No voy a abundar en estas breves líneas sobre el desastre que va a suponer para los trabajadores (y para quienes necesitan trabajar y no les deja el “mercado”) esta reforma laboral. Tampoco en cómo los recortes están haciendo la vida cada vez más difícil y penosa a cada vez más gente y todo para beneficiar a un puñado de millonarios. Me voy a centrar en cómo articular la necesaria respuesta.
Otra es que indignarse es un primer paso pero no basta. Eso, más de uno se lo está empezando a plantear por el poco efecto de las manifestaciones, por muy multitudinarias que sean, cuando no van acompañadas de algo más. Y es que la indignación, si no va más allá, a los de arriba se la trae floja. Hay que pasar a la acción y no basta con tomar la calle, a menos que se interrumpa la producción y circulación de mercancías, que ahí les duele (para cuando salgan publicadas estas líneas, en Barcelona los trabajadores del Transporte le estarán echando un pulso muy importante a las clases dominantes). Nadie ha conseguido hacer una tortilla sin romper los huevos ¿verdad?
Frente al abuso y la violencia de los de arriba, hay que dar una respuesta proporcional y capaz de conseguir los objetivos planteados. Esa respuesta no puede ser de minorías que vayan tan por delante de las formas de lucha y niveles de conciencia actuales de nuestra clase que queden aislados de ella, pero se puede y se debe acompañar la resistencia popular allí donde surja, que con la situación a la que nos están empujando ocasiones no faltan. Tenemos que tener claro nuestro papel. Seguir esforzándonos en extender y fortalecer la organización de nuestra clase y en articular sus diversas expresiones, en exponer las causas y soluciones a los males que nos aquejan (y mucho mejor que la propaganda es la práctica), en hacer llegar una solidaridad efectiva, contundente, a los sectores que están plantando cara (y ejemplos los hay a poco que miremos a nuestro alrededor). Todo eso acumula para que en un momento dado, cuando las contradicciones se agudicen, podamos pasar de la defensa a la ofensiva e ir a por todo lo que nos pertenece: TODO.
La solución a la crisis es arrebatarles el control a los de arriba y poner toda la riqueza y el trabajo al servicio de las necesidades e intereses de la mayoría y no de unos pocos. Y eso, por muchas ilusiones que se sigan haciendo sectores importantes de quienes desean un cambio social, no será por las buenas. No hay ni un solo caso en la historia donde los privilegiados hayan renunciado a sus privilegios de buena gana. En ese campo el discurso de los de arriba es aún muy fuerte, por lo que hay que ser pedagógicos, tener paciencia y no forzar la máquina. En todo caso, la delegada del Gobierno en Valencia nos está echando una manita con eso.
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