ACTIVIDAD EN CONMEMORACIÓN de LA SEMANA TRÁGICA DE BUENOS
AIRES
SÁBADO 18 DE ENERO a las 20 hs.
Biblioteca Popular José Ingenieros
Hace 95 años la huelga iniciada por los trabajadores de Vasena para
hacer valer sus derechos y reivindicaciones chocó con la sangrienta represión
estatal, y generó una respuesta popular solidaria de una profundidad y magnitud
nunca antes alcanzada. La reacción no se hizo esperar y ejército, policía y
guardias blancas ocuparon la ciudad, encarcelando a miles.
Hace 8 años una huelga de petroleros en la
provincia de Santa Cruz, que luchaban por encuadrar a trabajadores fuera del
convenio de petroleros y elevar el mínimo no imponible del impuesto a las
ganancias, terminó en una feroz represión por parte de la Policía provincial.
La ciudad de Las Heras, epicentro del movimiento, fue sitiada, sometiendo a los
trabajadores a persecuciones, detenciones indiscriminadas y requisas sobre
todos los vecinos de la ciudad.
Solo 87 años separan los dos sucesos y, a
pesar de la distancia y el contexto, las similitudes no son pocas. Creemos
importante destacar dos: la huelga por parte de los trabajadores en defensa de
sus reivindicaciones y la movilización de los explotados y oprimidos que
acompaño esa acción; por otro, la represión por parte de las fuerzas estatales
cómo única respuesta a las demandas. Queremos recordar aquella gesta de 1919
pero también tener presente que hoy como ayer la injusticia sigue siendo para
los de abajo.
El 12 de diciembre pasado un tribunal
provincial condenó a prisión perpetua a tres trabajadores petroleros (Inocencio
Cortez, José Rosales y Hugo González), por la muerte del policía Jorge Sayago,
ocurrida en 2006 durante la represión. Además a Pablo Mansilla, Carlos
Mansilla, Daniel Aguilar, Néstor Aguilar y Ruben Bach los condenaron a cinco
años de prisión por coacción agravada. A Darío Catrihuala, a cinco años como
partícipe necesario de lesiones graves.
Durante la jornada del sábado 18 estaremos
pasando unos videos sobre el conflicto petrolero y sobre otros más recientes.
Cómo siempre abriremos el debate para poder llevarnos alguna conclusión o algún
interrogante. También aprovecharemos la ocasión para recaudar fondos y
colaborar con la campaña por la libertad de los petroleros de Las Heras.
Los/as esperamos/as.
Enero de 1919: PRIMERA INSURRECCION OBRERA EN ARGENTINA
El martes 7 de enero de 1919, con temperaturas similares a
las de este enero, efectivos del cuerpo de Bomberos y personal de la comisaría
34ª ocuparon posiciones estratégicas en la escuela “La Banderita” y en la
fábrica textil de Alfredo Bozalla.
En Amancio Alcorta y Pepirí, a las tres de la tarde, un
piquete huelguista de la casa Vasena, interceptó una vez más –como lo venía
haciendo desde el 2 de diciembre– a una chata conducida por rompehuelgas que,
con custodia policial, había salido desde un depósito, con destino a los
talleres de Cochabamba y La Rioja.
De acuerdo a lo informado a la prensa por la Sociedad de
Resistencia Metalúrgicos Unidos
“Hacia las 15:30 horas, los huelguistas se hallaban
repartidos en las calles para que cuando salieran las chatas de la casa Vasena,
trataran de convencer a los conductores del mal que hacían a los obreros que
luchaban en procura de mejoras. En ese momento los conductores que pasaron por
donde estaban los huelguistas comenzaron a hacer fuego contra éstos, sin que
pudieran defenderse, pues no previeron semejante actitud. Los huelguistas (…),
deseaban encarar el asunto en forma serena. El tiroteo fue secundado
nutridamente por las fuerzas de policía en una fábrica de tejidos, sembrando el
terror entre los huelguistas y los transeúntes que corrían despavoridos por las
calles por encontrarse sin recursos para hacer frente a los atacantes allí
destacados en estado de ebriedad…”.
A apenas sonó el primer tiro, como obedeciendo a una señal
bomberos, policías y carneros comenzaron a hacer un nutrido fuego de fusiles
Máuser, revólveres Colt y carabinas Winchester,
acribillando a las viviendas obreras y los pequeños comercios que tenían
frente a sí.
