FORO PARA EL DEBATE Y EL CONOCIMIENTO
Abreviado de lo expuesto sobre: La Comuna de Paris
1871
(Tercer encuentro celebrado el 26 de Febrero 2018)
LA COMUNA DE PARÍS 1871: ACIERTOS
Y FRACASOS
La Comuna de París de 1871 se
refiere al gobierno socialista y popular que ejerció durante dos meses (18 de
marzo 1871 hasta el 28 de mayo del mismo año). Sin embargo, las condiciones en
la que fue creada y su cruel final la hacen uno de los más importantes
episodios políticos de la historia de Francia. Por primera vez el proletariado
fue capaz de derrocar el poder establecido, formar sus propios órganos de
gobierno y reemplazar al estado monárquico- capitalista.
El 18 de marzo de 1871 estalló la
insurrección: la Guardia Nacional y los obreros se apoderaron de la capital,
provocando la huida del Gobierno. Inmediatamente,
y por sufragio universal, fue elegido un Consejo General de la Comuna de París,
al que se confirió capacidad legislativa y de decisión. De él formaron parte
obreros revolucionarios y burgueses de ideas radicales: anarquistas y
socialistas, blanquistas y republicanos liberales.
Precedentes y causas principales de la Comuna
Revolución Francesa de 1789
Fin del estado absolutista con
privilegios feudales, el llamado Antiguo Régimen. Los beneficiados por esta
revolución fueron los burgueses que buscaban sobre todo la libertad económica y
el desmantelamiento de los privilegios hereditarios de la nobleza que impedían
el crecimiento de sus intereses económicos.
Las Revoluciones de 1830 y 1848
Tras la derrota de Napoleón en 1815
se creó una “Santa Alianza” entre las potencias monárquicas: Austria, Rusia y
la nueva Francia de los restaurados Borbones. A la Iglesia le fue devuelto gran
parte de su anterior poder. Como consecuencia, republicanos, unidos a obreros y
estudiantes llevaron en Francia el peso de la Revolución de 1830. Carlos X huyó
y se instauró una Monarquía Constitucional con Luis Felipe de Orleáns.
Los problemas sociales no sólo no se
resolvían en Occidente, sino que aumentaban, a esto se unió el emergente
nacionalismo de Europa Central y Oriental lo que se tradujo en una nueva oleada
revolucionaria en toda Europa en 1848. En Francia se produjo la llamada
Revolución de “Febrero” de 1848. Otra vez las disputas por el aumento del Censo
entre Monarquía y reformadores, provocaron la huida de Luis Felipe y la
proclamación de la República. Esto fue posible por el poder adquirido por los
“Radicales” (republicanos sociales), republicanos-burgueses e incipientes
socialistas.
Napoleón
III y la guerra franco-alemana
Desde 1851 hasta 1870 Francia entró
en guerra varias veces (Rusia, Austria, Italia, Méjico....) por su afán de
demostrar el nuevo poderío de Francia. Sin embargo en 1870 declaró la guerra a
la Prusia de Guillermo I y Bismarck, ante las intenciones de crear un Imperio
Alemán y por la posible subida al trono de España de un Rey germano, lo que
dejaría a Francia rodeada de enemigos.
La guerra fue un desastre para los
franceses. En la Batalla de Sedán, prácticamente todo el ejército francés cayó
prisionero de los Prusianos, incluido el Emperador. Francia estaba ocupada en
parte por los Prusianos que se quedaron a las puertas de París, declarando la
creación del Imperio Alemán en el propio Versalles. Francia se quedó sin
gobierno, lo que provocó los acontecimientos de la Comuna de París.
Hoy en España y mañana en Francia
En 1864 el célebre revolucionario
ruso Mijaíl Bakunin (1814-1876), evadido de Siberia dos años antes, toma los
primeros contactos en Londres con miembros de la recién nacida Asociación
Internacional de los Trabajadores.
En aquellos meses, el
Pronunciamiento de Cádiz del 18 de septiembre de 1868 abre el periodo 1868-1874,
llamado “sexenio democrático”, suscitando el inmediato entusiasmo en los
ambientes progresistas europeos, sobre todo entre los franceses, donde la
crisis de consensos de Napoleón III hace esperar que también a ese lado de los
Pirineos se acerque una etapa republicana. Bakunin y la
Alianza
piensan que es el momento de enviar una expedición de propaganda a España para constituir
una sección de la Internacional sobre posiciones “aliancistas” y para llevar el
movimiento de la causa nacional a la causa social.
