TRAS UN ASESINO
A Charles
Simic
¡Es
él, es él! ¡el mismo! me dijeron…
Salí
corriendo en busca de aquel hombre.
¡Después
de tantos años
deseando
aquel instante!
Caminé,
corrí para no perderlo.
¡Había
de decirle tantas cosas!
¡He,
de verle la cara!
Las
manos me temblaban.
Los
sueños me dolían.
¡Tanto
tiempo viviendo este momento!
Con
la esperanza de alcanzar un día:
¡a…,
ése maldito hueso!
Y
sentado, sereno, poder roerlo…
y
lamerlo después, como hace el lobo:
cuando
el hambre le muerde desde adentro.
¡Dónde
caminas maldito esqueleto!
La
pistola cargada; las balas en mi anhelo;
pero
al fin lo alcancé; ¡ahora es mi tiempo!
Lo
agarré por la espalda, lo giré como a un trompo
y
su rostro lo estrujé con mis manos:
Mirándole
fijamente a los ojos.
¡Como
demanda la venganza y el odio!
Era
un junco vencido, reo del tiempo.
Envejecido
y lloroso rogó
por
su asquerosa y repugnante vida.
Aflojé
el percutor de la pistola,
y, las balas guardé en la memoria.
Pepe Gómez Abril 2020
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