UNA VISION DE LAS COLECTIVIDADES
En julio de 1936, una parte de
los militares de la II República deciden dar un golpe de Estado con la
intención de frenar cualquier inquietud revolucionaria del pueblo. La reacción
de los trabajadores no se hizo esperar y se enfrentaron a los militares allá
donde pudieron conseguir armas para hacerles frente, mientras que el Gobierno
republicano se negó a suministrarles esas armas por miedo a la misma revolución
que querían parar los militares. Las capas populares no cejaron en su intención
de acabar con la insurrección militar y, pasando por encima de las órdenes
gubernamentales, asaltarán cuarteles y conseguirán acabar con la militarada en
innumerables ciudades españolas.
A partir de ese momento el control pasa a
manos de los que han conseguido liberar de la militarada a la población y se va
ha iniciar un proceso de guerra y de iniciativas revolucionarias que no estaban
previstas para ese momento.
El análisis y estudio del proceso
revolucionario en la España de 1936 a 1939 se ha convertido en una
superposición de tópicos típicos que lo han circunscrito a la simplicidad por
no querer hacer uso de la empatía con los protagonistas del movimiento
revolucionario de aquel momento.
Unas veces por la inquina ideológica de
quienes fueron adversarios acérrimos de un proceso de transformación social que
superaba cualquier otro iniciado en el mundo. Otras por el inmovilismo que
representaba haber alcanzado una democracia que se demostró insuficiente para
una gran parte de la población.
Estos análisis han querido representar como un
fracaso y una quimera todo este proceso, pero poco o casi nada han hablado o
escrito de la tremenda oposición emanada desde los grupos políticos e
inmovilistas contra las realizaciones revolucionarias que se estaban
produciendo y que era algo muy necesario para mantener implicados a los
desheredados del sistema en una lucha contra el fascismo mientras transformaban
las estructuras sociales. Todo lo que les llevaba hacia la libertad deseada y
la propiedad de los medios de producción que les había estado negada hasta ese
momento.
En España siempre se había negado el acceso a
la propiedad a aquellos que habían sido la mano de obra, los no privilegiados.
Lo fue en el momento de las desamortizaciones, cuando no se produjo una
verdadera revolución agraria sino que lo único que supuso fue un cambio de
manos de la propiedad entre aquellos que tenían el dinero suficiente para poder
acceder a ella. Lo será durante la Segunda República, con la famosa Reforma
Agraria, cuando no se llegó a empezar el proceso de reparto de las tierras
entre los colonos y campesinos que se pretendía.
Llegado el momento de hacer frente al golpe
militar, en julio de 1936, las capas populares serán la fuerza necesaria e
imprescindible para hacerlo; momento en que, ante la falta de acción del
Gobierno de la República, se aprovechará para desarrollar las iniciativas
revolucionarias que transformarán la sociedad burguesa en una sociedad basada
en los principios generales del comunismo libertario.
Era una revolución que no encajaba en la
mentalidad de los partidos republicanos, una sociedad que iba mucho más allá de
lo que se planteaban los socialistas y que acababa con las posibilidades de
realizar una revolución bolchevique que diera como resultado la dictadura
comunista del proletariado.
Ante esta situación, la lucha a la que se
enfrentan las masas trabajadoras del país es en varios frentes y aunque, en
muchos casos la unidad obrera UGT-CNT será una realidad, en otros, donde no se
daba, se intentaría relegar la fuerza de los anarquistas por la imposición de
los dirigentes políticos para que hubiese representación de los dos sindicatos
aunque se tuviese que hacer por la fuerza de las armas.
Antecedentes
Aunque en el Congreso de Zaragoza, de mayo de
1936, la CNT elaboró su posición con respecto a la Reforma Agraria y su
Concepto Confederal del Comunismo Libertario, como guía del proceso
revolucionario, no se tenía nada claro que la mayoría de la población estuviese
suficientemente preparada para iniciar una transformación económica que acabara
con la explotación que sufrían los trabajadores españoles.