En 1870, ante las intenciones de
Napoleón III de iniciar la guerra con Prusia, los internacionalistas, como en
general socialistas y republicanos, se orientan hacia posiciones antibélicas;
de hecho se espera que la aventura militar acabe mal para el tirano de París,
en vista de que hay constancia de que la guerra le sirve contra la oposición
republicana que, tras casi veinte años de dictadura, está retomando ánimos y
partidarios. Pero cuando el desastre militar francés asume proporciones tan graves
como para presentir cercano el fin del Imperio, cambian las posiciones. Surge
la idea de aprovecharse de esta situación no solo para echar a Bonaparte, sino
también para lograr realizaciones sociales más relevantes. Uno de los primeros
que intuye el cariz que están tomando los acontecimientos y llama al pueblo a
la acción es Bakunin, que en agosto de 1870 escribe su Carta a un francés, en
la que afirma que “las condiciones en que se encuentra actualmente Francia, ya
no puede ser salvada con los medios regulares de la civilización, del Estado.
No puede escapar a la decadencia a no ser por un esfuerzo supremo, por un
inmenso movimiento convulsivo de la nación entera, por la sublevación del
pueblo francés” La idea del
revolucionario ruso es que si el pueblo no interviene, una paz entre la burguesía
francesa y los ejércitos prusianos no dejará ningún espacio para la mejora de
sus condiciones de vida. En sus escritos presagia lo que es a su parecer, la
única solución incluso, desde el punto de vista militar, para no dar demasiadas
oportunidades al despotismo representado por Prusia: “la sublevación
espontánea, formidable y apasionada de las masas populares en todo el
territorio de Francia”.
Esto explica por qué, tras la caída
del Imperio el 4 de septiembre, quienes se oponían a la guerra se transformen
en los más convencidos partidarios de su continuación: no se trata ya de
defender el Imperio sino la recién nacida República, amenazada por enemigos
internos y externos. Una tempestuosa nota de la sección internacionalista del
Jura, bastión de la tendencia anarquista de la AIT, expresa claramente esta
percepción, y testimonia que son los futuros componentes de la Internacional
los primeros en movilizarse: “La Francia republicana representa la libertad de
Europa, la Alemania monárquica representa el despotismo y la reacción. Es
necesario que en todas partes se levanten los republicanos, y marchen en
defensa de la República francesa. La causa de la República francesa es la de la
Revolución europea, y ha llegado el momento de dar nuestra sangre para la
liberación de los trabajadores y de la humanidad entera”.
Esto constituye sin duda una
significativa diferencia respecto a los análisis de Marx, que en las dos directivas
firmadas por el Consejo General de la AIT del 23 de julio y del 9 de septiembre
parece hacer un llamamiento más que nada a los trabajadores alemanes. Se
subraya que “del lado alemán, la guerra es una guerra de defensa, cualesquiera
que sean las simpatías pretendidas con todo el derecho del mundo en una guerra
de defensa contra la invasión bonapartista”. Al contrario, a los obreros
franceses se les aconseja no hacer prácticamente nada, es decir “que con calma
y resolución aprovechen la libertad republicana para proceder metódicamente a
su propia organización de clase”. Marx parece no dar importancia al entusiasmo
por la República que estaba movilizando al proletariado francés incluso sobre
otros objetivos, y menosprecia la actitud de los franceses con su “vieja imagen
de la santidad del término República”.
Los demás componentes de la
Internacional acusarán a Marx, no sin razón de animar para la victoria alemana
en una lucha que ya no era defensiva, al estar ya ocupadas Alsacia y Lorena, y
casi alcanzada París, sino que servía para reforzar la hegemonía del Partido
Obrero alemán, que representaba sus posiciones, mientras que quien se estaba
moviendo concretamente en dirección revolucionaria era la clase obrera
francesa. En cualquier caso, el análisis marxista se basa en un presupuesto
como poco débil, es decir, que Bismarck quería hacer la guerra a Napoleón y no
al pueblo. Por el contrario, estaba claro para todos en Francia, que el miedo a
una revolución habría unido a todos los Estados contra sus potenciales autores.
Al mismo tiempo, el pueblo francés en las grandes ciudades intenta organizarse
para la defensa sin el aparato estatal, ahora ausente, y encuentra su dimensión
en el municipio (comuna) elegido libre y libremente gestionado por los
trabajadores.
