Estados Unidos asesinó a Nicola
Sacco y Bartolomeo Vanzetti
El 23 de Agosto de 1927 Sacco y
Vanzetti fueron ejecutados por el imperialismo yanqui Después de la Primera
Guerra Mundial, Estados Unidos de América había emergido como potencia de
primer orden. Por otro lado, la Revolución Obrera Rusa de 1917 proyectaba su
influencia sobre el movimiento obrero mundial. La inmigración europea al
continente americano traía en su equipaje nuevas ideas revolucionarias y un
componente obrero fundamental. El anarquismo, el socialismo y el bolchevismo se
desarrollaban, a distintos niveles, como corrientes obreras que organizaban y
enfrentaban a la explotación y a las apetencias capitalistas. El imperialismo
yanqui veía al movimiento revolucionario emergente como un enemigo estratégico,
y en consecuencia orientó su legislación y sus fuerzas a reprimir las
manifestaciones de rebelión y lucha que los trabajadores y los sectores
oprimidos ponían en pie. Sacco y Vanzetti fueron inolvidables mártires de la
lucha obrera en el corazón del imperialismo.
En la inmediata posguerra se
produjo en los Estados Unidos una renovación tecnológica que fue modificando
los métodos y la organización del trabajo. Aumenta el número de fábricas y con
ello crece la oferta de trabajo profundizándose la superexplotación de los
trabajadores. Esto provocará en 1919 una serie de importantes luchas, entre las
que se destaca la huelga general de los obreros del acero en demanda de la
jornada laboral de ocho horas. También en otros sectores productivos se
originan conflictos. “Lo que sucede en el sector del carbón es sintomático de
todo lo que venimos planteando. Hasta 1920 existen en el carbón altos salarios
y el sindicalismo dirigido por John L. Lewis ha obtenido importantes triunfos.
No obstante, para esa fecha se descubren nuevas minas carboníferas en los
estados del sur como Kentucky y Alabama. Los anteriores centros de antracita
del centro del país, que eran los reductos del sindicalismo minero, son
parcialmente desplazados. Lo concreto es que las empresas en esos estados del
sur organizan Company Unions y ejercen un control total en la zona. Bandas
armadas impiden incluso el desembarco de los trenes de personas que califican
de organizadores sindicales, hay apaleamientos, hay violencia constante”.[1] De
esta manera, la lucha de clases en la década del 20 en Estados Unidos va a
estar signada en gran parte por el ataque sistemático a las luchas y las
conquistas obreras y a sus organizaciones políticas y sindicales. Lo cual va a
tener consecuencias posteriores cuando la crisis financiera de 1929 provoque
desocupación, bajos salarios y miseria en las filas proletarias.
La legislación represiva se puso
a la orden del día poco antes del fin de la guerra. En setiembre de 1917 se
utilizó la Ley de Espionaje para atacar a la IWW (Industrial Workers of the
World), organización obrera de tendencia anarquista socialista. [2] Casi un
centenar de miembros de esa organización fueron arrestados, y en abril de 1918
fueron procesados, incluido su máximo dirigente, “Big Bill” Haywood. El juicio
duró cinco meses y fueron declarados “culpables” todos los acusados. Haywood y
otros catorce compañeros fueron condenados a veinte años de prisión. En octubre
de 1918, el Congreso de Estados Unidos sancionó la Ley de extranjeros, que
establecía que “cualquier extranjero respecto del cual se descubriese en algún
momento posterior a su ingreso a los Estados Unidos que al tiempo del mismo o
por haberle convertido después, fuese un miembro de alguna organización
anarquista” sería deportado.[3] Es en este contexto que Nicola Sacco y
Bartolomeo Vanzetti salen a la palestra.
