PURISTAS NOS
DICEN, Y NOSOTROS AFIRMAMOS
Nada hay tan intransigente y categórico como las ideas.
No admitimos términos medios y ninguna clase de atenuantes.
Por eso en nuestros escritos tratamos de ser tan explícitos
como podemos.
Nuestro norte es la anarquía, el punto que deseamos alcanzar
y hacia el cual dirigimos nuestra marcha
Fernando Tárrida del Mármol (1)
En la cuestión social existen multitud de maneras en las que
se puede abordar un tema; pero sucede que cuando los anarquistas hablan de
anarquismo y hacen frente a las distorsiones del mismo, no falta nunca la voz
que parece señalar con el dedo a un hereje de la era de la inquisición:
¡Puristas!
Curtidos en los debates, no nos espantan esos títulos y en
el caso del purismo es algo que en lo personal reivindico. Pero como no
quisiera dar lugar a equívocos daré una breve explicación lo que entendiendo
por purismo y en qué manera puede esto ser reivindicable.
No es el purismo de secta, encerrados en nuestra gavilla de
la cual nos negamos a asomarnos al sol por miedo a que éste nos queme; no es la
defensa necia y ciega de unas ideas, sino la demostración de las mismas; no un
dogma defendido “porque sí”; no es la creencia ciega y sin crítica de unas
ideas, sino la comprobación-análisis-comprobación de las mismas.
De esta manera, y habiendo entendido lo que no
reivindicamos, hemos de proceder a una rápida comprobación histórica, para dar
por fin con lo que entendemos por purismo y la defensa abierta de ese purismo,
basados en la historia y la filosofía.
No nos tiembla la mano para afirmar que el anarquismo nació
como la reacción violenta al reformismo y al Estado por igual.
La crítica del Estado, realizada en todos los tiempos, tomó
más seriedad y textura revolucionaria a partir de las críticas socialistas.
Cuando algunos afirmaban que el Estado se podía mejorar, que era un mal
necesario, que siempre había habido, había y que siempre habría Estado y
autoridad, algunos socialistas previeron en el horizonte una sociedad sin
Estado ni autoridad; algunos aún, buscando en la historia antigua, vieron que
era una idea que se había planteado hacía muchos años.
Algunos otros socialistas defendían la idea de que el Estado
y la autoridad, verdaderas máquinas asesinas del pueblo, podrían ser utilizados
para beneficio del pueblo cual arma de guerra que puede ser arrancada del
sicario para servir a la revolución.
Pero
los socialistas anarquistas, previendo el peligro que era esa reforma de las
instituciones estatales y autoritarias al maquillar y embellecer solamente las mismas prácticas y que podrían llevar a perpetuarse con una aceptación
popular engañosa por las reformas hechas de forma, pero no de contenido, se
alzaron en rotundas críticas a estas ideas reformistas.
Proudhon no dudó
en levantarse
contra el reformismo comunista de Blanqui, contra la dictadura blan quista y el Estado
de tipo “popular” e incluso contra
el “gobierno directo” y
la “legislación directa”. Cierto
que en un momento pensaba que las
cosas podrían cambiarse sin un proceso revolucionario
y violento, pero ya
en 1851
habla de una revolución que removiera las bases de
la sociedad misma y al final de su vida Proudhon
apostaba ya abiertamente por la revolución social, y prueba de
ello es su obra póstuma La capacidad
política de la
clase obrera, considerada
como su testamento ideológico a los obreros franceses; Bakunin luchó arduamente contra el reformismo marxista que pretendía dar una barnizada de popularidad
al Estado y la autoridad, y quien haya investigado esos hechos
sabrá que la lucha era dura
y que Bakunin y sus compañeros
no dieron tregua alguna en su lucha
contra la autoridad marxista; Malatesta no dudó en levantar la voz contra el sistema parlamentario, aun cuando se disfrazara
de socialista (léase Merlino); Kropotkin no dudó en levantarse tampoco contra el reformismo de los
neodarwinianos que pretendían que la lucha por la vida era la condición de la existencia humana.