En el otoño de 1870 en París, Lyon y
Marsella “esta palabra –Comuna- las comunas libremente federadas, en lugar del
Estado, se convirtió en el grito generalizado”.
La primera ciudad en la que los
obreros se apoderan del ayuntamiento es Lyon, donde se ha precipitado Bakunin
con la intención de hacer partir desde allí un movimiento revolucionario de las
provincias, que en su análisis deben ser las primeras en movilizarse. Se
proclama una Federación Revolucionaria de Comunas, cuyo primer punto
programático reza: “la máquina administrativa y gubernamental del Estado,
habiendo llegado a ser impotente, es abolida”.
En estos acontecimientos entra en
juego la Guardia Nacional, cuerpo compuesto en gran parte por obreros con posiciones
socialistas o republicanas, que tendrá un papel central en los acontecimientos
sucesivos. Pero en Lyon algunos batallones que no se habían adherido a la
protesta reocupan el Ayuntamiento y Bakunin, debe replegarse a Marsella, donde
la Comuna no tendrá mejor suerte. También en París, la Guardia Nacional toma el
Ayuntamiento, pero dos días después los guardias
móviles del general Trochu, gobernador de la ciudad, retoman las posiciones. Al
mismo tiempo, la guerra continúa y comienza a delimitarse una neta contraposición
de clase entre los obreros en armas de la Guardia Nacional, que quieren
expulsar a los prusianos y defender así una libertad que para ellos es todavía
teórica, y los republicanos burgueses, que ven necesaria la rendición ante el
enemigo que asedia París. Esta situación es comentada por Bakunin: “Son tontos
y canallas hasta un grado que supera la imaginación. El pueblo solo pide morir
combatiendo a los prusianos a ultranza. Ellos, por el contrario, llaman a los
prusianos desde el fondo de su corazón, en la esperanza de que los prusianos
los salven del patriotismo del pueblo”.
Es la
Guardia Nacional la que resiste en París gran parte del ataque prusiano durante
el asedio, hasta que el 9 de enero de 1871 Jules Fabre, miembro republicano del
gobierno provisional que rige formalmente la nación desde el 4 de septiembre,
estipula la capitulación exigida por Bismarck. Este quiere tratar con un
gobierno legítimo y pide que se elija una Asamblea Nacional, que se formará en febrero
con una mayoría de diputados conservadores elegidos en las áreas rurales,
hostiles a París y al movimiento obrero.
Tanto había sido el esfuerzo del
movimiento obrero que la artillería comprada a través de una suscripción de la Guardia
Nacional queda de su propiedad y es excluida del botín previsto en la rendición.
Los cañones, con ocasión del desfile triunfal que los prusianos efectúan en los
Campos Elíseos el primero de marzo, son trasladados a las alturas de los barrios
obreros de Montmartre y Belleville, mientras que los guardias nacionales
garantizan un cordón de seguridad que impide a los soldados prusianos entrar en
contacto con la población parisina. Mientras tanto, la Asamblea Nacional
presidida por Adolphe Thiers, a la que Émile Zola había comparado con una
“cámara mortuoria”, se traslada de Burdeos a Versalles y debe enfrentarse con
un problema más grave todavía: los trabajadores en armas. La Guardia Nacional
cuenta en París con alrededor de 200.000 efectivos y no tiene intención ni de
disolverse ni de entregar las armas, sino que procede a una opción jamás vista
en un cuerpo militar: la libre elección de delegados en los diversos
batallones, reunidos en un Comité Central, que representa lo que Benoît Malon
define como una auténtica “Federación republicana”.
La contraofensiva de Thiers supone una
declaración de guerra: en la noche del 17 al 18 de marzo algunos destacamentos
del ejército irrumpen por sorpresa en los altos de Montmartre para apoderarse
de la artillería de la Guardia Nacional. La rápida insurrección del pueblo
parisino impide esta tentativa y desde ese momento la Guardia Nacional es de
hecho la dueña de París. A subrayar que los choques con el ejército no son en
esta ocasión particularmente cruentos, ya que la gran mayoría de los soldados
frente a los obreros parisinos deserta y fraterniza con los guardias
nacionales. Solo los generales Thomas y Lecomte, odiados por su papel en la
represión de los anteriores movimientos populares, son conducidos a Montmartre
y fusilados. Desde este punto de vista, Benoît Malon atestigua cuál sería la
concepción del uso de la violencia y de
los fusilamientos en este Comité: “Nunca firmamos una sentencia de muerte;
nunca la Guardia Nacional participó en la ejecución de un delito”.
