Manuel Pérez. fundador de la FAI y organizador confederal
Manuel Pérez
Fernández nació en España el 10 de agosto de 1887, pero se crió y escolarizó en
Brasil[1].
Fue un
destacado militante anarquista y organizador sindicalista, tan sobresaliente
como desconocido. Organizó y potenció la Confederación Nacional del Trabajo
(CNT) en Andalucía, Canarias, San Sebastián y Baleares. En el exilio portugués
y francés entró en contacto con primeras figuras del movimiento anarquista
internacional: Makno, Ranko, ArchinofI, Grave, Faure, Malato, Besnard,
Schapiro.
Tuvo una
destacada intervención en las reuniones celebradas en Francia, en 1925 y 1926,
que prepararon la fundación de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y fue uno
de los principales artífices de la “I” de la FAI, esto es, de la unificación de
portugueses, españoles y exiliados de habla española en Francia en una misma
organización anarquista. “I” que, al principio, no significaba “Ibérica”, sino
“Iberoamericana”; aunque finalmente se quedó en peninsular por insuperables
cuestiones organizativas.
Protagonista,
junto a Durruti y García Oliver, del primer mitin autorizado de la CNT (tras el
período de ilegalización posterior a los hechos de octubre de 1934) convocado
en Barcelona en enero de 1936.
Intervino en
numerosos mítines, y largas campañas de propaganda y organización, a veces de
meses de duración, por toda la península, fue director de varias cabeceras de
diarios anarquistas, y visitante asiduo de distintas cárceles. Destacó por su
capacidad organizativa en la creación de nuevos sindicatos cenetistas y como
fundador de varias confederaciones regionales.
Fue
encarcelado 53 veces, en prisiones de Brasil, España, Francia y Portugal, y
desterrado en cuatro ocasiones: dos de Sevilla (1921 y 1924), una de Santa Cruz
de Tenerife (1934) y la más deseada, de territorio franquista, en 1940. Estaba
casado y tuvo tres hijas.
Escribió sus
memorias, en Brasil, en los años cincuenta, frecuentemente citadas sin haber
sido publicadas, han conocido cierta difusión militante en pequeños círculos.
Biografía
Creció en
Brasil, en una familia de origen español. Su familia materna, profundamente
católica y de ideas reaccionarias, contaba con varios generales del ejército.
Tres hermanos de su madre fueron generales españoles y uno de ellos murió en
Cuba, en lucha contra los independentistas cubanos.
En 1905
trabajó de aprendiz de ebanista en Río de Janeiro, donde entró en contactó con
un militante anarquista español que le introdujo en las ideas libertarias, al
tiempo que ingresaba en el Liceo de Artes y Oficios de Río. En 1906, a raíz del
atentado de Mateo Morral contra Alfonso XIII, se enfrentó a su padre, que
condenaba el intento de magnicidio. En 1909, tras tres años de tensa relación
familiar, conocidos los hechos de la Semana Trágica y del fusilamiento de
Francisco Ferrrer Guardia, discutió violentamente con su padre, decidiendo
abandonar el hogar paterno.
Prosiguió sus
estudios y su relación con Valentín y otros amigos anarquistas, como simple
afiliado sindical. En 1918, terminada la Primera guerra mundial, empezó a
escribir artículos en el Jornal do Brasil, implicándose además en las
luchas sindicales. A finales de ese año fue nombrado secretario del Centro de
ebanistas de Río de Janeiro y más tarde presidente del Sindicato de Ebanistas.
Tras
enconadas luchas, los trabajadores brasileños consiguieron fundar el Sindicato
del Ramo de la Madera, del que Pérez fue nombrado secretario, pasando más tarde
a representar a la Federación Obrera de Río de Janeiro. Simultáneamente fue
nombrado redactor del semanario Espartacus, órgano del movimiento
anarquista, y miembro de la comisión de propaganda, responsable de organizar
charlas y conferencias en los sindicatos.
