La autenticidad
La autenticidad del individuo
solo es posible si éste adquiere un alto nivel de conciencia, un amplio
conocimiento de sí mismo y del contexto social en que se desenvuelve, cuando
toma conciencia de los problemas sociales y de las causas que los provocan, de
las desigualdades e injusticias que arruinan este mundo.
Para actuar con independencia y
autenticidad es necesario ser conscientes moral y sicológicamente, es una
condición sine quanon, para poder luchar por nuestra libertad y nuestro bienestar
y el de los demás. El sistema capitalista se ha ido reforzando con la
integración de quienes se declaraban sus oponentes como ha pasado con los
partidos mal llamados obreros o de izquierdas y con los sindicatos
institucionalizados, que en su mayor parte venían siendo hasta hace poco correa
de transmisión de esos partidos, y que ahora más que nada son: fieles
servidores de su amo; el Estado, que es quien les paga, para que puedan seguir
manteniendo a esa multitud de liberados, vividores del sindicalismo, conspicuos
traidores de la clase obrera; que con el tiempo todos han ido aceptando las
reglas del juego, los esquemas del orden establecido, renegando de sus supuesto
orígenes ideológicos y de sus aspiraciones de transformación social.
Hoy día ninguno de ellos
cuestiona el sistema, y a lo sumo se conforman con reformas parciales, que
siempre quedan en nada, como consecuencia esto está llevando a la
socialdemocracia y a toda la izquierda en general, a una ruina moral e
ideológica, a una orfandad de principios; de su teórica lucha por conquistar el
poder para cambiar la realidad social, solo queda la lucha por el poder y gozar
de sus privilegios, para que nada cambie; causa por la que la clase obrera les
haya dado la espalda definitivamente.
Se podrá argumentar que la clase
obrera actual no es la misma que en etapas anteriores del capitalismo, que el
mismo concepto de clase se ha desdibujado o difuminado, que existe una amplia
clase media que sirve de colchón amortiguador en la confrontación y en el antagonismo
de clases, que entre los mismos trabajadores hay grandes diferencias económicas
y sociales, que lo que hemos venido denominando históricamente como conciencia
de clase ha desaparecido; puede que lo que he citado anteriormente sea cierto
en parte, pero no es menos cierto, que el capitalismo actual es básicamente el
mismo de siempre, que se sustenta en los mismos pilares, que tiene como
principio fundamental la defensa de la sacrosanta propiedad privada, de los
privilegios de los propietarios y de la clase burguesa; que sigue existiendo la
explotación del hombre por el hombre, que las diferencias sociales lejos ir
desapareciendo siguen aumentando, más acentuada ahora si cabe, con la crisis
económica, que la diferencia entre países pobres y países ricos, sigue
aumentando, que las guerras y el hambre continúan en el mundo.
El posibilismo y el pragmatismo y
el reformismo han llevado progresivamente hacia la muerte de las ideologías y
de la conciencia de clase, la institucionalización de fuerzas que en otro
tiempo fueron opositoras al sistema, hace que éste se refuerce, y aumente el
grado represión, brutalidad destructiva e irracionalidad. Todo parece indicar
que el capitalismo está en la actualidad más consolidado que nunca. Él
anarquismo es la única ideología que aún no ha sucumbido al poder de
integración del sistema capitalista, que conserva íntegramente su independencia
y sus aspiraciones de transformación social. La sociedad actual nos ofrece una
realidad virtual que desvirtúa la realidad de las cosas y de los conceptos, lo
que facilita la manipulación de la opinión pública y del individuo.
Vivimos en una sociedad de lo
aparente donde las libertades son más estéticas que reales, bajo una envoltura
aparentemente democrática subyace una sociedad represiva y totalitaria. Lo que
se ha venido a llamar crisis económica es en realidad una fase más aguda de una
crisis permanente, que se suele dar de manera cíclica. Cuando las empresas y
los bancos obtenían grandes beneficios, ya había millones de personas que estaban
por debajo del umbral de la pobreza, eran muchos los que carecían de una
vivienda digna, de un trabajo que les permitieran vivir con dignidad, o que tan
siquiera les permitiera ir tirando, pero a pesar de ello, entonces nadie
hablaba todavía, de crisis económica, ha sido cuando las grandes empresas y los
bancos no han obtenido los beneficios esperados cuando ha empezado a alarmarse
y hablar de crisis.
Los trabajadores sin embargo
siempre hemos estados en crisis, dependiendo de un salario, que nunca es suficiente
para satisfacer las necesidades personales y familiares; y cuando carecemos de
empleo: dependiendo de la limosna del paro, en muchos casos ni tan siquiera
eso. Estamos sometidos por un sistema económico social que nos impone el paro,
la miseria y la guerra, que nos pervierte y nos deshumaniza.