El
primer gesto del Comité Central en este momento es convocar elecciones al
Consejo de la Comuna para transferir el poder a los representantes elegidos por
el pueblo de París. Una de las críticas dirigidas a posteriori a la Comuna se
refiere a su comportamiento un poco “tímido” en los primeros días, pues en vez
de perseguir al enemigo en fuga desordenada hacia Versalles, se concentró en la
propia organización. Malon justifica esto por la fuerte componente de
espontaneidad del movimiento: “Era la clase obrera, sin guías y sin jefes
reconocidos, la que había llegado al poder. Inexperta y generosa, no veía la situación
en su terrible realidad. No pensaba que esos viles agresores, tras haber huido
y haber sido vapuleados en su intento de guerra civil, volverían a la carga y
buscarían, a precio de ríos de sangre, dominar París.
Se saludaba a la aurora de un mundo nuevo sin
darse cuenta de que en el horizonte se acumulaban tempestades”. Están muy
presentes los fantasmas históricos paralelos entre 1789, 1848 y 1871: si a la
Revolución siguieron el Terror y el Imperio, y al 48 el golpe de Estado de Napoleón
III, ahora el presagio era que en ausencia de una radicalización revolucionaria
del movimiento se produciría ahora también una oleada reaccionaria sangrienta.
El 25 de marzo de 1871 las elecciones sirven para nombrar 90
consejeros en representación de los 20 distritos. Entre ellos, aparte de un
porcentaje de moderados que se retiran casi enseguida, se constituyen tres
grupos, formados por blanquistas, jacobinos y miembros de la Internacional que,
con la aquiescencia del propio Engels son definidos como anarquistas. En
realidad, se trata de un conglomerado un poco complejo, pero es indudable que
la influencia de Proudhon, considerado como el padre espiritual del anarquismo
francófono, ha sido determinante. Lo primero que hemos de subrayar es que en
este momento en París los marxistas del Consejo General literalmente no tienen
a nadie, ya que los internacionalistas locales tienen todos, posiciones libertarias
y federalistas.
Entre tanto, la Comuna, que en su
Declaración al pueblo francés del 19 de abril habla explícitamente de
revolución, se concentra en una serie de realizaciones, entre ellas la
corrección de los decretos con los que el gobierno ha llevado a la población
parisina a la exasperación, como la conocida Ley de Vencimientos, que cancela
la prórroga del pago de alquileres y de las deudas congeladas durante la
guerra, arrojando a la desesperación no solo al proletariado sino también a gran
parte de la pequeña burguesía. Se restaura el sueldo de la Guardia Nacional y
las pensiones para las viudas y huérfanos de sus componentes. La Comuna dispone
de poquísimo dinero, situación agravada por el hecho de que no se ha querido
apoderar, como muchos hubieran deseado, del Banco de Francia. Se restaura la libertad de prensa, que
había sido suspendida por enésima vez; se promulga una amnistía y se abolen los
consejos de guerra; se prohíbe el desahucio; se prohíbe el trabajo nocturno en
las tahonas y se controlan los precios del mercado. Desde el punto de vista de
la educación, se fomenta la formación profesional y se expulsa a los curas y
monjas de las escuelas y hospitales. El clero ve cómo se confiscan formalmente
sus bienes, pero es preciso subrayar, en honor de la idea libertaria de
revolución que caracteriza esta experiencia, que nadie prohíbe el culto, así
como la libertad de expresión, que se aplica incluso para los enemigos de la
Comuna. El 1 de abril también queda abolido el título de capitán general, precisamente
para evitar que surja un nuevo Napoleón o un nuevo Robespierre.
En las iglesias abandonadas
encuentran su sede muchos de los clubs, expresión del clima de renovado debate
ciudadano, que se constituyen en cada barrio, están compuestos mayoritariamente
por obreros de oficio y toman posiciones a menudo más radicales respecto a las
que toma oficialmente la Comuna. En este ámbito son muy activas también las
mujeres, que no solo combaten por la defensa de París, sino que están en
primera línea implicadas en construir la nueva
sociedad, como atestiguan las memorias de la más célebre anarquista
francesa, Louisa Michel.