En octubre de
1919 la represión policial le expulsó de Brasil, con la excusa de haber nacido
en el extranjero. Desembarcó en Vigo el 19 de noviembre de 1919, siendo
encarcelado por indocumentado. Estuvo en las prisiones de Madrid y Sevilla. En
enero de 1920 fue nombrado secretario general del Sindicato de la Madera de
Sevilla, cargo que ejerció hasta su detención en septiembre de 1920, siendo
desterrado a Cabezas Rubias, pueblecito de la provincia de Huelva, en una de
las habituales conducciones de presos, a pie por la carretera, en largas
cordadas de a dos. En ese pueblo, donde pasó todo el año 1921, conoció a
Teresa, que se convirtió en su compañera.
Tras la
amnistía de Sánchez Guerra de 1922, ejerció los cargos de secretario de la
Federación Local de Sevilla y luego de miembro del Comité Regional de
Andalucía. Colaboró con Alaiz y Vallina y realizó una campaña de mítines junto
a Salvador Seguí. A principios de 1923 fue nombrado nuevamente secretario del
ramo de la Madera de Sevilla, hasta que aceptó el de contador del Comité
Nacional de la CNT, entonces establecido en esa ciudad.
A finales de
1923, implantada la Dictadura de Primo de Rivera, fue primero preso, y más
tarde, en abril de 1924, desterrado a Portugal. Se integró en el movimiento
sindical portugués y fue redactor de A Batalha y miembro del Comité
Nacional de la Unión Anarquista Portuguesa. Junto a Restituto Mogroviejo y el
gallego Sánchez fundó el Comité Internacional por la libertad del pueblo
español.
En 1925 fue
expulsado de Portugal y marchó a París, donde fue redactor de Tiempos Nuevos
y secretario de correspondencia de la Federación de Grupos Anarquistas de
Lengua Española en Francia.
En mayo de
1926 participó, como delegado, en la sesiones del Congreso Anarquista de
Marsella, convocado por la Federación de Grupos Anarquistas en Lengua española,
de acuerdo con el interior, con amplia presencia internacional y de la
Asociación Internacional del Trabajo (AIT). En ese Congreso se fundó la FAI, a
propuesta de Souza y del propio Pérez, que derrotaron la táctica propugnada por
Juan García Oliver y Vicente Pérez “Combina”, favorables a la colaboración
política y armada con Maciá, para derrocar la Dictadura de Primo de Rivera. Al
rechazarse tal propuesta militarista, García Oliver y Combina abandonaron el
Congreso, que en unos de sus puntos más importantes afirmaba: “El Congreso
acuerda por unanimidad que ningún pacto, colaboración ni inteligencia sea
mantenida de ahora en lo sucesivo con elementos políticos y que sólo con la CNT
estaremos en inteligencia, mientras este organismo mantenga sus principios
Comunista libertarios”.
Manuel Pérez,
por los cargos que había desempeñado anteriormente, fue uno de los artífices
fundamentales de la inclusión de portugueses y exiliados de lengua española en
la organización anarquista de España.
Fue nombrado
administrador de Tiempos Nuevos, del que era director Liberto Callejas.
El único cargo remunerado era el de director, sueldo del que vivieron cinco
personas: la familia de Pérez y Liberto, que vivía también en el domicilio de
Manuel Pérez, donde se instaló además la redacción del diario.
Como delegado
de la Federación de Grupos de Lengua española en Francia, contribuyó, junto a
Besnard, Faure, Borghi, Schapiro, Huart, Hugo y otros a la fundación de la
Confederación General del Trabajo (Sindicalista Revolucionaria), esto es, de la
CGT-SR francesa, que tenía el propósito de combatir la influencia estalinista
en los sindicatos obreros.
En esa época,
como elemento de enlace entre el movimiento anarquista español y la AIT, se
entrevistaba semanalmente con Shapiro, secretario de la AIT.
En julio de
1927, en Valencia, se produjo el acto formal de la fundación de la FAI en
España, acordada el año anterior en el Congreso de Marsella.
En febrero de
1928 regresó a España por la frontera catalana, para atender a su mujer,
gravemente enferma, que trasladó a Huelva con su familia, aunque finalmente
falleció el 20 de noviembre de 1928. Intervino en las luchas clandestinas y en
el Comité de Relaciones de la FAI, en cuyo nombre participó en un pleno
regional andaluz. En diciembre formó parte del Comité Pro-presos de Sevilla,
enfrentado a la dura represión de los cenetistas por parte del gobernador Cruz
Conde. Estuvo en Sevilla durante todo el año 1929.
