Carta de Anselmo Lorenzo al
Congreso de la CNT (08/09/1911)
Compañeros:
Permitidme que, sin más títulos
para distraer momentáneamente vuestra atención que mi osadía, os dirija
fraternal saludo y cariñosa excitación (sic).
Vuestra reunión, más que el
cumplimiento de un acuerdo y de una prescripción reglamentaria, representa el
momento destinado a tomar una determinación reflexiva antes de seguir obrando,
por no decir rodando, inconscientemente por el despeñadero de los
acontecimientos.
Pensad en que habéis de cumplir
el mandato de los que os delegaron, en robustecer y dar forma viable y
progresiva a la Confederación de que formáis parte, sin olvidar que todo
movimiento obrero consciente parte del impulso racional y enérgico que dio la
Internacional en el pasado siglo, proclamando que la emancipación de los trabajadores
es un problema internacional, que cuantos se agrupen para resolverlo han de
proponerse la extinción de todo privilegio y que la realización de ese ideal ha
de ser obra de los trabajadores mismos.
Con ese criterio considerad que un número
inmenso de trabajadores españoles vegetan en la ignorancia, la miseria y la
indiferencia, dando comparsería a cuantos mixtificadores burgueses o
aburguesados les piden su concurso; que cada año emigran cien mil de ellos, no
por falta de trabajo, puesto que en España escasean vías de comunicación,
cultivo, riego, buenas habitaciones, cultura, higiene y otras muchas cosas
necesarias, sino por falta de jornales, debido a que propietarios y
capitalistas, monopolizadores de los medios de producir, no necesitan mayor múmero
de trabajadores que el empleado para que por accesión aumenten su ganancia.
Tened presente que la lucha
entablada entre explotadores y explotados, cada día más aguda en todo el mundo,
cuenta ya una historia de la que se desprende una experiencia que nos enseña a
abandonar errores y a no extraviamos por influencia de desviadores, y que la
organización de que formáis parte no es un conjunto de egoístas que se
propongan mejoras en el jornal y en el trabajo como único fin a cambio de una
cuota mínima, ni de mutualistas que funden el derecho sobre la base del pago de
la cuota mensual y nieguen su solidaridad a todo trabajador que no la compre a
ese precio.
El sindicalismo es una
organización de egoístas, mutualistas y altruistas en una sola pieza que tratan
de reunir a todos los desheredados en una acción común para la abolición de las
clases y la reconstitución de la sociedad humana, no en fracciones nacionales
encerradas en fronteras, sometidas a Estados políticos y regidas por
Constituciones democráticas, sino extendida a todo el mundo sobre la base de
amplísima igualdad que, respetando y aun fomentando todas las aptitudes
individuales, constituya el universal concierto de la vida por el trabajo y por
la solidaridad.
Buena, excelente es la
organización de los trabajadores si se sostiene en condiciones progresivas;
pero pierde su bondad y su excelencia si, por atavismo y a semejanza de los
Estados, se hace estacionaria o si, aconsejada por políticos o economistas
burgueses ahorra dinero para negociar, o para pagarse jefes y representantes
parlamentarios, o para obtener el aprovechamiento de algunos desperdicios del
privilegio y llega hasta ser preferible la desorganización si los trabajadores
asociados, después de pagar su cuota, creen haber cumplido sus deberes, se
entregan al abandono, dejan a compañeros diligentes la marcha administrativa
del sindicato y por añadidura expulsan y desprecian al que no puede cotizar.
La organización sindicalista no
toma al trabajador para engrandecer la asociación, sino al revés, ofrece la
asociación al trabajador para fortalecerle y dignificarle.
Es ya de toda evidencia que el sindicalismo no
logra sus fines por la cuota en metálico, aunque la utilice para la vida
ordinaria, sino por la cuota en especie, formada por el pensamiento, por la
voluntad, por la energía, por la esperanza, cuota que han de pagar con su
asistencia, su acción y su responsabilidad todos los trabajadores para alcanzar
los bienes individuales y colectivos correspondientes al hombre y a la
humanidad, es decir, para realizar la emancipación.
Con estas breves indicaciones y
confiado en vuestra juventud y en vuestro entusiasmo por el ideal os saluda
fraternalmente vuestro compañero.
Anselmo Lorenzo.
Barcelona, 8 septiembre 1911
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