Y es que en sus fundamentos el socialismo se manifestó, no como
una forma de embellecer la esclavitud: fue una violenta protesta a favor de los
trabajadores en guerra abierta contra sus explotadores. Nació como la protesta
de la justicia contra la desigualdad. No fue producto de una reforma, sino las
formulaciones de crítica dura y firme contra la explotación y para beneficio
del pueblo.
Y si esta fue la naturaleza del nacimiento del socialismo ¿en
qué momento se deformó tanto para convertirse en nexos entre la defensa de los
trabajadores y el ejercicio del poder político?
Esto ocurrió cuando en las filas del socialismo
se mezclaron las ideas burguesas de defensa del pueblo desde el poder, de utilizar el poder político para beneficio del pueblo, detener
representantes obreros y demás vulgaridades.
Entonces el socialismo, nacido como una protesta
violenta contra la injusticia degeneró en “partidos obreros”,
“gobiernos obreros” y cosas similares. Fue, entre otros, Karl
Marx quien impulsó
la idea de una lucha que mezclara las ideas
del socialismo con las instituciones burguesas; fue ese “demócrata aburguesado”
como bien lo define Rudolf Rocker,
quien impulsó “partidos obreros”, “conquista del poder político”, “dictadura del
proletariado”, “Estado obrero” y
demás propuestas absurdas.
No mantener la pureza del socialismo lo hizo degenerar en cosas
tan horrendas que actualmente por socialismo algunos entienden gobiernos
abiertamente burgueses como el de Hugo Chávez y posteriormente Nicolás Maduro,
Evo Morales o la brutal dictadura China e incluso los jemeres rojos, la
brutalidad de la dictadura de Lenin, Trotski y Stalin y regímenes iguales de
burgueses y criminales.
¿Qué pueden tener de
socialista, de violenta protesta contra la
injusticia, regímenes dictatoriales en donde la injusticia es la norma de conducta?
¿cómo puede un gobierno,
expresión máxima de la injusticia, ser a la vez la defensa
de la justicia, cuando su función
principal es precisamente la de
vigilar el bienestar de los explotadores sobre los trabajadores?
¿en qué cabeza cabe que las dictaduras, gobiernos y partidos políticos, elementos ejecutores de la injusticia, puedan en
algún momento ser defensores
de la justicia?
El socialismo nacido como la defensa de la justicia frente al
capitalismo degeneró de manera terrible al grado de que hoy todos los que se
dicen socialistas han hecho defección del socialismo en sus fundamentos.
Solamente el anarquismo es la única rama del socialismo que
puede jactarse de mantenerse fiel a los principios socialistas: su renuncia a
los elementos ejecutores de la injusticia, léanse gobiernos, dictaduras y leyes;
su mantenimiento de combate a toda forma de injusticia y autoridad; su rechazo
completo del Estado y de sus instituciones le dan la condición de ser la única
rama heredera auténtica del socialismo.
Las demás ramas podrán adoptar el nombre que sea de su
preferencia, pero de socialistas no tendrán más que el nombre.
Sumergidos en gobiernos, leyes, Estados, partidos, autoridad,
dirigencias y vanguardias, todos ellos derivados en un vulgar capitalismo de
Estado, no les otorga de socialistas más que la etiqueta. Un estudio de los
orígenes del socialismo y sus aspiraciones que dieron origen a su nacimiento no
permite llamarlos socialistas.
Regresando al anarquismo y a nuestra defensa del purismo,
podemos jactarnos de decir que tenemos un ejemplo claro en el socialismo sobre
lo que sucede cuando en vías de la apertura se da cabida a elementos de todo
tipo e ideas.
