Los anarquistas bajo la dictadura de Pinochet en Chile
Rearticulación interna y solidaridad internacional, señas de
identidad del papel del movimiento libertario tras el Golpe.
Víctor Muñoz Cortés |
Periódico CNT
Salvador Allende y Augusto Pinochet son las personalidades
políticas chilenas más conocidas a nivel mundial. El inédito advenimiento del
socialismo por la vía democrática en los tres años de la Unidad Popular
(1970-1973) y la imposición forzosa del neoliberalismo, así como la sistemática
violación a los Derechos Humanos en la Dictadura Militar (1973-1989), son a su
vez, los procesos y hechos históricos más comentados cuando se habla de ese
país. Por estos días se conmemoran 40 años del golpe de Estado que inició uno
de los capítulos más tristes en la historia de quienes habitan la región
chilena. Proceso cuyos alcances sociales, culturales y económicos se proyectan
hasta la actualidad. Y es que después de todo se trata de un pasado demasiado
presente.
Y en esta historia ¿dónde estaban los anarquistas? ¿Cómo
leyeron esa realidad y cómo intentaron transformarla? A continuación haremos un
esbozo de la actuación de los libertarios en los tiempos de la Dictadura
Militar, crudas décadas que paradójicamente testimoniaron el resurgir del
pensamiento y la acción libertaria en ese país.
El 11 de septiembre de 1973 comenzó en Chile un Gobierno
Militar que se prolongó hasta 1989. Toda la izquierda quedó proscrita y sus
militantes fueron sistemáticamente perseguidos, expulsados del país,
encarcelados, torturados y vejados, y aún miles fueron asesinados y
desaparecidos. El Estado fue reformulado, restringiéndose radicalmente la
libertad de asociación y opinión, al tiempo en que su estructura se adaptó a la
implementación forzada del neoliberalismo a ultranza.
Dada la dispersión y el hecho de que no constituían entonces
una amenaza real para el nuevo orden, la represión no cayó directamente sobre
los libertarios, como sí lo hizo frente a la izquierda marxista leninista. Las
pocas organizaciones anarquistas que actuaron en los días del gobierno
socialista, como el Movimiento Sindical Libertario y la Federación Libertaria
de Chile, desaparecieron y algo más de una veintena de sus activistas se
exiliaron en Argentina, Italia, Suiza, Holanda y Francia, principalmente. Antes
de eso, sin embargo, algunos de ellos pasaron por los centros de tortura
implementados por la Dictadura.
Tras el Golpe, pequeños grupos e individualidades aisladas
intentaron aportar a la resistencia, tanto en el interior de la región chilena
como en el extranjero. Dentro del país los pocos libertarios que quedaban se
re-articularon veladamente participando en organizaciones relacionadas con los
derechos humanos, el sindicalismo, el feminismo, el naturismo y el cooperativismo.
La solidaridad hacia los presos de la Dictadura fue una de las principales
banderas agitadas por los antiautoritarios. Muestra de ello es la que
expondremos a continuación.
La Norsk Syndikalistisk Forbund (NSF), una central de
trabajadores libertarios de Noruega adherida a la Asociación Internacional de
Trabajadores (organización mundial anarco-sindicalista), colaboró con el Comité
de Defensa de los Derechos Humanos y Sindicales en la tarea de sacar del país a
presos de la Vanguardia Organizada del Pueblo para enviarlos a Noruega. La VOP,
recordemos, había sido perseguida por la Unidad Popular y se encontraba aislada
por toda la izquierda partidista, tras el asesinato que perpetraron en 1971
contra el ex ministro Edmundo Pérez Zujovic, a quien se responsabilizaba por la
muerte en 1969 de varios pobladores en Puerto Montt. Más de siete presos de esa
organización fueron sacados del país y liberados de su inminente peligro de
muerte por los esfuerzos conjuntos de los defensores de derechos humanos en
Chile y los libertarios europeos. Una breve y simbólica muestra de esa novedosa
unión es una carta, fechada en 1978, de dos presos políticos en Santiago a la
NSF:
«Siendo ésta, la libertad del hombre, una de las
preocupaciones fundamentales de los anarquistas, deben estar presentes en su
construcción, junto a combatientes de otras ideologías, como los marxistas,
cristianos revolucionarios, etc., de tal manera que la Revolución no sea
propiedad de un grupo reducido de personas, sino de verdad de todo el Pueblo».
Paralelo a todo lo anterior hubo intentos de reagrupación de
organizaciones específicamente libertarias. En 1985, por ejemplo, se fundó en
Santiago el Centro de Estudios Sociales Hombre y Sociedad, una organización
(bajo la fachada de un club deportivo) compuesta principalmente por antiguos
anarco-sindicalistas. Además de esta instancia hubo otros pequeños y fugaces
grupos que apostaron por la lucha armada y el sabotaje.
Junto con la actividad en el interior del país cabe señalar
aquella realizada por los anarquistas criollos dispersos en el exilio y los
grupos extranjeros que colaboraron, fugaz o permanentemente. Entre estos
últimos está la Federación Obrera Regional Argentina, la Confederación Nacional
del Trabajo en España, la Fédération Anarchiste de Francia, la Freie
Arbeiter-Union alemana, el grupo Workers Emancipation de Estados Unidos, la
Norsk Syndikalistisk Forbund noruega, la Sveriges Arbetares Centralorganisation
sueca, y la Asociación Internacional de Trabajadores. Todas ellas apoyaron de
diversas formas a los anarquistas y sindicalistas de Chile, ya sea generando
periódicamente diversas actividades solidarias para reunir dinero o bien
difundiendo la situación de este particular país sudamericano.
Varios de los libertarios criollos que marcharon al exilio,
unidos a otros refugiados anarquistas que entonces estaban en Europa, crearon
la Coordinadora Libertaria Latinoamericana en 1978. Con ella se denunció
sistemáticamente la represión que se realizaba en Chile y otros países del
continente ocupados por dictaduras militares. Ellos, además, organizaron el
Primer Encuentro de Libertarios Latinoamericanos en el Exilio que se desarrolló
en Paris el 31 de enero de 1981, al que asistió medio centenar de anarquistas
en esa condición.
Ciertamente los anarquistas constituyeron un grupo muy
minoritario dentro de la resistencia anti-dictatorial, tanto en el país como en
Europa. Sin embargo algunas acciones de solidaridad lograron cierto alcance e
impacto más allá de sus reducidos grupos. Tal fue el caso del apoyo a los
presos de la VOP o las campañas de denuncia del régimen que se realizaron en
Europa, por ejemplo. Algo estaba pasando en el interior del movimiento
libertario. Y es que a partir de los esfuerzos de solidaridad y reorganización
que se realizaron en estos años, los anarquistas chilenos comenzaron su era de
rearticulación.
La caída del muro de Berlín y el desprestigio del llamado
“socialismo real”, el retorno de libertarios exiliados, una nueva ola de
interés de la juventud respecto al pensamiento ácrata, la irrupción de la
música punk, y otros innumerables procesos colaboraron también en ese resurgir.
Pero esa ya es otra historia. Aquí acaba este breve repaso. Sin duda múltiples
microhistorias han quedado fuera, ya sea por la brevedad del espacio con el que
contamos, o bien porque no dejaron huellas. Y es que después de todo, las
imágenes del pasado que recreamos serán siempre aproximaciones.
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