Una de estas iniciativas es un
proyecto, que ha tenido poco tiempo para concretarse, de constituir cooperativas
de producción. La Comuna también es activa en el ámbito cultural, encargando
los museos al pintor Gustave Courbet y la Biblioteca Nacional de Francia a Élie
Reclus. Un anarquista director de la Biblioteca Nacional. En la jornada del 21 de
mayo, describió así la situación: “Es la más seria realización de la anarquía
que un utopista haya podido jamás imaginar. Legalmente no tenemos gobierno, ni
policías, ni magistrados, ni procesos, ni agentes judicia; los propietarios
huyen en masa abandonando los inmuebles a los inquilinos, ya no hay soldados ni
generales”. Reclus subraya que los ciudadanos de París, durante la Comuna, se
sienten “los ciudadanos del mundo. Hablan en nombre de una Comuna, pero su
Comuna procede de un ideal de Federación Universal.
La
conflagración
Tras poco más de una semana, desde
el 18 de marzo, los adversarios de la Comuna se organizan militarmente, y ésta
es la señal que lanza a la Guardia Nacional al contra ataque el 3 de abril. Tres
columnas se mueven en dirección a Versalles pero encuentran un ejército
demasiado bien organizado como para ser derrotado en campo abierto. La guerra
en este momento se convierte en defensiva por parte de la Comuna, mientras
tanto, algunas iniciativas en provincias intentan romper el aislamiento del
París revolucionario respecto al resto de Francia, netamente más conservadora:
“Desde entonces, sin que hubiera un acuerdo previo, los obreros de las grandes
ciudades francesas, animados por un mismo pensamiento, se dijeron que no había
más que un medio de hacer frente al peligro: la iniciativa espontánea y libre
de cada ciudad, de cada comuna libre de las trabas que ponía a su acción el gobierno”.
Son Lyon y Marsella, una vez más, junto a centros más pequeños como
Saint-Étienne y Narbona, los que se alzarán y proclamarán comunas según el modelo
parisino; pero todo son intentos vencidos al poco tiempo, y la revolución de
París se encuentra casi aislada.
También desde el punto de vista
militar, la Comuna está defendida por la fuerte Guardia Nacional y por varios
miles de voluntarios extranjeros. La entrada de los versalleses en París, no
permite las posibilidades de organizar una contraofensiva según las tácticas
militares normales, y entre los militantes de la comuna, la consigna es volverse
cada uno a su barrio para organizar la defensa casa por casa. No se podía hacer
otra cosa. Comienza así la que ha pasado tristemente a la Historia como semana
sangrienta del 21 al 28 de mayo, cuando el pueblo de París se defendió
literalmente casa por casa, pero el número de bajas nadie ha podido
establecerlo con precisión. Los testimonios de los supervivientes son unánimes
al describir la ferocidad de la soldadesca versallesa lanzada a la masacre
indiscriminada de hombres, mujeres, ancianos y niños. El uso del terror por
parte del ejército de Thiers fue sistemático, y si se valorara con criterios actuales
se condenaría sin duda como “crimen contra la humanidad”.
La Comuna representa un hito para el
movimiento obrero en general y sobre todo para el anarquista en particular, ya
que clarifica definitivamente una serie de argumentos.
Muchas cuestiones de táctica y de
estrategia se clarifican en confrontación con los marxistas. El hecho de que la
Comuna no organizara una ofensiva en los primeros días y que no tomara el Banco
de Francia ha sido presentado a menudo
como una crítica marxista a los “proudhonianos”. Esto no es correcto, ya que
este tipo de críticas se pueden encontrar también en los escritos de Bakunin y
de Élisée Reclus. La diferencia está en la valoración de la idea de federalismo
comunalista y por ello antiestatal asumida por los anarquistas, que los
marxistas, ya encaminados hacia la conquista del Estado a través de la lucha
política, parecen no llegar a comprender, limitándose a sostener que la clase
obrera ha perdido por no haber tomado un partido (obviamente el suyo) que la
dirigiese.
También estas vicisitudes
contribuyen a la clarificación que en 1872 lleva a la Internacional federalista
y antiautoritaria a la separación del Consejo General. Sostiene Guillaume que
“mientras que cada uno de los miembros de las secciones de las montañas [Jura
suizo] solo vivía para la vida de los heroicos parisinos, mientras que los
hombres de acción en la Internacional concentraban toda su actividad y las
fuerzas de su inteligencia en un solo objetivo, acudir en ayuda de la Comuna de
París, Marx y sus seguidores sólo pensaban en servirse de las peripecias de ese
drama gigantesco para la realización de sus cálculos. Pero, una vez proclamada
la Comuna es clara su naturaleza, “la revolución de París es
Federalista.