No hay que olvidar el planteamiento salido del
Congreso de Zaragoza con respecto a la famosa Reforma Agraria; hablaba de la
explotación directa y colectiva por parte de los Sindicatos de Campesinos de
todas las tierras comunales, de todas las tierras que estuviesen
insuficientemente cultivadas y la expropiación de todas aquellas propiedades
mayores de 50 hectáreas. Para conseguir la aceptación por el campesinado de la
colectivización se plantean un plan de propaganda que les acerque hacia los
postulados colectivistas.
Estaba claro que, en ese momento, los miembros
de la CNT no veían nada claro que los campesinos pudiesen abrazar sus
planteamientos sin un adecuado plan de propaganda en el que se les explicasen
los fundamentos del colectivismo y lo beneficioso que podía ser para todos.
En sus objetivos son mucho más ambiciosos y
plantean el colectivismo como una forma de educar a los trabajadores del campo
en "hábitos de solidaridad colectiva que los disponga y capacite, sin
reservas y en interés propio, para la implantación de un régimen comunista
libertario".
Este dictamen quedaría completado con el
Concepto Confederal del Comunismo Libertario en el que sí se establecen las
formas organizativas de la nueva sociedad, así como el funcionamiento interno
de las comunas.
Por todo ello no es difícil concluir que los
anarquistas, poco dados a leyes y normativas, con esto tenían suficiente para
poder hacer frente a las situaciones que se pudiesen producir; los hechos nos
demostrarán que las situaciones no serán tan sencillas y que en muchos casos la
falta de preparación de los campesinos, que ellos ya preveían, y la oposición,
esperable, de los instituciones estatales y de los partidos dificultará el
funcionamiento de las colectividades y su estructuración.
La revolución como alternativa al
caos guerrero
Los anarquistas van a tener, sobre todo, una
preocupación obsesiva por una organización solidaria de abajo a arriba; la
contraposición entre Revolución y Estado y la diferenciación entre
"colectividades agrarias" (interesadas en la explotación colectiva de
la tierra) y los pueblos en comunismo libertario (donde se haya realizado la
"esperada revolución social" capaz de controlar el poder municipal,
dirigir la incautación de toda la riqueza y organizar la colectivización total
conforme a los principios anarquistas).
La lucha contra aquellos que pretenden
garantizar la continuidad del régimen republicano será una grave dificultad en
el proceso revolucionario iniciado como respuesta al levantamiento militar.
Desde el momento que inician el proceso
revolucionario ven que sus planteamientos colectivistas se ponen en marcha de
forma poco organizada y más voluntariosa que consecuente.
La CNT ante esta situación, durante los años
1936 y 1937, iría perfilando su política agraria y la fisonomía que debían
tener sus colectividades. Poco a poco los libertarios irán adaptando sus
acuerdos y sus planteamientos a las circunstancias y llegarían a crear un tipo
de organización colectivista adaptada a la legalidad republicana y que se
conoció como Colectividad Cooperativa Confederal de Trabajadores Campesinos.
Estas colectividades adoptarían unos mismos estatutos que les facilitarían la
legalización por parte del Gobierno, pero esto sucedería ya a mediados del año
1937, antes las colectividades se fueron formando y rigiéndose por sus propios
estatutos, los de las "bases" del sindicato con respecto al trabajo
colectivo, a la propiedad y a la sociedad que pretendían conseguir.
Cómo solía ser la colectividad
campesina
Cabe reseñar las diferencias entre la
colectivización según el anarquismo y el marxismo, esto nos puede servir para
entender las diferencias morales y éticas entre dos formas de pensamiento que
preconizan su lucha contra el capitalismo explotador.
El colectivismo inspirado en las teorías
marxistas es el sistema económico socialista de los tiempos modernos, que
consiste en hacer de la propiedad colectiva todos los elementos de la
producción, distribuyendo la riqueza social entre los trabajadores a proporción
del trabajo que realizan o bien del servicio que prestan.
