Luis, esclavo del franquismo:
"Lo que vemos en la televisión que pasa en Siria ocurrió antes aquí"
Franco fue "un gran
asesino", el PP está dirigido "por los hijos y nietos de los
dirigentes de la dictadura", Felipe González se ha convertido "en un
vividor", Albert Rivera "es neofranquista" y Pablo Iglesias "un
poco trepa". Con 100 años de vivencias –los cumplirá este jueves–, una
guerra y cuatro años de sufrimiento en cárceles y campos de concentración
franquistas a sus espaldas, Luis Ortiz ya no se muerde la lengua. Nos ha citado
en su 'despacho': una céntrica cafetería de Bilbao en la que suele reunirse con
familiares, amigos y, cada vez más, con periodistas e historiadores que desean
profundizar en su intensa y larga vida.
Quince minutos antes de la hora
fijada, él ya espera sonriente, sentado en una silla frente a la barra:
"Siempre llego antes de tiempo; como vengo en autobús no me arriesgo a
llegar tarde". De Luis sorprenden muchas cosas: su enorme vitalidad, su
envidiable estado físico y, sobre todo, su privilegiada memoria: "Ésta no
me funciona nada mal", dice satisfecho mientras señala con el dedo su
cabeza coronada con su inseparable txapela. "Me acuerdo de casi todo y ya
verás como no llevo papeles, ni notas, ni nada".
Y así es, Luis va desgranando su
vida con mimo, hablando del Bilbao que le vio nacer un 13 de octubre de 1916 y
que cambió radicalmente 20 años después, cuando hasta él llegaron las primeras
noticias de la sublevación franquista: "Mi padre era de Izquierda
Republicana, y yo me alisté voluntario en el batallón Capitán Casero, formado
por militantes de ese partido". La serenidad con que detalla su paso por
diversos frentes en Vizcaya se quiebra al recordar un lugar: Guernica.
"Estábamos muy cerca cuando se produjo el bombardeo. Cuando llegamos a la
ciudad tuvimos que recoger muchos muertos y heridos. Todavía sueño con lo que
vi allí, el recuerdo es horroroso. Ver a los niños gritando, a padres
ensangrentados quitando escombros para buscar a sus hijos… Lo que ahora vemos
en la televisión que pasa en Siria, en Alepo... ya ocurrió antes aquí".
Tras ser herido por la explosión
de una bomba en el puerto del Escudo, escapó de Santander en uno de los últimos
barcos que logró zarpar antes de la llegada de las tropas fascistas:
"Desembarcamos en Francia y de allí regresamos a Cataluña para continuar
la lucha". En los últimos meses de la guerra Luis alcanzó el grado de
teniente y se encargó de dinamitar puentes y carreteras para retrasar el ya
imparable avance de las fuerzas rebeldes.
En febrero de 1939 cruzó la
frontera y dio con sus huesos en los campos de concentración franceses de
Argelès-sur-Mer, Septfonds y Gurs. Su suerte pareció cambiar cuando fue acogido
por un matrimonio formado por una donostiarra exiliada y un francés:
"Adela era profesora y él ingeniero. El problema es que el Ejército
francés le movilizó a él y a sus dos hijos. Yo no me podía quedar allí, solo,
con 22 años, con una buena mujer que además era guapa; sabía que la criticarían
mucho si eso ocurría. Así que escribí a mi familia en Bilbao y mi padre, tras
indagar un poco, me contestó diciendo que los franquistas no tenían nada contra
mí y que podía volver. Pensé que no ocurriría nada y regresé. Me
equivoqué".
Luis confiesa que fue tan
confiado e ingenuo como para llevar en la maleta los documentos que había
guardado durante la guerra: "Llevaba mis carnés, los planos de los puentes
que había volado… todo. Al llegar a la frontera de Hendaya, el puente estaba
lleno de guardias civiles y de falangistas; me detuvieron en el acto y me
quitaron la maleta. La suerte es que uno de ellos se encaprichó de ella y se la
quedó. Debió de tirar todos mis papeles sin mirarlos y eso fue lo que me salvó
la vida".
