Ahora más que nunca en Venezuela: autonomía, autogestión,
acción directa y solidaridad
No había que ser un genio para pronosticar que la calamitosa
situación económico-social venezolana, heredada tras 14 años de gobierno de
Hugo Chávez y agravada en poco más de un año con Nicolás Maduro, estaba
generando una presión conflictiva presta a estallar, especialmente cuando
cesaron los desbocados incrementos del ingreso a cuenta del "oro
negro" que sostuvieron hasta 3 o 4 años atrás la fantasía de un
"socialismo petrolero". Los recursos que entran siguen siendo muy
abundantes, pero el despilfarro, la incapacidad, la corrupción y la voracidad
de quienes gobiernan son aún mayores. Entre narcogenerales y otros rapaces con
uniforme, altos burócratas que cubren todos los grados de la avidez a la
nulidad, boliburgueses, bolichicos y demás beneficiarios de las bondades de
CADIVI, la gruesa tajada de la castroburguesía, del Estado cubano y sus
asesores en el terreno prestos a trampear, o los agentes de esas
transnacionales que tan lucrativos réditos han obtenido en sus tratos con la
"revolución bolivariana", la olla debía reventar más temprano que
tarde, con la población presenciando ese show desvergonzado en el poder y
padeciendo a la vez lo peor en inseguridad, desabastecimiento, crisis de
servicios públicos y la inflación más alta del mundo.
Solo el descaro
obsceno de la propaganda oficial, más la ceguera -tarifada y cuasirreligiosa-
de alguna izquierda autoritaria siempre presta de postrarse ante el Amado Líder
de moda, han podido ver en ese cuadro que se ha agravado a ojos vistas el
resultado de maquinaciones de cierto imperialismo que les cae mal (otros se
presentan como "amigos").
Según este cuento
absurdo, de 1999 hasta hoy, la economía venezolana ha sido manejada dentro de
una brillante estrategia de construcción del socialismo, atención prioritaria e
inmediata a las necesidades de los desposeídos, pulcritud en el manejo de
fondos, y participación social masiva, activa y vigilante gracias a los órganos
del "poder popular" y la "contraloría social"; siendo así,
de haber algo que transitoriamente ande mal es por algún complot golpista de
los yanquis y sus lacayos locales, pues en lo esencial las cosas nunca han ido
mejor y el futuro por ese camino es absolutamente promisorio.
Pero desde febrero y
con toda rudeza, la calle dice otra cosa porque la verdad del cuento es otra.
Prácticamente en todos los centros urbanos importantes (y somos un país con
poco más de 85 por 100 de población urbana) ocurrieron protestas masivas que,
contrario a lo que se ha dicho sobre "alborotos solo de burgueses y
pequeño burgueses", tienen un contenido social transversal donde hay
personas de todas las condiciones, ya que de no ser así ¿cómo explicar lo
multitudinario y la duración del proceso? Por lo demás, si bien en lo económico
(crisis del capitalismo petrolero rentista y extractivista) está la motivación
estructural del estallido, hay multiplicidad de causas para que unas y otras
personas hayan salido y sigan saliendo a protestar, causas ciertamente
potenciadas por la incapacidad patente de un gobierno que solo le resuelve a
los "enchufados", y ahora tal vez a menos de ellos porque menguan la
producción y las divisas petroleras.
Es importante
insistir en cuanto a que esta insurgencia colectiva ha sido y es básicamente
espontanea, pues si bien hubo algunos que se la olfatearon para sacar provecho
político (como Leopoldo López y su pequeño partido o María Corina Machado), de
ellos puede decirse que, si bien han logrado figuración en los acontecimientos,
no dirigen a lo que se ha desatado. Incluso, es clara la ruptura en el sector
que antes respondía a las líneas que venían de la oposición electoral y su Mesa
de Unidad Democrática, evidenciada en hechos como la reacción de rechazo de la
multitud ante Henrique Capriles y otros de esos dirigentes en distintos eventos
públicos durante estas jornadas. Vemos cierta correlación entre eso y lo que
ocurre en el chavismo, donde una importante base electoral que en fidelidad a
Chávez votó por Maduro hace un año -compromiso que la mayoría ratificó dando el
triunfo al oficialismo en las regionales de diciembre-, ahora luce indiferente
ante los agitados llamamientos para que exprese visiblemente su adhesión al
gobierno, de modo que los escasos actos públicos oficialistas de fechas
recientes no han sido ni la sombra de lo que era corriente ante lo que solía
convocar Chávez. Tal inacción de la masa chavista (que Maduro ha pretendido
romper con una histérica convocatoria para que se integre a la represión)
plantea una de las interrogantes más significativas del momento actual, ya que
de mantenerse o de romperse en uno u otro sentido resultaría determinante en lo
que al final suceda con la actual coyuntura.
