Agosto 1944: Los españoles en la Liberación de Paris.
Testimonio de un anarquista español
Preámbulo
Manuel Pinto Queiroz-Ruiz, mejor conocido por su seudónimo
Manuel Lozano, nació en Jerez de la Frontera, Cádiz el 14-4-1916. Hijo de un
barbero anarquista (que fue fusilado por el franquismo) y huérfano de madre en
edad temprana, desde muy joven trabaja en una destilería y de obrero en las
viñas jerezanas, en 1932 ingresa en CNT (sindicato de arrumbadores) y en las
JJLL, año en que aprende a leer y escribir. Iniciada la guerra de 1936, tras la
caída de Jerez en manos fascistas, huye a zona republicana y combate en
distintos frentes: Málaga, Granada, Marbella, Almería, Murcia y Alicante hasta
el final de la conflagración.
En marzo de 1939 se exilia a Orán, donde, apenas llegado, es
arrestado por la policía gala y encerrado en un campo de concentración. Pasó
por cinco de esos campos en Argelia y Marruecos hasta noviembre de 1942 en que
los ejércitos anglo norteamericanos ocupan el norte deÁfrica. Ingresa en los
Cuerpos francos de África (segunda división blindada) interviniendo en la toma
de Bizerta, abril de 1943; se le traslada a Inglaterra en mayo de 1944, y desde
agosto combate en Francia (División Leclerc, 9a. compañía del 3o regimiento):
batalla de Normandía, toma de Alençon.
El 24 de agosto de
1944 es el primero en entrar en París, hecho silenciado por el patriotismo
francés, participa de seguido en la liberación de Estrasburgo (septiembre) y en
la toma de los campos de concentración de Dachau y Berchtesgaden. Liberada
Francia, era de los que confiaban en continuar con la liberación de España que,
como es sabido, no se produjo. Abandonada la idea de acabar militarmente con el
franquismo, Lozano continúa su militancia afiliado en la CNT del Exilio en
Paris. Colabora en Anarkia, CNT, Siembra, Tierra y Libertad de México, Acracia
de Australia. Edita la revista poética, Ráfagas, y publica varios folletos,
esencialmente de poesía: Ensayo poético (1986), Aires libertarios (1986), Aires
andaluces (1987), Andalucia sin fronteras, Eco anárquico, Eco jerezano (1987),
Ráfagas (1987), Pensamiento poético (1988), Estampa andaluza (1991), Jerez sin
frontera, Prosa poética, Recopilación poética (1991).
En las siguientes páginas reproducimos folleto escrito en
1985 por Laurent Giménez titulado, “Agosto 1944, Los Españoles en la Liberación
de Paris Testimonio de un anarquista español”, quien nos relata algunos de las
acontecimientos vividos por el anarquista y anarcosindicalista Manuel Lozano,
que falleció el 23 de febrero de 2000, en Paris.
Grupo Cultural de Estudios Sociales de Melbourne
En el exilio Abril 2011
En el cuarto piso de un viejo caserón del XIX distrito de
Paris es donde reside Manuel Lozano. Uno de esos viejos caserones achaparrados
y centenarios, como todavía se hallan en ciertos distritos de Paris, y que
evocan irresistiblemente el universo dostoievskiano o el de Eugenio Sue. En
cada rellano de escalera, se espera uno a ver aparecer a Raskolnikov,
despavorido y sanguinolento, terminado de cometer su crimen.
En el piso de Manuel, son radicalmente diferentes las
imágenes que se fijan al espíritu. Apenas atravesado el umbral, el mundo del
gran escritor ruso deja la plaza libre al de Cervantes. Es que el parecido
entre el dueño del sitio y el inmortal “Caballero de la triste figura” es
sorprendente: la misma delgadez de cuerpo, la misma altura soberana un poco
encorvada; el mismo idealismo también, intransigente y utópico.
Sobre las paredes cubiertas de innumerables dibujitos
abstractos sobresalen los recuerdos, testimonios de un pasado poco común:
fotografías, claro, pero también condecoraciones militares y citaciones
diversas. Una de ellas llama particularmente la atención la que atribuye al
“soldado Manuel Lozano” la cruz de guerra. Lleva en la cabecera el membrete de
la segunda división blindada, esta fechada el 31 de octubre de 1944, y firmada
por el general Leclerc.