Podemos, pues, decir con la historia en la mano que esa apertura
que a veces se toma como elemento de libertad no trae sino elementos de todos los colores dañando los fundamentos de una idea, y por el contrario que el
mantenimiento de la pureza de las ideas es algo que debe estar presente para
que estas no degeneren en vulgaridades como le sucedió al socialismo
originario. A partir de la primera manifestación del anarquismo de manera
filosófica con la obra de Proudhon
¿Qué es la propiedad? en ese mítico 1840, el anarquismo se
desmarcó de las demás ramas del socialismo y tomó una personalidad propia.
Esta diferenciación del anarquismo de las demás ideas sociales
no era solamente una protesta contra el Estado y la autoridad, sino también
contra el reformismo de quienes pretendían
mejorar y/o utilizar
al Estado como elemento emancipador o instrumento de mejora de las
condiciones de las capas populares. Antiestatal y antirreformista fueron los
primeros rayos del sol que alumbraron al anarquismo. Y lo fueron no solamente como condiciones necesarias a su personalidad propia como anarquismo, sino como mantenimiento
y pureza de las ideas originarias del socialismo, al grado
que como hemos dicho antes el anarquismo
es la única rama socialista que
se mantiene
fiel a sus raíces.
Así, la pureza del
socialismo y del anarquismo,
para ser tales, se ven forzados inevitablemente a ser antirreformistas
y por extensión puristas en el sentido más claro de la palabra: mantener la
pureza de las ideas, alejadas de las contaminaciones ajenas a ellas, y esto no por mero
capricho, sino por haberlo
demostrado con la historia en la mano. ¿Cuáles
son estas contaminaciones? Precisamente aquello contra
lo que siempre se ha luchado: nexos con el enemigo,
el capitalismo, el Estado, la autoridad,
y conforme a ellos, todos los que aspiran a tomar el poder político sean del nombre que sean, así como todo tipo de vanguardias y dirigencias que nada tienen que ver
con las aspiraciones de justicia, equidad y libertad que propugna el anarquismo.
El anarquismo se desmarcó de las demás ideas por una
característica que no comparten ninguna de las demás ideas sociales, y que fue
precisamente esta condición la que dio personalidad al anarquismo: la negación
radical del Estado.
Y es que todas las demás tendencias que se ven involucradas en
la cuestión social, tanto enemigas como “compañeras” comparten una cosa en
común.
Preguntemos a los partidarios
de la dictadura militar
si consideran al Estado una institución imprescindible y responderán
afirmativamente; preguntemos a republicanos, liberales y
laicos si desean la destrucción
del Estado y todos ellos dirán que no; preguntemos a los socialistas parlamentarios si desean mejorar
el Estado para ejercer
un gobierno que consideran
mejor y dirán que es justamente eso lo que desean; preguntemos a los
partidarios del fascismo si desean
la destrucción del aparato estatal y todos
lo negarán; preguntemos
a los marxistas más radicales si desean
la conquista del poder político, y si no responden con ambigüedades
y se ciñen a las enseñanzas de su maestro todos dirán que sí.
Todos ellos, pese a sus diferencias ideológicas, desean
conquistar el Estado. Todos ellos consideran al Estado un arma imprescindible
para el orden. Todos ellos, pese a que algunos digan que después de un periodo
se debe destruir, comparten la necesidad del ejercicio del poder estatal. Las
diferencias en las formas de ejercer el poder los dividen, pero en el fondo el
ansia de poseer el Estado los hermana.
Unos prefieren un Estado militar con una férrea dictadura que
trate a las personas como bestias que de- ben ser domadas; otros dirán que el
Estado debe ser más democrático y brindar más (2) libertades al pueblo; otros
se dirán representantes del pueblo revolucionario y pretenderán un gobierno
obrero, campesino y popular con, quizá, la posibilidad a desaparecer después de
3 generaciones. Las diferencias, pues, se deben únicamente a la forma, pero no al contenido.
El anarquismo es la única teoría social, económica
y filosófica, que considera que el Estado, sea cual sea su forma
y contenido, es una pesadilla para
los pueblos y considera que el primer acto
de una revolución debe ser la extirpación
radical y sin periodos intermedios
del Estado y sus instituciones,
lo que también equivale a la destrucción de la autoridad de
unos
sobre otros de manera coactiva (3).