Hacia las cinco y media de la tarde, cuando cesaron las
últimas descargas, los vecinos salieron
a la vereda para encontrarse con un cuadro dantesco: toda la cuadra de Alcorta
al 3400 –donde estaba el local de la Sociedad de Resistencia Metalúrgicos
Unidos – estaba literalmente acribillada a balazos.
Mientras las ambulancias de la Asistencia Pública
trasladaban decenas de heridos de bala a los hospitales, quedaban en la calle
los cadáveres de Toribio Barrios, Santiago Gómez y una tercera víctima no
identificada y, en el patio de su casa, el de Juan Fiorini. La conmoción por
este verdadero atentado terrorista se extendió velozmente a la ciudad,
impulsado por los adherentes a FORA del V Congreso, de orientación comunista anárquica,
que declaró formalmente la huelga general a partir de las 12 del mediodía del 9
de enero –día fijado para el entierro de los caídos– y convocó a las sociedades
obreras del interior del país a permanecer en contacto.
De esta manera, aquel bochornoso día 7, comenzó en la
Argentina la insurrección más cruenta y prolongada en la historia del
movimiento obrero local: la Semana Trágica de enero de 1919.
Al día siguiente, la huelga se extendió a varias
organizaciones obreras de la otra central existente por entonces, la FORA del
IX Congreso, cuyos afiliados abandonaron el trabajo aunque su Consejo Federal
no se había pronunciado.
Durante todo el día una multitud silenciosa desfiló por los
locales donde se velaban las víctimas.
El 9 de enero piquetes de huelguistas recorrían las calles
cerrando los comercios y deteniendo los tranvías que aún no se habían plegado a
la medida de fuerza. Asimismo, en los locales
gremiales reinaba una gran agitación, efectuándose asambleas de
delegados que, tras breve discusión, se desparramaban por las calles de la
ciudad para propagar el abandono del trabajo y la concurrencia al sepelio de
las víctimas del 7 de enero.
Nuestro querido Vicente Francomano, por entonces un joven
carpintero de 16 años, empleado en la casa Marconi, dejó un testimonio de
aquella febril actividad:
“Ya habíamos comenzado en el trabajo a hacer efectiva la
jornada, en eso vienen los delegados de la FORA, de la local
bonaerense, informando a los talleres la declaración de la
huelga general por el motivo que era. Entonces, éramos una casa como de 100
obreros y era un barrio completamente obrero –Villa Crespo– donde estábamos
instalados, y empiezan a repartirse por grupos visitando a las grandes
fábricas, curtiembres, fábricas de cajones, talleristas. Y así llegamos en
manifestación al local de la FORA, que era muy chico para recibir a toda la
gente que concurría por ese paro. En el transcurso que se iba ahí se paraban
los tranvías, se les cortaba la soga a los troles para que no caminaran. En
fin, un hecho de rebeldía completamente”
Cerca de la una de la tarde, un monumental cortejo fúnebre
–calculado en unas doscientas mil personas– partió desde Pompeya llevando los
féretros a pulso, encabezado por un grupo de autodefensa armado con revólveres.
Desde mucho antes la muchedumbre se había ubicado en las esquinas, a la espera
del paso de la manifestación.
Al pasar por los talleres Vasena, ocurrió la primera
agresión a la columna: los matones contratados por Vasena hicieron fuego contra
ella desde la azotea. El grueso continuó su marcha hacia la avenida Corrientes,
para dirigirse a la Chacarita, mientras que importantes grupos se desprendían e
intentaban incendiar las instalaciones embistiendo los portones con carros de
basura convertidos en carrozas de fuego.
El cortejo, algo mermado en número por la conmoción derivada
de los ataques y los grupos que se
quedaron combatiendo, continuó su marcha
por San Juan, doblando al norte en Boedo. Al llegar a la esquina de Humberto I,
un piquete desprendido de la columna se detuvo a asaltar una armería, mientras
que el resto continuó su marcha por Boedo, Rivadavia, Medrano y Corrientes,
para allí doblar en dirección oeste hacia
la Chacarita. En los alrededores de Rivadavia y Medrano, otros grupos se
habían desprendido para detener algunos vehículos que estaban circulando. De
esa manera, en Rivadavia y Virrey Liniers el comisario de la 10ª hirió de un
tiro en la pierna a un pibe, cuando su grupo quiso interceptar el auto en que
viajaba; y en Rivadavia al 4000, otro grupo tomó por asalto un carro de
bomberos, puso en fuga a sus ocupantes, desenganchó sus caballos y le prendió
fuego; en Corrientes, entre Yatay y Lambaré, se quemaron completamente dos
coches de la compañía Lacroze; En ese mismo lugar y ante la hostilidad de los
manifestantes desde el Colegio-Asilo Casa de Jesús, los bomberos allí parapetados abrieron fuego por lo que,
la multitud furiosa, atacó la iglesia, armando una gran pira en la nave
central, donde se quemaron imágenes y bancos de madera.
