Carta de Fernando Tarrida del Mármol a La Révolte
Quisiera explicar con claridad la
idea que me hago de la táctica revolucionaria de los anarquistas franceses; por
ello, no pudiendo escribir una serie de artículos como haría falta, os envío
esta carta. De ella extraeréis lo que contenga de bueno.
La decisión revolucionaria no ha
faltado nunca en el carácter francés, habiendo demostrado los anarquistas, en
infinidad de circunstancias, que no carecen de propagandistas y de
revolucionarios. El número de adherentes es bastante grande y… con grandes
pensadores, propagandistas decididos y adeptos entusiastas, Francia, en verdad,
es el país donde se producen menos actos importantes para la Anarquía. He aquí
lo que me hace pensar. He aquí por qué os he dicho que creía no ser buena
vuestra táctica revolucionaria. Nada fundamental divide a los anarquistas
franceses de los anarquistas españoles y, sin embargo, en la práctica, nos
encontramos a gran distancia.
Todos nosotros aceptamos la
Anarquía como la integración de todas las libertades; y su sola garantía, como
la impulsión y la suma del bienestar humano. No más leyes ni represiones;
desarrollo espontáneo, natural en todos los actos. Ni superiores ni inferiores,
ni gobiernos ni gobernados. Anulación de toda distinción de rango; solamente
seres conscientes que se buscan, que se atraen, discuten, resuelven, producen,
se aman, sin otra finalidad que el bienestar común. Así es como todos
concebimos la Anarquía, como todos concebimos la sociedad del porvenir; y es
para la realización de esta concepción que trabajamos todos. ¿Dónde, pues,
están las diferencias?
Según mi parecer, vosotros,
extasiados por la contemplación del ideal, os habéis trazado una línea de
conducta ideal, un puritanismo improductivo, en el cual malgastáis cantidad de
fuerzas, que podrían destruir a los organismos más fuertes y que, así mal
empleadas, nada producen. Olvidáis que no estáis rodeados por seres libres,
celosos de su libertad y de su dignidad, sino por esclavos que esperan ser
liberados. Olvidáis que nuestros enemigos están organizados y todos los días
procuran fortalecerse más para continuar reinando. Olvidáis, en fin, que aun
los que trabajan para el bien viven en la desorganización social actual y están
llenos de vicios y prejuicios.
De todo esto se deduce que
aceptáis una libertad absoluta y todo lo esperáis de la iniciativa individual,
llevada a un punto tal en que ya no hay pacto o acuerdo posibles. Sin acuerdos,
sin reuniones en las cuales se tomen resoluciones; lo importante y esencial es
que cada uno haga lo que le plazca.
Resultado: alguien quisiera hacer
algo bueno y carece del medio para reunirse con todos los que como él piensan
para exponer su iniciativa, escuchar sus consejos y aceptar su concurso; se ve
obligado a hacerlo todo solo o a no hacer nada.
Crear comisiones para trabajos
administrativos, fijar contribuciones para hacer frente a tal o cual necesidad,
es una imposición. Y de este modo, si un compañero o un grupo quiere ponerse en
relación con todos los anarquistas de Francia o del mundo para tal cosa
determinada, no tiene medio para hacerlo y debe renunciar a la idea. Todo lo
que no es la Revolución social es una tontería: ¿No debe importar a los
anarquistas que los salarios se vuelvan aún más insuficientes, que la jornada
de trabajo se alargue, que se insulte a los obreros en los talleres o que las
mujeres sean prostituidas por los patrones? Mientras dure el régimen burgués
esas cosas ocurrirán siempre, y solamente hay que preocuparse de la meta final.
Pero mientras tanto la masa de los proletarios que sufre y no cree en una
liberación próxima, no escucha a los anarquistas.
Si continuara así podría
amontonar ejemplos, siempre con el mismo resultado: impotencia. No porque
carezcan de elementos, sino por encontrarse diseminados, sin ningún tipo de
lazos entre ellos.
En España seguimos una táctica
completamente diferente; ciertamente para vosotros será una herejía digna de la
mayor excomulgación, una práctica falaz, que se debe separar del campo de
acción anarquista y, sin embargo, creemos que solamente así podemos hacer
penetrar nuestras ideas entre los proletarios y destruir al mundo burgués.
