había
encargado ningún estudio sobre productividad en sus proveedoras y que
investigaría estas prácticas pues cualquier cuota de producción que no
contemple los descansos adecuados viola su
Código de Conducta.
“Si estás embarazada y no puedes trabajar, deberías renunciar”
Coser más y más rápido, “como si
te hubieran atado los pies a la máquina”, sin poder atender necesidades fisiológicas
como orinar. “Si vamos tres veces al día consideran que es demasiado. Lo
anuncian por el altavoz: No vayas al baño. No puedes producir y cumplir tus
objetivos. Tienes que coser más rápido”, relata una empleada.
Preap Vanna estaba embarazada de
cinco meses cuando fue entrevistada por HRW en diciembre de 2013. “Puedo
producir solamente cuatro o cinco lotes por día y debo ir al servicio bastante
seguido. Los supervisores me llaman a su oficina y me dicen a gritos: ‘Si estás
embarazada y no puedes trabajar deberías renunciar’. Me llaman casi todos los
días. Hoy también lo hicieron”, cuenta.
Las embarazadas son amenazadas o
directamente despedidas. “Si consideran que una trabajadora embarazada cose
“lentamente” entonces no le renuevan el contrato. Le ha sucedido a mujeres con
las que he trabajado este año. No hay avisos, simplemente te llaman y te dicen
que no te renovarán”, denuncia Po Pov, una treintañera que trabaja con un
contrato de tres meses. Otros testimonios hablan de embarazadas despedidas por pedir
no hacer horas extra.
El sector textil en Camboya
emplea a unas 700.000 personas –entre el 90 y 92% de ellas mujeres- que
trabajan en alguna de las 1.200 fábricas del país. Se trata de una actividad
económica clave que concentra más del 80% de las exportaciones y que en 2014
reportó unos beneficios de 5.700 millones de dólares. HRW lamenta las
coacciones o amenazas que sufren los trabajadores que se vinculan a sindicatos
para exigir sus derechos. El despido, el soborno o las dificultades para crear nuevos
sindicatos son estrategias habituales que pretenden desalentar su labor.
El informe denuncia también la
laxitud de las inspecciones. De las miles llevadas a cabo entre diciembre de
2009 y 2013 tan solo se impusieron diez multas por violar la legislación
laboral. Una legislación que prohíbe, por ejemplo, el trabajo de los menores de
15 años. HRW ha documentado casos de niños y niñas que trabajan en fábricas
textiles y que son escondidos cuando llegan “visitantes”. Niñas como Lun Lea:
“Me dijeron que me escondiera debajo de la mesa y nos pusieron una pila de ropa
encima. Me senté ahí mucho rato. Nos daba risa tener la ropa encima y también
estábamos asustados de que pudieran despedirnos. Así que intentamos estar muy
quietos cuando los visitantes [inspectores] vinieron”.
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