En junio de ese
año, viudo y con tres hijas, se unió sentimentalmente a Mercedes, su nueva
compañera. Trabajó de ebanista en la construcción del Pabellón brasileño en la
Exposición Internacional de Sevilla, y dado su dominio del portugués, francés y
castellano, le ofrecieron dirigir el Servicio de Prensa y Propaganda de Brasil,
que aceptó.
En marzo de
1930 marchó a Bélgica con su familia, provistos todos de pasaporte brasileño,
para desempeñar ese mismo cargo con la delegación brasileña en la Exposición de
Amberes, donde permaneció desde abril hasta diciembre. Rechazó la oferta de
regresar, con el viaje pagado, a Brasil, su país natal. Estuvo apenas dos meses
en París.
En enero de
1931 regresó a España, atravesando la frontera por Hendaya e Irún,
estableciéndose en San Sebastián, donde, a partir de sólo 17 militantes,
organizó el sindicato de Oficios varios de la CNT y pocos meses después una
Federación Local de siete sindicatos, de la que fue nombrado Secretario
General.
En junio,
proclamada ya la República, fue a Madrid para tomar parte como delegado de la
Región Norte en las sesiones del Congreso Nacional de la CNT, reunido en el
Teatro María Guerrero, figurando en las ponencias sobre organización social del
porvenir. Al finalizar el congreso intervino, junto a Rudolf Rocker, Pierre
Besnard, Lucien Huart y Valeriano Orobón Fernández, en el mitin de clausura.
Luego acudió,
como delegado español, al congreso internacional de la AIT, reunido en el
Teatro Barbieri de Madrid, en compañía de Carbó, Pestaña y Robusté.
En el
desempeño de su cargo de secretario de la Federación Local de San Sebastián
participó en distintos plenos nacionales: Barcelona a finales de julio de 1931,
Madrid en diciembre del mismo año.
En mayo de
1932, aceptó la petición del Comité Nacional de ir a Canarias, para reorganizar
e impulsar los sindicatos de la CNT. A su llegada dirigió En Marcha,
órgano de los sindicatos cenetistas canarios y sólo ocho meses después, en
abril de 1933, se celebró el mitin fundacional del Comité Regional de Canarias,
que acababa de crear, partiendo de unos pocos sindicatos aislados. Fue nombrado
secretario del CR canario, representando a treinta y dos mil afiliados. Amigos
y conocidos empezaron a llamarle, cariñosamente, con el apelativo de “el
canario”. A partir de esa época fue colaborador habitual de Solidaridad
Obrera de Barcelona.
A raíz del
movimiento revolucionario de diciembre de 1933 fue detenido y trasladado a la
prisión de Zaragoza, donde permaneció durante 45 días, hasta que el proceso fue
sobreseído por “desaparición” de las pruebas (robadas por militantes
anarquistas). En la segunda quincena de marzo de 1934 ya estaba de nuevo en
Santa Cruz de Tenerife.
En noviembre
de 1934 fue desterrado de Canarias por las autoridades gubernativas. Actuó en
la clandestinidad en Sevilla y Cádiz, donde ayudó a Vicente Ballester en la
organización de la Federación Local gaditana, de cuyo comité pasó a ser
componente.
En enero de
1936, ingresó en la redacción de la “Soli” en Barcelona, junto a Manuel Villar
(director), Liberto Callejas, José Peirats, Alejandro Gilabert y Francisco
Ascaso.
Intervino,
junto a Buenaventura Durruti, Francisco Carreño y García Oliver, en el mitin de
la CNT del 5 de enero de 1936, en el Teatro Olympia, el primero que se
realizaba desde la ilegalización de la Organización tras los hechos de octubre
de 1934. Ante las airadas protestas de García Oliver a que el nombre de Pérez
figurase en último lugar, en el puesto de honor de quien cerraba el acto, no
tuvo inconveniente en cedérselo inmediatamente, en conformidad con su innata
modestia.
En febrero de
1936 intervino en Mataró, en el mitin de unificación con los trentistas, siendo
efusivamente felicitado por Peiró. En compañía de Ramón Álvarez y Francisco
Isgleas, efectuó una campaña de propaganda y organización por la provincia de
Gerona. En Benicarló “los tres Pérez” dieron un mitin conjunto: Vicente Pérez
Viche (“Combina”), Manuel Pérez Feliu de la regional levantina, y Manuel Pérez
Fernández (“el canario”).
