NUESTRO IDEARIO
Enrico MALATESTA (1853-1932)
Expondremos, pues, con palabras más o menos diferentes, pero
con un fondo constante, nuestro socialismo-anarquismo revolucionario.
Creemos que la mayor parte de los males que afligen al ser
humano dependen de la mala organización social y que las personas, queriendo y
sabiendo, pueden destruirlos.
La sociedad actual es el resultado de las luchas seculares
libradas por las personas. No comprendiendo las ventajas que podían haber
obtenido de la cooperación y de la solidaridad, viendo en todos sus semejantes
-excepto en los más cercanos a ellos por el vínculo de la sangre- competidores
y nada más que competidores, cuando no enemigos, han procurado acaparar, cada
uno para sí, la mayor cantidad posible de goces, sin preocuparse de los intereses
de los demás.
Dada esta lucha, naturalmente, deberían salir vencedores los
más afortunados, sometiendo y oprimiendo a los vencidos de modos diversos y
múltiples.
Mientras el ser humano no fue capaz de producir sino lo que
necesitaba para su sostén, los vencedores no pudieron hacer otra cosa que matar
al vencido y apoderarse de los productos por éste cosechados.
Más tarde, cuando con el descubrimiento del pastoreo y de la
agricultura una persona pudo ya producir más de lo que necesitaba para vivir, los
vencedores encontraron más ventajas en reducir a los vencidos a la esclavitud y
hacerles producir para ellos, para sus dueños.
Más tarde aún, los vencedores se dieron cuenta de que era
más cómodo, más productivo y más seguro explotar el trabajo ajeno con otro
sistema: el de retener la propiedad exclusiva de la tierra y de todos los
medios de trabajo y dejar nominalmente libres a los despojados, los cuales, no
teniendo ya medios para vivir, se veían obligados a recurrir a los propietarios
y a trabajar para éstos, en las condiciones que éstos imponían.
De tal modo, poco a poco, gradualmente, a través de una red
complicadísima de luchas de todo género -invasiones, guerras, rebeliones,
represiones, concesiones arrancadas, asociaciones de vencidos unidos para la
defensa y de vencedores unidos para la ofensa- se ha llegado al estado actual
de la sociedad, en el cual unas cuantas personas poseen hereditariamente la
tierra y toda la riqueza social, mientras la gran mayoría de los individuos,
desheredada de todo, se ve oprimida y explotada.
De este estado de cosas depende la situación miserable en
que generalmente se encuentran los trabajadores y, además, todos los males que
de la miseria se derivan: ignorancia, delitos, prostitución, miseria física,
abnegación moral y muertes prematuras. De este estado de cosas depende la
constitución de una clase especial -el gobierno- que provista de medios
materiales de represión, tiene la misión de legalizar y defender a los
propietarios contra las reivindicaciones de los proletarios, sirviéndose además
de esta fuerza para crearse para sí ciertos privilegios y para someter, cuando
puede, hasta a la misma clase propietaria. De este estado de cosas depende que
otra clase -el clero- se haya convertido en la ayuda más eficaz para la
perpetuación de la injusticia, ya que procura persuadir a los oprimidos para
que soporten dócilmente al opresor, trabajando de paso, como la clase
gubernamental, al propio tiempo que por el interés de los propietarios, por sus
propios intereses. De este estado de cosas depende la formación de una ciencia
oficial que es, en todo aquello que puede servir a los dominadores, la negación
de la verdadera ciencia. De este estado de cosas depende el espíritu
patriótico, los odios de raza, las guerras y la paz armada, más desastrosa que
todas las guerras. De este estado de cosas depende el amor convertido en
tormento o en objeto vil de mercado. De este estado de cosas depende el odio
más o menos intenso, la rivalidad, la desconfianza, la incertidumbre y el miedo
que reina en la relación de todas las personas.
Este estado de cosas es el que nosotros, anarquistas,
queremos cambiar radicalmente. Puesto que todos esos males que hemos mencionado
son consecuencia de la lucha entre las personas, de esa búsqueda del bienestar
individual efectuada por cuenta propia y contra todos, queremos remediarlos
sustituyendo al odio con e amor, a la competencia con la solidaridad, a la
búsqueda exclusiva del propio bienestar con la cooperación fraterna para el
bienestar de todos, a la opresión y a la imposición con la libertad, a la
mentira, cualquiera que sea su índole, religiosa o pseudocientífica, con la
verdad.
Para realizar ese
cambio creemos preciso proceder a:
1.- Abolición de
la propiedad privada de la tierra, de las materias primas y de los instrumentos
de trabajo, con el fin de que nadie pueda tener el modo de vivir explotando el
trabajo ajeno y de que, teniendo todos los hombres garantizados los medios de
producir y de vivir, puedan ser verdaderamente independientes y puedan asociarse
con los demás libremente, conforme a las propias simpatías y con el propósito
de colaborar en el interés de todos
2.- Abolición del
gobierno y de todo poder que pueda dictar leyes e imponerlas a los demás, es
decir, abolición de las monarquías, de las repúblicas, de los parlamentos, de
los ejércitos, de los policías, de las magistraturas y de todas las demás
instituciones dotadas de medios coercitivos.
3.- Organización
de la vida social mediante la obra de asociaciones libres, de federaciones de
productores y de consumidores hechas y edificadas a tenor de la voluntad de sus
componentes, guiados por la ciencia y la experiencia, y libres de toda
imposición que no derive de las necesidades naturales, a las cuales, vencido el
ser humano por el sentimiento de la misma necesidad inevitable, voluntariamente
se somete.
4.- Garantizar,
señaladamente, los medios de vida, desarrollo y bienestar de los niños y de
todos los que no estén en estado de proveer a sus necesidades.
5.- Hacer la
guerra a todas las mentiras, aunque se oculten bajo el manto de la ciencia y
procurar la instrucción científica, hasta en su más elevado grado, para todas
las personas.
6.- Acabar con el
patriotismo, aboliendo las fronteras y trabajando por la confraternización de
todos los pueblos.
7.- Reconstruir
la familia de modo que resulte de la práctica del amor, libre de todo vínculo
legal, de toda opresión económica o física, de todo prejuicio religioso.
Estos son los remedios que ofrece nuestro ideal. Estos son
los remedios que deseamos ver realizados.
Pero no basta con desear una cosa. Si verdaderamente se
quiere obtenerla, es necesario emplear los medios adecuados para su
realización. Estos medios existen, sin duda, y no son, de ningún modo,
arbitrarios. Se derivan, naturalmente, del fin a que se tiende y de las
circunstancias en las que se lucha, de modo que, si no nos engañamos en su
elección, llegaremos a los fines que nos proponemos. Si llegamos a otro fin,
opuesto al que deseamos, ello obedecerá, como consecuencia natural, necesariamente
a que los medios escogidos no eran los adecuados. El que se pone en camino y se
equivoca, no va adonde quiere, sino allí a donde conduce el camino que
recorre.
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