Manuel recuerda. Hace cuarenta y un años, el 24 de agosto de
1944, un destacamento de la segunda división blindada, mandado por el capitán
Dronne, marchaba en silencio hacia Paris. Manuel iba a la cabeza del convoy, en
el coche de mando, justo delante del jeep del capitán. Hacia las nueve menos
cuarto de la tarde, se franquea la Puerta de Italia. El vehículo en el cual van
Manuel, cuatro soldados más, españoles también, y un subteniente francés, es el
primero de las fuerzas aliadas en entrar en la capital ocupada.
Su país que ya no reconoce
Todo empieza en julio de 1936, cuando los ejércitos
españoles de África, rápidamente puestos a disposición del general Franco,
deciden sublevarse contra el gobierno legal de la República. En ese mes de
julio tórrido, Manuel trabaja en los vastos viñedos alrededor de Jerez de la
Frontera, su ciudad natal. A los 19 años, ya es miembro, desde 1932, del
sindicato de arrumbadores, y frecuenta las Juventudes Libertarias. Por eso,
nada de asombroso si Manuel, cuando Jerez cae bajo el dominio de los rebeldes,
se escapa para juntarse con las fuerzas del ejército republicano.
Las vicisitudes de la guerra van entonces a conducirlo a
muchos frentes, de Málaga a Murcia, pasando por Granada, Marbella, Almería y
Alicante. En marzo de 1939, es la derrota de los republicanos. Manuel, como
millares de sus compañeros de infortunio, decide irse de España, su país que ya
no reconoce. El 28 de marzo, se embarca entonces a bordo de la “Joven María”, y
el primero de abril, la silueta tranquila del Puerto de Orán, territorio
francés en aquella época, se perfila en fin al horizonte. La esperanza es
inmensa: después del infierno de los combates y la amargura de la derrota, la
libertad solo esta a unas leguas de distancia. La realidad, desgraciadamente,
seria diferente.
“Había un montón de barcos cargados de refugiados. Las
autoridades no les permitían bajar, ni les suministraban. Había muchas
enfermedades...”
No obstante, Manuel y sus compañeros consiguen desembarcar y
perderse entre la muchedumbre abigarrada que transitaba por Orán en los años
cuarenta. En seguida sedan cuenta de la extrema precariedad de su situación.
Refugiados clandestinos, sin hablar ni una palabra de francés, y, sobre todo,
sin un céntimo en el bolsillo, ¿que
podían hacer?, ¿adónde podían ir?
“En el puerto, cuenta Manuel, un viejo pescador nos había
indicado la dirección de un hotel donde, si teníamos dinero, aceptarían
alojarnos y darnos de comer. Pero no teníamos otra cosa que una vieja cartera
llena de documentos inútiles. Sin embargo, fuimos a ver al propietario a quien
yo le dije (hablaba español) que la cartera contenía dinero con el cual
podríamos pagarle. El me creyó, sin ninguna sospecha, nos ofreció de comer, y
luego, nos condujo a nuestra habitación.”
¡Esto no es un hotel! ¡Es un campo de concentración!
La aventura, empezada bajo los mejores auspicios, se
terminaría rápidamente tomando otro cariz. Al día siguiente de su llegada,
mientras se esta paseando por las calles animadas de Oran, Manuel es detenido
por la policía e inmediatamente encerrado en un campo reservado a los
refugiados españoles clandestinos. El refiere:
“En los muelles de Orán, había unos hangares donde meterían
unas mercancías. Allí habían instalado un campo, rodeado de alambre de púas y
vigilado la noche y el día por la guardia móvil y por Senegaleses. Las
condiciones de vida eran terribles. El segundo día de mi detención, pedí
hablarle al director del campo. Era de origen árabe, pequeñito, bien vestido de
blanco, pero muy cínico. Yo le dije que quería jabón y una tolla para lavarme.
Y el tío, con las manos en los bolsillos, empezó a dar vueltas y se echó a
reír: ¿Tú te crees en un hotel? ¡Esto es un campo de concentración!”
