LIBRO TRIGO TRONZADO (La represión franquista 1936 en San Fernando –
Cádiz)
Autor: JOSE CASADO MONTADO
DECIMOCUARTO Y DECIMOQUINTO FUSILAMIENTO
DECIMOCUARTO FUSILAMIENTO
Larga o breve, en realidad Cuando
el dolor da su fruto, Un día es la eternidad. Para la felicidad, Un siglo dura
un minuto. Cerón
Dos días después de mi último
relato, el día once de octubre, volvió a gozarla aquel celador maléfico y
bruto, Prieto, seleccionando a cinco detenidos, con la misma serenidad sádica
que una fiera. Fueron lanzados a la fosa común de nuestro cementerio, después
de lanzarles unas paladas de cal viva y otra más de tierra amarilla, los
mártires siguientes:
❖ Aquilino Pombo Ríos. Maquinista de la Armada. Casado.
❖ Enrique Fernández Gracia.
❖ Francisco Baptista Florana. Natural de
Zaragoza. Hijo de Francisco y concepción. 31 años. Casado con Dª Sara Torrente.
❖ Santiago Martínez.
❖ Manuel Martínez Moreno. 2º Auxiliar
Naval. Esposo de Josefina Olivares Caballero.
Nadie se interesó por hacerles
unas fichas adecuadas y correctas, ni el cura siquiera que intentó confesarlos.
Para aquellos burócratas amaestrados, los fusilados no significaban nada, ni
sus familiares. ¡No tenían opción tampoco, sólo obedecer a los heroicos que
mandaban, o no tenían ningún sentido de la dignidad y el compromiso con la
Constitución y la Patria!. La traición fue su arma principal.
El tristemente célebre falangista
Cardoso, empleado en el Ayuntamiento de mayordomo, pelotillero y chivato, como
pago por haber fusilado a tantos isleños inocentes, sanos y normales, sabrá lo que hizo con la
documentación y fichas existentes en el Ayuntamiento y que destruyó antes que
llegara la democracia, con la complicidad de algunos de los que allí convivían
con él de sus mismas ideas. Fichas, seguramente, aclaratorias, pero que
hubiesen constituido la huella del delito de sus propios crímenes y temiéndole
al juicio que todos esperábamos y que nunca llegó. Ahora, en el Ayuntamiento,
que yo sepa, no hay absolutamente nada relativo a las victimas de aquel
vandalismo.
Seguramente que si yo hubiese
estado en La Isla en los anteriores a la democracia, hubiera vivido aislado,
perteneciendo a mí mismo, no afiliado a ningún grupo de snobs e intelectuales
estériles.
Se de buena fuente, que los
guardianes falangistas que custodiaban la prisión del Ayuntamiento, todos de
misa y comunión diaria, les gritaban a las esposas y madres de los presos, que
iban a llevar algo para ellos, unas obscenidades irreproducibles.
Al día siguiente, día de la Raza…
“En Salamanca la celebración del
Día de la Raza se ha convertido en un enfrentamiento entre Don Miguel de
Unamuno y el general Millán Astray. Tras la intervención de Don Francisco
Maldonado que atacó a catalanes y vascos, se gritó el lema de la legión “¡Viva
la muerte!” al que siguieron los de “¡España!
¡Una! ¡Grande! ¡Libre!” emitidos por Millán Astray. A continuación
intervino Don Miguel como rector de la Universidad. Refiriéndose a los gritos del señor Millán
Astray dijo: “Acabo d oír el grito
necrófilo y sin sentido de ¡Viva la Muerte!... El general Millán Astray es un
inválido… un inválido de guerra… que quiera crear una España nueva… según su
propia imagen. Y por ello desearía
ver una España
mutilada”. Aquí saltó
Millán Astray.
¡Muera la inteligencia! ¡Viva la
muerte! Que corearon los falangistas. Don Miguel siguió: “Este es el templo de
la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando este sagrado
recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis.
Para convencer hay que persuadir. Y para
persuadir necesitaríais algo que os falta: la razón y derecho en la lucha”. Si
doña Carmen Polo no llega a darle el brazo a Don Miguel, para abandonar el
recinto, seguro que los legionarios lo hubieran abatido a tiros. Las palabras
sabias de Don Miguel de Unamuno flotaron en el ambiente español durante toda
la guerra y fueron premonitorias de todo
lo malo que nos ocurrió después nos vencieron pero jamás convencieron. Don
Miguel murió poco tiempo después y alguien dijo que fue del disgusto.