El federalismo, en el sentido que le da la Comuna de París, y que le dio hace muchos
años el gran socialista Proudhon, que fue el primero en exponer científicamente
la teoría, la federación, es ante todo la negación de la nación y del Estado”
Otros anarquistas como Kropotkin
subrayan la espontaneidad del movimiento de la Comuna; Bakunin valora mucho el trabajo
de propaganda y organización desarrollado por las secciones de la
Internacional: “Si la Comuna de París se
mantiene hoy valientemente, es porque durante todo el asedio los obreros se han
organizado con seriedad. No sin razón los periódicos burgueses acusan a la
Internacional de haber producido ese magnífico levantamiento de París. Sí, digámoslo
con orgullo, son nuestros hermanos los internacionales los que, con su trabajo
perseverante, han organizado al pueblo de París y han hecho posible la Comuna. Por
ello hace un llamamiento a la unión de los proletarios de París y de provincias
como única solución a la crisis: “Vosotros, los obreros, solidariamente unidos
con vuestros hermanos los trabajadores del mundo entero, heredáis hoy la gran
misión de la emancipación de la humanidad.
La Comuna de París ha durado demasiado
poco tiempo, y se ha visto demasiado obstaculizada en su desarrollo interior
por la lucha mortal que ha tenido que sostener contra la reacción del gobierno
de Versalles, para poder elaborar teóricamente, y menos aún aplicar, su
programa socialista. Haría observar a algunos teóricos severos de la
emancipación del proletariado, que son injustos con nuestros hermanos de París:
porque, entre las teorías más justas y su puesta en práctica, hay una distancia
inmensa que no se franquea en unos pocos días”. La última diferencia respecto a
los severos teóricos es que los anarquistas por lo menos estaban, y lo han
puesto en práctica.
Comentario de Louise Michel:
La
revolución comunal inaugura una nueva era de política experimental, positiva y
científica. Es el fin del viejo mundo gubernamental y clerical,
del militarismo, del funcionarismo, de la explotación, del agiotismo, de
los monopolios, de los privilegios a los cuales el proletariado debe su
servidumbre y la patria sus desgracias y sus desastres.
Notas: Resumen sobre la Comuna de París basado en
trabajos y comentarios de autores como:
Federico Ferretti, Elíe Reclus, M. Bakunin, Karl Marx, Piotr Kropotkin, J.
Guillaume, B. Malon,
Élisée
Reclus, A. Fierro, Louise Michel y otros.
Anexo informativo:
LAS CINCO
REPÚBLICAS DE FRANCIA
"Cinco Repúblicas Francesas" son las diferentes etapas en la
vida de Francia en que el gobierno republicano ha alternando con otros tipos de
gobierno, como monarquías reales o imperiales.
En 1792, la caída de Luis XVI
marcó el fin de la monarquía y fue proclamada la Primera República
Francesa. La República duró un total de doce años, hasta el establecimiento del
Primer Imperio Francés por parte de Napoleón Bonaparte en 1804.
La Segunda República Francesa fue el régimen político republicano instaurado en
Francia durante el periodo comprendido entre el 25 de febrero de 1848 y el 2 de
diciembre de 1852. Pese a su brevedad, se produjeron grandes reformas, que
llevarían a implantar el sufragio universal masculino, así como la abolición
definitiva de la esclavitud.
La Tercera República Francesa
de 1870 al 10 de julio de 1940, cubre los gobiernos que rigieron Francia desde
el fin del Segundo Imperio Francés hasta el establecimiento de la República de
Vichy. Fue una democracia parlamentaria, que empezó el 4 de septiembre de 1870
al ser preso Napoleón III durante la Guerra Franco-Prusiana.
La Cuarta República Francesa se desarrolló en Francia entre 1946 y 1958. En
muchos sentidos fue una reedición de la Tercera República, que existió antes de
la Segunda Guerra Mundial y padeció muchos de los mismos problemas, como la
breve duración de los gobiernos, que complicó el desarrollo de políticas
públicas. Francia adoptó la Constitución de la IV República el 13 de octubre de
1946.
La Quinta República Francesa
es el régimen republicano en vigor en Francia desde el 5 de octubre de 1958
hasta hoy.
CNT-AIT Puerto Real - Biblioteca
Anarquista “José Luis García Rúa”
Febrero 2018
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