No hay que imaginarse que Manuel vivió allí una experiencia
única. A partir de 1939, son centenas de millares de refugiados españoles
huyendo del terror franquista que las autoridades francesas encierran
sistemáticamente en lo que no se puede llamar sino campos de concentración
Había muchos de esos campos en África del Norte. Había
muchos más todavía en el mediodía de Francia, en particular en el departamento
de los Pirineos Orientales, y los nombres de Barcarès, Saint-Cyprien o Argelès
siguen resonando en la memoria de los antiguos refugiados españoles tan
siniestramente como Drancy o Struthof en la de otras víctimas de los campos de
concentración. Pues teniendo en cuenta los testimonios de estos refugiados y
los trabajos de los historiadores (1), las condiciones de vida y los
tratamientos en esos campos eran realmente inhumanos, en todo caso indigno de
las tradiciones democráticas y liberales de Francia.
Por su parte, Manuel conocería cinco campos diferentes, en
Argelia y en Marruecos. El régimen es parecido al de los trabajos forzados:
todos los días, hay que manejar el pico y la pala, en las minas y las canteras.
“Les dábamos miedo a los oficiales...”
La liberación llega en noviembre del 42. Cuando los
Angloamericanos desembarcan en África del Norte, firman un pacto con Darlan
(próximo colaborador de Pétain que se hallaba aquí por casualidad), suprimen
los campos, y ponen en libertad a los prisioneros. Se crean entonces los
Cuerpos Francos de África, siendo todos sus miembros voluntarios antifascistas
de diferentes horizontes, Italianos, Alemanes, Españoles, etc. Manuel es uno de
ellos. Comienza entonces la larga y difícil campaña de África durante la cual
los Cuerpos Francos de África, incorporados a la segunda división blindada, se
distinguirían tomando Bizerta en abril del 43.
En la división de Leclerc, Manuel formaba parte de la novena
compañía del Tercer Regimiento de Infantería del Tchad, una compañía bastante
diferente a las demás en la medida en que era casi exclusivamente compuesta de
españoles. En ella estaban representadas todas las familias políticas de este
amplio Frente Republicano que, durante tres años, había combatido
desesperadamente la rebelión franquista: republicanos moderados, socialistas,
comunistas, y, desde luego, anarquistas, los más numerosos.
En su libro de recuerdos publicado el año pasado (2), el
capitán Dronne, a quien Leclerc le atribuyó, en el mes de agosto del 43, el
mando de “la nueve”, dice de los voluntarios españoles que “eran magníficos
soldados, guerreros valientes y experimentados...” (P. 262)
También cita una frase del general Leclerc referente a
ellos: “Todo el mundo les tiene miedo...” Esta afirmación de Leclerc choca a
Manuel. El exclama: “Nosotros les dábamos miedo a los oficiales porque los
poníamos a prueba antes de darles la confianza. Si ellos chaqueteaban, nos
negábamos a obedecerles. Por eso nos tenían miedo todos los oficiales
franceses. "
“Los alemanes pagaban la mantequilla bien caro...”
En el mes de mayo de 1944, es el embarco para Inglaterra,
con vistas a la vasta ofensiva aliada que, a esas fechas, aún no está prevista
para el 6 de junio. Manuel pondrá sus pies por primera vez sobre el territorio
francés el 4 de agosto, en compañía de todas las tropas de la segunda división
blindada.
En su libro de recuerdos, el capitán Dronne cuenta algunas
anécdotas sorprendentes que sitúan los acontecimientos en un contexto al cual
la imaginaría un poco idílica de esa época, llena de alborozo y de
efervescencia populares, no nos tenía acostumbrados.
Así por ejemplo, este encuentro, el 5 de agosto, con una
vieja campesina normanda (P. 274-275):
“...El acento español debe sorprenderla a nuestra
interlocutora. Hay que arrancarle las respuestas (...) ¿Usted debe estar
contenta de hallarse liberada? Silencio. Insisten: ¡Usted estará contenta por
lo menos de haber sido desembarazada de los alemanes!
Ella levanta la cabeza y contesta lentamente: -Los señores
alemanes eran bien amables, pagaban la mantequilla bien caro.” Más adelante,
página 292: “...He enviado a Baños y a algunos hombres con bidones para comprar
gasolina.
Ellos entraron en una casa de campo. Un viejo labrador fue a
llenar los bidones y selos trajo. ¿Cuanto?, preguntó Baños -Los alemanes
pagaban 250 francos el litro, contestó el tío. -250 francos, demasiado caro,
dijo Baños. -Pero no van Ustedes a cambiar los precios, exclamó el tío
enfadado...” En fin, pagina 296:
“Los soldados me han señalado que algunos civiles han
emprendido la visita sistemática de los vehículos alemanes abandonados, para
hacer “recuperación”, en particular para recoger las baterías.”