Ese mismo
mes, el Sindicato de la Madera de Barcelona le nombró delegado al Congreso de
la CNT, reunido en Zaragoza, participando junto a Federica Montseny y Francisco
Carreño en el mitin de apertura, celebrado en la plaza de toros. Defendió la
inmediata creación de la Confederación Ibérica de Trabajadores. Fue nombrado
para discutir la ponencia sobre comunismo libertario.
Continuó como
redactor de la “Soli” de Barcelona, dirigida por Liberto Callejas, hasta el 18
de julio de 1936, día en que embarcó para Palma de Mallorca, como representante
del diario en el primer congreso regional de Baleares y en el mitin de
clausura. Dado el éxito del golpe militar en Mallorca, tuvo que esconderse de
la persecución fascista en casa de la cenetista Julia Palazón.
El 21 de noviembre
de 1936 consiguió huir de la fascista Mallorca a la republicana Ciudadela,
permaneciendo un mes en Menorca, donde dirigió el órgano cenetista de Mahón La
Voz de Menorca. En los últimos días de diciembre de 1936, a bordo del
destructor “Ciscar”, que había conseguido burlar el bloqueo naval a Menorca,
llegó a Valencia, donde escribió el folleto “Cuatro meses de barbarie. Mallorca
bajo el terror fascista”, que fue publicado ese mismo año en castellano, inglés
y francés. La traducción francesa era obra del tipógrafo y cineasta valenciano
José Estivales, que utilizaba el seudónimo de “Armand Guerra”.
Pasó algunos
días de enero en Barcelona, donde fue a recoger a su familia, que tenía su casa
en La Torrassa. El 5 de enero de 1937 intervino en un mitin de la CNT,
celebrado en el Gran Price, en el que recordó que hacía justo un año que había
participado en un mitin similar junto a Durruti, ahora fallecido. Se mostró muy
crítico con el colaboracionismo cenetista en las tareas de gobierno.
En febrero de
1937 marchó a Francia, donde realizó una campaña de propaganda y recaudación de
fondos de dos meses de duración, acompañado de “Armand Guerra”, David Antona,
Alexandre Mirande y Fontaine, regresando a Valencia, y luego a Barcelona, a
mediados de abril.
Cruzó la frontera
por Puigcerdá, donde paseó y habló con Antonio Martín, que una semana más tarde
fue asesinado, según palabras del propio Pérez, “por un grupo de sicarios”,
para destruir la obra revolucionaria realizada por los anarquistas en la
Cerdaña, y que él consideraba como el prólogo de la maniobra
contrarrevolucionaria que culminó con el asalto de la Telefónica de Barcelona
del 3 de mayo de 1937.
Durante las
Jornadas de Mayo combatió en La Torrassa, donde vivía, y se mostró contrario a
la proclamación de ¡alto el fuego!, propugnado por Federica Montseny y Juan
García Oliver, entre otros.
Fue nombrado
delegado al Pleno nacional, reunido en Valencia el 11 de mayo de 1937. A su
regreso, fue elegido miembro del Comité Peninsular de la FAI, con Germinal de
Souza, Roberto Cotelo, Jacobo Prince y Lunazzi, pero por problemas de salud
tuvo que retirarse a Igualada, para reposar y reponerse, aunque no supo negarse
a realizar breves giras de propaganda por los pueblos cercanos, para
reconstruir la Organización, destruida y desaparecida en la comarca por la
represión estatal y estalinista posterior a mayo, cuando las reconstituidas
fuerzas de Orden Público, formadas por los guardias de asalto y la antigua
guardia civil, regresaron a las distintas comarcas como conquistadores a la
caza de los “incontrolados” cenetistas.
También
participó, pese a su teórico retiro, en numerosas reuniones de comités
superiores, convocadas por el Comité Regional de Cataluña en la Casa CNT-FAI de
la vía Durruti, en Barcelona.