Reiniciada la marcha, más adelante se produjo un nuevo
tiroteo frente a la comisaría 21ª.
Los restos de lo que fue una imponente manifestación obrera
pudo llegar, aún así, cerca de las 17, al cementerio de la Chacarita. Al llegar a la entrada principal,
los manifestantes se encontraron con la presencia de efectivos de un regimiento
de infantería, agentes del Escuadrón de Seguridad y de bomberos.
Y de acuerdo al testimonio de Vicente Francomano
“En Chacarita, cuando
entra cierta cantidad de gente, cierran los portones y empiezan las descargas
de fusilería. La gente que estaba adentro estaría con algún revolver y se
sintió un ‘pum’, pero no era ahí. Se va del lado contrario de donde vienen las
balas, hacia los finales de Chacarita, sobre la calle Warnes y el ferrocarril
Pacífico se escapa mucha gente. Creo, como ya lo dije en otra oportunidad, que
mucha gente ha quedado durmiendo en la Chacarita”.
El pánico se apoderó de los manifestantes, quienes apenas
atinaron a guarecerse detrás de las bóvedas, e incluso arrojándose dentro de
las fosas recién abiertas, para luego intentar huir por los fondos del
cementerio. A las 18.30, los féretros quedaron insepultos, y al menos tres
nuevos cadáveres quedaron tendidos en el camposanto.
Mientras ocurrían estos hechos, el general Dellepiane era
nombrado comandante de las fuerzas militares de ocupación de la Capital Federal
y el Ejército concentraba en Buenos Aires una tropa de 30.000 hombres, incluido
un cuerpo de soldados provenientes de Salta. Entre sus primeras medidas dispuso
el inmediato envío de tropas de infantería a desalojar los alrededores de la
fábrica de Vasena, la cuales instalaron hacia las seis de la tarde dos baterías
de ametralladoras pesadas sobre la calzada de Cochabamba, con las cuales se
hizo fuego continuo hacia ambos lados de la calle, por espacio de más de una
hora
La policía, completamente desbordada por los
acontecimientos, se replegó en las comisarías dominada por el terror; a tal
punto que llegó a tirotearse entre sí en el interior del Departamento Central
de Policía, al creer que una columna huelguista efectuaba un ataque armado.
Si bien ese asalto nunca ocurrió, sí es verdad que las
calles habían quedado en poder de los obreros, quienes dispusieron que los
únicos vehículos autorizados para circular debían estar identificados con la
sigla FORA pintada en una bandera roja. Los canillitas, por resolución de su
sindicato, voceaban solamente los dos
periódicos obreros más importantes de la época: La Protesta y La Vanguardia.
La FORA del IX congreso, completamente desbordada por sus
afiliados y ante la gravedad de los acontecimientos, decidió tomar el toro por
las astas con el objeto de terminar con el paro lo antes posible. Y para ello,
su consejo federal hizo pública la resolución de “asumir la dirección del
movimiento de la capital federal y llamar a una reunión de delegados y
secretarios de organizaciones sindicales, quienes resolverán en definitiva,
sobre plazos y fi jación de las aspiraciones a concretar en aquel”.
Esta posición motivó
una inmediata réplica de los “quintistas”, que en su comunicado del 10 de
enero, decían:
“Reunido este Consejo con representantes de todas las
sociedades federadas y autónomas, resuelve:
Proseguir el movimiento huelguístico como acto de protesta
contra los crímenes del Estado consumados en el día de ayer y anteayer. Fijar
un verdadero objetivo al movimiento, el cual es pedir la excarcelación de todos
los presos por cuestiones sociales. Conseguir la libertad de Radowitzky y
Barrera, que en estos momentos puede hacerse, ya que Radowitzky es el vengador
de los caídos en la masacre de 1909 y sintetiza una aspiración superior.
Desmentir categóricamente las afirmaciones hechas por la
titulada F.O.R.A. del IX congreso, que hasta el miércoles a la noche sólo
‘protestó moralmente’, sin ordenar ningún paro. La única que lo hizo fue esta
Federación. En consecuencia, la huelga sigue por tiempo indeterminado. A las
iras populares no es posible ponerles plazo; hacerlo es traicionar al pueblo
que lucha. Se hace un llamamiento a la acción.
¡Reivindicaos, proletarios! ¡Viva la huelga general
revolucionaria! – El Consejo Federal.”
El movimiento cobró fuerza en el interior del país,
principalmente en las ciudades de Córdoba, Mar del Plata y Rosario, y en innumerables
localidades de provincia, como lo prueban los telegramas que llovían sobre el
ministro del Interior yrigoyenista pidiéndole más tropas para reprimir.
En esos momentos en que las fuerzas represivas del Estado se
hallaban en la incertidumbre, irrumpió en las calles un grupo de civiles
armados y organizados en el Centro Naval por el almirante Domeq García,
monseñor D’Andrea y el vicario general de la Armada, monseñor Piaggio. Su
misión principal consistió en atacar huelguistas y miembros de la comunidad
judía: eran los “Defensores del Orden” o “Guardia Blanca”, nombre que cambiaron
a los pocos días por el de “Liga Patriótica Argentina”. Fue este grupo el que
incendió la imprenta del diario anarquista La Protesta.
Con el paso de los días, el movimiento empezó a debilitarse;
la FORA novenaria “levantó” de inmediato una medida de fuerza que nunca
decretó, exhortando al proletariado a volver al trabajo. Poco a poco la
represión fue ganando las calles, mientras los “quintistas” hacían esfuerzos
inauditos por prolongar la lucha, lo que concentró sobre ellos todo el peso de
la represión hasta que, finalmente, tuvieron que dar la huelga por finalizada,
debiendo pasar a la clandestinidad.
El 17 de enero los últimos sectores volvieron al trabajo. La
huelga fue ganada por los obreros de Vasena; la patronal tuvo que aceptar el
pliego de condiciones. La FORA del V, en virtud de su posición intransigente
ante el Estado, se fortaleció con la incorporación de miles de trabajadores a
sus filas, que hacia 1925 sumarían alrededor de medio millón de obreros
industriales.
Hipólito Yrigoyen, presidente de la nación, fue el cómplice
objetivo de la represión militar, policial y parapolicial, que produjo las
peores masacres sufridas por el movimiento obrero durante el período que abarcó
su gobierno.
Algunas fuentes sostienen que en el transcurso del
movimiento fueron asesinadas entre 700 y 2.000 personas, heridas más de 4.000,
y detenidas unas 55.000 en todo el país. La isla Martín García fue la antesala
de la deportación para los extranjeros, mientras que los argentinos fueron a
dar con sus huesos al penal de Ushuaia.
Nunca pudo saberse con certeza el número de trabajadores
muertos, ya que la bancada radical en el Congreso, aliada a los conservadores,
obstaculizó toda investigación sobre la represión.
Desde siempre, las revueltas populares han marcado un punto
de inflexión en la historia. Un momento en el que los trabajadores, los
desocupados, los oprimidos en general dicen ¡basta! y deciden tomar el destino
en sus propias manos. Por lo general, sobrepasando dirigencias, aparatos
sindicales o partidarios.
Este fue el caso de la "Semana trágica", así como
del Cordobazo y, más acá en el tiempo, de las jornadas del 19 y 20 de Diciembre
de 2001, solo por nombrar los más recordados.
La respuesta del Estado es siempre la misma: represión,
muerte, criminalización de la protesta y luego impunidad. Después, la historia
oficial se encarga de borrar las huellas que dejan estos hechos sin héroes de
bronce, como si nunca hubieran ocurrido.
Sin embargo, vemos como las luchas de los trabajadores dejan
su marca indefectiblemente. Hoy, la huelga y la acción directa siguen vigentes
como método de lucha en conflictos laborales que retoman históricas
reivindicaciones del movimiento obrero. A su vez, los trabajadores, por encima
de las burocracias sindicales, se organizan en asambleas, que constituyen el
órgano supremo de toma de decisiones al igual que en aquel lejano 1919.
La represión, la criminilización de la protesta y la
explotación continúan, la lucha también
FUENTE: "Días rojos, verano negro. Enero de 1919, la
semana trágica de Buenos Aires" de Horacio Ricardo Silva. Col. Utopía
Libertaria
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