El colectivismo inspirado en las teorías
libertarías, en cambio, es un sistema económico social que consiste en hacer de
la propiedad colectiva todos los elementos de la producción, distribuyendo los
beneficios de la riqueza social, teniendo en cuenta las necesidades
individuales de cada uno y no su capacidad de trabajo intelectual o manual.
Si analizamos las dos visiones podremos ver, a
simple vista, que los marxistas reparten la riqueza siguiendo una óptica de
ganancias capitalista y que el anarquismo hace ese reparto siguiendo una óptica
de supervivencia humana.
Fue esta visión la que alimentaba la filosofía
de las colectividades anarquistas donde quien se afiliaba a la colectividad
entraba a formar parte de ésta con todas sus pertenencias, que las ponía en el
fondo común de la colectividad. Si alguno quería retirarse, por norma general podía
llevarse aquello que aportó en el momento de su ingreso y que constaba en el
libro de registro de la colectividad.
Podemos afirmar que los colectivistas de la
CNT no eran únicamente jornaleros sino que tenían también posesiones rústicas,
por lo que no podemos hablar de luchas entre propietarios y no propietarios,
pero sí entre dos visiones diferentes de la nueva sociedad: aquellos que
pretendían conservar su propiedad privada e incluso aumentarla y los que
pretendían poner en común sus propiedades más las incautadas para beneficio de
todos los colectivistas, e incluso de aquellos sectores sociales que no tenían
ninguna forma de tener ingresos, como eran los viejos, huérfanos e inválidos de
sus poblaciones.
La colectividad garantizaba a todos sus miembros
el consumo, los servicios, la enseñanza, los servicios médicos y sanitarios que
se necesiten y la creación de becas para que pudieran cursar cualquier carrera
o profesión especial siempre que demostrasen aptitudes; en caso de
fallecimiento o movilización del colectivista se le asignaría a la viuda y sus
hijos menores la cantidad necesaria para su manutención y necesidades. Además
de todo esto, cualquier miembro de la colectividad puede participar en cargos
directivos siempre que sea considerado competente; para poder disfrutar de todo
ello se facilitaría a los componentes un carné de consumidor y una cartilla de
trabajo y profesión.
En cuanto a su organización se dotarían de
tres secciones que serían: la rústica, la urbana y la comercial-industrial.
Una de las mayores aspiraciones era la
desaparición del salario, y para ello cada colectivista, a veces, tenía derecho
a una serie de productos y a una "retribución" familiar.
Cuando hablamos de las colectividades agrarias
no podemos dejar de hacer referencia al tipo de salario que se impuso
prácticamente en todas, nos referimos al salario familiar.
Está claro que para los miembros de la CNT de
1936, incluidos los anarquistas, la familia una vez hecha la revolución y
cambiado el régimen social no era ningún estorbo. Por tanto, no es difícil
concluir que cuando se ponen a estudiar un sistema de remuneración salarial que
acabe con las desigualdades, se decidan por el jornal familiar, ya que en una
sociedad que se sigue rigiendo por la institución familiar, preconizar el
salario único que sería el defendido por el anarquismo, en caso de que
persistiera el asalariamiento, se convertiría en un salario injusto puesto que
la aportación económica que entraría en una familia de cinco miembros, donde
todos trabajasen, sería superior a otras donde sólo trabajasen dos o tres; por
lo tanto se volverían a producir desigualdades sociales debido a la acumulación
de capitales.
Cuando los revolucionarios se dieron cuenta de
la imposibilidad, en ese momento, de la abolición del dinero y de que el
salario único (o igual) era injusto, siguiendo su máxima "a cada uno según
sus necesidades" se deciden por el salario familiar, que evitaría las
desigualdades e injusticias que suponía el asalariamiento.