Tanto como vosotros, deseamos la pureza del programa anarquista. Nada hay tan
intransigente y categórico como las Ideas, y no admitimos términos medios ni
ninguna clase de atenuantes. Para eso, tratamos en nuestros escritos de ser tan
explícitos como podemos. Nuestro norte es la Anarquía, el punto que deseamos
alcanzar y hacia el cual dirigimos nuestra marcha. Pero en nuestro camino hay toda
clase de obstáculos y para derribarlos empleamos los medios que nos parecen
mejores. Si no podemos adaptar nuestra conducta a nuestras ideas, lo hacemos
saber, tratando de aproximarnos lo más posible al ideal. Hacemos lo que haría
un viajero que quisiera ir a un país de clima templado y que para llegar a él
debiera atravesar los trópicos y las zonas glaciales: iría provisto de buenas
frazadas y de ropa ligera, que dejará de lado llegado a destino. Sería estúpido
y también ridículo querer pelear con los puños contra un enemigo tan bien
armado.
De lo expresado procede nuestra
táctica. Somos anarquistas y predicamos la Anarquía sin adjetivos. La Anarquía
es un axioma y la cuestión económica algo secundario. Se nos dirá que es por la
cuestión económica que la Anarquía es una verdad; pero creemos que ser
anarquista significa ser enemigo de toda autoridad e imposición, y por
consecuencia, sea cual sea el sistema que se preconice, es por considerarlo la
mejor defensa de la Anarquía, no deseando imponerlo a quienes no lo aceptan.
Lo que no quiere decir que
pongamos de lado la cuestión económica. Al contrario, nos agrada discutirla
pero solamente como una aportación a la solución o soluciones definitivas.
Cosas excelentes han dicho Cabet, Saint Simon, Fourier, Robert Owen u otros;
pero todos sus sistemas han desaparecido porque querían encerrar a la Sociedad
en las concepciones de sus cerebros no obstante haber hecho mucho de bueno para
el esclarecimiento de la gran cuestión.
Observad que desde el instante en
que proponéis trazar líneas generales para la Sociedad futura por un lado
surgen las objeciones y las preguntas de los adversarios; y por el otro, el
natural deseo de hacer una obra completa y perfeccionada nos llevará a inventar
y trazar un sistema que, estemos seguros, desaparecerá como los demás.
Del individualismo anarquista de
Spencer y otros pensadores burgueses, a los anarquistas
individualistas-socialistas (no encuentro otras expresiones) existe una gran
distancia, como ocurre entre los colectivistas españoles de una región a otra;
al igual que entre los mutualistas ingleses o norteamericanos; como entre los
comunistas libertarios. Kropotkin, por ejemplo, nos habla del “pueblo
industrial”, reduciendo su sistema, o si se quiere su concepción, a la reunión de
pequeñas comunidades que producen lo que quieren, realizando por así decir la
función bíblica del paraíso terrestre con el progreso actual de la
civilización; mientras que Malatesta, que también es comunista libertario,
indica la constitución de grandes organizaciones que intercambien sus productos
y que aún aumentarán más esta potencia creadora, esta asombrosa actividad que
despliega el siglo XIX, purgado de toda acción nociva.
Cada potente inteligencia señala
y crea rutas nuevas para la Sociedad futura, haciendo adeptos por fuerza
hipnótica (si así se puede decir), sugestionando en otros cerebros con estas
ideas, y todos en general nos hacemos nuestro plan particular.
Convengamos, pues, como casi
todos hemos hecho en España, en llamarnos simplemente anarquistas. En nuestras
conversaciones, en nuestras conferencias y en nuestra prensa, discutamos sobre
las cuestiones económicas, pero nunca estas cuestiones deberían ser una causa
de división entre los anarquistas.
Para el desarrollo de la
propaganda, para la conservación de la idea, tenemos necesidad de conocernos y
vernos, debiendo para esto constituir grupos. En España los hay en casi todas
localidades donde hay anarquistas y son la fuerza impulsiva de todo movimiento
revolucionario. Los anarquistas no tienen dinero ni medios fáciles para
procurárselo; para obviar esto, la mayoría de nosotros se ha impuesto una
pequeña contribución semanal o mensual, de este modo podemos mantener las
relaciones necesarias entre todos los asociados y podríamos mantenerlas entre
toda la Tierra si los otros países tuviesen una organización como la nuestra.
