LOS CRÍMENES DE LA EXTREMA DERECHA ESPAÑOLA: CUARENTA AÑOS
DEL ASESINATO DE ARTURO PAJUELO.
En los años 80 las fuerzas de seguridad del Estado, todavía
franquistas, poco o nada hacían para luchar contra la violencia de los diversos
grupúsculos del antiguo régimen
PorJosé Antequera /23/02/2020
Apenas cinco años después de la muerte de Franco, algunos
grupos de extrema derecha lograban consolidarse como comandos terroristas con
plena capacidad operativa. E incluso llevaron a cabo sangrientas operaciones de
represión contra los movimientos y partidos de izquierdas, tal como escribe
Mariano Sánchez Soler en su magnífico ensayo de investigación periodística y
retrospectiva histórica La Transición sangrienta. Curiosamente, las fuerzas de
seguridad del Estado, todavía franquistas, poco o nada hacían por luchar contra
el terrorismo de extrema derecha.
El Primero de Mayo de 1980, en Madrid, era asesinado Arturo
Pajuelo Rubio, de 33 años, mientras abandonaba la manifestación sindical,
después de guardar un minuto de silencio por las víctimas de la matanza de
Atocha y Yolanda González. Las puñaladas asestadas por sorpresa en el Paseo de
Santa María La Cabeza por un grupo de extrema derecha acabaron con su vida e
hirieron gravemente a sus compañeros Joaquín Martínez Mecha y Carlos Martínez
Bermejo. “Los ultraderechistas atacaron a Arturo sin gritos previos ni
insultos. Uno o dos individuos le sujetaron por la espalda mientras otro le
clavaba nueve veces un machete. Su amigo Joaquín tuvo más suerte, recibió
cuatro puñaladas pero pudo huir corriendo”, asegura el autor del libro.
“Los agresores eran profesionales. Atacaron por delante, a
los pulmones y al hígado con una bayoneta. Los que atacaron por detrás lo
hicieron a los riñones. Nunca habíamos visto algo igual”, declararon los
médicos del Hospital 12 de Octubre. Arturo Pajuelo era el dirigente vecinal del
barrio de Orcasitas, soltero y empleado de Construcciones Aeronáuticas. Su
ataque fue entendido como un acto de represión directo contra el movimiento
obrero en su día más simbólico, durante la manifestación convocada por
Comisiones Obreras y UGT.
Un portavoz del Batallón Vasco Español reivindicó el crimen
a través de una llamada telefónica al diario Egin y señaló que la acción había
sido llevada a cabo por el comando Javier Jáuregui como “primera respuesta a
las continuas agresiones sufridas por nuestros compañeros de Falange, por los
abogados rojos en el juicio del caso Atocha”.
“Aquel Primero de Mayo los criminales salieron a la calle
con la intención de apuñalar al bulto. Si era conocido mejor”, asegura Mariano
Sánchez Soler. “Los provocadores, en sus coches, merodearon alrededor de la
manifestación durante todo su recorrido. Después, actuaron y se dispersaron
impunemente. Hasta aquel momento, dentro de la ola de crímenes ultras desatada
en Madrid durante 1980, la extrema derecha no había atacado directamente el
movimiento sindical”, añade el escritor.
En febrero, Yolanda González había sido asesinada por su
participación en las luchas estudiantiles y a Vicente Cuervo lo habían matado
durante una refriega para controlar la calle; en la noche del 28 de marzo
apuñalaron a Jorge Caballero por llevar una insignia anarquista y el 29 de
abril, apenas cuarenta y ocho horas antes, asaltaron la Facultad de Derecho de
la Universidad Complutense de Madrid e hirieron de bala a Carlos Aguirre de
Cárcer.
Sin embargo, aquel Primero de Mayo de 1980, con el
apuñalamiento de Arturo Pajuelo y de sus compañeros, atentaron contra la
principal manifestación sindical de la capital de España. Y no se quedaron ahí.
Ese mismo día, Fuerza Nacional del Trabajo convocó una manifestación al término
de la cual atacaron la Casa del Pueblo de Carabanchel. Al día siguiente, la
extrema derecha convocó su propia contramanifestación del 2 de mayo, que reunió
en Madrid a decenas de miles de personas. “Era evidente para muchos que el
fascismo crecía y buscaba a su enemigo histórico, el movimiento obrero
organizado.
Mientras tanto, la pequeña manifestación de la CNT en Madrid
fue contundentemente reprimida”, recuerda Sánchez Soler.
La Brigada de Investigación Criminal de la Policía aportó
datos escasos, a pesar de contar con un retrato robot del asesino a partir de
las declaraciones de una de las víctimas: Martínez Mecha. “El desinterés e
ineficacia policial hizo que los abogados de la acusación particular pidieran
al Juzgado de Instrucción Número 2 de Madrid que pasara el caso a la Policía
Judicial”, explica el periodista y escritor. Tras tres años de dilaciones, el 5
de marzo de 1983 el Juzgado de Instrucción Número 12 de Madrid dictó auto de
procesamiento contra Daniel Fernández de Landa y Roca, falangista de 20 años,
como presunto asesino de Arturo Pajuelo, y dio por cerrado el asunto, que pasó
a la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Madrid. La instrucción no
procesó a nadie más. Daniel Fernández se hallaba en paradero desconocido,
aunque Interpol lo buscó infructuosamente en Francia.
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