Campo de concentración
A pesar de ese golpe de suerte,
Luis comenzó un viaje al corazón del aparato represor y exterminador del
franquismo: "Estuve primero en un campo de concentración que habían
establecido en la antigua fábrica de chocolates Elgorriaga en Irún y después me
mandaron a la universidad de Deusto, ¡pero no para estudiar! –Luis sonríe con
esta broma que suele repetir a sus interlocutores–. Era otro campo de
concentración aún más duro. Dormíamos en el suelo, estaba todo sucio, repleto
de ratas y nos obligaban a cantar el Cara al sol. Como yo sabía escribir a
máquina me cogieron para que trascribiera los interrogatorios… así fui testigo
de innumerables palizas a los presos".
En julio de 1940 le trasladaron
al campo de concentración de Miranda de Ebro: "El trato era inhumano y la
gente desaparecía; se llevaban a uno y ya no le veíamos más. Yo pensaba siempre
en mi maleta, en que si aparecían los papeles vendrían a por mí y yo también
desaparecería". Unos meses después, Luis fue incorporado a un Batallón
Disciplinario de Soldados Trabajadores: "Éramos esclavos. Mano de obra
gratuita para las grandes empresas. Trabajamos construyendo carreteras y otras
infraestructuras en Rentería, en Jaizkibel… en varios sitios. Lo peor fue en
Vidángoz, en el valle del Roncal; yo era un afortunado porque trabajaba en la
oficina, pero los demás presos pasaban un hambre atroz. Nunca se me olvidará el
día en que un compañero se peleó con un perro por un hueso que tenía restos de
carne… Aún sigo viendo esa lucha que acabó con el hombre en el hospital. Había
muy poca comida y, encima, el oficial se quedaba con parte del dinero destinado
a la manutención de los prisioneros para gastarlo en bebida, mujeres…".
Luis recuperó la libertad en
1944; una libertad a medias porque seguía siendo considerado desafecto al
Régimen: "Tenía que presentarme en el cuartel y no podía trabajar. Al
final tuve que pagarle 5.000 pesetas a un funcionario para que eliminara mi ficha.
5.000 pesetas de aquella época, ¡lo que me costó devolverlas!"
Tras permanecer 4 décadas de
silencio obligado, Luis lleva varios años sin parar de hablar: "Yo tenía
una espina clavada que me estoy quitando. Hay que contarlo todo y yo me siento
orgulloso de decir que fui un esclavo del franquismo. El Gobierno vasco está
haciendo un gran trabajo en materia de Memoria Histórica, no como el Gobierno
central que ni cuando estaba dirigido por los socialistas ha hecho lo que
debía".
Luis, aunque no es militante, siempre
ha estado vinculado al PSOE y, por ello, no puede evitar hablar de la crítica
situación que vive el partido: "Mi hermano siempre fue socialista y a mí
me quieren mucho; hace años incluso me metieron en la lista para las elecciones
municipales. Yo ahora estoy asustado, no pensaba que íbamos a llegar donde
hemos llegado. Es un error dejar gobernar a Rajoy; a esta gente que ha
destrozado todo, que ha acabado con lo que tanto nos costó conseguir… no se le
puede ayudar en nada. El PSOE tiene mucha historia y espero que lo arreglen
pero nos va a costar dos o tres años salir de esto".
En más de dos horas de
entrevista, Luis no ha querido tomar ni siquiera un sorbo de agua. Al acabar
conserva la misma energía: "Voy a celebrar mi cumpleaños con la familia
pero también me harán un homenaje en el Banco de Alimentos en el que soy
voluntario desde hace 21 años. Y después, a seguir adelante. Cuando me acuesto
por la noche me siento el hombre más feliz del mundo. No voy a parar, yo quiero
morir con las botas puestas".
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