RECORDANDO: Encimeras manchadas
de sangre
"Habría que recorrer las
tiendas de cocina una a una para concienciarles de que esta encimera que venden
está manchada de sangre. Hay gente que ha muerto por trabajarla y deben saber
que cada encimera que monten lleva un poco de vida de cada persona". Son
palabras de Ismael Aragón, presidente de ANAES (Asociación Nacional de
Afectados y Enfermos de Silicosis) que tiene su sede en Chiclana. Y es que la
localidad gaditana es la zona cero de intoxicación por una enfermedad que,
hasta ese momento, sólo se había dado entre los mineros. A finales de 2008 se
empezaron a detectar los primeros casos entre trabajadores del sector de la
marmolería y, en especial, los que se dedicaban a la fabricación de encimeras
de cocina.
En la actualidad son más de cien
los afectados en la provincia, cobrándose tres víctimas mortales. Se trata de
una enfermedad pulmonar de carácter irreversible que no tiene tratamiento
específico, aunque se antoja fundamental dejar de estar en contacto con la
fuente de exposición al sílice para evitar empeorar. Existen tres tipos de
silicosis en función de su gravedad. En la primera fase padecen dificultad para
respirar, en la siguiente se inflaman los pulmones, agravando los síntomas, y
en última instancia se necesita realizar el trasplante y hasta puede causar la
muerte. Además, conlleva enfermedades asociadas como tuberculosis y artritis
reumatoide.
Uno de esos fallecidos es José
María Gamero. Con sólo 30 años contrajo la enfermedad tras una década trabajando
en la industria del marmol en Chiclana y, pese a su enorme lucha hasta el
final, no pudo evitar el fatal desenlace. Su hermana es Lorena Gamero, quien
denuncia las carencias en la prevención de riesgos laborales. "Se
encontraba mal, pero iba a la mutua, le daban el alta y lo enviaban de nuevo a
trabajar. Es injusto que se coja una enfermedad por trabajar e incluso se
pierda la vida por eso. El trabajador no puede der culpable en la vida por eso.
Nadie quiere estar enfermo. A mí me han llegado a decir que sucedió porque no
se ponía la mascarilla cuando es falso. Habia días que ni se la daban y se la
tenía que traer mi padre de los Astilleros". En ese sentido, Ismael Aragón
agrega que "hubo gente que nuncó se quitó la mascarilla y también enfermó".
Algunos tardaron menos de dos años en contraer la enfermedad desde que
empezaron a tener contacto con el polvo de sílice al manipular la marmolería
durante su jornada laboral.
Lorena realiza un esfuerzo para
describir cómo fue el desarrollo de la enfermedad en su hermano. "Le
decían que volviese a trabajar, que no tenía nada, hasta que empeoró y muy
rápidamente se quedó bastante delgado. Recuerdo que el pecho se le hundía y no
podía respirar. Por las noches le daba un ataque de tos tan fuerte que nos
decía que se iba a morir. A los tres años de enfermedad le pusieron un aparato
con oxígeno porque apenas podía respirar ni hacer nada. Ni siquiera subir las
escaleras". Mientras tanto, los pronósticos médicos eran inciertos.
"La enfermedad estaba muy avanzada y los médicos estaban perdidos, había
un amplio desconocimiento por todos lados. El 10 enero de 2015 le llamaron para
realizarle el transplante, pero falleció en el quirófano", dejando este
mundo con 35 años y dos hijos pequeños.
Espera que su testimonio anime a
muchos de los afectados a salir del anonimato para reinvindicar sus derechos.
"Tienen bastante miedo a hablar por posibles represalias. Les hacen ver
que ellos son culpables y no tienen que callarse porque no lo son". Otro
de los afectados es Raúl Herrero, también decidido a exponer sus vivencias
públicamente. "Yo no tengo miedo a hablar", afirma ante sus
compañeros. "Llevaba trabajando en esto 18 años y siempre escuchas rumores
e historias de gente que estaba con la enfermedad, pero piensas que estás bien
porque pasas los reconocimientos médicos y la prevención te dicen que estás
apto". Sin embargo, esas pruebas jamás detectaron su enfermedad.
"Siempre te dicen que estás bien. Nunca he escuchado a alguien que le
dijesen que no está apto. En el último reconocimiento que me hicieron ya tenía
silicosis y me seguían dando apto", denuncia este trabajador chiclanero
del marmol.
