San Fernando relega a las víctimas del franquismo pero
conserva la estatua del ‘genocida’ Varela
Vanessa Perondi
Emilio Armengod Molina formó parte del primer grupo de
fusilados en San Fernando (Cádiz). No hacía ni un mes desde que se había
producido el alzamiento, cuando ocho hombres fueron ajusticiados en el primero
de los 26 pelotones de fusilamiento que quedaron registrados en la ciudad, a
pesar de su nimia resistencia. Sus cuerpos aún siguen en paradero desconocido
y, por eso, la Asociación por la Memoria Histórica de San Fernando (AMERE)
quiere que se realicen catas en la puerta del Arsenal de la Carraca y en el
antiguo Cementerio de los Ingleses, antes de que la basura sepulte aún más los
cuerpos de los rojos
Evolución. Ese era su nombre simbólico en la Logia Masónica
de San Fernando. “Porque quería que las personas evolucionaran, que
prosperaran, que mejoraran. Por eso, creemos que los progresos que consiguieron
los trabajadores de la Constructora pudieron ser gracias al trabajo de nuestro
abuelo”. La que habla es Magdalena Armengod, nieta de Emilio Armengod Molina,
uno de los ocho hombres que formaron el primer pelotón de fusilamiento en San
Fernando. Su nombre quedó registrado en los archivos del cura de la Iglesia
Mayor que “asistía y acompañaba a los militares y falangistas, autores del baño
nocturno de sangre”, explica la Asociación por la Memoria Histórica de San
Fernando (AMERE), y que clandestinamente José Casado fue copiando para luego
recopilarlos en un libro, Trigo tronzado, que se ha convertido en una guía
entre los descendientes de fusilados y represaliados en San Fernando. El autor
habla de un primer fusilamiento el 21 de julio. “Pero no tengo información,
porque fue de los que no quedaron rastro pero lo cierto es que nosotros
escuchamos las descargas y los tiros de gracia”, cuenta. Así que éste, fue el
primero en quedar documentado.
Emilio era argentino pero de casualidad. Nació allí porque
su padre, actor de profesión, se encontraba de gira con su compañía. Con
nacionalidad española también, la familia volvió a España y vivió en Madrid,
Barcelona -donde incluso ejerció de periodista para La Vanguardia- y San Fernando
(también conocida como La Isla), donde se casó con Ascensión García de Lomas
-“un apellido muy conocido en esta ciudad”, recuerda Magdalena-. Trabajaba como
responsable de correspondencia e intérprete de francés e inglés en la
Constructora Naval. “Era una persona muy instruida y cuenta mi abuela que a
menudo se acercaban a su casa, en la calle San Diego, trabajadores que venían a
consultarle”. Ella, que no se metía en política, “lo respetaba pero le advirtió
que fuera algo más cauto”. Incluso, “días antes del alzamiento, se plantearon
la posibilidad de llevarse a los niños y marchar hacia Gibraltar porque se
olían algo”. Pero ni se podían imaginar lo que ocurriría horas después.
La escasa resistencia de la población de San Fernando y la
de Cádiz ha sido ampliamente estudiada por la doctora en Historia Alicia
Domínguez Pérez, cuya obra, El verano que trajo un largo invierno, pretende
mostrar “el alcance que tuvo en Cádiz (y en San Fernando) la cruenta represión
político-social practicada por los sublevados (falangistas, nacionales)”. Para
Domínguez Pérez, “este despliegue de violencia tuvo más una función preventiva
que punitiva”, con la intención de abortar cualquier intento de la población
por restaurar la Segunda República.
Así que masón, afiliado al partido de la Unión Republicana y
habiendo sido concejal por el Frente Popular en el Ayuntamiento de San
Fernando, Emilio no tardó en ser apresado y conducido al Penal de La Casería.
“No sabemos cuándo, porque de ese momento sí que no se habla en mi familia”,
explica Magdalena, pero intuye que fue “en los primeros días del alzamiento
porque en las cartas que mandaba se lamentaba de que llevaba 28 días preso”.
Magdalena tiene guardadas esas cartas, “aún en la misma caja
de latón desconchada de mi abuela”. No las abrió hasta hace tres años y, con la
ayuda de su tío Enrique, empezó a investigar hasta que Trigo Tronzado le dio la
clave: su abuelo fue el quinto de los ocho hombres que formaban parte del
primer pelotón de fusilados. La madrugada del 15 al 16 de agosto, según la obra
de Casado, fueron acribillados en el conocido como Pino Gordo, en Puerto Real.
“Pero realmente no sé si está allí o en San Fernando”, dice Magdalena.