Afirma en sus
memorias, que el mes de mayo había publicado un artículo[2]
en la portada de Solidaridad Obrera, en el que, tras analizar los
recientes sucesos, denunciaba los crímenes cometidos contra la Organización,
como los cadáveres de doce jóvenes libertarios, torturados y mutilados,
abandonados en la carretera de Cerdanyola; terminando su escrito con estas
palabras: “Estamos solos, sí, pero con dignidad”, que constataban el terrible
aislamiento confederal frente a la represión estatal y estalinista.
En octubre de
1937 dejó Igualada, para instalarse en Gelida, participando en numerosas
campañas de propaganda por los pueblos cercanos. A fines de diciembre de 1937
se estableció en Barcelona, integrándose en el Comité Nacional de la CNT, que
le designó director de Ruta, órgano de las Juventudes Libertarias; cargo
que desempeñó hasta julio de 1938, cuando lo destinaron a Orán en misión de
propaganda y organización.
En septiembre
de 1938 fue reclamado por el Comité Regional de Andalucía para asumir, en Baza,
el cargo de secretario regional, para el que había sido escogido en el último
pleno regional.
Fue testigo
directo, el 31 de marzo de 1939, de la toma por los italianos del puerto de
Alicante, en el que miles de republicanos esperaban un barco para huir de la
España franquista.
En abril de
1939 fue internado en campos de concentración (unos días en el campo de Los
Almendros y luego en el campo de concentración de Albatera). Más tarde,
sufriendo penuria y unas peripecias terribles, que narró brillantemente en sus
memorias, fue encarcelado el 24 de mayo en la Prisión Provincial de Sevilla,
donde constaban sus antecedentes penales de varios encarcelamientos y dos
destierros. En una de las declaraciones, tomadas en 1924, había desmentido
poseer la nacionalidad brasileña, jurando que había nacido en Osuna, con el
objetivo de evitar ser expulsado a Brasil, lejos de su mujer e hijas. La
policía se aferraba a esa falsa declaración para confirmar su nacionalidad
española. Pero ahora afirmaba que había nacido en la ciudad brasileña de Santos,
y gracias al decidido empeño del consulado brasileño, que esgrimía su cargo
como director de Prensa y Propaganda de la delegación brasileña en las
Exposiciones de Sevilla y Amberes, no fue ejecutado, consiguiendo una orden de
expulsión de España en 1940.
Sin embargo
permaneció encarcelado aún varios meses, con el peligro permanente de ser
enviado al campo de Miranda de Ebro, donde los extranjeros eran exterminados
sistemáticamente.
Gracias a la
ayuda de la Solidaridad Internacional Antifascista (SIA) pudo sobrevivir. La
constante vigilancia e intervención del consulado brasileño en Cádiz, consiguió
hacer efectiva la orden de expulsión. El recorrido por distintas prisiones
franquistas, el atroz retrato de algunos sádicos carceleros, las torturas,
humillaciones y asesinatos de los viejos amigos vencidos, constituyen un relato
terrible y dantesco que nada desmerece del Inferno de la Divina Comedia.
Llegó a
Brasil en julio de 1941, donde fundó Açao Directa, de la que fue
administrador durante muchos años. Fue secretario de los anarquistas de lengua
española, exiliados en Brasil. En 1951 terminó sus memorias, que tituló: “30
años de lucha. Mi actuación como militante de la CNT y anarquista español”.
Falleció en
Río de Janeiro el 16 de junio de 1964.
En el
obituario publicado el 14 de enero de 1965 en Le Combat Syndicaliste se
le describía de este modo: “Hablador con facilidad, optimista hasta sus
postreros días, persuasivo por convicción, rebelde por temperamento, también
supo ser responsable con los deberes de la organización confederal y los
compañeros”.
Conclusiones
El breve
esbozo biográfico de Manuel Pérez Fernández nos hace vislumbrar una actividad
de propaganda frenética, que causa vértigo. Él mismo narra los viajes en taxi,
de un pueblo a otro, para enlazar sus intervenciones de mitin en mitin, en un
mismo día.
Manuel Pérez,
conocido por sus amigos por el apodo de “el canario”, fue un destacado
propagandista y organizador de sindicatos, capaz de crear desde la nada, en
pocos meses, un sindicato cenetista y desde éste, en pocos meses más, una
federación local o regional, dotada de un órgano de prensa, normalmente
dirigido por el propio Manuel. Así lo hizo en Canarias, Andalucía, San
Sebastián y Orán.