La lucha de Sacco y Vanzetti
Nicola Sacco había nacido en
Torre Maggiore, provincia de Foggia, Italia, el 23 de abril de 1891, y emigró
de su tierra natal a los 17 años. Llegó a Estados Unidos en 1908, y aunque era
mecánico no pudo aprovechar su oficio, sobre todo porque los extranjeros no
eran tenidos en cuenta para los trabajos especializados. Así, llegó a trabajar
en una fábrica del calzado. Ante el inicio de la guerra organiza mitines
antibelicistas, se une a la Federación Socialista Italiana y desarrolla sus
posiciones anarquistas. Bartolomeo Vanzetti era oriundo de Villa Falletto,
Piamonte, nacido en 1888. Al igual que Sacco, llega a las tierras yanquis en
1908, recorriendo el mismo camino de hambre y sin lugar donde descansar en
busca de trabajo del resto de los inmigrantes. Su oficio de confitero no le
alcanza para lograr un empleo fijo. Así, debe trabajar de picapedrero, albañil,
foguista y barredor de nieve. Todo por un jornal mucho menor que el de un
obrero norteamericano. En 1913 comienza a activar en las filas obreras. Tres
años después estalla una huelga en la Plymouth Cordage Company y Vanzetti va a
ser unos de sus dirigentes, saliendo victoriosos. Sus deseos de avanzar hacen
que con gran esfuerzo lea y estudie permanentemente. De este modo fue formando
su personalidad militante. “Aprendí que la conciencia de clase no era una frase
inventada por los propagandistas, sino que representaba una fuerza vital, real,
y que aquellos que comprenden su significado no son ya simples bestias de
carga, sino seres humanos”, decía en uno de sus alegatos.
Andrea Salcedo era un tipógrafo
anarquista que vivía en Nueva York. El FBI lo secuestró y lo tuvo detenido en
la planta 14 de sus oficinas del edificio de Park Row. Fue interrogado y
golpeado en el interrogatorio. Dos meses después de su detención, el 3 de mayo
de 1920, el cuerpo de Salcedo fue encontrado en una calle cercana al edificio
de Park Row y el FBI anunció que se había suicidado saltando por la ventana de
la habitación en que estaba custodiado. Sacco, por entonces, era zapatero, y
Vanzetti vendía pescado por la calle. Se habían conocido en la ciudad de Boston
junto a otros compañeros, y rápidamente organizaron la denuncia del asesinato
de Salcedo. Con volantes y agitación política salieron a denunciar a las
autoridades y al FBI por la muerte del tipógrafo. Apenas dos días después de la
muerte de Salcedo, ambos fueron encarcelados.
En un primer momento los acusaron
de repartir panfletos subversivos y de ser anarquistas, pero después, en una
clara maniobra infame, las autoridades los acusaron de un doble asesinato. En
la segunda quincena del mes de abril pasado, en South Baintree, un grupo de
ladrones había asesinado a Frederick Parmentier, cajero de una fábrica de
zapatos, y al guardián Alessandro Berardelli. En el asalto los ladrones se
habían llevado 15.677 dólares. Nicola y Bartolomeo fueron finalmente acusados
de esos crímenes.
El 31 de mayo de 1921 comenzó el
juicio, que estuvo viciado desde el comienzo. Los jueces no tuvieron en cuenta
declaraciones fundamentales que probaban que tanto Sacco como Vanzatti eran
inocentes de los crímenes. A tal punto que el tribunal encabezado por Webster
Thayer hizo oídos sordos a un testigo que declaró a la policía que Sacco y
Vanzetti no eran los hombres que había visto disparar durante el asalto.
Tampoco escuchó al representante del consulado italiano que declaró que a la
hora del crimen Sacco se encontraba con él. Ni tuvieron en cuenta que la bala
homicida era de un calibre diferente del arma que se les había encontrado a los
anarquistas. Celestino Madeiros, uno de los asaltantes de aquel día, ya en la
cárcel envió una confesión al diario Boston American donde declaraba que ni Sacco
ni Vanzetti eran los hombres que habían estado con él en el lugar del robo. La
confesión fue destruida por la policía, pero Madeiros hizo llegar una nueva
confesión, esta vez a través de otro preso, a Nicola Sacco. Tampoco fue tenida
en cuenta. Entonces, las palabras de Nicola Sacco definieron el porqué de su
juzgamiento: “Estoy aquí en este banco de acusados por ser de la clase
oprimida”, dijo el revolucionario.