Cuando a Manuel se le recuerda estas anécdotas, él asiente
con fuerza: “!Eso es cierto! En Ecouché, yo ví a un tío que entraba en todas
las casas con un saco, para robar.”
¿Y los aplausos, el recibimiento caluroso y entusiasta de la
población, el alborozo? “Eso era en las grandes ciudades, pero no en las zonas
rurales.”
El encuentro con Leclerc
Del 4 al 19 de agosto, la segunda división blindada libra su
batalla de Normandía: Alençon es liberada, y luego, después de siete días de
violentos combates, Ecouché. El 19 de agosto estalla la insurrección de Paris.
El 22, el general Leclerc recibe del general Bradley, su superior jerárquico,
la autorización de ir hacia Paris. El 23, la división se pone en movimiento y
se dirige hacia la capital. Pero los alemanes resisten. Las escaramuzas son
frecuentes, en Longjumeau, Anton y Fresnes retardan el avance del convoy. El
24, los combates continúan. Son particularmente difíciles en la Croix-de-Berny,
a una docena de kilómetros de Paris. El capitán Dronne consigue no obstante
romper el cerco con su compañía y, al ver que ante el es libre el camino,
decide lanzarse para llegar a la capital lo más pronto posible.
Pero súbitamente, Dronne recibe la orden, por radio, de
parar su avance y replegarse sobre el eje, a unos seiscientos metros al sur de
la Croix-de-Berny. Juzgando absurda esta decisión, Dronne se niega a obedecer y
continúa su camino. Pero la orden es repetida dos veces, con vigor, y el
capitán Dronne obedece finalmente.
Ocurre entonces el celebre episodio, del encuentro con
Leclerc, que califica la orden de “estúpida” y le ordena a Dronne lanzarse
sobre París, con las tropas que pueda reunir, y sin preocuparse de nada sino de
llegar cuanto antes al corazón de la capital.
Una sorprendente imprecisión
Aquí se presentan dos cuestiones que las diversas fuentes
consultadas no permiten claramente dilucidar.
La primera consiste en saber quién dio la orden al capitán
Dronne de replegarse hacia la Croix-de-Berny, y por que razón. Los
historiadores y los actores de esos acontecimientos dan prueba de una
sorprendente imprecisión sobre este asunto. Manuel tiene la convicción de que
fue del estado mayor del general Leclerc de donde vino la orden. Mas entonces,
¿quién tenia interés, dentro del estado mayor, en dar una orden que el propio
general Leclerc iba a anular unos minutos después y que, sin esa intervención,
hubiese probablemente impedido al capitán Dronne y a la nueve que llegaran las
primeros a París? Y sobre todo, ¿por qué?
Se pueden avanzar dos hipótesis, entre las más probables.
La primera es que la orden de replegarse sobre la
Croix-de-Berny correspondía a preocupaciones estrictamente militares, al
estimar el estado mayor que la dificultad de los combates alrededor de la
Croix-de-Berny justificaba que el destacamento de Dronne volviese hacia atrás y
viniese a prestar su ayuda. Para Manuel, quien, recordémoslo, se hallaba en las
primeras filas de la nueve, esta explicación es altamente improbable: “No había
ningún peligro en la Croix-de-Berny. No existía ninguna resistencia. No había
nada, nada, nada. El camino estaba libre.” De hecho, en su libro de recuerdos,
el capitán Dronne no precisa en absoluto que tuvo que combatir una vez llegado
al punto de destino fijado, cerca de la Croix-de-Berny.
No es menos incierta la segunda hipótesis, pero es más
subversiva. Pudo ser que la orden fuese dada por uno o varios miembros del
estado mayor del general Leclerc, inquietos por ver una compañía constituido
casi exclusivamente de españoles, anarquistas en su mayoría, entrar la primera
en la capital. En suma, esta explicación no es la más extravagante. La reciente
polémica suscitada en Francia por la película de Mosco sobre el asunto del
grupo Manouchian (3) recuerda bien que las consideraciones nacionalistas no
estuvieron ausentes, ni mucho menos, en los combates de la resistencia y de la
liberación.
Una segunda cuestión, de menor importancia, consiste en
saber por qué razón el general Leclerc designo a Dronne, luego la nueve, para
que entraran los primeros en París. Manuel no vacila un segundo:
“Como Leclerc era un hombre experimentado, sabia que con una
compañía de Españoles, podía estar tranquilo, por si acaso hubiese jaleo. Entre
los soldados, ya parte de los oficiales franceses que habían tomado parte en la
campaña de África, los Españoles solos conocían bien la guerra.”