Tenemos, pues, dos elementos esenciales al anarquismo y que históricamente le dieron una
personalidad propia tomando distancia de todas las demás ideas sociales, incluidas
las que pretenden mejorar la condición del pueblo
incluso mediante la revolución, pero manteniendo la estructura estatal:
antirreformismo y negación radical
de toda forma de autoridad, Estado,
capitalismo y cualquier forma
bajo la que se esconda
la dominación de unos sobre
otros.
Sin estas condiciones el anarquismo no sería anarquismo, sino
una teoría igual de reformista que las demás.
Los anarquistas, quienes pretenden llevar a cabo la revolución
para implantar el sistema económico, político y social del anarquismo, no
serían anarquistas si faltaran a esta renuncia radical a toda forma de Estado y
autoridad.
Su personalidad ideológica no se debe a la pinta
de una A circulada, a un estilo de música
o forma de vestir, ni a amistades con
tal o cual persona con la que mantenga una relación, sino a fundamentos históricos, filosóficos y económicos que condenan de
manera implacable toda forma de
Estado y autoridad.
Despejados de todo impulso
pasional, de todo deseo
o sentimiento, la historia nos demuestra que el Estado
y la autoridad son dos elementos
a suprimir de manera directa
junto a todos sus
tentáculos e interpretaciones.
El anarquista, pues, no puede hacer dejación de sus principios
ideológicos más que al costo de dejar de ser anarquista.
Efectivamente ¿se puede ser anarquista y participar en el
parlamento? ¿Se puede ser anarquista y policía a la vez? ¿Se puede ser
anarquista y participar en las instituciones del Estado?
Creemos que no. En tal caso quien se llame anarquista
podría ser un coherente socialista parlamentario, un republicano, un marxista, pero de ninguna
manera un anarquista.
El anarquismo no es una filosofía para
poner en práctica dentro de 100 años cuando estalle
la revolución (o antes), sino
una forma de actuar en el aquí
y ahora, en las asambleas y conferencias, en la familia, la pareja o
el trabajo. Porque el anarquismo no es un disfraz para ponerse cada domingo, sino una práctica diaria.
Contaminados por el ejercicio del Estado, el marxista puede darse la mano con
los nazis (4), con los que comparte
la necesidad del ejercicio
del Estado; el fascista se puede dar
la mano con los marxistas (5) y el republicano se puede dar la mano con la
reacción más derechista (6); radicales, conservadores y de toda tendencia pueden tener mil discursos con
distintos matices y llevar una conducta
personal y política de lo más contrario a lo que predican.
Haciendo ejercicio de las herramientas de opresión al pueblo no
importa lo que digan sus palabras ni sus aspiraciones cuando en el fondo
encontramos el mismo pantano estatal.
Pero los anarquistas no hacen uso de esas herramientas de opresión, no está en su filosofía la necesidad de los mismos sino su
destrucción y la instauración de la sociedad radicalmente distinta
de la actual. Por ello su accionar
debe ser coherente entre fundamentos ideológicos y práctica.
De esta
manera el anarquismo se presenta como una exigencia de coherencia para quienes
se asumen como anarquistas.
Esta coherencia, esta ligazón inevitable entre los fundamentos
ideológicos del anarquismo y los anarquistas, es lo que nosotros reivindicamos
como purismo.
¿De qué manera a alguien se le ocurre pedirle a un anarquista,
por una supuesta apertura mental (7), su ayuda o simpatía con un partido
político, cuando el anarquista desea destruir esos mismos partidos, y llamarle
dogmático cuando se niegue a ello? ¿de qué manera, si no es desconociendo el
propio anarquismo, se le puede reclamar a un anarquista el que no vaya a votar,
cuando es la elección de amos uno de los puntos que el anarquista desea
destruir? ¿de qué manera se le puede decir cerrado a un anarquista que ve en el
marxismo la misma idea genocida que tantos anarquistas ha asesinado a lo largo
de la historia y cuyas ideas apuntan a la conquista del poder político, mismo
que los anarquistas buscan destruir?