El 14 de julio de 1921 el
tribunal los declaró culpables, y casi seis años después el 23 de abril de
1927, después de 7 años de iniciado el juicio, el juez Thayer dictó la
sentencia de muerte. La inmunda carroña imperialista buscaba así dar un
escarmiento a la clase obrera en todo el mundo. “La evidente persecución
ideológica y xenófoba de las autoridades de EE.UU. quedaba en evidencia en
declaraciones como las del presidente del tribunal, Webster Thayer, que dijo en
una de las audiencias: «Los imputados en el asesinato son culpables de
socialismo». Un gran movimiento de solidaridad recorrió el mundo y en casi
todos los países se formaron comisiones para intentar ayudar a los dos
anarquistas. A pesar de las prohibiciones, se sucedieron manifestaciones
obreras y protestas multitudinarias en Londres, Nueva Delhi, París, Roma y
Buenos Aires, entre otras capitales del mundo. Por ellos se produjo la primera
huelga internacional (que se cumplió en casi todos los países del mundo) y
pidieron clemencia Einstein, Marie Curie, Bernard Shaw, Orson Welles y Miguel
de Unamuno, además de otros intelectuales, científicos, actores y
organizaciones defensoras de los derechos civiles” (Clarín.com 23/8/97) Durante
el mes de agosto se realizó un paro general en Asunción, Paraguay, en
solidaridad con los inculpados. En Buenos Aires y Montevideo, el 9 y 10 de ese
mismo mes también se realizó una huelga general.
El 4 de agosto, el gobernador del
estado de Massachussetts denegó el pedido de indulto mientras arreciaban las
movilizaciones y los enfrentamientos entre los trabajadores y las fuerzas
represivas.
Finalmente, a las 0.19 horas del
23 de agosto de 1927, en la Casa de la Muerte de la prisión de Charlestown,
Massachussetts, Nicola Sacco fue ejecutado en la silla eléctrica. Unos minutos
después ocurrirá lo mismo con Bartolomeo Vanzetti. La bronca y la indignación
promovieron una mayor movilización, y los enfrentamientos continuaron durante
días. En Buenos Aires, al conocerse la noticia del asesinato de los dos
anarquistas, se organizó en la madrugada una gran manifestación por la Avenida
de Mayo. Los choferes fueron al paro y los portuarios resolvieron no trabajar
en los buques norteamericanos ni desembarcar mercaderías de ese país.
Una tarea vigente
Cincuenta años después, en 1977,
Mitchell S Dukakis, gobernador de Massachussets, reconoció que los dos
anarquistas habían sido condenados y ejecutados por sus convicciones políticas
y los “rehabilitó” públicamente. Al mejor estilo de los papas y de la
sacrosanta hipocresía de la Iglesia que redimen a quienes mandaron a la hoguera
inquisitoria después de siglos, los imperialistas buscan lavar sus manos. Pero
la sangre obrera no se lava, se paga, y como tal, el crimen de Sacco y Vanzetti
es una cuenta más a cobrarle al capitalismo.
La putrefacción del capitalismo
ha seguido su curso. Hambre, miseria y marginalidad son los frutos de la
cosecha capitalista. Masas obreras tratan cada vez más de ser llevadas al redil
de la superexplotación y el engaño de los gobiernos burgueses, “progresistas” o
reaccionarios, para engordar los bolsillos de los patrones. Es el mundo
capitalista. Es su mundo. Y frente a él, nuevas generaciones de trabajadores y
sectores oprimidos se levantan para enfrentarlo, y en ese enfrentamiento los
trabajadores acumulan experiencias y fuerzas. La visión de un futuro
revolucionario no es un horizonte inalcanzable, como predican los exégetas del
imperialismo. La posibilidad del “futuro comunista de humanidad” del que
hablaba León Trotsky es una inmensa tarea que continúa vigente, para una pelea
que no está aún decidida.. Es por eso que las figuras y el ejemplo de Nicola
Sacco y Bartolomeo Vanzetti resurgen, no como el Ave Fénix, de las cenizas,
sino del fuego de las luchas cotidianas que libran los trabajadores en todas
partes, dando vida a las palabras que Bartolomeo Vanzetti pronunciara poco
antes de morir:
"¡No hay justicia para los
pobres en América! ...¡Oh, compañeros míos, continuad vuestra gran batalla!
¡Luchad por la gran causa de la libertad y de la justicia para todos! ¡Este
horror debe terminar! Mi muerte ayudará a la gran causa de la humanidad. Muero
como mueren todos los anarquistas, altivamente, protestando hasta lo último
contra la injusticia. ¡Por eso muero y estoy orgulloso de ello! No palidezco ni
me avergüenzo de nada; mi espíritu es todavía fuerte. Voy a la muerte con una
canción en los labios y una esperanza en mi corazón, que no será
destruida..."
Fuente: redes sociales
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