En realidad, los hechos históricos obligan a reconocer que
el escoger la nueve fue probablemente una consecuencia indirecta de la
iniciativa del capitán Dronne, más que el resultado de una confianza particular
de Leclerc en la competencia militar del os españoles. Iniciativa de Dronne,
recordémoslo, que había consistido en sobre pasarla Croix-de-Berny, de modo que
su compañía era la mejor emplazada para lanzarse la primera hacia París. No
cabe duda que Leclerc hubiese dado la misma orden a cualquier destacamento que
se hubiese hallado en ese mismo sitio en esos momentos precisos.
El capitán Dronne y su compañía de Españoles, por lo tanto,
fueron los que la suerte, en la persona del general Leclerc, escogió para que
fuesen los primeros en entrar en la capital.
70% de españoles en la tropa que entró la primera en París
Curiosamente, es muy difícil determinar con precisión cuáles
fueron las tropas que acompañaron a la nueve y al capitán Dronne en su misión.
Las diferentes fuentes consultadas, cuando no son contradictorias, son
incompletas o excesivamente vagas. Es tanto más curioso cuanto que muchos
actores de aquella época siguen viviendo, en particular el capitán Dronne, y
que, por consiguiente, las informaciones no deberían faltar.
Sea lo que fuere, pienso que se puede, sin gran riesgo de
errores, detallar como sigue la composición del destacamento que, ese 24 de
agosto de 1944 hacia las nueve menos cuarto, entraba en París, varias horas
antes que el grueso de las tropas de la segunda división blindada:
-Dos de las tres secciones que componían la novena compañía
del Tercer R.M.T, la nueve, acompañadas del vehículo de mando en el cual iba
Manuel, es decir once vehículos blindados en total.
-Una sección de tres tanques Sherman que provenían de las
primera y segunda compañías del Regimiento 501.
-Una sección del cuerpo de ingenieros compuesta de dos
vehículos blindados y dos camiones G.M.C.
-Un jeep en el cual iba el capitán Dronne y su conductor.
En fin, ciertas fuentes informativas indican también la
presencia de un vehiculo blindado de reparaciones, incluso de una o dos
ambulancias. Procedamos ahora a una evaluación del destacamento con arreglo a
las diferentes nacionalidades representadas. La sección de tanques y la del
cuerpo de ingenieros las componían franceses, unos cuarenta hombres en total.
(Manuel precisa que la mayor parte de los hombres del cuerpo de ingenieros, que
él calcula en 25 más o menos, eran argelinos). Las dos secciones de la nueve
las componían unos noventa hombres, todos españoles. El coche de mando iba ocupado
por cinco soldados españoles, entre ellos Manuel, y un subteniente francés.
En resumen, el 70% por lo menos de los hombres que componían
la tropa de Dronne eran españoles. Esto merece ya que lo señalemos. Digna de
atención también es la elección de Dronne en lo que se refiere al emplazamiento
de los diferentes elementos de su destacamento antes de la entrada a París: en
cabeza, el coche de mando seguido por el jeep del capitán y de las dos
secciones de la nueve. En la cola del convoy, los tres tanques y la sección de
ingenieros.
Todo ello, en resumidas cuentas, no tendría mucha
importancia si la mayor parte de los historiadores y los escritores franceses
de la liberación no se hubiesen ingeniado para ignorar, deliberadamente o no,
no sólo el predominio, sino también la simple existencia de los españoles en el
destacamento que, está bien comprobado, fue el primero que entró en la capital.
Entre las obras más conocidas, citemos la de Dominique
Lapierre y Larry Collins (4)y la de Henri Michel (5). Ni una ni otra hacen la
menor alusión a una cualquier presencia de españoles en el destacamento de
Dronne. Mejor todavía, Henri Michel escribe pagina 131: “Si, verdaderamente,
Americanos, Franceses libres y F.F.I (Fuerzas francesas del interior, la
resistencia -NDLR-) son indisociables en esta victoria aliada que fue la
liberación de París...” Hay en esta afirmación una preocupación por restringir
el campo de los vencedores que es bien dudosa.