Con 38 años le diagnosticaron la
enfermedad a José Antonio Rodríguez. Fue de los últimos de su empresa en
contraerla. "Eramos 34 empleados y 31 ya tenemos silicosis. Yo sospechaba
que podía tenerla porque la mayoría de mis compañeros la tenían, pero la mutua
me decía que por que la tuviesen los demás, no iba a tenerla yo. Cerró la
empresa y yo seguí trabajando en otra, hasta que en 2015 me diagnosticaron la
enfermedad". Intenta sobrellevarlo de la mejor manera posible: "Fue
un palo muy gordo cuando murieron dos compañeros, siempre tenemos el temor de
que la enfermedad siga avanzando. No sabemos qué va a pasar. Ni los médicos
saben el final que vamos a tener cada uno, así que ahora intento mirar la parte
positiva".
Todos ellos intentan dar
visibilidad al asunto con el objetivo de que se ponga remedio por parte de las
autoridades competentes y no aumenten los casos de silicosis de la industria
del marmol. "Los que trabajan de esto, que dejen de hacerlo
inmediatamente. Y si se ven muy desesperados, que vengan aquí, a la
asociación", señalan al unísono. "Para erradicar la silicosis lo
mejor es la prevención. Una vez que se diagnostica, no tiene cura. Si se sigue
trabajando, sólo hace empeorar".
El presidente de ANAES lo tiene
claro: "Nos han estado envenenando mientras trabajábamos. En Chiclana nos
encontramos con más de un centenar de afectados. Lo mejor es retirar el
material. El problema es el veneno que suelta esto, pero es una empresa de las
más potentes de España, que exporta internacionalmente y eso repercute".
En esa misma línea, cuestiona los efectos nocivos que podrían padecer las
personas que posean este tipo de encimeras en sus viviendas. "No se sabe
si hace daño. Estuve en un grupo de investigación y nos preguntamos: ¿quién ha
hecho los estudios necesarios para saber si una vez montada la encimera hace
daño? Ni se sabe por qué es tan agresiva esta silicosis. Aparte hay piedras que
contienen radiaciones y otras que sueltan gases. ¿Realmente se sabe lo qué hay
montado en las casas?", destaca Ismael Aragón, quien considera que se
prohibirá su uso con el paso del tiempo. "Al igual que ocurrió con la
uralita. Sucederá con el tiempo, pero hasta que no lo vea todo el mundo,
pasarán muchos años y van a caer muchos más por el camino", como un
familiar suyo, que también falleció por esta causa. La tercera víctima mortal
fue un empresario chiclanero: "Se quitó la vida porque además de tener silicosis
él y algunos de sus familiares, tenía denuncias de trabajadores", indica.
Desde la asociación reciben
llamadas casi a diario de varios puntos distintos del panorama nacional.
"Ahora nos contactan mucho de Almería, Macael y Córdoba. Pero también nos
han llamado de Alicante, Baleares... Es un problema a nivel nacional y no se
hace nada", comenta Mari Carmen Macías. Ella es integradora social y
colabora con ANAES desde que a su marido le detectaron la enfermedad.
"Luchamos para hacer campaña dirigida a los trabajadores activos que aún
siguen trabajando ese material. No estamos en contra de los empresarios ni de
nadie, pero deben saber que ese material es tóxico, enferma y mata",
señala.
Con dicha finalidad se presentó
en Cádiz un Programa Integral de Silicosis de Andalucía (PISA), aunque desde su
asociación se solicita más colaboración: "Queremos un consenso y desde
aquí pedimos reunirnos con los fabricantes. Tenemos la colaboración de los
médicos, empresarios y mutuas, pero nos falta la del fabricante", destaca
Mari Carmen Macías, quien realiza una labor de integración de sus asociados en
el mercado laboral. "El perfil existente es de personas que empezaron
jóvenes a trabajar y no tienen otros estudios porque se dedicaron siempre a
esto. El objetivo es que intenten normalizar sus vidas mediante cursos de
reciclaje para acceder al mercado laboral. También hacemos campañas de
sensibilización para que no siga ocurriendo y una vez al año hacemos
convivencias con familiares para que se sientan apoyados". El trabajo realizado
empieza a dar sus frutos: "Gracias a la asociación he encontrado trabajo
en un hotel. Esto es una terapia, aquí nos ayudamos mucho entre nosotros",
comenta José Antonio Rodríguez. Hacen piña para tratar de sobrellevar el drama
que supone su enfermedad.
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