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lunes, 6 de julio de 2015

LA MATANZA DE BADAJOZ 1936


LA MATANZA DE BADAJOZ 1936

El 14 de agosto de 1936, casi un mes desde el comienzo de la sublevación fascista, la ciudad de Badajoz cayó bajo el mando del mayor asesino que se conoce en la historia de este municipio, el general Yagüe, comenzaría así el principio del horror y humillación más grande sufrida por sus vecinos.

La Guardia Civil ansiaba venganza, días atrás se habían atrincherado en el cuartel situado junto a la iglesia de Santo Domingo, tras varios días se rindieron y lejos de ser fusilados fueron encarcelados como presos políticos en la cárcel de Badajoz al igual que otros sublevados que tampoco fueron fusilados, aunque se definían a sí mismos como fascistas.

La cárcel se encontraba en la calle Atocha, lo que se conoce como la Escuela de Artes y Oficios y la Escuela Oficial de Idiomas. El director de la cárcel se llamaba Miguel Ángel Pérez Blasco, fascista confeso contrario al alcalde socialista Sinforiano Madroñero, éste ejercía sus funciones sin ninguna limitación aun estando ocupada la ciudad por la izquierda, ordenó volver al trabajo al profesor de la prisión Vicente López de Haro Rodado aun encontrándose de vacaciones, para hacerlo preso justo a la entrada de los nacionales y posteriormente mediante la “causa general” promovida por Franco para denunciar a todos los sospechosos de rojos y contrarios al fascismo, ser fusilado sin juicio previo el 17 de agosto de 1936.

El 13 de agosto los nacionales alcanzaron la ciudad, situaron sus ofensivas en tres zonas estratégicas, la brecha abierta en la muralla localizada junto al actual parque de los Legionarios donde estaban situados los que su mismo nombre indica, la Legión, la brecha abierta en lo que se conoce como la carretera de la Circunvalación junto al puente de la Autonomía donde se encontraban los moros y la brecha abierta en la conocida como avenida de Huelva, junto al Instituto Zurbarán donde se encontraban los falangistas y demás sublevados. La Alcazaba de Badajoz parecía un fuerte muy difícil de alcanzar para Yagüe.

Los obuses eran lanzados y volaban por encima de las cabeza de las personas que vivían junto a la estación de trenes, todo el que intentaba escapar hacia Portugal, al entrar los nacionales en la ciudad, era detenido y enviado de vuelta por los militares de Salazar.

El teatro López de Ayala fue bombardeado y totalmente hundido por las bombas debido a que decían que allí se encontraban hacinados muchos rojos.

Tras derribar las resistencias los moros entraron en la ciudad sedientos de sangre matando a todo el que salía a la calle, violaban mujeres y arramplaban con toda la comida que encontraban, cuentan que guardaban en sus bombachos las cabezas cortadas de los milicianos que tenían dientes de oro como premio.

En la catedral, se atrincheró una resistencia roja, hubo un enfrentamiento armado pero poco después fueron asesinados por los hombres de Yagüe, comenzaron los fusilamientos en San Juan, en medio de la plaza se desarmaba y se procedía a la masacre, corría la sangre por las aceras de la actual calle Zurbarán, junto al actual bar Mercantil, de ahí su nombre, la “calle de la sangre”.

Junto al hotel Zurbarán, próximo a Puerta Palma había una nave donde guardaban caballos, éstos fueron sacados para hacinar allí a cientos de presos rojos para posteriormente ser enviados a la calle Pedro de Alvarado próximo al seminario y a la estación de trenes, a la casa de uno de los tenientes militares fascistas nacido en Badajoz, aquí se hacían juicios rápidos, siempre desfavorables para los milicianos ya que eran condenados a muerte por un tribunal militar. Los hermanos Plá, pertenecían a una conocida familia adinerada de Badajoz, se definían como republicanos y por esto fueron encarcelados también, el obispo Jose María Alcaraz y Alenda, fascista con las manos llenas de sangre hizo un esfuerzo interesado por sacarles de allí hablando con Yagüe, pero aun así éste no le hizo caso y los mandó matar.

En la plaza de toros situada donde ahora se encuentra el Palacio de Congresos, fueron llegando los camiones con los detenidos que la gente iba denunciando, no se sabe si por miedo o por envidia, por riñas anteriores que poco tenían que ver con ideales políticos. Se hacinaban hasta no caber e iban siendo fusilados, la mayoría sin juicio previo debido a no tener ningún motivo. Las mujeres, madres, hermanas… dormían alrededor de la plaza esperando noticias de sus hombres. De igual manera ocurrían los asesinatos en el cementerio, en su muro y en su interior, los cuerpos eran quemados y posteriormente enterrados en la fosa común que allí se encuentra. Muchos familiares se acercaban a ver si podían ver sus cuerpos y así saber si habían muerto o no.

Mientras tanto el gobierno de la República mandó bombardear Badajoz, pero el jefe de la aviación Mendiola, que era pacense, ordenó dar la vuelta para no matar a la población descargando las bombas junto al barrio de San Roque.

Queipo de Llanos republicano sublevado en Sevilla que consiguió ocupar esa ciudad mientras llegaban los moros mandando a unos militares subirse a un camión y proceder a dar vueltas alrededor para dar sensación que eran muchos, dió un mitin en la Plaza de San Francisco alardeando su victoria mientras tanto.

Los familiares de los asesinados eran reprimidos y despedidos de sus trabajos, a sus hijos se les decía que sus padres eran malos y por eso habían muerto, eran obligados a cantar el “cara al sol” cada mañana de pie con el brazo alzado y a dar gracias a los salvadores de la patria.

Los matrimonios civiles eran anulados y los nacidos de estos y no bautizados reprimidos, así como los niños huérfanos.

Badajoz quedó lleno de viudas, lleno de sangre, sin población civil joven y obligada a olvidar y a callar la humillación.

El general Yagüe confesó sonriendo, por segunda vez al ser preguntado sobre si era verdad esta matanza en Badajoz, que no podía dejar que en sus filas avanzaran 4000 presos rojos, jamás hubieran ganado la guerra entonces.

Que los crímenes de guerra aquí cometidos no queden impunemente olvidados.


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