El sistema representativo y la
acción revolucionaria
El parlamentarismo,
historicamente, fue una conquista de la burguesía frente al poder del monarca.
Por lo que el desarrollo de éste, en algunas ocasiones, supuso un fuerte
elemento de contrapeso contra las instituciones de la monarquía. Sin embargo,
su principal interés fue el de preservar al Estado frente a los atributos y
poderes que, en ocasiones, había conseguido conservar el rey. Este tipo de
regímenes fueron llamados incluso por algunos autores como sistemas
republicanos, diferenciándolos de la democracia que caracterizaban como
directa.
Uno de los aspectos más
importantes del parlamentarismo es que, el sistema representativo como
actualmente lo conocemos, surge por primera vez en Inglaterra, antes incluso
del desarrollo y consolidación del movimiento obrero. Mientras que en Europa,
por sus diferencias políticas y económicas, lo hizo paralelamente y casi al
mismo tiempo que la formación del movimiento obrero; por lo que algunas
corrientes del socialismo burgués, partidarias de la conquista del Estado,
creyeron posible la vía de su conquista electoral.
De esta manera, el orígen del
parlamentarismo se presentó como una institución burguesa, que se articulaba
incialmente mediante el sufragio restringido o censitario, por lo que solamente
podían votar o ser votados un conjunto de personas que cumplían una serie de
características económicas y sociales concretas. De esta manera, el sistema
representativo surgió como una forma de Estado de las clases propietarias, al
mismo tiempo que como una forma de exclusión de la clase trabajadora.
El desarrollo del
parlamentarismo, supuso el triunfo del mandato representativo frente al mandato
imperativo. La diferencia fundamental entre los dos consiste en que el mandato
imperativo es designado para realizar una serie de cuestiones concretas, siendo
su contenido definido anteriormente, al mismo tiempo que puntual y revocable;
mientras que el mandato representativo era designado sin precisión o definición
alguna y sin ser revocable en cualquier en cualquier momento.
Los partidarios del parlamentarismo no aspiraban ni aspiran a superar
las instituciones del Estado, sino a mejorar el control mismo del aparato
estatal en defensa de sus intereses económicos y sociales. Por lo que, por este
hecho, se le podría considerar como una institución de consolidación y
perfeccionamiento del aparato estatal; y no como una institución de mejora
sustancial de las clases trabajadoras, ya que defiende las causas por las
cuales la clase trabajadora es oprimida, en sus muy diversas formas, pero sobre
todo, garantizando el desarrollo económico capitalista que es fundamental,
también, para el desarrollo del aparato estatal (sobre todo con un aumento de
la producción de guerra, en la industria química, en la fabricación de
maquinaria pesada: terrestre, naval, aeronáutica y actualmente aeroespacial,
informática, robótica, biológica y farmacéutica, etc.).
El parlamentarismo constituye una
forma de delegación que podríamos caracterizar como una de las mejores formas
de opresión, porque consigue arrebatar al pueblo la voluntad expresa de querer
ser dirigido y gobernado. Por lo que el parlamentarismo podríamos definirlo
como la institución de la servidumbre voluntaria y del culto a la autoridad. Lo
que finalmente ha resultado ser una exclusión sistemática del pueblo en la toma
de las decisiones, así como un importante elemento de desestructuración social
y política, y un importante elemento de individualización de la clase
trabajadora.
La aparición del sufragio
universal, a diferencia de lo que el socialismo burgues defendía, no supuso
nada más que la generalización de este proceso de aceptación voluntaria y
general de la necesidad de que el pueblo sea gobernado y dirigido por sus
gobernantes. Además, entre los partidarios del parlamentarismo no eran escasos
los que lo defendían el reformismo burgués, como el único medio posible para la
transformación social, denigrando y denostando la misma idea de la revolución,
como la única y posible vía hacia la transformación sustancial de la sociedad.
A día de hoy, el sistema
parlamentario no es sino otra institución más del Estado, a diferencia de lo
que piensan los partidarios de la participación electoral, el Estado se
encuentra constituído por diferentes poderes que se encuentran en constante
tensión (administración del Estado, poder judicial, poder ejecutivo,
parlamentos, aparato militar, policial, los servicios secretos, etc). La
historia del siglo XX en España es una buena muestra de eso, ya que el golpe de
Estado de 1936 prueba justamente la capacidad de acción e independencia del
aparato militar frente al parlamento, entre otros muchos ejemplos.
La democracia participativa, no supone nada más que una modificación
accesoria de la democracia parlamentaria que busca aumentar los cauces de
participación ciudadana, sin romper con el sistema estatal-capitalista, por lo
que supondría otra forma de afirmación de éste. Además, el propio movimiento
obrero reconocía que el Estado era, sin ninguna duda, el primer explotador de
las clases trabajadoras, por lo que el sindicalismo revolucionario como
expresión de la clase obrera consciente, reconocía que el principal enemigo de
la clase trabajadora era el Estado y que la pretensión de alcanzar la
integración de las masas trabajadoras en las instituciones burguesas no
supondría nada más que pasar a ser parte de la clase explotadora, entre otras
cosas, por heredar el conjunto de las relaciones laborales que mantiene el
Estado con la clase obrera.
La clase trabajadora, durante los
mejores momentos de su historia, reconoció que su acción política no debía
estar orientada hacia participación en las instituciones del Estado, sino
presentando batalla en, aquel aspecto que el propio ordenamiento social le
adjudicaba, su condición económica y social, y su acción política fundada en la
acción directa revolucionaria como intervención desde fuera de las
instituciones del Estado.
Por este motivo, los trabajadores
y las trabajadoras deben de rechazar cualquier participación política en el
Estado, autoorganizándose asambleariamente desde la acción directa y el apoyo
mutuo, con el fin de presentar batalla al Estado y al capitalismo y abrir un
horizonte revolucionario de transformación social.
Alfonso Salvador. SOV de Albacete
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