Manuel Pérez,
en sus memorias, rechazó el relato autobiográfico, porque pensaba que su vida
personal carecía de interés, y nos ofreció únicamente el extraordinario relato
de sus experiencias como militante cenetista y anarquista. Un militante
destacado, con una trayectoria que abarca diecisiete años de militancia en
primera fila, pero prácticamente anónimo a causa de esos apellidos tan
frecuentes: Pérez y Fernández. Quizás, por esa misma razón, su actividad
subraya la importancia de tantos militantes anónimos, que son quienes explican,
más allá de la leyenda, grandezas y miserias de algunos líderes, el
esplendor de la historia colectiva de esos obreros anónimos de la CNT, que
fueron su fuerza, su savia y su raíz. Que la mitomanía y el culto a la
personalidad los endiosen, a veces, como héroes, los desnaturaliza y convierte
en extraterrestres, cuando ellos mismos valoraban extraordinariamente tal
anonimato, en bien exclusivo de la Organización.
Las memorias
de Manuel Pérez están repletas de bocetos biográficos de numerosos militantes
cenetistas, algunos absolutamente desconocidos y otros de cierto renombre, así
como de múltiples anécdotas, trágicas o cómicas, sobre destacadas figuras, que
las convierten en una especie de miscelánea de variadas y encontradas
biografías cenetistas.
Aunque Manuel
Pérez, en el relato de sus treinta años de militancia, rehuyó, en lo posible,
la narración autobiográfica, escribió lo suficiente como para vislumbrar una
intensa y gozosa vida familiar, así como una extraordinaria valoración de la
amistad con otros militantes, por encima de roces y mezquindades, y/o, en
muchas ocasiones, de cualquier discrepancia política. Por suerte, nos han
llegado algunas cartas en las que esa personalidad se nos presenta diáfana y
rotunda, permitiéndonos vislumbrar su profunda calidad humana.
En esa
correspondencia se nos muestra, sin recato, como un apasionado amante de su
familia y un desprendido amigo de sus amigos. Pero, sobre todo, como un hombre
cabal y completo, capaz de asumir los desafíos, golpes y contrariedades de la
vida, desde la altura de miras del compromiso revolucionario y anarquista. Ante
el dolor provocado por la larga enfermedad y posterior muerte de su mujer,
escribió en carta a un amigo: “los anarquistas debemos ser más fuertes que el propio dolor”.
escribió en carta a un amigo: “los anarquistas debemos ser más fuertes que el propio dolor”.
Llamarse
Pérez, tener la nacionalidad brasileña y ser anarquista fueron razones de peso
para ser prácticamente ignorado por la historiografía oficial española, salvo
escasas excepciones, que tampoco han profundizado excesivamente en el
personaje, ni en la difusión de su impresionante militancia.
La escritura
de Manuel Pérez es fluida y precisa. La sintaxis empleada se caracteriza por la
brevedad de las frases. Carece de metáforas, de grandilocuencias y de
florituras. En alguna ocasión aparecen vocablos que delatan la influencia del
portugués o del francés. Su estilo es siempre claro y nítido, aunque no siempre
gramaticalmente correcto. Está plagado de breves y afiladas anécdotas, nunca
gratuitas, capaces de descifrar una situación o definir a una celebridad, como
ocurre por ejemplo con García Oliver, cuando explica, con sólo una frase, su
orgulloso enfado ante el orden de intervención en el mitin de enero de 1936.
Sin embargo, jamás utiliza el insulto, ni mucho menos la difamación contra
nadie, lo que no significa que no exponga siempre su propio criterio, por muy
heterodoxo que sea.
Otros rasgos
a destacar son la ausencia, en todo el relato, de referencia o mención alguna a
ningún acto violento personal, ni al uso de armas para la autodefensa, y por
supuesto, su absoluta y abnegada dedicación a su labor de propaganda y
organización sindical, con una disposición plena a cambiar de residencia,
acompañado, o no, de su familia, y a la aceptación de todas las misiones que le
encomendase la Organización. Porque era un militante anarcosindicalista, porque
fue un revolucionario.
Agustín Guillamón
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