LA MATRONA DE LOS EXILIADOS
En mitad de la
desolación de los campos de concentración del sur de Francia, donde se
hacinaban los cerca de 500.000 republicanos españoles que atravesaron la
frontera de los Pirineos, hubo una joven maestra suiza que se dedicó a buscar y
recoger a las mujeres embarazadas. Elisabeth Eidenbenz, que así se llamaba la
joven, había llegado a España el 24 de abril de 1937 como enfermera voluntaria
de la Asociación de Ayuda a los Niños de la Guerra y se había marchado junto a
los exiliados al sureste de Francia, cuando cayó la República. Allí buscó un
lugar donde crear una maternidad. Lo encontró en un antiguo palacete abandonado
en la pequeña ciudad de Elna, donde fundó un espacio de paz y humanidad en
medio de una Europa en guerra en el que nacieron 597 niños. La mayoría, hijos
de exiliados republicanos que se encontraban en los campos de concentración de
Francia, aunque también fueron atendidas madres judías que huían de los nazis.
“Era el mes de abril y por los altavoces del campo
informaron de que Franco había ganado la guerra –relata Remei Oliva en el libro
de la historiadora Assumpta Montellà La maternidad de Elna– ya hacía meses que
estábamos rodeados de alambres, vigilados como criminales y mal alimentados. La
sarna, el polvo y la arena fina se colaban por todas partes, la ropa, la
comida, los ojos (…). Yo no quería que mi hijo naciera en estas condiciones.
Tenía miedo de que no sobreviviera. Había visto con mis ojos cómo morían los
hijos de otras mujeres”. La mortalidad infantil en los campos de concentración
del sur de Francia superaba el 90%.
“En la enfermería me informaron de la apertura inminente de
una maternidad para los refugiados. Se encargaba de todo una mujer muy joven,
extranjera, pero no era francesa. La había visto alguna vez hablando con mujeres
embarazadas. Llevaba un delantal blanco y siempre iba muy limpia, con el pelo
largo recogido en una trenza replegada en un moño. Le llamaban la señorita
Isabel”, prosigue Remei Oliva. El 7 de diciembre de 1939 nació el primer bebé
en la recién creada maternidad. Su nombre: José Molina.
A José Molina le siguieron una larga lista de niños de
republicanos exiliados. Adela Aguado, Alberto Álvarez, Azucena Baquero,
Faustino Bretos, etc. Entre ellos, Celia García, que nació el 14 de febrero de
1941 y permaneció en la maternidad hasta abril de 1944, cuando soldados de la
Alemania nazi clausuraron la institución. Celia, recuerda para Público desde su
casa en Perpiñán lo que significó la pequeña isla de paz de Elisabeth
Eidenbenz.
"En la maternidad no había judíos ni cristianos. Todos
eran iguales", recuerda Celia, quien nació allí en el año 1941
“Mi madre me contaba que cuando acudió a la maternidad fue
maravilloso. Siempre decía que allí fue recibida como una persona y no como un
animal, que era como se había sentido hasta el momento en Francia. Allí las
madres estaban unidas y todas eran iguales. No había ni blancos, ni negros, ni
judíos, ni cristianos. Todos iguales”, recuerda Celia, que señala que la
maternidad es uno de los lugares más importantes de su vida, ya que fue en sus
jardines donde vio por primera vez a su padre con tres años de edad.
Marruecos, el
paritorio
La maternidad estaba instalada en un palacete de tres pisos
construido en 1900. Un espacio de tranquilidad y relativo confort que
contrastaba con la Europa de destrucción de la época. El espacio disponía de
aproximadamente 50 camas, distribuidas por habitaciones de entre cuatro y ocho
camas cada una. La mayoría de estas habitaciones habían sido bautizadas con
nombres de ciudades españolas: Barcelona, Bilbao, Madrid, Santander, Sevilla y
Zaragoza. El paritorio se llamaba Marruecos.
“Cuando llegamos a las puertas de la maternidad ya nos
esperaba la señorita Isabel. La casa era preciosa y estaba muy limpia. Ella nos
explicó las cuatro normas y nos dijo que las mujeres que se encontraran bien y
con ánimo podían colaborar en las tareas de la casa. Quien pudiera planchar,
que planchara, quien estuviera más fuerte, limpiaba las baldosas, los platos...