Una voluntad de omitir la presencia de los españoles
Admitamos sin embargo que a los autores de esas dos obras
les hayan podido inducir en error fuentes de información comunes, falsas o
incompletas.
La primera obra importante que se escribió sobre la
liberación de París fue la de Adrien Dansette, publicada en 1946 (6). En ella,
Dansette no indica ninguna presencia de españoles al lado del capitán Dronne.
Ahora bien, lo que se podía atribuir a una falta de informaciones precisas y
exactas en el caso de Lapierre y Collins y Henri Michel no puede serlo, en lo
que se refiere a Dansette, sino a una voluntad de omitir, de pasar por alto una
verdad histórica indiscutible. Por qué motivo: sin duda por oscuras
preocupaciones nacionalistas, frecuentes en aquella época.
Sea lo que fuere, la omisión voluntaria de Dansette no da
lugar a dudas. Ante las muchas partes que hacían constar la presencia activa de
los Españoles a la vanguardia de los combates, ¡él pretende que se trataba de
Marroquíes! Asimismo, Dansette afirma que fueron los tres tanques Sherman
-cuyos nombres elocuentemente galos (Montmirail, Romilly y Champaubert) él cita
con un placer evidente- los que llegaron primero al ayuntamiento de París, a la
vanguardia del destacamento del capitán Dronne. Y ello a pesar de las numerosas
declaraciones del propio capitán Dronne según las cuales eran bien unos
vehículos blindados repletos de combatientes españoles, y que llevaban nombres
tan poco equívocos como “Madrid”, “Teruel”,“Ebro” o “Guadalajara”, los que iban
en cabeza del convoy.
Es posible que el ostracismo que, en Francia, desde hace
cuarenta años, afecta a los combatientes españoles de la liberación lo haya
originado una información errónea al principio. Es posible, pero no es
probable. Primero porque muchos testigos y actores de aquellos acontecimientos
viven todavía, y que la obra de Dansette no es la única fuente de documentación
existente. Luego porque los escritores e historiadores franceses de la
liberación más conocidos han manifiestamente descuidado, cuando no la
ignoraban, la participación decisiva de los españoles, mientras exaltaban de
modo a menudo excesivo la de los combatientes franceses.
El mito de los franceses liberados por ellos mismos
Al respecto, el “mito de los tres tanques”, lanzado por
Dansette, ha sido un gran éxito. En la página 316 de su celebre obra, Dominique
Lapierre y Larry Collins escriben: “En unos minutos, Dronne había constituido
su pequeño destacamento. Este se componía de tres Sherman que llevaban nombres
de victorias napoleónicas, “Romilly”, “Montmirail”, y “Champaubert”, y media
docena de vehículos blindados...”
Asimismo, es siempre chocante constatar a que punto las
fotografías que ilustran los libros sobre la liberación de París son
minuciosamente escogidas de tal modo que se ponga en relieve tal acción de los
F.F.I, tal hecho de armas de las Fuerzas Francesas Libres, etc. Y sin embargo,
no faltan las fotografías de combatientes españoles, identificables por los
nombres que llevan sus vehículos. Así es como, progresivamente, se ha
constituido el mito de “los Franceses liberados por ellos mismos”. Mito
inaugurado por de Gaulle con su célebre discurso del 25 de agosto en el
ayuntamiento de París, recogido por generaciones de escritores y de
historiadores, luego asimilado por una comunidad nacionalista, frustrada de una
victoria a la cual había participado sólo con circunspección.
Es este consenso nacional alrededor de una tranquilizadora
mitificación histórica el que ha venido a quebrantar, algunas semanas ha, la
película de Mosco, cuyo interés reside menos en la acusación del Partido
Comunista Frances respecto al grupo Manouchian, que en el recuerdo de los
combates heroicos que los trabajadores inmigrados llevaron a cabo en Francia
contra el invasor nazi.
Sin duda, muchos franceses participaron valiente y
activamente en los combates de la resistencia, interna y externa, contra el
fascismo y el nazismo. Pero, seamos honrados, los franceses, en su mayoría,
nunca abandonaron, durante esas horas decisivas, su inquebrantable pasividad.
“Ir a buscar a los colaboradores franceses...
Manuel tiene cabalmente conciencia de todos estos problemas
que se presentaron inmediatamente después de la liberación. Pero afirma con
energía que en aquella época, lo que más importaba era la lucha de todos contra
los nazis: “No había problemas de nacionalidades o de ideologías.”
