El oscuro cimiento del chalé de
Varela
Hace ochenta años, el 15 de
febrero de 1938, José María Pemán alentaba a los vecinos de Cádiz a colaborar
en la suscripción promovida por el Ayuntamiento para regalarle al general
Varela una residencia de verano. A Varela, argumentaba Pemán en un artículo, le
debían los gaditanos "seguir teniendo iglesias en lugar de sinagogas;
mujeres en lugar de rameras; hijos en vez de reses numeradas en un rebaño
estatal". Se trataba, pues, de honrar a Varela, de pagarle "una deuda
de gratitud total". Los donativos fueron llegando a lo largo de ese año. Y
así quedó anotado en la historia local: en la memoria colectiva de la ciudad
hay un chalé junto a la Avenida costeado con una suscripción popular
voluntaria. Pero la realidad fue muy distinta. Y en 1938, en plena Guerra
Civil, nadie consideró necesario ocultarla.
La idea de "construir un
chalé y ofrecérselo al ilustre general como residencia veraniega" surgió
en octubre de 1937 al hilo de un homenaje que por entonces le hizo al militar
la ciudad de Segovia. Las crónicas dicen que fue el alcalde de Cádiz, Juan de
Dios Molina, quien lanzó la propuesta. Fue inmediatamente acogida con
entusiasmo por los otros miembros de la Gestora Municipal (el gobierno local
entonces). Una idea "excelente", "justísima", le dijeron al
señor alcalde. Un mes después llegó el visto bueno de las autoridades
superiores: el gobernador civil autorizaba una "suscripción
voluntaria" para que cuantos vecinos lo deseasen pudiesen participar en el
homenaje al bilaureado general.
"A él le debemos seguir teniendo iglesias y mujeres en lugar de
sinagogas y rameras"Incluso el personal doméstico: todos debían dar una
cantidad "por pequeña que sea"Aviso a los reticentes: el Ayuntamiento
recibiría la lista de vecinos que no entregasen donativo
Había varias suscripciones en marcha en esas
fechas triunfales: para un monumento al fallecido general Mola, para el
Ejército... Además de otras cuestaciones y tasas especiales para auxiliar a
"las ciudades liberadas". De ahí que Pemán se encargase de precisar
en su artículo que la destinada al general Varela no era "una suscripción
más". Al Ejército, que en Cádiz toma la cara sonriente del general Varela,
decía Pemán, le debemos seguir siendo "hombres libres y civilizados".
"Contemplad la paz, la alegría, la abundancia de este pueblo luminoso;
recorred sus calles, entrad en sus tiendas, mirad a vuestras mujeres, acariciad
a vuestros hijos, contemplad vuestras iglesias; y sólo entonces, después de
esto, cuando tengáis el corazón transido de emoción y justicia, tomad la pluma
y escribid vuestra cuota en las listas del homenaje al General Varela".
A finales de marzo, el periódico
publicó la primera relación de donantes. La comisión encargada de recoger las
aportaciones anunció entonces que seguiría trabajando con todo entusiasmo para
que la cifra alcanzada fuese "testimonio patente de la gratitud de Cádiz
hacia su heroico salvador". Pero no debían ir tan rodadas las cosas:
"Reiteramos una vez más", advertían los recaudadores, que "todos
sin excepción alguna deben contribuir en la medida de sus fuerzas".
Esa primera lista la encabezaba
la Diputación de Cádiz con 25.000 pesetas. Don Miguel Martínez de Pinillos, en
segundo lugar, aportaba 10.000 pesetas; le seguían, con 5.000, don Juan Molina
y don Álvaro Picardo y señora. La relación, con 27 donantes, la cerraba con
1.000 pesetas Arturo Redondo Bermejo. Sumaban entre todos 101.500 pesetas.
Como para animar al personal a
retratarse por emulación, ese mismo día la prensa publicaba que La Coruña había
comprado una finca en un bellísimo paraje y que "el pueblo coruñés"
se la había regalado al Generalísimo Franco. Era un palacio, una antigua
mansión señorial restaurada por la condesa de Pardo Bazán: el Pazo de Meirás.
Pero pasaban los días y el
entusiasmo de los organizadores de la suscripción para el chalé de Varela no
acababa de calar entre el vecindario. Lo que no era extraño. En la ciudad, unos
consideraban al militar un salvador y podían aclamarlo como tal, pero otros
tenían prohibido expresar lo que opinaban. Además, muchas familias lloraban aún
a las recientes víctimas de la represión desatada tras el golpe de julio del
36, que en Cádiz había encabezado Varela. Bien lo sabían en el Ayuntamiento. De
modo que a mediados de abril del 38 se produjo un cambio significativo en la
manera de recaudar dinero.
Por lo pronto, la Sociedad Gaditana
de Fomento recibió el encargo de organizar la recaudación. Enseguida fueron
nombradas varias comisiones y a cada una le fue asignado un sector de la
ciudad. El nuevo plan quedó explicado en Diario de Cádiz: "Esas comisiones
no sólo recorrerán los comercios e industrias, sino que irán casa por casa y
piso por piso recabando el donativo personal, repetimos que de todos los
vecinos, incluso del personal doméstico, por pequeña que sea la cantidad, pues
es deber inexcusable de todos demostrar la gratitud que nuestra ciudad debe a
uno de sus salvadores".
"La comisión",
continuaba la noticia, "irá provista de un talonario de recibos que irá
extendiendo con arreglo al donativo que se le entregue por cada vecino, puesto
que lo que se persigue es que el homenaje sea de todos los gaditanos sin
excepción alguna".
Por si a alguien no le quedaba
bien claro con lo anterior qué tipo de suscripción popular voluntaria era
aquella, un tercer párrafo despejaba dudas y vacilaciones: "Pudiera darse
el caso de que alguien al ser visitado por la comisión de su sector diera
cuenta de que ya había hecho el donativo en alguna otra parte o entidad, en
cuyo caso se le rogará exprese en qué lugar ha hecho el donativo para llevar la
debida comprobación en un índice alfabético una vez comprobado".
Hay tres informaciones de ese mes
de abril de 1938 que ilustran acerca del ambiente que vivía entonces la ciudad
que recibía ese mensaje, ese recordatorio de que era un "deber
inexcusable" colaborar al contado. Una noticia, en un breve titulado
Unarojilla, relataba que había sido detenida "la individua Josefa Benítez
Sánchez de la Campa, domiciliada en el número 12 de la calle Fernández Shaw,
por permitirse hacer manifestaciones en contra del Glorioso Movimiento
Nacional". Otra información indicaba que los miembros del Partido
Nacionalsocialista alemán en Cádiz habían festejado el cumpleaños de Hitler en
el domicilio de su jefe local, don Adolfo Sifferle, "quien elogió la
figura del Fuhrer y su gran obra". La tercera noticia mencionaba que Manuel
de la Corte García había sido detenido en la calle Duque de la Victoria por
recoger puntas de cigarros de los establecimientos allí enclavados. Molestaba a
los clientes.
Iniciada la recogida de fondos a
domicilio, pocos días después los recaudadores se mostraban satisfechos:
"Como era de esperar, la recaudación es importante y nadie absolutamente
de cuantos hasta ahora han sido visitados ha negado su aportación, como han de
hacer todos los que se precien de buenos gaditanos".
En los meses siguientes continuaron
apareciendo en la prensa listas de donantes. El 13 de agosto, por ejemplo, fue
publicada la relación número 32. Eran 14 donantes que aportaban desde 1 peseta
a 500. La suscripción había recaudado hasta entonces 196.444,27 pesetas. Pero
el fervor no crecía lo suficiente: seis días después, una de las comisiones
recaudadoras publicó un aviso. Iba dirigido a los vecinos de 29 calles (Orozco,
Fernán Caballero, Vea Murguía, Bendición de Dios...) que no habían entregado
aún su donativo.
Deben enviarlo, señalaba el
aviso, antes del 4 de septiembre a las oficinas del sector número 7, ya que las
listas de donantes quedarán definitivamente cerradas el día 6 y entonces serán
publicados en la prensa los nombres de los que han contribuido. Después,
anunciaba la nota, la comisión entregará en la Depositaría del Ayuntamiento
"el importe de lo recaudado juntamente con la relación de los que en el
día del cierre no hayan enviado sus donativos". Otra advertencia a los
reticentes.
A finales de agosto, el alcalde
presidió una reunión de la comisión organizadora del homenaje, que examinó el
proyecto de chalé presentado por el arquitecto de la Armada don Casto Fernández
Shaw. Antes del 30, la comisión esperaba recibir los demás proyectos de los
arquitectos que se habían ofrecido. Entonces se los enviarían al general para
que eligiese uno e introdujese las modificaciones que considerase procedentes.
Un céntrico establecimiento exhibiría los proyectos para que los admirase el
vecindario.
Los reunidos tomaron nota de que
don Juan de Arizón y otros ilustres jerezanos se disponían a crear una comisión
para colaborar con la suscripción. Acordaron informarles sobre el sistema para
recaudar fondos seguido en Cádiz, donde, explica la noticia, el vecindario
colaboraba con gran entusiasmo. San Fernando prefería en cambio hacer su propio
homenaje a Varela. La idea allí era erigir un monumento en una plaza pública;
en la plaza del Ejército o en la de la Iglesia. El Ayuntamiento también
recaudaba donativos entre los vecinos.
Todo transcurrió en orden a
partir de entonces. A principios de septiembre llegó a Cádiz Daniel Arraiza,
nuevo gobernador civil. Les dijo a los periodistas que tenía un lema: hablar
poco y hacer mucho. Les explicó también que Alemania tenía su hombre, Hitler,
que Italia tenía a su Duce, Benito Mussolini, y que España tenía la figura
excelsa de su Generalísimo Franco. Tres días después se publicaba una nueva
relación de donantes para el chalé de Varela. La encabezaban los empleados y
obreros de los Astilleros de Cádiz con una aportación total de 509,35 pesetas.
Lo recaudado hasta entonces sumaba 202.317,67 pesetas.
Pasó el tiempo. El chalé fue
construido finalmente bajo la dirección técnica (gratuita) del arquitecto
Manuel Fernández Pujol. El historiador Jesús Núñez ha contado en este periódico
que el edificio fue levantado sobre una huerta que Varela le compró al
Ayuntamiento de Cádiz por 27.965 pesetas. Ese terreno había sido adquirido
previamente por el Ayuntamiento a la Fundación de Escuelas de Soto de Cameros,
que lo vendía por 154.524 pesetas, según consta en una noticia de agosto de
1938, cuando la Gestora Municipal acordó comprarlo. La diferencia de precio es
notable. Quizá el Ayuntamiento le compró a la fundación un terreno de mayor
superficie que el destinado al chalé. O bien hubo un regateo y obtuvo un mejor
precio que el de partida. En todo caso, según Núñez, como el solar no era
suficientemente grande para el proyecto, Varela compró después, en 1943, otras
dos parcelas colindantes. Se las vendió Fidel González de Peredo.
En junio de 1946, una comisión
presidida por el alcalde de Cádiz viajó a Tetuán para hacerle a Varela la
entrega simbólica del chalé. El militar, ex ministro del Ejército, era entonces
el alto comisario del Protectorado español de Marruecos. A partir de ese
momento, la historia local anotó que el regalo había sido costeado con una
suscripción popular, de esas que se entiende que son voluntarias. Bien lo
dejaron dicho los recaudadores: "nadie absolutamente" de cuantos
fueron visitados en sus casas negó su aportación.
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