Benito Benítez, el alcalde al que la democracia condenó en
1979 por exhumar una fosa de la Guerra Civil
MARÍA SERRANO
A Benito Benítez Trinidad, alcalde del municipio extremeño
de Torremejía, le costó demasiado caro exhumar los cuerpos “de los de la guerra”
a finales de agosto del 79. Su acción a favor de la memoria casi lo inhabilitó
de la alcaldía con una sentencia firme del juzgado de Mérida. El delito,
presunta malversación de fondos (por exhumación de una fosa) con el dinero de
la partida destinada al entonces llamado empleo comunitario. Además de una
sanción de 50.000 pesetas.
A Trinidad, hoy ya fallecido, le marcó para siempre aquel
episodio. “Hubo un enseñamiento total con el alcalde. No querían que esta
acción se extendiera en todos los pueblos donde podían hacerse las exhumaciones
fácilmente por los testimonios orales que había en la época”, aclara a Público
Álvaro Fernández, vecino del municipio,
Inexperto en la nueva democracia
“Todo comenzaría en el mes de junio de 1979. Un grupo de
personas acudió a la autoridad local y le solicitó el traslado de restos de
personas fusiladas en la contienda civil”, destacaba la prensa local de
aquellos días. “En una sesión plenaria en julio (del año 79), el señor Benítez
dio cuenta a la corporación del acuerdo al que se había llegado, prestando la
corporación su conformidad”.
“Le echaron cal viva a los 33 cuerpos para no reconocerlos”,
recordaba
La inexperiencia de la nueva democracia llevó a Trinidad a
ratificar el acuerdo en el apartado de Ruegos y Preguntas. Al no constar en
acta la decisión, con cuatro concejales del PTE, tres de UCD y dos del PSOE,
Benítez inició los trámites de la exhumación con un evidente vacío legal. Ocho
trabajadores del plan de empleo comunitario, con un jornal de 900 pesetas, participaron
en la apertura de la fosa.
“Benito era muy inexperto y usó esa partida y el sueldo de
esos trabajadores durante dos días para el traslado de los huesos sin saber
cuál podían ser las consecuencias”, apunta Álvaro. La fecha nunca se borró de
la memoria colectiva en Torremejía: 16 y 17 de agosto de 1979. La intención era
buena para los vecinos. No la vieron igual los políticos de la oposición que
hicieron todo lo posible por arrebatarle la alcaldía.
Álvaro Fernández recuerda de forma nítida aquel suceso. “Le
hice a Benito una entrevista en el año 2005 sobre lo ocurrido”. En ella
comentaba que “la antigua fosa estaba en una calle y no se podían depositar
flores”. La vieja tumba de los represaliados estaba en una calle del viejo
cementerio, bajo las pisadas de sus vecinos. “Le echaron cal viva a los 33
cuerpos para no reconocerlos”, aclara. Había 32 hombres y una sola mujer. En
aquella tesitura sobrinos, nietos e hijos de represaliados olvidados durante
casi cuarenta años reclamaban justicia y Trinidad quiso ayudarlos.
La polémica exhumación
La apertura de la fosa no solo se realizó con la ayuda
voluntaria de los trabajadores municipales, que según recordaba Benito,
“dejaron su trabajo en los jardines para ir al pie de la fosa”. Y es que el
rencor estaba aún latente. Trinidad rememora en la entrevista como los vecinos
exiliados en Francia y de vacaciones en el pueblo y los familiares de las
víctimas quisieron participar en la exhumación y “hacer una manifestación
pública con los restos de las víctimas”. Incluso ir a la casa de los asesinos.
Benito pudo retener los ánimos y todo el traslado se realizó en apenas dos
jornadas.
Nadie había olvidado en Torremejía los sucesos del 36, ni el
terror instaurado por la mano de Queipo de Llano que fusiló a una treintena de
vecinos. Álvaro recuerda que su madre le contaba como los detenidos estaban
encerrados en el palacio que hay frente a la iglesia. “El 14 de septiembre de
1936 le dijeron a los detenidos que irían a Mérida a declarar ante el juez pero
los pararon en el cementerio donde estaban hasta las fosas ya cavadas”.
Trinidad nunca se arrepintió de aquella valiente decisión.
Así lo destacaba en su entrevista, años antes de su muerte. “El caso es que
había que recuperar la memoria histórica porque no fue solo Torremejía. Queipo
de Llano hizo lo que hizo y por los pueblos por donde pasó fue aniquilando a
toda la izquierda. Fueron miles en Badajoz y en la plaza de toros, aunque algún
historiador se niega a una evidencia, que es bastante evidente”.
A la denuncia del juzgado se sumó también en contra de
Trinidad, la del cabeza de lista de UCD. “Denunció a Benito por no haber pedido
permiso a Sanidad para el traslado de los huesos cuando todos los familiares
estaban conformes”. Una condición indispensable para realizar el proceso, ya
que, según el artículo 59 de la normativa de cementerios, no resulta necesario
la aprobación de la administración si han pasado diez años desde la muerte de
las víctimas. “El hacía mucho con los jornaleros, participaba en los piquetes
con ellos, en las huelgas y muchos no le perdonaban a Benito eso, que un
alcalde se significara tanto”, recién terminada la dictadura.
El homenaje a los represaliados congregó a 1.000 personas en
el nuevo camposanto. “La importante acción de Trinidad tuvo un importante
calado en toda la comarca”, recuerda Álvaro. A la lápida donde rezan los
nombres de los 33 fusilados, lleva también otra inscripción impresa. “A los
fusilados por el fascismo el 14 de septiembre de 1936”.
Nadie ha dejado de visitar a aquellos muertos que nunca
fueron olvidados. Ni antes sus hijos, ni hoy sus nietos y biznietos. La
sentencia contra Benito Benítez fue finalmente sobreseída por la justicia, a
pesar de la celebración del juicio un año más tarde, al que acudieron muchos
vecinos del pueblo.
Benito recordaría en aquella entrevista toda la batalla
judicial que tuvo que vivir con apenas 32 años. “Me procesó el gobernador
civil, Lorenzo Martínez Fresneda, por malversación de fondos públicos y estuve
procesado año y medio, en libertad provisional. De ahí salí absuelto y, tanto a
nivel regional Juan Carlos Rodríguez Ibarra que era secretario general y
diputado en las Cortes como Juan María Bandrés y otros estamentos estuvieron
apoyándome en todo momento”, calificando de surrealista toda la causa contra el
alcalde.
Lo sanción económica fue lo único que tuvo que arrastrar. La
multa de 50.000 pesetas del juzgado le llevó al embargo de una de sus vacas, de
las que vivía como jornalero. “Gracias a una suscripción popular hecha por los
vecinos pude recuperar al animal y no pagar la multa”, recordaría en el año
2005. Trinidad pudo seguir en la alcaldía de Torremejía 24 años más.
Nota: la foto no pertenece al articulo
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