"De aquello prefiero no hablar, prefiero olvidarlo". Un manto de silencio sigue cubriendo lo que sucedía entre las paredes de los centros regentados por los Obreros de la Cruz que, amparados en un hábito no reconocido por la Iglesia, recogieron durante casi veinte años a mendigos, desahuciados, ancianos, deficientes y enfermos mentales que les enviaba la administración pública. Sin embargo, hay quien no olvida lo que algunos psiquiatras llamaban "el castillo de irás y no volverás". Ese 'castillo' era un antiguo hotel de Conil, el hotel Espada, adquirido por José Herrera Pérez Blanco, conocido en Medina como el 'cura Pepe', a finales de los 90 para crear un pseudopsiquiátrico. Al lugar se le puso el nombre de Hogar de San Vicente Paúl. A principios de 2003, dos empleadas cualificadas de este centro denunciaron en los juzgados de Cádiz los extraños movimientos que observaban en el centro. Según esta denuncia, uno de los falsos frailes, un septuagenario, el mayor de los integrantes de la Orden, habría abusado, presuntamente, de algunos de los deficientes mentales que se alojaban allí. Aquel viejo hotel acogía una amalgama de personas abandonadas, cuyas edades rondaban entre los 18 y los 60 años, a los que los empleados llamaban 'nuestros niños'. Algunos de ellos, los más jóvenes, empezaron a aislarse, a meterse en sí mismos y se confiaron a estas empleadas, a las que les contaron lo que pasaba detrás de las puertas cuando entraba este supuesto fraile. Reconocían en su denuncia que no habían presenciado ninguno de estos abusos, pero pedían una investigación porque daban verosimilitud a lo que contaban los deficientes.Esta denuncia venía a sumarse a otras dos que se produjeron años antes y que llegaron incluso a las televisiones. Marco Antonio Rosendo, un joven venezolano, se paseó por los platós afirmando que durante el tiempo que residió en el asilo de los Obreros de la Cruz, el Santísimo, los frailes le dijeron que si accedía a tener relaciones sexuales le traerían desde Venezuela a sus tres hermanos. Esta denuncia la realizó en el año 2002, cuando Rosendo ya vivía en Alicante, y su afán de protagonismo hizo dudar a los investigadores de su veracidad.Previamente, Ángel Sánchez, chófer de José Herrera Pérez-Blanco, acogido a los catorce años en la casa de los Obreros en Ceuta, denunció haber sufrido agresiones sexuales durante toda su adolescencia. El 'cura Pepe' se defendió afirmando que tanto Sánchez como Rosendo le habían chantajeado amenazándole con contar esta falsa historia.Estas denuncias tuvieron una amplia repercusión en la prensa, pero fueron archivadas por falta de pruebas, al tratarse de la palabra de unos contra la de los otros. La denuncia de 2003 no venía de ningún residente, sino de personal del centro. Durante un tiempo la Fiscalía indagó, la Guardia Civil, que seguía los pasos de los Obreros, pidió a estas empleadas que se mantuvieran dentro para ejercer como 'topos', pero fue precisamente uno de los deficientes que, supuestamente, había sufrido abusos, el que contó a los Obreros que habían sido delatados. Las trabajadoras que presentaron esta denuncia no han querido hablar sobre estos hechos, pero personal del distrito sanitario de La Janda tuvo conocimiento de la denuncia, hasta el punto que se cursaron por escrito las sospechas a los responsables de esta demarcación.Hipólito García, delegado provincial de Salud, afirmó ayer desconocer que se hubiera presentado esta denuncia en 2003, aunque no le extrañó, "ya que cualquier acción administrativa es posterior a las acciones penales". Está seguro, en cualquier caso, de que ese escrito enviado por personal médico no llegó a sus manos. Los hechos se desencadenaron rápidamente. San Vicente Paúl ya estaba bajo sospecha después de que en un incendio producido en julio de 2002, un año antes, muriera uno de los residentes. La Junta enviaba allí a deficientes y enfermos mentales pese a que contaba con informes contrarios a la idoneidad del lugar, informes que les habían llevado a dar una licencia de apertura provisional mientras se acometían reformas.Una vez que los empleados presentaron la denuncia y los Obreros tuvieron conocimiento de ella, el falso fraile que presumiblemente había cometido los abusos fue enviado a Venezuela. La situación era insostenible. La Junta cortó el grifo y el centro se cerró. De la investigación nunca más se supo. "Cayó en saco roto", dicen quienes estuvieron cerca de los hechos. El 'cura Pepe', sin embargo, siguió con su residencia para ancianos de El Santísimo hasta hacerla quebrar a finales del pasado año y ser detenido a principios de mes acusado de haber robado durante años de las libretas de ahorro de los residentes.Paralelamente a estos hechos, desde el propio SAS se decidió designar un médico para el seguimiento de El Santísimo ante el desmesurado gasto farmacéutico que arrojaba la residencia. Este gasto llamaba la atención, especialmente, en 'dodotis' para los ancianos. Nada salió de aquel seguimiento, pese a que un funcionario que acudía regularmente al centro ha asegurado a este medio que "los 'dodotis', en aquella época, sólo se cambiaban una vez al día". Todas las inspecciones que dice la Junta haber realizado mostraban, al parecer, un buen estado de los ancianos y una atención adecuada, tanto médica como en alimentación.Un antiguo trabajador de El Madrugador afirma que hizo el seguimiento de uno de los pacientes del psiquiátrico que fue trasladado a este 'manicomio' de Conil, cuya existencia es difícil de entender en el contexto de una reforma psiquiátrica que quería liberar a los enfermos del encerramiento. Vio habitaciones divididas, tabiques levantados con ladrillo, sin pintar, para aumentar su capacidad de acogida. "Cualquier mendigo que molestara, de los que habían salido de El Madrugador, podía acabar en esa habitación de ladrillo. Allí murió uno de aquellos enfermos, una persona muy querida por mí, de un ataque epiléptico".
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