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lunes, 7 de agosto de 2017

DUODECIMO Y DECIMOTERCER FUSILAMIENTO - LIBRO TRIGO TRONZADO - La represion franquista en San Fernando (Cadiz)


LIBRO TRIGO TRONZADO (La represión franquista 1936 en San Fernando – Cádiz)

Autor: JOSE CASADO MONTADO

DUODECIMO Y DECIMOTERCER  FUSILAMIENTO

 

DUODÉCIMO  FUSILAMIENTO

Nadie contó los caídos, ni se averiguó quienes fueron, ni por qué causas murieron.

Y los que fueron testigos, callaron lo que supieron de terror enmudecidos.

Cerón

 

El día veinticuatro de septiembre de aquel año de desgracias, sacaron a ocho detenidos para ser fusilados, del  Penal de La Casería, seleccionados por el canalla Don Juan Prieto. Con las primeras claridades del día caerían acribillados en el muro sur de nuestro cementerio. Aquellos pobres trabajadores caídos en desgracia por culpa del golpe de Estado fueron los siguientes:

          Antonio José Bilbao Leal. Operario de la S.E. de C.N.

          Domingo José Bey. Natural de San Fernando. 40 años. Casado con Ana Torres López. Hijo de Domingo y Dolores. Ajustador de la S.E. de C.N.

          Andrés Revoredo Caravaca.

          Serapio Moreno Santiago. Maestro taller de la S.E. de C.N.

          Victoriano Manzanares García. Electricista. Natural de Madrid. 33 años. Casado con Antonia Varo Peña. Hijo de Venancia y Alejandra. Electricista de la S.E. de C.N.

          Luís  Bilbao  Leal.  Hermano  del  anterior  del      mismo apellido, primero de la lista. Operario de la S.E. de C.N.

          José   Romero   Menéndez.   Auxiliar     Infantería de

Marina. Natural de El Ferrol. 44 años. Casado con Carmen Romero Fabre. Hijo de Manuel y de Estrella. Auxiliar primero (Ayudante). Deja cinco hijos. Vivía calle Juan de Mariana, 15. San Fernando.

          José Lamas Chaves. (Samas Chávez, José)

 

Ya llevaban más de dos meses fusilado. Eran inaudito que aquellos monstruos y los inquisidores acompañantes aún estuvieran insatisfechos. Fue por aquellos meses cuando  descubrí el cariño a mi barrio y sus gentes, cuando empezó la decadencia económica y política de España. Cuando empezaban  a yacer exánimes las artes y las letras, que acompañan siempre a los pueblos en su grandeza y los abandonan en su adversidades.

De los ocho fusilados últimamente, sólo uno confesó; c aso raro porque, en general, todos confesaban. Por ello deduzco que en gran medida lo hacían como un intento póstumo de agarrarse al cura, sabiendo su influencia, para tratar de salvarse… “Toda religión es consecuencia del miedo del ser humano a enfrentarse con lo desconocido y constituye una solución (resignación) para evitar los problemas que no es capaz de comprender”.

Las Callejuelas fue el barrio que más sufrió durante la guerra, muchas familias quedaron diezmadas. Considero ahora, y es normal, que haya quienes se sienten orgullosos del “Camarón”, porque es una victoria sobre la miseria de uno del barrio que pasó muchas necesidades, como pasamos todos, para sobrevivir. Su arte lo llevó a la cúspide y s normal asimismo que tenga admiradores. Pero lo que me parece oportunista es que haya gentes de la burguesía, de la élite, de los privilegiados en el franquismo y antes del franquismo, señoritos con dinero y carrera, flamencoides pagantes en ventas, tientos, cotos de caza, pesca deportiva y… comentarios interminables en veladores de mármol de “La Mallorquina”, después de misa de doce… estos no deben nombrarlos, no es de los suyos, le es tan raro como un esquimal.

Durante algunos años he ido buscando las técnicas adecuadas de análisis y observaciones para más tarde adaptarlas a mi afición de escribir. He estad sujeto a periodos de depresión melancólica cada vez más acusada a medida que crecía, observaba y comprendía las causas y que no eran otras que las injusticias sociales existentes y los obstáculos estudiados y calculados para que el estado de ignorancia perdurase. Además de una cierta incapacidad en mi de exponer la situación adecuadamente. De todas maneras y en contra de lo que  muchas gentes opinan, un escritor no es un erudito que está obligado a saber de todo y entender de todas las temáticas sin excepción, sino simplemente un vehículo dotado de imaginación que al conjugar con la realidad convine argumentar y entender ajustado al conjunto de los mismos una serie de datos y explicaciones, análogos o tangenciales de los que tiene que ser el primero en documentarse.