De las cinco epístolas, Magdalena conserva cuatro. La
última, la posee Enrique, el único hijo vivo de Emilio Armengod. “No puede ni
abrirla porque es muy doloroso para él”. En las anteriores, Evolución pedía
ayuda a los familiares de su mujer e, incluso, al director de la fábrica,
alegando su buen hacer en su trabajo. Pero a la vez, le solicitaba a su esposa
“una almohada” y otros enseres, sin imaginarse que su final iba a llegar tan
pronto, cuenta Magdalena. De hecho, hay un cambio importante en la última: “Uno
de los carceleros, debió advertirle de que ese era su último día y en las
solapas interior y posterior del sobre escribió el que sería su testamento”. En
“cuatro renglones torcidos”, Emilio dejó el reloj a su hijo mayor y la pluma
estilográfica al siguiente -Ramón, el padre de Magdalena-. También le
recomienda a su esposa que rehaga su vida y busque un buen hombre, y a sus
hijos “que no sean malos y no se dediquen a la política”. Pues antes, sí que
era una profesión -o vocación- de riesgo.
En la última carta recomienda a su esposa que rehaga su vida
y busque un buen hombre, y a sus hijos “que no sean malos y no se dediquen a la
política”
SENTENCIA DESPUÉS DE MUERTO
Y a partir de entonces, se hizo el silencio. El apellido de
su abuela -García de Lomas- les permitió sobrevivir y tener alguna posibilidad
de empezar de cero. No aquí, sino en Madrid y viuda con cinco hijos. “Les
arrebataron a su padre cuando el mío tenía tan sólo nueve años. Les cambió la
vida”. Y ya nada más se habló. “Recuerdo cuando era pequeña a mi padre exaltado
al ver por televisión algo relacionado con Queipo de Llano” pero no mucho más.
Historiadora contemporánea, Magdalena comenzó a indagar y encontró un documento
que aún le hizo más daño: una sentencia de un tribunal en Sevilla lo condenaba
por los delitos antes prescritos a una multa de 250 pesetas, ¡cuatro años después
de que lo mataran! “Pretendían justificar las salvajadas y atrocidades que se
hicieron sin ton ni son con sentencias a posteriori”.
En sus cartas, Emilio solicitaba la intervención de José
García de Lomas, hermano de su mujer y ayudante del general del Arsenal de la
Carraca, que, “a pesar de que hizo todo lo que pudo”, no consiguió evitar el
trágico final, y de Tomás de Azcárate García de Lomas, primo de Ascensión y
capitán de fragata y jefe interino de la base naval principal de Cádiz, que
murió el mismo día que él, pero en Cádiz. Los militares también cayeron
fulminados. Los que se negaron a acatar órdenes y fueron leales al Gobierno
legítimamente elegido en las urnas, que también los hubo, como Tomás. Casado
habla en su obra que hasta 36 ajusticiados, de los 133 anotados, pertenecían a
la Armada, ya fueran marineros de primera, contramaestres, contadestables,
capitanes de corbeta o, incluso, un médico de la Armada. Pero pudieron ser más
porque, como explicaba Casado en su obra, el cura que escribía por la noche
estos asientos, a veces, ni especificaba su edad, profesión ni estado civil.
También fueron fusilados en ese primer pelotón Manuel Ruiz
Espinosa, Joaquín Duarte Moreno, Sebastián Marín Lozano y Juan Vázquez Garfia.
Y tres hermanos: Juan (maestro), Manuel (médico) y Cayetano (estudiante).
“Lloraba Cayetano, a sus dieciséis años, abrazado a su hermano el doctor Manuel
Roldán, que le consolaba con ternura y entereza…”, cuenta Casado en Trigo
Tronzado. Ellos eran los tres hijos del último alcalde republicano que tuvo San
Fernando, Cayetano Roldán, apresado el mismo día 18 de julio en el Ayuntamiento
adonde fue conducido, con sus hijos, a los calabozos de la Casa Consistorial.
En la madrugada del 15 al 16 sacaron a sus hijos y él pensó que era un traslado
a otra prisión sin llegar a conocer que morirían horas después.
Pasó más de 100 días de cautiverio hasta que llegó el 28 de
octubre y lo mataron, junto contra otras seis personas más, en el paredón del
cementerio. Cuenta Casado que en sus últimos momentos le dijo a uno de sus
verdugos: “Me vas a quitar la vida a mí, que te saqué del vientre de tu madre.
Bien, hacedlo, pero a mis hijos no tocarlos, por favor, que son inocentes. El
verdugo maldito, le contestó con sorna inaudita: ¡pero si ya hemos matado a los
tres!”.