En el grupo no hay autoridad; se
pone a un compañero corno tesorero, a otro como secretario para recibir la
correspondencia, etc., etc. Cuando son ordinarias, las reuniones se hacen cada
semana o cada quince días; si son extraordinarias cuantas veces sea necesario.
Para ahorrar gastos y trabajo y también corno medida de prudencia, en caso de
persecución, se crea una comisión de relaciones a escala nacional. La que no
toma iniciativas: quienes la componen deben dirigirse a su grupo si desean
hacer proposiciones. Su misión es la de hacer conocer a todos los grupos las
resoluciones y proposiciones que se le comunican desde un grupo, tomar nota de
todas las direcciones que se le hacen llegar y enviarlas a los grupos que las
solicitan, para ponerse en relación directa con otros grupos.
Tales son las líneas generales de
la organización que fue aceptada en el congreso de Valencia y de la cual
hablasteis en “La Révolte”. El bien que produce es inmenso; es la que atiza el
fuego de las ideas anarquistas. Pero, estad seguros, si redujéramos la acción a
la organización anarquista, obtendríamos poca cosa. Acabaríamos por
transformarla en una organización de pensadores que discuten sobre las ideas y
que con certeza degeneraría en una sociedad de metafísicos discutiendo sobre
las palabras. Algo y mucho de esto os ocurre a vosotros. Empleando vuestra
actividad solamente a discutir sobre el ideal, desembocáis en cuestiones de
palabras. Se llaman unos “egoístas” y los otros “altruistas”, queriendo ambos
la misma cosa; éstos se llaman “comunistas libertarios” y aquéllos
“individualistas”, para en el fondo expresar las mismas ideas.
No debemos olvidar que la gran
masa de los proletarios está obligada a trabajar un número excesivo de horas,
que se encuentra en la mayor miseria y que, por consecuencia, no puede comprar
libros de Buchner, Darwin, Spencer, Lombroso, Max Nordau, etc., de los cuales
apenas si conoce los nombres. Y si aun el proletario pudiera procurarse sus
libros, carece de estudios preparatorios de física,, química, historia natural
y matemáticas necesarios para comprender bien lo que se lee; no tiene tiempo
para estudiar con método, ni su cerebro está bastante ejercitado para poder
asimilar bien estos estudios. Hay excepciones: como la de Esteban en
“Germinal”, sedientas por saber devoran cuanto les cae en las manos, pero casi
nada retienen.
Nuestro campo de acción no está,
pues, en el seno de estos grupos, sino en medio de la masa proletaria.
Es en las sociedades de
resistencia donde estudiamos y preparamos nuestro plan de lucha. Existirán
estas sociedades mientras dure el régimen burgués. Los trabajadores que no son
escritores, se preocupan poco si existe o no libertad de prensa; los trabajadores
no son oradores, poco se ocupan de la libertad de las reuniones públicas;
consideran que las libertades políticas son cosas secundarias, pero todos
desean mejorar su condición económica y todos desean sacudir el yugo de la
burguesía; debido a esto habrá cámaras sindicales y sociedades de resistencia
mientras persista la explotación del hombre por el hombre. Aquí está nuestro
lugar. Abandonándolas, como habéis hecho vosotros, se vuelven los lugares de
reunión de cuatro vividores que hablan a los trabajadores de "socialismo
científico" o de practicismo, posibilismo, cooperación, amontonamiento de
capitales para sostener huelgas pacíficas, solicitud de ayuda y apoyo de las
autoridades, etc., de manera de adormecerlos y de frenar su impulso revolucionario.