Solicitamos a quienes incurren en semejantes disparates que
antes de llamar cerrados o dogmáticos (8) a quienes se nieguen a apoyar las
manifestaciones del Estado y la autoridad, que primero conozcan las ideas
anarquistas. Porque a nosotros no se nos pueden mezclar con las demás
tendencias estatales que pueden hermanarse unas con otras porque en el fondo el
Estado forma parte de su estructura ideológica.
Nosotros hemos declarado la guerra al Estado y la autoridad en
todas sus manifestaciones, tanto en el ámbito estudiantil como en el sindical,
en la asamblea como en el trabajo, en las manifestaciones como en nuestra vida
diaria.
No mendigamos al Estado algunas leyes, no recibimos dinero de
nuestro enemigo, no esperamos ninguna mejora proveniente de quienes aplastan al
pueblo, ni vamos a darnos la mano con empresarios, burgueses o aspirantes al
poder político, aun cuando su discurso nos hable de revolución.
Para nosotros es un crimen la existencia del Estado, y cómplices
quienes lo apoyan o desean conquistarlo y ejercerlo. Y esto no es algo que nos
saquemos de la nada. Son conclusiones que provienen desde los clásicos del
anarquismo y que conforme se estudia el actuar del Estado y la autoridad en la
actualidad se confirman paso a paso.
Este combate a nuestros enemigos constituye para nosotros un
fundamento irrenunciable. No deseamos modificar algo demostrado de continuo, y por ello no
aceptamos ningún compromiso
con el enemigo
quienes asumimos
el anarquismo como
algo serio y no una etiqueta dominguera, y en ese sentido
deseamos mantener nuestras ideas puras.
¡Puristas! Nos dicen ¡ y nosotros afirmamos!
Puristas, porque no queremos
ser piezas de ajedrez en
el tablero de la política burguesa.
Puristas, porque no queremos
en nuestras filas a quienes
de frente nos hablan de camarada y en sus aspiraciones se encuentran las mismas ideas que nosotros
combatimos (conquista del
poder político, centralismo, autoridad).
Puristas, porque defendemos la pureza de los principios ideológicos del anarquismo sin la mancha gubernamental,
aunque ésta se presente
como social, socialista o comunista. Es decir, aunque esa mancha
gubernamental se presente como
gobiernos obreros, liberales, socialistas o leyes a favor
del pueblo. Porque sabemos que todo eso no son más que
falacias, máscaras del mismo enemigo que se nos presenta
con otras formas.
Puristas, porque la amistad
no está por encima
de las ideas, y a quien se presenta como
amigo, pero es un enemigo
declarado de la libertad y la justicia popular, no podemos
brindarle nuestra amistad
y con ella la complicidad.
Puristas, porque a quienes
se dan la mano con
los partidos políticos y sin embargo
pretenden estar en nuestras filas
les llamamos por su nombre:
traidores.
Puristas, porque en el conflicto social ya hay demasiados que trabajan en el marxismo y los “movimientos sociales” a secas, y nosotros destinamos
todas nuestras fuerzas, tiempo,
energías, dinero, inteligencia, investigaciones y militancia al anarquismo. Sin ambigüedades. Porque consideramos que es ilógico decirse anarquistas y dar propaganda
a ideas ajenas a las nuestras.
Puristas, porque para nosotros el anarquismo no es un bonito sentimiento,
sino una lucha firme y sin ambigüedades.
Puristas, porque no somos anarquistas de nombre, sino de hechos diarios,
de propaganda y militancia.
Puristas, porque en medio de tanta contaminación estatal nosotros
deseamos marcar una línea divisoria con todos ellos, para mantener una lucha
anarquista sin medias tintas.