Trabajo había para todo el mundo”, explica Joana Pascual, exiliada española en
la maternidad de Elna, que recoge Assumpta Montellà en su obra.
Entre esas madres que se quedaron en la maternidad a cuidar del resto y a ayudar en
el mantenimiento del hogar está la madre de Celia, de quien heredó el nombre. “Mi
madre siempre decía que en la maternidad pasó los cuatro mejores años de su
vida en Francia. Después, todo fue luchar y luchar. La integración en Francia
no fue nada fácil”, señala Celia.
Apenas dos meses después de Celia nació en la Maternidad
Sergio Barba. Era el 12 de abril de 1941, ya habían pasado casi 10 años desde
el advenimiento de la II República española y sus partidarios debían parir
fuera de su país. Barba se quedó a vivir en Francia. Allí preside la FFREEE, la
asociación de los hijos e hijas de españoles de Republicanos Españoles y Niños
del Exilio. Barba, desde Francia, recuerda para Público la labor de la señorita
Isabel.
“Mi madre siempre me habló de la suerte que tuvo de poder
darme a luz en la Maternidad. Siempre decía que Elisabeth era una mujer
estupenda, que cuidaba de todas y cada una de las mujeres y que había
conseguido crear un ambiente caluroso, como de una gran familia. Pero lo
formidable y fantástico fue que hubiese un lugar para las madres republicanas
españolas y después para las madres judíos y gitanas perseguidas por los
nazis”, señala Barba.
Refugio para mujeres
judías
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, la Maternidad
acogió también a madres judías que huían de la persecución nazi. Se calcula que
nacieron allí alrededor de 200 niños judíos. La voluntad de Elisabeth de
proteger a los niños y madres judíos de la barbarie alemana hizo que la Gestapo
visitase frecuentemente la Maternidad. Celia García recuerda una de las visitas
de la Policía alemana que le contó su madre.
“Mi madre me dio la vida. Elisabeth, la esperanza en el
género humano”, dice Barba, hijo de exiliados españoles “Un día Elisabeth fue al hospital de Perpiñán
y vio a una Lucie, una chica judía embarazada de 18 años. Elisabeth se la llevó
a la maternidad y trató de protegerla. Pero poco tiempo después la Gestapo se
presentó en la Maternidad y la reclamó. La matrona les dijo que Lucie no estaba
allí, pero los alemanes dijeron que si no entregaban a la chica se la llevarían
a ella y a otras mujeres presas. Finalmente, la tuvo que entregar a los
alemanes. La cogieron, le pegaron, la tiraron al suelo, le escupieron (...).
Eso la señorita Elisabeth no se lo pudo perdonar nunca” relata Celia.
Finalmente, durante la Pascua de 1944 el ejército alemán, en
uno de sus últimos coletazos, cerró la Maternidad, poniendo punto y final a uno
de los cientos de episodios olvidados de la Guerra Civil española y la Segunda
Guerra Mundial. Elisabeth desapareció entonces de la vida de los casi 600 niños
a los que ayudó a nacer, aunque ellos nunca lo olvidaron.
El reencuentro
El palacete estuvo abandonado hasta que un artesano vidriero
francés lo adquirió en la década de los noventa sin saber el pasado del
edificio. En 2001, el artista conoció a Guy Eckstein, uno de los niños judíos
que había nacido en la Maternidad, quien se acercó hasta el palacete para
conocer el lugar donde había nacido. En 2002, el ayuntamiento de la ciudad le
dedicó un homenaje institucional a la matrona de los exiliados, entregándole la
Medalla de los Justos Entre las Naciones, otorgada por el Estado de Israel. Al
acto acudieron algunos de los 597 niños a los que la señorita Isabel había
ayudado a nacer.
En 2004 el edificio fue adquirido por el Ayuntamiento de
Elna, gobernado por Nicolás García, nieto de españoles exiliados en Francia que
lo convirtió en un espacio de recuerdo a las víctimas de la barbarie y a la
labor de Elisabeth. Sergio Barba resume en una sola frase todo lo que ha
aprendido de la labor de la señorita Isabel. “Mi madre me dio la vida. Elisabeth,
la esperanza en el género humano”, concluye.
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