Todavía nos cuesta creer que
puedan ser ciertas las espantosas atrocidades cometidas por los nazis contra
los judíos y que ahora cometen los judíos contra los palestinos, la humanidad
parece no haber aprendido nada de aquella terrible tragedia que fue la Segunda
Guerra Mundial, y vuelve a cometer una y otra vez los mismos errores. Me duelen
todas esas imágenes de terror y de barbarie, toda la amargura y el sufrimiento
de la multitud de víctimas inocentes que padecen el azote del hambre, la guerra
y la desesperación, el lamentable espectáculo de la devastación y de la
barbarie. No podemos dejar de pensar, en el padecimiento, en la angustia, en la
soledad, en la sensación de desamparo, en el silencio de los corderos y en los
gritos del silencio, en todo el dolor de un mundo fracasado, que se hunde en el
precipicio de sus propios errores.
Porque amo la paz y odio la
guerra: deseo que llegue el día que la humanidad tome conciencia de sus
crímenes, que seamos lo suficientemente sensibles para oír, el eco de de los
ausentes, el grito de los hambrientos, de los desahuciados, que nos gritan:
¡basta ya! Que no haya más cristales rotos en la noche, que los niños y mayores
no mueran acribillados en las calles de Bagdad, de Gaza, o de Jerusalén, o en
cualquier otro lugar del mundo, que las calles sean para el juego, para la
risa, para la vida; que sean un lugar donde poder vivir en paz y armonía, sin
temores, ni disputas, donde poder disfrutar del fruto de nuestro trabajo, individual
y colectivo.
El primer objetivo de toda
economía debería ser: garantizar las necesidades básicas de todos los seres
humanos y alcanzar el mayor grado de satisfacción posible para todos, pero esto
no se conseguirá únicamente con un crecimiento económico, ni con un aumento o
disminución de impuestos, ni con un aumento de la inversión pública o privada,
ni con leyes ni decretos de ninguna clase, sino que es absolutamente
imprescindible un cambio profundo de estructuras. Es necesario crear un sistema
económico que de manera fehaciente persiga el bien común, que respete al
individuo, que garantice la libertad y la igualdad económica y social de todos
los seres humanos.
Pero la crisis en realidad no es
solamente económica, es sobre todo una crisis moral y social, social porque
afecta a la mayor parte de la población que se ve privada de los recursos
económicos necesarios para cubrir sus necesidades más elementales, y moral por
que antepone el beneficio privado, los privilegios de una minoría dominante, a
los intereses generales; creando desigualdades e injusticias, por lo que los
verdaderos creadores de la riqueza, ( los trabajadores ), se ven privados de la
mayor parte del fruto de su trabajo. En la actual sociedad se basa en valores
socialmente destructivos, como la competitividad y el lucro personal, y se
desprecian valores como la solidaridad, la dignidad o el apoyo mutuo, todo esto
genera una perversión y crea una desorientación, tanto individual como
colectiva.
La sociedad actual fomenta una
mentalidad que se adecua a los intereses del statu quo imperante, es decir: un
individuo que no cuestione los privilegios de la clases dominantes, que carezca
por lo general, de una personalidad propia, y que esté huérfano del sentido de
la dignidad y de la solidaridad, despojado del espíritu crítico y del
pensamiento subversivo, que ha pase de ser sujeto pensante y socialmente
reivindicativo, a un objeto productivo, a una mercancía más, que se compra y se
vende. La sociedad está llena de espejismos, de falsos mesías, de falsas
promesas, y de atajos que no llevan a ninguna parte, de trampas que nos desvían
de nuestros verdaderos intereses personales y de clase. Para ser fieles a
nuestros principios y a nosotros mismos es imprescindible mantener siempre al
máximo la coherencia entre la teoría y la práctica, entre los medios y los
fines a los que aspiramos.
Con medios o métodos autoritarios
jamás podremos alcanzar ningún fin libertario; los medios tienen que ser
siempre coherentes con los fines propuestos. Como personas no podemos
conformarnos con lo que hay, porque conformarse significa rendirse, y rendirse
supone perder la esperanza, renunciar a soñar, y el que no sueña, está muerto,
la resignación es un suicidio, resignarse es renegar de uno mismo. Debemos
tomar las riendas de nuestro propio destino, decidir por nosotros mismos, sobre
todo lo que nos concierne, sobre todo aquello que afecta a nuestras propias
vidas. Aspirar a vivir cada momento, porque vivir no es lo mismo que
sobrevivir, vivir de verdad, es disfrutar plenamente de esta oportunidad que es
la vida, y que a nadie se le debería impedir vivirla, con dignidad y derechos.