 

DECIMOTERCER  FUSILAMIENTO

…y en la tumbas despreciadas, de los reos inocentes, ninguna planta ha nacido; sólo espinas han podido en ellas tomar simiente como emblemas del olvido.

Cerón

 

El primero de octubre la Junta de Defensa Nacional decidió nombrar a Franco generalísimo de todos los ejércitos. Según el corresponsal de una agencia de prensa, descartaron al general Mola por su falta de simpatía por la Falange y a Queipo de Llano, por el desprestigio alcanzado. Fue el general Cabanellas quien lo revistió de todos lo poderes, en aquel cónclave de la toma de posesión, que se celebró en Burgos. Franco pronunció un discurso de los suyos y mientras tanto España empeoraba y se encaminaba hacia el abismo, el cual duró tantos años y costo tanto sacrificio, dolor y renunciamiento.

El día nueve de octubre, la bestia agazapada en la retaguardia, cobarde seguía fusilando. Sí, se necesitaba ser cobarde hasta un límite inimaginable para seguir fusilando a personas a las cuales no se les ofrecía ni la más mínima posibilidad de defensa. Muchos no concebían una situación así en un país… “eminentemente católico e impregnado de Humanismo cristiano”.

Así que el camión ruidoso y humeante llevó al muro de nuestro Cementerio a dos hijos de La Isla, enlutada y alocada ya.

          Cristóbal  Periñán  Cárdenas. 25 años. Vivía en el patio de San Francisco, a escasos metros de su pretendiente confesor, Don Recaredo, confesión que él rechazó valientemente. Estaba escondido en una huerta. Era  el  presidente  de  los  panaderos  por  la  CNT. Cuando llegaron los falangistas a su casa, no lo encontraron y amenazaron a sus padres con matarlos a los dos, si su hijo no se entregaba. El padre fue al lugar y le contó al chaval lo ocurrido, el chaval se presentó ese mismo días en el cuartel de la Alameda, el de la Falange, y al día siguiente los fusilaron.

          Antonio Oliva Caro. Vivía en la calle San Servando, 42.

Como todos, sus familiares recibieron el resto de sus cosas personales y por el camino de La Casería, y sin miedo, se oyeron los  gritos  de  desahogo  con  calificativos  que  bien     merecían:

¡cobardes, asesinos, canallas, criminales! Luego todo entraba en el orden terrorífico que aquel desorden nos había traído, esto era: duelos interminables, lutos rigurosos tiñendo las ropas de negro por falta de medios económicos, silencio profundos en las casas y aislamiento total durante muchos años de toda demostración alegre, por respeto al ausente. Niños sin colegio porque el de los hermanos de San Juan Bautista de la Salle, había que pagar y bien pagado. El del padre Franco también, no eran gratis como cualquiera podría pensar. Yo recuerdo que en el treinta y seis, en la primera clase de los hermanitos pagábamos doce pesetas mensuales, que era una gran suma de dinero porque mi padre trabajaba en el taller de maquinaria de La Carraca y cobraba 160 Ptas. Mensuales.

Aquel dolor de nuestra Isla aherrojada por tanto miedo, por muchas charangas militares uniformadas y muchas promesas con las cuales intentaban hacernos creer en falsedades y suavizar, inúltimente, la tensión existente y hacernos tragar tantas ruedas de molino… intragables. Los destinados a estos menesteres pseudopatrióticos estaban gozándola de lo lindo. Los Te Deums, de acción de gracias se sucedían muy a menudo y las beatas asistentes, acompañadas del grupito de señoritas de la Falange, así como de militares instalados en el Ayuntamiento y en cuarteles, acompañados de algunos autistas domesticados y mongólicos disponibles, formaban parte del público de   aquellos espectáculos ruidosos sin alma, sin religión y sin escrúpulos, que nos amargó nuestra existencia, frustró nuestras ilusiones primeras de adolescentes, que nos hizo perder la razón de ser, desequilibramos, prostituirnos y crear un pesimismo nocivo, quasi demencial, basado en huir, rebelarse y vengarse, forma primitiva de hacer justicia.