No obstante, pequeños incidentes opusieron los combatientes
españoles y sus camaradas de combate de las Fuerzas Francesas del Interior
(F.F.I). Incidentes que traducen, parece ser, dos concepciones divergentes de
la guerra de liberación.
“En Ecouché, los F.F.I cogieron prisioneros y los encerraron
en un hangar, no dándoles nada de comer. Fuimos nosotros, los Españoles,
quienes les dimos pan y agua.”
Otro incidente, de la misma índole, ocurrió en el Bosque de
Bolonia (cerca de París), donde se había instalado la nueve, tras el desfile
del 26 de agosto en los Campos Eliseo:
“Vinieron muchas chicas, que decían que habían tenido
relaciones con soldados alemanes. Y los F.F.I venían a buscarlas para cortarles
el pelo. Nosotros les dijimos a los F.F.I: aquí no hay quien toque a una de
estas mujeres. ¿Han salido con Alemanes?
Mientras no hayan delatado a nadie, no tiene importancia. Ir a buscar a
los colaboradores franceses, no a estas pobres desgraciadas.”
“Hubiéramos llegado hasta Barcelona...
Después de los violentos combates del 25 de agosto en París,
luego el célebre desfile del 26 en los Campos Eliseo, al cual participo Manuel
a bordo del coche de mando dela nueve, vendrá la liberación de Estrasburgo el
23 de septiembre, el paso por el campo de Dachau, recientemente liberado por
los Americanos, luego la última etapa, Berchtesgaden, la más celebre guarida de
Hitler. Anécdota divertida, fue un soldado de la nueve, Fernández, quien
condujo hasta París el coche de Hitler, una mercedes blindada.
En el ánimo de los españoles sin embargo, no se había
terminado la misión de la segunda división blindada. “Habíamos entrado en la
división Leclerc pensando que después de Francia, iríamos a liberar España.”
Primera desilusión, primer engaño. Más tarde, iban a
desdeñar, incluso a negar elpapel capital que habían desempeñado los Españoles
en la liberación de París y deFrancia. Por el momento, les quitaban lo que,
ante todo, había motivado su lucha: la esperanza de librar España de un régimen
que, con el de Salazar en Portugal, iba a ser el único fascismo histórico que
no se hundió en el torbellino liberador desencadenadoa raíz del derrumbamiento
del Tercer Reich.
Manuel recuerda: “Antes de Estrasburgo, comprendimos que no
íbamos a liberar España. En mi compañía, la nueve, todo el mundo estaba
dispuesto a desertar contodo el material. Campos, el jefe de la tercera
sección, tomó contacto con los guerrilleros de la Unión Nacional que combatían
en los Pirineos. Pero la Unión Nacional estaba manejada por los comunistas, y
tuvimos que renunciar.”
¿Pero si el caso no hubiese sido así, si los comunistas no
hubiesen predominado en la Unión Nacional? “Entonces hubiésemos embarcado la
compañía, y no sólo la compañía, sino todos losotros batallones donde había
Españoles. Lo teníamos estudiado todo. Con loscamiones cargados de material, de
gasolina, hubiéramos llegado hasta Barcelona. En tal caso, quién sabe si no se
hubiese podido cambiar el curso de la historia...”
Laurent Giménez
NOTAS
(1) Vean en particular «Par-delà l'exil et la mort, les
républicains espagnols enFrance » por Louis Stein, 1979, Editions Mazarine.
(2) «Carnets de route d'un croisé de la France Libre » por
Raymond Dronne,1984, Editions France-Empire.
(3) En esta película, recientemente difundida por la
televisión francesa, seacusaba a la dirección clandestina del Partido Comunista
Frances de haber denunciado su principal grupo de combatientes armados en
París, -el grupo Manouchian, exclusivamente compuesto de trabajadores
inmigrados y de extranjeros, entre los cuales había algunos Españoles- a los
Alemanes en 1943.
(4) «Paris brûle-t-il ?» por Dominique Lapierre y Larry
Collins, 1964, RobertLaffont
(5) «La libération de Paris » por Henri Michel, 1980,
Editions Complexe.
(6) «Histoire de la libération de Paris » por Adrien
Dansette, 1946, Fayard.
Agradecimientos a Vicente Ruiz (hijo) por facilitar al
Portal Libertario OACA este fantástico documento
No hay comentarios:
Publicar un comentario