En esta línea se manifestará el Pleno Regional
de Sindicatos de Levante en noviembre de 1936 cuando apruebe la implantación
del salario familiar, tomaría como base al individuo como consumidor sin
distinción alguna de raza, profesión o sexo; se establecería un carné familiar
en el que constarían los miembros de la familia y sus edades, controlado por
los sindicatos y avalado por el Consejo Local de Economía; el salario lo
establecerían los Consejos de Economía con arreglo a los precios de los
artículos de consumo; la base del salario familiar será señalada con arreglo a
las necesidades de un individuo que debe ser cabeza de familia, y previo este
señalamiento, será aumentado el salario en un 50 por cien por ser el primer
familiar que tenga más de 16 años y en el 25 por cien por cada familiar mayor
de dicha edad; y en un 25 por cien por el primer familiar menor de 16 años; y
en un 15 por cien por cada familiar menor de dicha edad.
El salario familiar no fue una peculiaridad
del campo valenciano, fue generalizado en todas las colectividades agrarias de
carácter libertario y en algunas mixtas (CNT-UGT), en la zona Centro podemos
seguir su desarrollo en la diferentes crónicas que se publicaron en el
periódico Campo Libre, donde hablando de la Colectividad de Tielmes de Tajuña
se dice: "Este salario familiar da origen a cosas tan naturales, curiosas
para unos y extrañas para otros, como la de que el responsable del economato
gane la mitad que el dependiente, y el 'mandamás' del garaje, un tercio que el
chófer. Y hasta que alguien que trabaja para fuera, como el veterinario mismo y
un pastor, reintegren a la caja común el exceso de lo que ganan sobre lo que
como colectivizados les corresponde".
Organización supralocal: el CLUEA
De los campesinos naranjeros sólo una pequeña
parte estaban organizados en el CLUEA (Consejo Levantino Unificado de la
Exportación Agrícola), que estaba controlado por la UGT y la CNT. La mayoría de
ellos, como integrantes de una clase media relativamente próspera, habían
pertenecido a la Derecha Regional Valenciana (católico-conservadora y
regionalista), ingresado, a finales de otoño de 1936, en la Federación
Provincial Campesina dirigida por el PCE.
Aunque el CLUEA nació con el objetivo de dar
vida a un tipo de economía basado en los postulados revolucionarios, sin embargo,
la coyuntura española se tradujo en la intervención gubernamental y en la
adaptación a los principios mercantilistas del resto de Europa.
En cuanto a su funcionamiento interno, el
primer problema fue a falta de dinero para la confección y entrega de bultos de
fruta.
Las dificultades por las que pasaban los
pueblos hacían que estos exigieran que el CLUEA, al que ya habían comenzado a
entregar su mercancía, les adelantase el importe de los materiales de
confección, aunque se conformaban en no cobrar el importe de la fruta hasta
después de haber revertido al Estado el importe de las divisas producidas, para
hacer frente a las necesidades de la guerra que mantenían contra los fascistas.
En cuanto a las funciones, este tenía que
ordenar a los Consejos Obreros de las casas incautadas e intervenidas mediante
la inmediata revisión de balance y estado demostrativo de la situación
económica, así como un inventario detallado de los materiales, enseres y
maquinaria que poseían. También ordenará a los Comités Locales que hagan lo
mismo en los Consejos Obreros de la localidad y remitir copia al CLUEA de estos
documentos. Por otra parte formará una estadística por pueblos que comprenden
la producción y el conjunto de la situación económica y disponibilidades de cada
uno. Juntamente con el CLUEF (Consejo Local Unificado de Exportación de Frutos)
determinaría, de acuerdo con los respectivos sindicatos, las cantidades a pagar
por transporte del almacén al puerto. Resolvería las diferencias, que se
produjeran entre los Comités Locales en sus relaciones. Dictaría las normas
generales por las cuales ha de regirse la exportación de frutas. Determinaría
el precio tipo a fijar en divisas de acuerdo a las necesidades de los mercados
consumidores para la mayor intensificación de la venta en firme. Tendría que
fijar de acuerdo con los organismos pertinentes los precios de materiales,
gastos de embarque, tarifas ferroviarias nacionales e internacionales, gastos
de Banca, etc. Además prohibiría la confección de frutas cuando por accidentes
atmosféricos se estimara oportuno, etc.
Los CLUEF en todos los pueblos con agricultura
exportadora los integrarían: un delegado de la CNT y uno de la UGT del Consejo
Local de Agricultura, otro de obreros prácticos de la recolección y un tercero
de Técnicos de la Exportación y Confección.