Crecimos dificultosamente, ¡y tanto! Creyendo que los que nos gobernaban tras el golpe sangriento, eran deshonestos, antipáticos, que asesinaban a las personas lo mismo  que nosotros a las culebras, lagartos y lagartijas. Gentes que, cuando tomaban el poder, solo se ocupaban de enriquecerse y asegurar sus riquezas lejos de su acción política… Yo creía que cuando caía bajo una bomba, puñal o veneno, uno de aquellos reyes o presidentes, algún valiente había hecho justicia  prescindiendo del montaje que los peces gordos creaban con el único fin de protegerse y proteger sus bienes. No sentí piedad de Trosky, ni de Kennedy, ni de Juan Pablo I, ni de Carrero Blanco. Esta animadversión mía se puede explicar y justificar con la situación vivida a los trece años, en 1936, con aquella ruina total que nos trajeron los asesinos golpistas, que se apoderaron del poder y que aún perduran sus nombres trágicos, en calles y plazas, faltos de decisiones los gobiernos que actuaron bajo esta democracia, tal vez miedosos ante las amenazas de las derechas tradicionales isleñas.

Cómo olvidar aquel penal militar, Cuatro Torres, donde internaban a militares y civiles, como a mi padre. Aquel bloque de cuatro paredes altas, grises, sucias y frías, con una sola puerta y que, a los trece años, nos parece mucho más altas y frías, cuando sentados en aquel banco, mi padre, mi madre, algunos de mis hermanos mayores y yo, con alpargatas remendadas sin calcetines, pantalón corto de los de entonces y cruzadas las manos entre las piernas cerradas para poder resistir el frío en aquellos meses de crudo invierno, en aquella media hora que  nos concedían de visita los esbirros, jueves y domingos, tan tristes  e  infaustas  y  donde  mi  padre,  casi  entre  dientes,  nos contaba apesadumbrado los crímenes que a diario, de madrugada, se cometían y, también la reacción de algunos que iban a fusilar.

Como olvidar aquellos cuatro eucaliptos enclenques, doblegados por aquellos vientos que siempre soplaban en el lugar. La red eléctrica que pasaba entre dos palos y que silbaba cuando el viento la hacía sonar y que a nosotros nos parecía el canto de un bicho de mal agüero. En el penal no hay bonita arquitectura, ni nada que imitar o admirar, todo es lóbrego, trágico, triste, impersonal, rodeado de aguas paradas y malolientes, todo cargado de una inmensa  sombra  de amarguras. Aquellos pocos asientos de su patio interior, donde, atemorizados, intercambiábamos saludos tímidos los familiares de los detenidos, esposas y madres, sobre todo, de aquellos condenados a muerte, no por tribunales justos, sino por una banda de ineptos y esquizofrénicos que, incapaces de obtener una situación confortable en la sociedad a base de voluntad, estudios, honradez y sacrificio, optaron por la revolución fascista como la forma más rápida de ascender o crearse un porvenir sin el menor esfuerzo, pero matando y arruinando La Isla, Andalucía y España. Seres sin ningún valor social, que todos vimos como acabaron. Sin la gracia de los alemanes nazis y los fascistas italianos, la gracia de Dios no les hubiera servido de mucho porque no debería estar con ellos. Cómo olvidar, en fin, aquel invierno con frío en el alma y aquel olor a humedad y muerte de aquellas cuatro paredes, de aquellas cuatro torres maquiavélicas… en La Isla, ejecutaron un doble crimen con seres totalmente inocentes. Quiero recalcar en este último y se que estoy pecando de reiterativo, no importa; que fueron inocentes, no habían cometido la menor infracción, ni el menor abuso, o la menor prevaricación. Si aquellos chambones rebeldes, tras el golpe, les hubieran ordenado unas nuevas normas a seguir, hubiese habido más o menos rechazo o aceptación, otros pretextos, otras consecuencias, otras hipótesis en fin, porque los fusilados, ni  estaban  armados, ni  antes del  golpe lo estuvieron, (los fascistas, sí) y por ende no hay que acusarlos, ni con Primo de Rivera, ni con el Rey, ni con la República. Aquí no hubieron desmadres, simplemente eran unos señores que reclamaban ventajas laborales, razonables y justas, tanto es así y por muy paradójico que parezca, que el régimen de Franco les concedió muchos años después. No por el amor al prójimo, ni caridad, ni por derecho reconocido, ni por consejo papal, sino porque estábamos desfasados ante Europa, completamente descentrado, ridiculizados en cualquier foro internacional. Las diferencias eran patentes cuando hacían comparaciones los trabajadores que venían de los países europeos.

Continua….

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