Detesto las ordenanzas, las
normas impuestas, los protocolos, los reglamentos, la ostentación, los fuegos
fatuos, todo aquello que restrinja existencia, y amo la libertad, la vida
sencilla y apacible.
Detesto el reformismo y el
neo-reformismo y sus inútiles y anacrónicas formulas para conquistar el poder y
cambiarlo desde dentro. Prefiero la esencia a la apariencia, la ética a la
estética y lo auténtico a lo sucedáneo; prefiero lo verdadero, lo espontáneo,
lo que fluye libremente del corazón humano, prefiero la fuerza de la razón que
la razón de la fuerza y ser: un ser humano incontrolable antes que un objeto
pasivo.
El hombre cuando se institucionaliza
pierde todo su espíritu de rebeldía, su espontaneidad, su nobleza, su
autenticidad, se convierte en una pieza más del engranaje institucional, en una
oveja más del rebaño. La sinceridad es la madre de la confianza, con la mentira
no pude haber confianza, ni amistad, ni compañerismo; pero, sin embargo hay
quienes son partidarios del perverso principio de que el fin justifica los
medios, por lo que no dudan para alcanzar sus objetivos, recurrir a la mentira,
al fraude, a la compra de votos o a la confabulación; por a conseguir como sea
sus mezquinos intereses, que suelen ser por lo general, el afán de lucro y los
privilegios personales o de grupo.
Las personas integras, más aún,
los que verdaderamente creemos en las ideas libertarias, tenemos la obligación
moral de denunciar y oponernos con todas nuestras fuerzas contra todas las
injusticias, todas las falsedades, el fraude y la corrupción. Cuando una
persona recurre a medios deshonestos para elevarse en el escalafón profesional
o social, por lo general cuanto más asciende, más se eleva en el ranking de la
corrupción, de la ineptitud, de la mentira y de la imbecilidad, y más se aleja
de la confianza y del contacto directo y sincero con los demás.
Por lo que es habitual que los
jefes y directivos de empresas, o los dirigentes de organizaciones políticas o
sindicales estén en el fondo solos aunque permanezcan siempre rodeados de una
camarilla de aduladores, que jamás osarían contradecir a sus amos, porque por
un lado temen la ira y las represalias de sus jefes y por otro, porque
prefieren la comodidad de someterse ciegamente a la autoridad establecida; lo
que hace que estos se alejen de la realidad social y se encierren en su torre
de marfil, en el Olimpo de su altivez.
Pero por encima de todo tenemos
que ser fieles a nosotros mismos, luchar por lo que amamos, por lo que creemos,
no debemos de traicionarnos nunca, ni por el dinero, ni por el poder, ni por el
estatus, ni por seguridad, una seguridad, que nunca asegurará nuestra
felicidad. Podemos equivocarnos, podemos ganar o perder, pero lo que no debemos
hacer nunca es rendirnos, renunciar a nuestras ideas, ni a nuestros sueños.
Porque no hay autenticidad en la mentira, en el engaño, en la hipocresía ni en
la traición. La autenticidad está en la verdad, en el amor, en la justicia y la
lucha por la libertad.
No olvidemos que nuestra mayor
fuerza radica en la determinación, en nuestra inquebrantable voluntad de luchar
por lo que creemos.
No debemos olvidar nunca que la
vida se nos agota como el agua entre las manos y no debemos desperdiciarla en
lo más mínimo, hay que vivirla con intensidad y con coraje; si tenemos que
luchar o incluso arriesgar, hagámoslo, por lo que verdaderamente creemos, o por
lo que sinceramente amamos.
Tenemos que seguir luchando por
un mundo mejor, donde todos seamos libres e iguales, por una sociedad Comunista
Libertaria. No sé cuando las cosas empezaran a cambiar, desconozco los plazos,
tampoco sé, como se sucederán los acontecimientos ni cómo será el devenir de la
historia, no creo que exista ningún método científico ni esotérico para
adivinar el futuro, tampoco me sirven de mucho mis limitados conocimientos ni
mis nulas dotes de adivinación, pero no obstante, estoy convencido de que en
algún momento, las cosas empezaran a cambiar, imperceptible al principio, pero
imparable, poco a poco se encenderá la llama, se pondrán en marcha los
mecanismos del cambio.
Salud compañeros.
Benito Vázquez Fernández
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