Puristas, porque nuestra apertura al pueblo llano no significa una
dejación de principios ideológicos, los cuales para nosotros son
inamovibles e incorruptibles.
Puristas, porque con Malatesta decimos que “A los anarquistas les compete la
especial misión de ser custodios celosos de la libertad, contra
los aspirantes
al poder y contra la posible
tiranía de las mayorías”, y por ello consideramos la defensa de la pureza de las ideas anarquistas un deber del anarquista.
Puristas, nos dicen, y nosotros respondemos ¡Desde
luego, somos puristas!
Erick Benítez
Martínez - Diciembre del 2019
Notas:
1.-
Anarquismo sin adjetivos. Reproducido en Antología Ácrata Española, de
Vladimiro Muñoz, página 31
2.- Otorgar, dar, brindar, permitir, dominar,
pero dejando la cuerda un poco
más floja. Todos estos actos son equivalentes unos
de otros.
3.-
Hablamos de exterminar la autoridad coactiva para no dar lugar a falsos debates
sobre la autoridad intelectual del albañil en las labores de la construcción,
del panadero a la hora de hacer pan, etc. En lo siguiente se entenderá que nos
referimos a la autoridad estatal, policial, económica y coactiva.
4.- Ejemplos no faltan en la historia: en 1939, con
motivo de la invasión rusa en Polonia, al llegar a la población el ejército
rojo se encontró con que los nazis ya estaban ahí saqueando a las poblaciones y
se dieron amistosamente la mano, marchando juntos, incluso, colocando estrellas
rojas y esvásticas nazis en los “arcos de la victoria” en Brest-Litovsk.
5.- En 1938 la
Alemania nazi firma un tratado de no agresión
con los bolcheviques.
6.- Creo superfluo brindar uno de los miles de ejemplos
de esto.
7.- Nada puede haber en la política
más cerrado de mente que la ingenua idea de que la política burguesa,
el mismo fracaso que tantas veces
se ha ensayado, pueda brindar
un mínimo de libertad al pueblo trabajador. Apertura de mente es ver más allá de las rejas estatales y ver la necesidad de destruir la casona estatal.
8.- Resulta
curioso cuando nos negamos a trabajar con gente ambigua y se nos llama
“cerrados y dogmáticos” pero esa gente resulta más dogmática y cerrada de lo
que acusan a los demás.
Nadie que se
salga de sus concepciones merece respeto para esa gente. Todos los que se
niegan a darles la razón son atacados de manera furibunda, muchas veces de
formas en las que no atacan siquiera al Estado o a los capitalistas.
Para ellos todos
deben ser exactamente como ellos lo consideran. No se trata de una defensa de
unas ideas como es nuestro caso, sino de la alineación de la personalidad, ya
que no tienen unas ideas definidas no podemos hablar de defensa de unas
convicciones. Ellos no quieren sino que todos pensemos y seamos exactamente
como ellos: todos debemos, no por decisión, sino forzados para no ser
insultados o verse como cerrados ante los demás, aceptar las mezclas más
extrañas y contrarias unas de otras, aunque ese amasijo de gente sólo sirva
para encumbrar a algunos a algún puesto de dirigencia.
Todos deben
querer mezclar todo tipo de ideas, todos deben verse como hermanos aun cuando
sea el enemigo, todos deben pensar que pueden trabajar con organismos,
instituciones o sindicatos del Estado y que estos, de tentáculos de la
injusticia se convertirán, como por arte de magia, en compañeros leales y
sinceros.
¡ Malaya quien
no lo haga! ¡ Maldito quien se atreva a salirse de esos carriles! Será
insultado y tachado de dogmático pretendiendo imprimir el sello de la ignominia
en su frente.
Por fortuna a
nosotros esa gente no nos genera sino risa, y continuamos nuestro camino sin
dar importancia a lo que no lo tiene.
Fuente: FRAGUA
SOCIAL (órgano de expresión de la Confederación Regional de Levante CNT-AIT)
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