Más de 20 testimonios acreditan
que el “jefe de la vieja guardia” del PSOE, Felipe González, se ha hecho
inmensamente rico con la política
“Me atrevería a afirmar que
existe más socialismo todavía fuera de nuestro partido que dentro de nuestro
partido. Y el partido tiene que ser capaz de aglutinar toda esa expresión
socialista. Esa tarea se impone con urgencia porque la alternativa democrática,
para ser una alternativa que permita la lucha por el socialismo, tiene que
estar protagonizada y cristalizada sobre el eje de una alternativa socialista,
de un fuerte movimiento socialista”. Quien así se expresa es el actual “jefe de
la vieja guardia” del PSOE, Felipe González. Fue el discurso en el congreso de
Suresnes (Francia) que, ante un PSOE colapsado, cumplirá 40 años el próximo 11
de octubre de 2014. El abogado laboralista había sido elegido nuevo secretario
general “sin ni siquiera ser miembro” de la Ejecutiva, (así se llama al
“aparato” del partido) y creía que ahí estaba la clave de la renovación. Hoy
propone todo lo contrario. ¿Por qué el cambio de criterio? Seguimos la pista de
su dinero… y hallamos sorprendentes y opulentas respuestas.
Casi todo el mundo cree en España
que su ex presidente Felipe González es millonario y no le afecta la crisis.
¿Leyenda urbana? ¿inquina de sus adversarios políticos? ¿envidias? Tras una
exhaustiva investigación “Espía en el Congreso” ha podido acreditarlo: más de
20 fuentes certifican que Felipe González se ha hecho inmensamente rico,
frecuenta a reyes despóticos, dictadores y millonarios latinoamericanos,
adquiere lujosas propiedades y desea que su ministro Alfredo Pérez Rubalcaba,
conocido por su docilidad, ductilidad y fariseismo, siga llevando las riendas
si es necesario hasta la escisión, pues ya la “vieja guardia” se quedó con las
siglas del PSOE, al que llamaba “histórico”, frente a otro PSOE “renovador”.
En España siempre ha mandado
mucho la “vieja guardia”, mucho más de lo que las urnas le otorgaban. Antes se
denominaba así al grupo de los más leales al general Franco, pero ahora el
actual dirigente del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha adoptado este mismo
lenguaje y califica de esta forma a los que como él han logrado ir viviendo de
la política entre dos y tres décadas sin haber trabajado nunca o habiéndolo
hecho muy poco tiempo en la sociedad civil.
El “jefe de la vieja guardia”,
según sus palabras, sigue siendo, en la sombra, Felipe González. Amigo de reyes
y dictadores (Fidel Castro, Mohamed VI, Juan Carlos de Borbón) y de los
principales dirigentes socialistas corruptos de Europa y América (Bettino
Craxi, Carlos Andrés Pérez) o de millonarios como Gustavo Cisneros o ahora
Carlos Slim, está dispuesto a llevar a su partido hasta el cataclismo con tal
de asegurar su fortuna y la de su familia, pues al menos dos de sus hijos viven
a sus expensas o por “enchufes” procurados por su larga mano.
La catadura moral del personaje
queda en evidencia además por su escaso respeto a la verdad: “Si tuviera
dinero, me compraría una casa”, fingió en una declaración que reprodujo “El
idealista.com”, la popular web inmobiliaria española. Nada más lejos de la
realidad: el periodista Javier Chicote investigó en el registro de la propiedad
y encontró lo siguiente: una parcela de 500 metros cuadrados que alberga una
vivienda de 350 metros distribuidos en cuatro plantas (dos principales, además
de sótano y ático) en Somosaguas, una casa familiar en Pozuelo de Alarcón
(Madrid), otra casa en una lujosa urbanización de Sotogrande (Cádiz) y lo único
que poseía cuando era abogado laboralista: una casita en Castellar de la
Frontera (Cádiz), pago de unos vecinos a los que ganó un pleito.
Chicote tuvo acceso a la
partición de bienes que hizo con Carmen Romero cuando se divorció: “La primera
de las casas es la gran inversión que hizo el matrimonio en junio de 1991.
Felipe González le compró a su amigo Lucio Blázquez dos parcelas de 500 metros
cuadrados cada una por 28 millones de pesetas. La otra propiedad que se quedó
Carmen Romero está compuesta de cuatro escrituras: una casa, dos garajes y un
trastero en Sotogrande (Cádiz), sin duda otra de las zonas residenciales más
exquisitas de España”, prosigue.
Pero el afán por adquirir
propiedades no paró ahí: pagó 1 millón de euros por la finca extremeña “El
Penitencial” –premonitoria denominación– y una mansión en Tánger que cuesta 2,5
millones de euros. Sus allegados aseguran que también posee propiedades en
Mexico, pero todo lo que posea o no en América no ha podido ser demostrado y
además cruzando el charco el dirigente socialista posee influyentes amistades
en la política y la empresa que han podido cubrir sus inversiones. Las más
llamativas son el empresario venezolano Gustavo Cisneros, que resultó agraciado
con la privatización de Galerías Preciados tras la expropiación al empresario
español Ruiz Mateos.
Hoy su esposa, Patricia Phelps de
Cisneros, posee relaciones privilegiadas con el Museo Reina Sofía, institución
pública cuyo patronato está dirigido por dos dirigentes socialistas amigos de
Felipe González: Guillermo de la Dehesa y Carlos Solchaga, que anticipan la
futura alianza PP-PSOE, pues allí han aterrizado como vocales otros dos
políticos “populares”: José María Lassalle y Miguel Ángel Cortés. A su lado,
empresarios y banqueros de postín: César Alierta, Emilio Botín Sanz de Sautuola
y García de los Ríos, Isidro Fainé y Pablo Isla.
El otro amigo de Felipe es Carlos Slim, a cuyo
sueldo está ahora, y del que se supone que es en realidad el hombre de paja del
ex presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari. Su otro socio en España es ex
ministro chileno Fernando Flores, con quien comparte su empresa
“Emprendedores”. Y es que el desmedido afán por el dinero (público) de Felipe
González es casi patológico: gusta decir que la mayor parte de su tiempo lo
gasta en actividades “non profit” (lo pronuncia siempre en inglés, idioma que
desconoce) para referirse a lo que en español se llama “filantropía”, palabra
que le debe dar verguenza pronunciar porque quizás ignora su hondo significado.
Hoy los historiadores han
descubierto que Felipe González siempre ha actuado así: recurrió a los
servicios secretos de Carrero Blanco, mano derecha de Franco, para procurarse
la logística y poder acudir “clandestinamente” al congreso de Suresnes que
derribó a los “viejos históricos”. A la ida, nadie le pidió el pasaporte, que
tenía requisado, y a la vuelta nadie le encarceló, pues solo fue retenido unas
horas para guardar las formas. Para ello empleó los contactos familiares de su
entonces novia, después esposa y a la vejez, repudiada: Carmen Romero. Su
padre, Vicente Romero, coronel del Ejército y concejal en Sevilla con Franco,
era el médico de Carrero Blanco, pero en sus biografías de la democracia, el
diario “El País”, seguramente a requerimiento del propio Felipe, que tenía y
tiene allí buena mano, ocultaba estos datos y lo reducía en sus obituarios a
“suegro de Felipe González” o “médico militar”.
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