Elisa Garrido, la libertaria que voló una fábrica nazi de
bombas
EDUARDO BAYONA @e_bayona
"Dentro del drama de lo que ocurrió, al menos uno sabe
dónde llevarle una flor. Eso es lo importante dentro de las fases del duelo,
que haya un homenaje, que es lo que no ocurre con tantos desaparecidos",
explica la cantante Rozalén, que este viernes participa en Magallón (Zaragoza)
en la jornada de reconocimiento que ese pueblo rinde a Elisa Garrido, una
militante libertaria que en 1945 logró hacer saltar por los aires la fábrica de
obuses en la que los nazis la explotaban como esclava de guerra, y a Justo, el
tío abuelo de la artista albaceteña, el único integrante de la "Quinta del
Biberón" que no regresó a su pueblo de la Sierra del Segura y cuyos restos
reposan en una fosa de Arganda del Rey.
La historia de Elisa ha sido recuperada por Afaem (Asociación
de Familiares de Enterrados en Magallón), que preside su sobrina Pilar Gimeno,
y por Amical de Mathausen, uno de cuyos miembros, Juan Manuel Calvo, logró
documentar, mientras investigaba las vidas del millar largo de aragoneses que
pasaron por los campos de concentración nazis, que las tres Elisa Ruiz de
Angulo, Ruiz de Masalle y Ruiz Garrido cuyo rastro había localizado eran en
realidad una sola: La Mañica, el apodo con el que se la conocía tanto en el
movimiento libertario de la Barcelona de los años 30 como en la Resistencia a
los nazis en la Francia de la década siguiente, donde también utilizó el
seudónimo de FranÇoise.
Elisa, natural de Magallón y que se ganaba la vida como
sirvienta de una familia acaudalada, se afilió a la CNT y formó parte de las
columnas libertarias que en las primeras semanas de la guerra civil salieron de
Barcelona con el objetivo de liberar Zaragoza de los sublevados. Casi tres años
después, cruzaba el Pirineo en dirección a Francia, donde acabaría afincándose
en Toulouse con su compañero, Marino Ruiz.
Resistencia, cárceles y campos de concentración
Ella relevó a Marino como correo de la Resistencia y como
guía para ayudar a fugitivos a cruzar la frontera cuando fue detenido por la
Gestapo, que acabó atrapándola también a ella en noviembre de 1943. Comenzaron
entonces varias semanas de torturas antes de su traslado de la cárcel tolosana
a otra de París, desde donde fue deportada a primeros del año siguiente al
campo de concentración de Ravensbrück, cercano a Berlín y donde los alemanes
solo recluían a prisioneras.
En septiembre de1944, los nazis la destinaron como esclava a
una fábrica de obuses adscrita al campo de Buchenwald en el Kommando Hasag, un
complejo de la industria militar alemana ubicado en Leipzig donde llevaría a cabo
una arriesgada acción que hizo saltar por los aires buena parte de la factoría:
dejaba parte de la carga explosiva en las bombas defectuosas que debían pasar
de nuevo por la fresadora para ser pulidas hasta que la propia máquina acabó
haciendo de percutor y provocando una explosión en cadena.
Antes de ser liberada en un canje de prisioneros realizado
en Frankfurt en junio de 1945 pasaría de nuevo por Ravensbrück. Todavía
tardaría unos meses en regresar a Francia, para lo que tuvo que pasar por
Dinamarca y Suecia.
La pareja llegó a pasar unos años en España en la década de
los 50, ella como pescatera en Cortes de Navarra y él como taxista en Mallén.
Sin embargo, poco después regresaban a Francia, donde ella sería galardonada
con la Legión de Honor y donde el Estado le reconoció el grado de teniente de
la Resistencia.
¿Una calle en París?
"Da igual dónde los hayan matado o dónde hayan
sufrido", explica Pilar Gimeno, organizadora del homenaje, dedicada “a
todas las Elisas y a todos los Justos de España” y en la que, además de
Rozalén, intervendrán varios periodistas como los reporteros de guerra Ramón
Lobo y Gervasio Sánchez o Conchi Cejudo, que mantendrán un coloquio en el cine
local a las cuatro de la tarde. La jornada, que será clausurada por el consejero
de Cultura del Gobierno de Aragón, Felipe Faci, comenzará a las 11.45 con una
ofrenda floral en el cementerio de Magallón.
Elisa, ‘La Mañica’ o ‘FranÇoise’, es una de tantas personas
que lucharon por las libertades y contra el fascismo y que, en una situación
más que frecuente y que tiene como principal exponente el olvido local de La
Nueve, la compañía de republicanos que liberó el Ayuntamiento de París y
capturó al comandante de los nazis en septiembre de 1944, carecen en España del
reconocimiento que sí se les da en otros países europeos.
En este caso, Afaem ha tomado la iniciativa de dirigirse al
Ayuntamiento de París para solicitar que le dedique una calle dentro del
proceso de feminización del callejero de la ciudad impulsado por la alcaldesa
Anne Hidalgo, y que ya ha llevado a la inclusión en él de Neus Català. El
estudio histórico que acompaña la petición ha sido elaborado por la periodista
Pilar Barranco, miembro de la asociación y que colaboró con el consistorio
parisino en los preparativos del homenaje a La Nueve este verano.
Una fosa en Arganda del Rey
"Me impactó que volara la fábrica y, la verdad, tengo
muchas ganas de que me cuenten allí su historia", explica Rozalén,
comprometida con la Memoria desde que conoció lo que le ocurrió a su tío-abuelo.
"Siempre he tenido muy claro que mis raíces y mis ancestros son
importantes para mí, y en mi familia hubo una historia de desaparecidos".
"Nunca supimos muy bien cómo ocurrió, eran tiempos en
los que no se podía hablar", recuerda, y "yo he vivido la angustia de
una abuela preguntando dónde estaba su hermano, y he visto cómo su madre y otro
hermano morían sin saber dónde estaba. En mi pueblo había una placa por los
caídos por la patria, pero era como si mi abuelo no hubiera existido".
Hace unos años, con la ayuda de la ARMH, la Asociación para
la Recuperación de la Memoria Histórica, y de uno de sus fundadores, Emilio
Silva, lograron confirmar que sus restos están en una fosa de Arganda junto con
los de otro cuarto de millar de víctimas de la guerra civil. "Mi abuela
está feliz porque yo puedo llevarle flores", anota.
DDHHy reparación son algo de sentido común
Rozalén lleva años realizando colaboraciones con los
espacios memorialistas, tanto en España como en otros países, como Chile. “Está
el mundo plagado de falta de Memoria”, dice.
“Creo en los derechos humanos y en la reparación a las
víctimas, eso es algo de sentido común”, anota. Y ese es uno de los motivos por
los que le cuesta entender la situación de España: “en la transición hicieron
lo que tuvieron que hacer, pero ahora deberían explicarnos la historia tal como
fue. Eso es necesario para entender los odios que se están levantando”.
En este sentido, a la cantante le preocupa “muchísimo que se
estén normalizando discursos de odio, de machismo, de xenofobia. Antes daba
pudor decir esas cosas, pero ahora no. No sé qué va a pasar. Aunque soy
optimista, yo tengo miedo. Ojalá el miedo haga reaccionar y votar a la gente”.
El programa de la jornada no incluye ninguna actuación de
Rozalén, aunque ella llevará consigo su guitarra. “Siempre la llevo. Cantar es
mi manera de hablar y de convencer. Con las canciones se consiguen más cosas
que con los discursos”, señala.
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