Si los anarquistas estuviesen en estas sociedades, al menos impedirían que los
adormecedores hicieran propaganda contra nosotros. Y si, además, ocurriese que
los anarquistas, como en España, fuesen los miembros más activos de dichas
sociedades, los que hacen los trabajos necesarios sin retribución alguna,
contrariamente a los doblados defensores que los explotan, pasaría que estas
sociedades estarían siempre de nuestro lado. En España son estas sociedades las
que, todas las semanas, compran periódicos anarquistas en gran cantidad para
distribuirlos gratis a sus miembros; son estas sociedades las que dan el dinero
para sostener a nuestras publicaciones y para socorrer a los prisioneros y los
perseguidos. Por nuestra conducta mostramos en estas sociedades que luchamos
por amor a nuestras ideas; además, vamos a todas partes en donde hay obreros e
incluso a donde no los hay, cuando creemos que nuestra presencia puede ser útil
a la causa de la Anarquía. Así es como en Cataluña (y ahora comienza también en
las otras regiones de España) no existe municipio en donde no hayamos creado o
al menos ayudado a crear corporaciones con el nombre de círculos, ateneos,
centros obreros, etc., que sin decirse anarquistas y sin serlo realmente,
simpatizan con nuestras ideas. Allí damos conferencias puramente anarquistas,
mezclando en las reuniones musicales y literarias nuestros trabajos
revolucionarios. Allí, sentados en la mesa del café, discutimos, nos vemos
todas las noches; o estudiamos en la biblioteca.
Allí instalamos la redacción de
nuestros periódicos, y los que llegan como canje van al salón de lectura; todo
esto con una organización libre y casi sin gastos. Por ejemplo, en el círculo
de Barcelona no se está obligado ni a ser socio; lo son quienes quieren y la
contribución, de 25 céntimas al mes, es también voluntaria. De los dos o tres
mil obreros que vienen a los locales del círculo, solamente trescientos son
socios. Podríamos afirmar que estos locales son los focos de nuestras ideas; y
sin embargo, aunque el gobierno ha buscado siempre pretextos para cerrarlos, no
los ha encontrado, porque no se dicen anarquistas y no es allí donde se tienen
las reuniones privadas. No se hace nada allí que no se haría en no importa qué
café público; pero como allí van todos los elementos activos, surgen a menudo
grandes cosas, y esto sin formulismo, bebiendo una taza de café o un vaso de
cognac.
Tampoco olvidamos a las
sociedades cooperativas de consumo. En casi todos los pueblos de Cataluña,
excepto en Barcelona, donde es imposible a causa de las grandes distancias y de
la manera de vivir, se han creado cooperativas de consumo en donde los obreros
encuentran los comestibles más baratos y de mejor calidad que en los
minoristas, y esto sin que ninguno de los socios mire la cooperación corno meta
final, sino solamente como un medio que se debe aprovechar. Hay sociedades que
hacen grandes compras y que tienen un crédito de cincuenta o sesenta mil
pesetas, las cuales han sido de gran utilidad en las huelgas, dando crédito a
los obreros. En los ateneos de los “señores” (o de los sabios, cual se los
llama) se discute sobre el socialismo; dos compañeros van en seguida a
inscribirse como miembros (si no tienen dinero, se lo da la corporación) y van
a sostener nuestras ideas.
Lo mismo hace nuestra prensa.
Nunca deja de lado las ideas anarquistas; pero da cabida a manifiestos,
comunicaciones y noticias que, aunque puedan parecer sin importancia, sirven,
sin embargo, a hacer penetrar nuestro periódico y con él nuestras ideas, en los
pueblos o en los medios que no las conocían. He aquí nuestra táctica y creo
que, si se la adoptase en otros países, pronto verían los anarquistas ampliarse
su campo de acción.
Pensad que en España la mayoría
no sabe leer y, sin embargo, se publican seis periódicos anarquistas, folletos,
libros y hojas sueltas en cantidad. Continuamente se hacen mítines y, sin tener
grandes propagandistas, se producen hechos muy importantes.
En España, la burguesía es
despiadada y rencorosa, no pudiendo sufrir que alguien de su clase simpatice
con nosotros, y cuando algún hombre de posición se pone de nuestro lado, se le
saca en seguida todo medio de vida, obligándolo a que nos abandone, de manera
que sólo puede ayudarnos en privado. Al contrario, la burguesía le da cuanto
desea, si se aleja de nosotros. Por consiguiente, todo el trabajo en favor de
la Anarquía reposa en los hombros de los trabajadores manuales, que deben
sacrificar para él sus horas de descanso.
Si en Francia, Inglaterra.
Italia, Suiza, Bélgica y América del Norte hay un número bastante grande de
buenos elementos, cambiando de táctica, ¡qué progreso haríamos!
Creo haber dicho bastante para
hacer comprender mi idea.
Vuestro y de la Revolución
Social.
En Barcelona, a 7 de agosto de
1890
Fernando Tarrida del Mármol
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