Represión desmedida
ha sido la respuesta privilegiada y casi única que, hasta el momento de
escribir estas líneas, ha dado el Estado venezolano. Al parecer no tenía otra,
ni todavía la tiene, al menos para remplazarla como su opción principal. En
primer lugar porque económicamente está embrollado en los vaivenes del
capitalismo petrolero de un modo más claro que en cualquier otra coyuntura de
los últimos 70 años; hay muchas menos posibilidades de ganar legitimidad y
respaldo obsequiando migajas de la zanahoria rentista, así que solo queda
repartir los palos de la Guardia Nacional "del Pueblo" y de los
paramilitares con look cheguevariano de los "colectivos". Ni que
decir que esta vía ha traído costos inmediatos y riesgos a futuro: con los
paracos "rojo-rojitos" tienen los mismos problemas que con una lata
llena de gusanos, es fácil abrirla y soltarlos, la complicación viene para recogerlos
o controlarlos. En cuanto a la Guardia Nacional y la impresión colectiva ante
su faena de estos días, solo cabe decir que ha generado en Venezuela el
florecimiento de un filón de propaganda, ánimo y conciencia antimilitarista que
desde el anarquismo nos corresponderá de ahora en adelante impulsar -llevándolo
más allá de la bipolaridad "el militar bueno y el malo"-, pues
estamos contra la misma existencia de los aparatos castrenses como órganos de
control y coerción social.
En segundo lugar,
tras la experiencia de 2002, el chavismo quedó con la obsesión que el principal
riesgo en cuanto a su salida del poder era por vía del golpe de Estado, por lo
que preparó sus mecanismos de respuesta para ello. El énfasis en armar,
entrenar y coordinar a los paramilitares viene en esa línea; también la
insistencia propagandística: primero hablando del "golpe económico",
luego del "golpe en proceso", ahora del "golpe lento", todo
lo cual tiene un desmentido ridículamente paradójico cuando, en medio de esos
supuestos golpes, ese gobierno-víctima extiende las fechas libres de Carnaval y
llama a su celebración. Así mismo, ese libreto tan trabajado y bien aprendido
exigía presentar al eventual adversario como inequívocamente fascista y
enfrentado a las mayorías populares, lo que por un lado galvanizaría el apoyo
explícito al régimen por parte de amplios sectores de la colectividad, mientras
por el otro ganaría apoyos importantes en lo internacional. Pero al final los
hechos, su secuencia y -no menos importante- la torpe actuación de Nicolás
Maduro y su comparsa, han hecho que el aspecto represivo sea el que destaque,
con el consiguiente deterioro de la credibilidad política del régimen, que
sigue invocando al Lobo Feroz de una asonada militar que nadie ve, huele o
siente. Pasan días y semanas sin verse la menor prueba o evidencia, salvo
chismes y rumores, de una acción armada e inconstitucional de envergadura
destinada a desplazarlo del mando (¡pues de eso se trata un golpe de Estado!),
mientras que las adjetivaciones como "fascista" y el anuncio de
próximas "agresiones imperialistas" ya causan rubor vergonzante entre
los maduristas más tímidos o discretos, en tanto que el resto de la gente lo
toma como pretexto para nuevos chistes.
Entonces, que quede
claro: no está planteado en lo inmediato un golpe de Estado que signifique una
ruptura decisiva con esa élite beneficiaria del régimen que se lista en el
primer párrafo, pues sería absurdo que se ajusticiaran a sí mismos. Pese a
todas las dificultades y la obtusa gestión del equipo gobernante, aún quedan
márgenes para que dentro del capitalismo y aplicando medidas de ajuste
capitalistas con las que todos los que hoy ejercen o compiten por el poder
estatal están de acuerdo, los herederos del chavismo -con o sin Maduro- podrían
recuperar la gobernabilidad plena. Puede que la perorata de
"socialismo", "poder comunal" y "poder popular"
siga en uso o no (es detalle menor), pero de ningún modo cabe creer que
boliburgueses y "enchufados" al mando van a ir por otra ruta que no
sea aquella que les conceda garantías e impunidad. Ahora, más que bajo el
caudillaje de Chávez, todo apunta a que esa ruta pase por acuerdos políticos
con la oposición, y en Venezuela eso significa dar acceso más amplio al maná
petrolero. Ya lo hicieron con Lorenzo Mendoza y con ese sector de burgueses que
en estos años se olvidó de arriesgarse con la producción, para vivir ahora de
las tetas pródigas de CADIVI y la especulación cambiaria. También está el
arreglo con los agentes financieros internacionales y los costosos chinos, quienes
ayudarían a salir del atolladero pero imponiendo sus condiciones.
Por nuestro lado,
antes de que se impongan planteamos un claro rechazo a las medidas de ajuste
por venir, donde una vez más los de abajo, los de siempre, pagaremos los platos
rotos, como se acostumbra sea bajo el capitalismo neoliberal o bajo este
capitalismo de Estado. Seguiremos en la brega por potenciar alternativas reales
de autonomía para las mayorías, esas que de algún modo se han anunciado en el
vigor, entusiasmo e ingenio que de tantas maneras se han expresado en estas
protestas. Parte de esa tarea ha sido acompañar los eventos, presentar públicas
evidencias y denuncias de la brutalidad represiva del Estado, así como mostrar
lo que esté a nuestro alcance para entender y analizar lo que han sido estos
acontecimientos. Pero más importante es seguir esforzándonos para que el mayor
número de personas, en todos los ámbitos donde tengamos presencia e incidencia,
comience en conjunto a concebir y construir soluciones a los problemas que les
afecten, que vengan de ellas y no de dirigentes para quienes su máxima
prioridad es el beneficio propio y de sus compinches cercanos.
El Libertario
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