Los Consejos Locales de agricultura tenían los
siguientes cometidos: mandar relación de todos los productos agrícolas que se
cultivaran en el término municipal; relación y extensión de cada cultivo por
clases; indicar los cultivos que podrían introducirse para intensificar la
producción; informar del estado del término de aguas para riego y proyectos
para incrementar la zona regable y por último hacer una relación detallada e
inventariada de todas las fincas del término municipal clasificándolas como:
fincas rústicas y urbanas incautadas, intervenidas, de pequeños propietarios
controladas y para finalizar bienes comunales.
En el mar
Como nos informa el semanario Agitación del 8
de agosto de 1936, durante la primera semana de agosto de 1936 el Sindicato de
la Industria Pesquera de la CNT se hizo cargo del "pósito de pescadores
(…) Este casal había sido siempre guarida de pillos y usureros. Desde que se
inauguró, hasta la fecha, se han hecho en él los mayores negocios y chantajes a
costa de los pescadores. Ahora es propiedad del Sindicato. De él saldrá una
vida nueva para los sufridos trabajadores del mar".
Como vemos, el control de los medios para la
colectivización de la industria pesquera se había iniciado a los pocos días de
la sublevación militar.
Siguiendo las necesidades organizativas de
toda la industria pesquera se realizará un Pleno de Sindicatos de la Industria
Pesquera de la Región de Tramontana el 11 de octubre, indicando la importancia
del mismo para sentar las bases reales del proceso colectivizador que se estaba
dando en la industria pesquera y que se aprobaría y coordinaría con
posterioridad a ese pleno.
El trabajo era gestionado por el Sindicato de
la Industria Pesquera de la CNT y como primera medida decidió que los
pescadores percibirían el 60 por ciento de los ingresos, esto significaba un
incremento de un 20 por cien con respecto al momento anterior, mientras el otro
40 por ciento sería destinado para la construcción de nuevas embarcaciones y a
la compra de los útiles necesarios para poder faenar en la mar.
Desde ese día el trabajo se realizó en
colectividad, se permitió la entrada de los armadores: "quedando
seleccionados algunos de ellos, pero en vista de que no tenían otro medio de
vida, la asamblea general acordó darles entrada en la colectividad, unos van a
la mar como pescadores y otros como técnicos se les emplea en armar las artes
de pesca".
Las mujeres se empleaban, diariamente, como
remendadoras trabajando a jornal y con el turno de trabajo implantado (antes de
la colectivización este trabajo sólo lo podían realizar las hijas y familiares
de los armadores y en número de cinco o seis diariamente), también se
contrataban, de la misma forma, mujeres como arrieras para la venta de pescado
en los mercados.
Como vemos, la iniciativa de colectivizar, que
partió de los sindicatos locales, fue respaldada en un Pleno de la Regional de
la Industria Pesquera de Tramontana para asegurar la producción pesquera a la
población de todo el territorio libre del fascismo opresor, prueba de ello es
que los sindicatos de esta industria mandarán su producción a los frentes y a
Madrid, encontrándose, en más de una ocasión, que el pescado se encarecía de
forma desmesurada a su llegada a los mercados fuera del control obrero.
En la industria
En la mayor parte de las fábricas, durante los
primeros días de la revolución los trabajadores, simplemente, se adueñaron de
las que habían sido abandonadas y reanudaron la producción bajo el control de
ellos mismos.
En algunas fábricas todos los trabajadores
recibían un salario semanal fijo; en otras las ganancias o excedentes eran
repartidos entre todos, solución más equitativa que la de antes, cuando el
dueño del negocio se embolsaba los beneficios íntegros.
Tal medida no era compatible con el espíritu
de la revolución, que pretendía eliminar a patronos y accionistas y no aumentar
su número con una especie de capitalismo colectivo.
El Decreto de Colectivización, que se promulgó
en Cataluña el 24 de octubre de 1936, lo único que hizo fue legalizar una
situación creada por los trabajadores e impedir posteriores desarrollos de la
nueva economía revolucionaria en la industria.