DESCONOCIMIENTO ABSOLUTO
Su cuerpo descansa en la fosa común del cementerio de San
Fernando donde quince cruces, con los nombres o iniciales de algunos de los
fusilados, recuerdan que allí yacen “los republicanos”, como nos dicen en el
cementerio. Una placa con la fecha de la contienda (1936-1939) y muchas piedras
blancas blanquean este lugar que antes lucía con arena amarilla y cal. Pero no
hay más, ni rótulos, ni la más mínima reseña ni a ellos ni a la figura del
alcalde que allí descansa. Y el desconocimiento es tal, que este mismo año
durante la semana republicana un grupo de afiliados al Partido Comunista se
acercó andando hasta el cementerio, con flores y banderas republicanas, y la
gente llamó a los agentes de la Policía alertándoles del peligro porque pasaban
por la casa del alcalde actual, José Loaiza (PP). Confundieron un escrache al
primer edil con un homenaje al alcalde fusilado.
Confundieron un escrache al primer edil con un homenaje al
alcalde fusilado
No hay tampoco por la ciudad ningún indicativo, placa, busto
o cualquier otro elemento que recuerde la figura de este hombre. Tan sólo el
nombre de una vía, frente a calles como Ricardo Isasi, Héroes de Baleares,
Requetés de España o la estatua, que corona la plaza del Ayuntamiento, del
general Varela, hijo predilecto de San Fernando, y que historiadores como
Francisco Espinosa y familiares de las víctimas consideran un “genocida”. Nada
que ver con la opinión pública que flota en la ciudad. Pero es que ningún
gobierno municipal ha hecho nada por eliminar esta simbología ni por aclarar el
proceder de cada protagonista. Ni el anterior gobierno del PA ni el actual del
PP -socios de gobierno, ahora y antes- han aceptado las propuestas de Izquierda
Unida y del PSOE de acabar con los emblemas franquistas ni de aplicar la Ley
52/2007 de Memoria Histórica. La última en presentarse fue la moción de IU que
consiguió el visto bueno del PP-PA a que se diese a conocer el dictamen de la
Comisión Histórica de San Fernando y a recabar apoyo, colaboración técnica y
asesoría legal de la Junta y de la Diputación. Pero no aprobaron la retirada de
los símbolos franquistas ni la anulación de los títulos ni distinciones.
“Es una ley y tienen que cumplirla como todas las demás pero
el PA y el PP no han tenido la más mínima intención de hacerlo”, denuncia el
presidente de AMERE, Antonio Gil, que deja claro antes de ser preguntado que
“¡por supuesto que es el momento!”, frente a las críticas que reciben sobre su
propósito ahora en tiempos de crisis. “Nunca parece que el momento es adecuado
pero sí que lo es. El dolor de las familias sigue ahí y nosotros no queremos
venganza, simplemente, verdad, justicia y reparación”. Lo mismo piensa
Magdalena y, aunque viva en Castelldefels (Barcelona), su deseo sigue siendo el
mismo: “Sólo quiero saber dónde está y llevarle una rosa. ¿No creo que sea
pedir mucho, no?”.
“Sólo quiero saber dónde está y llevarle una rosa. ¿No creo
que sea pedir mucho, no?”
En San Fernando, los lugares más comunes para las
ejecuciones fueron la tapia del cementerio y el caño de la Jarcia (en las
inmediaciones del penal de las Cuatro Torres y dentro del Arsenal de la
Carraca). Existía un camino que conectaba esa parte este de San Fernando con
Puerto Real, a la altura del barrio Jarana, donde se practicaron muchos
fusilamientos en el conocido como Pino Gordo en el parque de Las Canteras. En
La Isla, sólo existe la fosa común del cementerio para la que AMERE pretende
solicitar la declaración de “sitio de memoria histórica” para que “ocurra lo
que ocurra con el cementerio, permanezca ahí y sea respetado”. También van a
solicitar a la Junta de Andalucía subvenciones para reeditar Trigo Tronzado,
cuyos derechos de autor ha cedido la familia a la asociación, y para que
realicen catas arqueológicas en la puerta de acceso del Arsenal de la Carraca y
en el Cementerio de los Ingleses, señalado en el Mapa de las Fosas de las
Víctimas de la Guerra Civil y Posguerra de Andalucía de elaborado por la Junta,
como uno de los posibles lugares donde pueden aparecer los cuerpos.
El lugar, que sirvió de enterramiento de soldados ingleses
que lucharon junto con los españoles en la Guerra de la Independencia iba a ser
transformado en zona verde y recuperado para la población, a la vez que,
declarado como Bien de Interés Cultural (BIC) al ser un sitio vinculado al
Bicentenario de las Cortes Constituyentes en el San Fernando de 1810 y de la
Constitución de Cádiz de 1812. Ahora, es un vertedero condenado al olvido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario