NO HAY NOCHE SIN DIA NI LIBERTAD SIN ANARQUIA - LOS BIENES MAS PRECIADOS SON LA VIDA Y LA LIBERTAD - SALUD, ANARQUIA Y REVOLUCIÓN SOCIAL-

martes, 14 de enero de 2014

ACTIVIDAD EN COMMEMORACION DE LA SEMANA TRAGICA EN BUENOS AIRES


ACTIVIDAD EN CONMEMORACIÓN de LA SEMANA TRÁGICA DE BUENOS AIRES

SÁBADO 18 DE ENERO a las 20 hs.

Biblioteca Popular José Ingenieros

 Hace 95 años la huelga iniciada por los trabajadores de Vasena para hacer valer sus derechos y reivindicaciones chocó con la sangrienta represión estatal, y generó una respuesta popular solidaria de una profundidad y magnitud nunca antes alcanzada. La reacción no se hizo esperar y ejército, policía y guardias blancas ocuparon la ciudad, encarcelando a miles.

 Hace 8 años una huelga de petroleros en la provincia de Santa Cruz, que luchaban por encuadrar a trabajadores fuera del convenio de petroleros y elevar el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, terminó en una feroz represión por parte de la Policía provincial. La ciudad de Las Heras, epicentro del movimiento, fue sitiada, sometiendo a los trabajadores a persecuciones, detenciones indiscriminadas y requisas sobre todos los vecinos de la ciudad.

 Solo 87 años separan los dos sucesos y, a pesar de la distancia y el contexto, las similitudes no son pocas. Creemos importante destacar dos: la huelga por parte de los trabajadores en defensa de sus reivindicaciones y la movilización de los explotados y oprimidos que acompaño esa acción; por otro, la represión por parte de las fuerzas estatales cómo única respuesta a las demandas. Queremos recordar aquella gesta de 1919 pero también tener presente que hoy como ayer la injusticia sigue siendo para los de abajo.

 El 12 de diciembre pasado un tribunal provincial condenó a prisión perpetua a tres trabajadores petroleros (Inocencio Cortez, José Rosales y Hugo González), por la muerte del policía Jorge Sayago, ocurrida en 2006 durante la represión. Además a Pablo Mansilla, Carlos Mansilla, Daniel Aguilar, Néstor Aguilar y Ruben Bach los condenaron a cinco años de prisión por coacción agravada. A Darío Catrihuala, a cinco años como partícipe necesario de lesiones graves.

 Durante la jornada del sábado 18 estaremos pasando unos videos sobre el conflicto petrolero y sobre otros más recientes. Cómo siempre abriremos el debate para poder llevarnos alguna conclusión o algún interrogante. También aprovecharemos la ocasión para recaudar fondos y colaborar con la campaña por la libertad de los petroleros de Las Heras.

 Los/as esperamos/as.

 

Enero de 1919: PRIMERA INSURRECCION OBRERA EN ARGENTINA

El martes 7 de enero de 1919, con temperaturas similares a las de este enero, efectivos del cuerpo de Bomberos y personal de la comisaría 34ª ocuparon posiciones estratégicas en la escuela “La Banderita” y en la fábrica textil de Alfredo Bozalla.

En Amancio Alcorta y Pepirí, a las tres de la tarde, un piquete huelguista de la casa Vasena, interceptó una vez más –como lo venía haciendo desde el 2 de diciembre– a una chata conducida por rompehuelgas que, con custodia policial, había salido desde un depósito, con destino a los talleres de Cochabamba y La Rioja.

De acuerdo a lo informado a la prensa por la Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos

 

“Hacia las 15:30 horas, los huelguistas se hallaban repartidos en las calles para que cuando salieran las chatas de la casa Vasena, trataran de convencer a los conductores del mal que hacían a los obreros que luchaban en procura de mejoras. En ese momento los conductores que pasaron por donde estaban los huelguistas comenzaron a hacer fuego contra éstos, sin que pudieran defenderse, pues no previeron semejante actitud. Los huelguistas (…), deseaban encarar el asunto en forma serena. El tiroteo fue secundado nutridamente por las fuerzas de policía en una fábrica de tejidos, sembrando el terror entre los huelguistas y los transeúntes que corrían despavoridos por las calles por encontrarse sin recursos para hacer frente a los atacantes allí destacados en estado de ebriedad…”.