Lo cierto es que las interferencias de los
Gobiernos central y autonómico consiguieron impedir que el experimento de la
colectivización de la industria se desarrollase hasta sus límites naturales.
Aun así hay bastantes pruebas para sostener
que, si hubieran tenido las manos libres, o sea, el control de las finanzas a
la vez que la gestión de las fábricas, los trabajadores de Cataluña, que
demostraron espíritu de iniciativa y de inventiva y un profundo sentido de la
responsabilidad social, podrían haber logrado frutos sorprendentes.
Podemos afirmar que sus éxitos en los
servicios de asistencia social, que no dependían tanto de las finanzas del
Gobierno ni de las materias primas y estaban más al cubierto de la extorsión
gubernamental, ha suscitado la admiración durante sus primeras fases.
Los trabajadores catalanes fueron capaces de
hacerse cargo de los ferrocarriles, de los transportes urbanos y suburbanos en
Barcelona y hacerlos funcionar con mayor eficiencia que antes. Además hicieron
funcionar con normalidad los servicios públicos como teléfonos, gas y
electricidad a las 48 horas de sofocar el levantamiento de Goded.
Hicieron funcionar las panaderías
colectivizadas mientras la harina no escaseó, al igual que los servicios
sanitarios y la asistencia social creados por los sindicatos en toda España.
Muchas industrias no llegaron a colectivizarse
pero establecieron un control obrero, de la CNT y la UGT, que garantizaba la
producción de las mismas en un periodo en el que, los antiguos propietarios, no
estaban por una colaboración leal con los gobernantes.
Además de la zona catalana, por todo el
territorio que estaba libre del fascismo se fueron constituyendo colectividades
industriales y socializando la industria para facilitar la producción y el
abastecimiento de los frentes tanto en alimentos como en material de guerra.
Son ejemplos destacados:
-La industria metalúrgica socializada de Alcoy
organizada en torno a la CNT y que fue capaz de organizar la producción de
armas y vehículos para la guerra y que funcionó desde el 18 de julio de 1936
hasta el 28 de marzo de 1939. Al empezar la socialización las industrias estaban
sin dinero y una semana antes de concluir la contienda entregaron a la
Delegación de Hacienda de Alicante 1 millón de pesetas en concepto de impuesto
de beneficios y teniendo un superávit en caja de 7 millones de pesetas. También
se colectivizo el sector textil que no paró de fabricar ropas y mantas para la
guerra y para la retaguardia.
-La colectivización creada por el Sindicato de
Industria del calzado de Elda y Petrel de la CNT y la UGT y que abasteció de
calzado a todo el territorio libre.
Tal como dice Vernon Richards:
"Los problemas que surgieron ante los trabajadores revolucionarios en la
industria eran más complejos que los que se presentaron a los campesinos.
Demasiados factores quedaban fuera de su control para que la revolución en la industria
fuese tan completa como en la tierra".
La colectivización tanto industrial como
agraria supuso una nueva forma de estructurar la producción y la sociedad que,
podemos concluir, en la mayoría de los casos estaba basada en la libertad de su
aceptación, por eso podemos decir que el intento inicial de cambiar el sistema
social y económico a través de la revolución libertaria, sobre todo, por culpa
de la guerra en marcha, se acabó convirtiendo en un sistema económico de guerra
más que en una nueva economía que diera paso a una estructuración social
diferente. En ello influyeron tanto la hostilidad gubernamental como las
carencias en materias primas de la mayoría de sectores productivos. Todo esto
supuso que de las colectividades libertarias se llegará a una economía mixta
donde cohabitaban la propiedad privada, la propiedad estatal y la propiedad
colectiva.
Los herederos de aquella historia debemos
aprender de ella, debemos tener una memoria histórica fresca y clara sobre todo
lo que sucedió en el pasado siglo XX, sin dejarnos aleccionar por la historia
oficial del sistema político-económico imperante.
Manuel Vicent
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