DECIMOQUINTO FUSILAMIENTO
… pues simulan de esa historia,
unos, haberla ignorado, Puesto que la han ocultado…. otros, no guardan memoria,
pues medio siglo ha pasado. Cerón
La máquina destructora no cesaba
de matar. El día 15 de octubre sacaron seis detenidos del penal de La Casería
que, silenciosos, fueron al paredón con toda docilidad, como debe ser la que
caracteriza a los inocentes. Una vez más el energúmeno que tomó sus nombres no
se molestó en anotar edad, estado civil, profesión, etc., nada, como si fueran
perros.
Fueron fusilados:
❖ Manuel Rodríguez Castellano.
❖ Miguel Rodríguez Cabeza.
❖ Domingo Sánchez Rodríguez.
❖ José Fernández Tizón.
❖ Julio González Rodríguez.
❖ Francisco Torres Alcántara.
Los caminos aquellos cercanos a
la cárcel escucharon los gritos de rabia y dolor de los familiares cuando
fueron a recibir la manta y ropa: ¡asesinos, verdugos, perros rabiosos! ¿Qué
habéis hecho con mi hijo?
Una tristeza d muerte reinaba en
La Isla, dolorida y mártir. Había más gentes enlutadas que sin luo e imperaba
un miedo generalizado tanto en el interior de las casas como en todo el pueblo.
En las calles, en los bares también, con las tres fotos obligatorias, bien
visibles: Hitler, Franco y Mussolini, y, además un cartelito que decía “prohibido
hablar de política”. Creíamos que no existiera una ciudad más castigada (y las
había, desde luego). La herida aquella d dolor y hambre, que más tarde se
amplió con la llegada del piojo verde, la tuberculosis, el asco, el odio, la
rebeldía interna y el rencor, iban tomando cuerpo en los adolescentes aquellos
en periodo de captación, de fijación, consecuencia de su sensibilidad y
capacidad para mantener la pura verdad en casto recuerdo y rechazar tanta
falsedad y adulteración, tanta morralla, tanto engaño, revestido todo de
celofán pseudo patriótico e incienso de clericalla idólatra.
Nos decían los curas aquellos al
servicio de los facciosos y homicidas del naciente régimen, que… “el mundo se
mantiene en pié sólo porque es amado por
Dios, y el diablo es inexistente sólo porque, con todas las tentaciones, no
puede hacerse amar por nadie”. ¿Cómo osaba decirnos que este era un mundo de
Dios, cuando los que hacían y deshacían eran ellos, auténticos diablos?
Un enjambre de mendigos iban a las puertas
traseras de los cuarteles y entre ellos muchos niños, con latas, para recoger
las sobras del rancho de los militares. También iban a los conventos e
iglesias. Empezaban la exterminación sistemática, la depuración más o menos sofisticad, la
eliminación de la semilla del ateismo… que, sin duda alguna y para aquellas
gentuzas, estaba entre los pobres y necesitados.
En tres meses La Isla se
convirtió en una ciudad sitiada, alocada, enlutada, sin alegría ni esperanzas,
enfermiza. Lo que nos estaba pasando no era para menos. Los señoritos de
toda la vida, continuaban asistiendo a
sus casinos, a sus misas, huyendo del esfuerzo, plantado en su inutilidad
total, criticando la ignorancia de la plebe, las intrigas de los jesuitas y los
arrebatos de la Guardia Civil. No eran ni siquiera una clase social eran una
pandilla de señoritos ociosos y aburridos. ¡Pero aplaudían los crímenes que se
estaban cometiendo, aquellos fue notorio, que el general Primo de Rivera quiso
ayudar a fortalecer la industria española. Concedió a los propietarios de las
fábricas grandes subsidios, pero los señoritos se gastaban casi siempre estos
dineros en Biarritz o en París. Con las pesetas sobrantes compraban maquinaria
de ocasión y así fue el resultado, para el gobierno, y sobre todo para el país.
Continua…..
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