A apenas sonó el primer tiro, como obedeciendo a una señal bomberos, policías y carneros comenzaron a hacer un nutrido fuego de fusiles Máuser, revólveres Colt y carabinas Winchester,  acribillando a las viviendas obreras y los pequeños comercios que tenían frente a sí.

Hacia las cinco y media de la tarde, cuando cesaron las últimas descargas,  los vecinos salieron a la vereda para encontrarse con un cuadro dantesco: toda la cuadra de Alcorta al 3400 –donde estaba el local de la Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos – estaba literalmente acribillada a balazos.

Mientras las ambulancias de la Asistencia Pública trasladaban decenas de heridos de bala a los hospitales, quedaban en la calle los cadáveres de Toribio Barrios, Santiago Gómez y una tercera víctima no identificada y, en el patio de su casa, el de Juan Fiorini. La conmoción por este verdadero atentado terrorista se extendió velozmente a la ciudad, impulsado por los adherentes a FORA del V Congreso, de orientación comunista anárquica, que declaró formalmente la huelga general a partir de las 12 del mediodía del 9 de enero –día fijado para el entierro de los caídos– y convocó a las sociedades obreras del interior del país a permanecer en contacto.

De esta manera, aquel bochornoso día 7, comenzó en la Argentina la insurrección más cruenta y prolongada en la historia del movimiento obrero local: la Semana Trágica de enero de 1919.

Al día siguiente, la huelga se extendió a varias organizaciones obreras de la otra central existente por entonces, la FORA del IX Congreso, cuyos afiliados abandonaron el trabajo aunque su Consejo Federal no se había pronunciado.

Durante todo el día una multitud silenciosa desfiló por los locales donde se velaban las víctimas.

El 9 de enero piquetes de huelguistas recorrían las calles cerrando los comercios y deteniendo los tranvías que aún no se habían plegado a la medida de fuerza. Asimismo, en los locales  gremiales reinaba una gran agitación, efectuándose asambleas de delegados que, tras breve discusión, se desparramaban por las calles de la ciudad para propagar el abandono del trabajo y la concurrencia al sepelio de las víctimas del 7 de enero.

Nuestro querido Vicente Francomano, por entonces un joven carpintero de 16 años, empleado en la casa Marconi, dejó un testimonio de aquella febril actividad:

“Ya habíamos comenzado en el trabajo a hacer efectiva la jornada, en eso vienen los delegados de la FORA, de la local

bonaerense, informando a los talleres la declaración de la huelga general por el motivo que era. Entonces, éramos una casa como de 100 obreros y era un barrio completamente obrero –Villa Crespo– donde estábamos instalados, y empiezan a repartirse por grupos visitando a las grandes fábricas, curtiembres, fábricas de cajones, talleristas. Y así llegamos en manifestación al local de la FORA, que era muy chico para recibir a toda la gente que concurría por ese paro. En el transcurso que se iba ahí se paraban los tranvías, se les cortaba la soga a los troles para que no caminaran. En fin, un hecho de rebeldía completamente”

Cerca de la una de la tarde, un monumental cortejo fúnebre –calculado en unas doscientas mil personas– partió desde Pompeya llevando los féretros a pulso, encabezado por un grupo de autodefensa armado con revólveres. Desde mucho antes la muchedumbre se había ubicado en las esquinas, a la espera del paso de la manifestación.

Al pasar por los talleres Vasena, ocurrió la primera agresión a la columna: los matones contratados por Vasena hicieron fuego contra ella desde la azotea. El grueso continuó su marcha hacia la avenida Corrientes, para dirigirse a la Chacarita, mientras que importantes grupos se desprendían e intentaban incendiar las instalaciones embistiendo los portones con carros de basura  convertidos en carrozas de fuego.

El cortejo, algo mermado en número por la conmoción derivada de los  ataques y los grupos que se quedaron  combatiendo, continuó su marcha por San Juan, doblando al norte en Boedo. Al llegar a la esquina de Humberto I, un piquete desprendido de la columna se detuvo a asaltar una armería, mientras que el resto continuó su marcha por Boedo, Rivadavia, Medrano y Corrientes, para allí doblar en dirección oeste hacia  la Chacarita. En los alrededores de Rivadavia y Medrano, otros grupos se habían desprendido para detener algunos vehículos que estaban circulando. De esa manera, en Rivadavia y Virrey Liniers el comisario de la 10ª hirió de un tiro en la pierna a un pibe, cuando su grupo quiso interceptar el auto en que viajaba; y en Rivadavia al 4000, otro grupo tomó por asalto un carro de bomberos, puso en fuga a sus ocupantes, desenganchó sus caballos y le prendió fuego; en Corrientes, entre Yatay y Lambaré, se quemaron completamente dos coches de la compañía Lacroze; En ese mismo lugar y ante la hostilidad de los manifestantes desde el Colegio-Asilo Casa de Jesús, los bomberos  allí parapetados abrieron fuego por lo que, la multitud furiosa, atacó la iglesia, armando una gran pira en la nave central, donde se quemaron imágenes y bancos de madera.

Reiniciada la marcha, más adelante se produjo un nuevo tiroteo frente a la comisaría 21ª.

Los restos de lo que fue una imponente manifestación obrera pudo llegar, aún así, cerca de las 17, al cementerio de la  Chacarita. Al llegar a la entrada principal, los manifestantes se encontraron con la presencia de efectivos de un regimiento de infantería, agentes del Escuadrón de Seguridad y de bomberos.

Y de acuerdo al testimonio de Vicente Francomano

 “En Chacarita, cuando entra cierta cantidad de gente, cierran los portones y empiezan las descargas de fusilería. La gente que estaba adentro estaría con algún revolver y se sintió un ‘pum’, pero no era ahí. Se va del lado contrario de donde vienen las balas, hacia los finales de Chacarita, sobre la calle Warnes y el ferrocarril Pacífico se escapa mucha gente. Creo, como ya lo dije en otra oportunidad, que mucha gente ha quedado durmiendo en la Chacarita”.

El pánico se apoderó de los manifestantes, quienes apenas atinaron a guarecerse detrás de las bóvedas, e incluso arrojándose dentro de las fosas recién abiertas, para luego intentar huir por los fondos del cementerio. A las 18.30, los féretros quedaron insepultos, y al menos tres nuevos cadáveres quedaron tendidos en el camposanto.

Mientras ocurrían estos hechos, el general Dellepiane era nombrado comandante de las fuerzas militares de ocupación de la Capital Federal y el Ejército concentraba en Buenos Aires una tropa de 30.000 hombres, incluido un cuerpo de soldados provenientes de Salta. Entre sus primeras medidas dispuso el inmediato envío de tropas de infantería a desalojar los alrededores de la fábrica de Vasena, la cuales instalaron hacia las seis de la tarde dos baterías de ametralladoras pesadas sobre la calzada de Cochabamba, con las cuales se hizo fuego continuo hacia ambos lados de la calle, por espacio de más de una hora

La policía, completamente desbordada por los acontecimientos, se replegó en las comisarías dominada por el terror; a tal punto que llegó a tirotearse entre sí en el interior del Departamento Central de Policía, al creer que una columna huelguista efectuaba un ataque armado.

Si bien ese asalto nunca ocurrió, sí es verdad que las calles habían quedado en poder de los obreros, quienes dispusieron que los únicos vehículos autorizados para circular debían estar identificados con la sigla FORA pintada en una bandera roja. Los canillitas, por resolución de su sindicato,  voceaban solamente los dos periódicos obreros más importantes de la época: La Protesta y La Vanguardia.

La FORA del IX congreso, completamente desbordada por sus afiliados y ante la gravedad de los acontecimientos, decidió tomar el toro por las astas con el objeto de terminar con el paro lo antes posible. Y para ello, su consejo federal hizo pública la resolución de “asumir la dirección del movimiento de la capital federal y llamar a una reunión de delegados y secretarios de organizaciones sindicales, quienes resolverán en definitiva, sobre plazos y fi jación de las aspiraciones a concretar en aquel”.

 Esta posición motivó una inmediata réplica de los “quintistas”, que en su comunicado del 10 de enero, decían:

“Reunido este Consejo con representantes de todas las sociedades federadas y autónomas, resuelve:

Proseguir el movimiento huelguístico como acto de protesta contra los crímenes del Estado consumados en el día de ayer y anteayer. Fijar un verdadero objetivo al movimiento, el cual es pedir la excarcelación de todos los presos por cuestiones sociales. Conseguir la libertad de Radowitzky y Barrera, que en estos momentos puede hacerse, ya que Radowitzky es el vengador de los caídos en la masacre de 1909 y sintetiza una aspiración superior.

Desmentir categóricamente las afirmaciones hechas por la titulada F.O.R.A. del IX congreso, que hasta el miércoles a la noche sólo ‘protestó moralmente’, sin ordenar ningún paro. La única que lo hizo fue esta Federación. En consecuencia, la huelga sigue por tiempo indeterminado. A las iras populares no es posible ponerles plazo; hacerlo es traicionar al pueblo que lucha. Se hace un llamamiento a la acción.

¡Reivindicaos, proletarios! ¡Viva la huelga general revolucionaria! – El Consejo Federal.”

El movimiento cobró fuerza en el interior del país, principalmente en las ciudades de Córdoba, Mar del Plata y Rosario, y en innumerables localidades de provincia, como lo prueban los telegramas que llovían sobre el ministro del Interior yrigoyenista pidiéndole más tropas para reprimir.

En esos momentos en que las fuerzas represivas del Estado se hallaban en la incertidumbre, irrumpió en las calles un grupo de civiles armados y organizados en el Centro Naval por el almirante Domeq García, monseñor D’Andrea y el vicario general de la Armada, monseñor Piaggio. Su misión principal consistió en atacar huelguistas y miembros de la comunidad judía: eran los “Defensores del Orden” o “Guardia Blanca”, nombre que cambiaron a los pocos días por el de “Liga Patriótica Argentina”. Fue este grupo el que incendió la imprenta del diario anarquista La Protesta.

Con el paso de los días, el movimiento empezó a debilitarse; la FORA novenaria “levantó” de inmediato una medida de fuerza que nunca decretó, exhortando al proletariado a volver al trabajo. Poco a poco la represión fue ganando las calles, mientras los “quintistas” hacían esfuerzos inauditos por prolongar la lucha, lo que concentró sobre ellos todo el peso de la represión hasta que, finalmente, tuvieron que dar la huelga por finalizada, debiendo pasar a la clandestinidad.

El 17 de enero los últimos sectores volvieron al trabajo. La huelga fue ganada por los obreros de Vasena; la patronal tuvo que aceptar el pliego de condiciones. La FORA del V, en virtud de su posición intransigente ante el Estado, se fortaleció con la incorporación de miles de trabajadores a sus filas, que hacia 1925 sumarían alrededor de medio millón de obreros industriales.

Hipólito Yrigoyen, presidente de la nación, fue el cómplice objetivo de la represión militar, policial y parapolicial, que produjo las peores masacres sufridas por el movimiento obrero durante el período que abarcó su gobierno.

Algunas fuentes sostienen que en el transcurso del movimiento fueron asesinadas entre 700 y 2.000 personas, heridas más de 4.000, y detenidas unas 55.000 en todo el país. La isla Martín García fue la antesala de la deportación para los extranjeros, mientras que los argentinos fueron a dar con sus huesos al penal de Ushuaia.

Nunca pudo saberse con certeza el número de trabajadores muertos, ya que la bancada radical en el Congreso, aliada a los conservadores, obstaculizó toda investigación sobre la represión.

Desde siempre, las revueltas populares han marcado un punto de inflexión en la historia. Un momento en el que los trabajadores, los desocupados, los oprimidos en general dicen ¡basta! y deciden tomar el destino en sus propias manos. Por lo general, sobrepasando dirigencias, aparatos sindicales o partidarios.

Este fue el caso de la "Semana trágica", así como del Cordobazo y, más acá en el tiempo, de las jornadas del 19 y 20 de Diciembre de 2001, solo por nombrar los más recordados.

La respuesta del Estado es siempre la misma: represión, muerte, criminalización de la protesta y luego impunidad. Después, la historia oficial se encarga de borrar las huellas que dejan estos hechos sin héroes de bronce, como si nunca hubieran ocurrido.

Sin embargo, vemos como las luchas de los trabajadores dejan su marca indefectiblemente. Hoy, la huelga y la acción directa siguen vigentes como método de lucha en conflictos laborales que retoman históricas reivindicaciones del movimiento obrero. A su vez, los trabajadores, por encima de las burocracias sindicales, se organizan en asambleas, que constituyen el órgano supremo de toma de decisiones al igual que en aquel lejano 1919.

La represión, la criminilización de la protesta y la explotación continúan, la lucha también

 

FUENTE: "Días rojos, verano negro. Enero de 1919, la semana trágica de Buenos Aires" de Horacio Ricardo Silva. Col. Utopía Libertaria

No hay comentarios: