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lunes, 14 de agosto de 2017

DECIMOCUARTO Y DECIMOQUINTO FUSILAMIENTO - LIBRO TRIGO TRONZADO - La represion franquista 1936 en San Fernando (Cadiz)


LIBRO TRIGO TRONZADO (La represión franquista 1936 en San Fernando – Cádiz)

Autor: JOSE CASADO MONTADO

DECIMOCUARTO  Y DECIMOQUINTO  FUSILAMIENTO

 

DECIMOCUARTO  FUSILAMIENTO

Larga o breve, en realidad Cuando el dolor da su fruto, Un día es la eternidad. Para la felicidad, Un siglo dura un minuto.      Cerón

 

Dos días después de mi último relato, el día once de octubre, volvió a gozarla aquel celador maléfico y bruto, Prieto, seleccionando a cinco detenidos, con la misma serenidad sádica que una fiera. Fueron lanzados a la fosa común de nuestro cementerio, después de lanzarles unas paladas de cal viva y otra más de tierra amarilla, los mártires siguientes:

          Aquilino Pombo Ríos.    Maquinista de la Armada.      Casado.

          Enrique Fernández Gracia.

          Francisco Baptista Florana. Natural de Zaragoza. Hijo de Francisco y concepción. 31 años. Casado con Dª Sara Torrente.

          Santiago Martínez.

          Manuel Martínez Moreno. 2º Auxiliar Naval. Esposo de Josefina Olivares Caballero.

 

Nadie se interesó por hacerles unas fichas adecuadas y correctas, ni el cura siquiera que intentó confesarlos. Para aquellos burócratas amaestrados, los fusilados no significaban nada, ni sus familiares. ¡No tenían opción tampoco, sólo obedecer a los heroicos que mandaban, o no tenían ningún sentido de la dignidad y el compromiso con la Constitución y la Patria!. La traición fue su arma principal.

El tristemente célebre falangista Cardoso, empleado en el Ayuntamiento de mayordomo, pelotillero y chivato, como pago por haber fusilado a tantos isleños inocentes, sanos y   normales, sabrá lo que hizo con la documentación y fichas existentes en el Ayuntamiento y que destruyó antes que llegara la democracia, con la complicidad de algunos de los que allí convivían con él de sus mismas ideas. Fichas, seguramente, aclaratorias, pero que hubiesen constituido la huella del delito de sus propios crímenes y temiéndole al juicio que todos esperábamos y que nunca llegó. Ahora, en el Ayuntamiento, que yo sepa, no hay absolutamente nada relativo a las victimas de aquel vandalismo.

Seguramente que si yo hubiese estado en La Isla en los anteriores a la democracia, hubiera vivido aislado, perteneciendo a mí mismo, no afiliado a ningún grupo de snobs e intelectuales estériles.

Se de buena fuente, que los guardianes falangistas que custodiaban la prisión del Ayuntamiento, todos de misa y comunión diaria, les gritaban a las esposas y madres de los presos, que iban a llevar algo para ellos, unas obscenidades irreproducibles.

Al día siguiente, día de la Raza…

“En Salamanca la celebración del Día de la Raza se ha convertido en un enfrentamiento entre Don Miguel de Unamuno y el general Millán Astray. Tras la intervención de Don Francisco Maldonado que atacó a catalanes y vascos, se gritó el lema de la legión “¡Viva la muerte!” al que siguieron los de “¡España!  ¡Una! ¡Grande! ¡Libre!” emitidos por Millán Astray. A continuación intervino Don Miguel como rector de la Universidad.  Refiriéndose a los gritos del señor Millán Astray dijo: “Acabo d  oír el grito necrófilo y sin sentido de ¡Viva la Muerte!... El general Millán Astray es un inválido… un inválido de guerra… que quiera crear una España nueva… según su propia imagen. Y por ello desearía  ver  una  España  mutilada”.  Aquí  saltó  Millán   Astray.

¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte! Que corearon los falangistas. Don Miguel siguió: “Este es el templo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando este sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y  para persuadir necesitaríais algo que os falta: la razón y derecho en la lucha”. Si doña Carmen Polo no llega a darle el brazo a Don Miguel, para abandonar el recinto, seguro que los legionarios lo hubieran abatido a tiros. Las palabras sabias de Don Miguel de Unamuno flotaron en el ambiente español durante toda la  guerra y fueron premonitorias de todo lo malo que nos ocurrió después nos vencieron pero jamás convencieron. Don Miguel murió poco tiempo después y alguien dijo que fue del disgusto.

 

 

DECIMOQUINTO FUSILAMIENTO

… pues simulan de esa historia, unos, haberla ignorado, Puesto que la han ocultado…. otros, no guardan memoria, pues medio siglo ha pasado.     Cerón

 

La máquina destructora no cesaba de matar. El día 15 de octubre sacaron seis detenidos del penal de La Casería que, silenciosos, fueron al paredón con toda docilidad, como debe ser la que caracteriza a los inocentes. Una vez más el energúmeno que tomó sus nombres no se molestó en anotar edad, estado civil, profesión, etc., nada, como si fueran perros.

Fueron fusilados:

          Manuel Rodríguez Castellano.

          Miguel Rodríguez Cabeza.

          Domingo Sánchez Rodríguez.

          José Fernández Tizón.

          Julio González Rodríguez.

          Francisco Torres Alcántara.

 

Los caminos aquellos cercanos a la cárcel escucharon los gritos de rabia y dolor de los familiares cuando fueron a recibir la manta y ropa: ¡asesinos, verdugos, perros rabiosos! ¿Qué habéis hecho con mi hijo?

Una tristeza d muerte reinaba en La Isla, dolorida y mártir. Había más gentes enlutadas que sin luo e imperaba un miedo generalizado tanto en el interior de las casas como en todo el pueblo. En las calles, en los bares también, con las tres fotos obligatorias, bien visibles: Hitler, Franco y Mussolini, y, además un cartelito que decía “prohibido hablar de política”. Creíamos que no existiera una ciudad más castigada (y las había, desde luego). La herida aquella d dolor y hambre, que más tarde se amplió con la llegada del piojo verde, la tuberculosis, el asco, el odio, la rebeldía interna y el rencor, iban tomando cuerpo en los adolescentes aquellos en periodo de captación, de fijación, consecuencia de su sensibilidad y capacidad para mantener la pura verdad en casto recuerdo y rechazar tanta falsedad y adulteración, tanta morralla, tanto engaño, revestido todo de celofán pseudo patriótico e incienso de clericalla idólatra.

Nos decían los curas aquellos al servicio de los facciosos y homicidas del naciente régimen, que… “el mundo se mantiene  en pié sólo porque es amado por Dios, y el diablo es inexistente sólo porque, con todas las tentaciones, no puede hacerse amar por nadie”. ¿Cómo osaba decirnos que este era un mundo de Dios, cuando los que hacían y deshacían eran ellos, auténticos diablos?

 Un enjambre de mendigos iban a las puertas traseras de los cuarteles y entre ellos muchos niños, con latas, para recoger las sobras del rancho de los militares. También iban a los conventos e iglesias. Empezaban la exterminación sistemática, la  depuración más o menos sofisticad, la eliminación de la semilla del ateismo… que, sin duda alguna y para aquellas gentuzas, estaba entre los pobres y necesitados.

En tres meses La Isla se convirtió en una ciudad sitiada, alocada, enlutada, sin alegría ni esperanzas, enfermiza. Lo que nos estaba pasando no era para menos. Los señoritos de toda   la vida, continuaban asistiendo a sus casinos, a sus misas, huyendo del esfuerzo, plantado en su inutilidad total, criticando la ignorancia de la plebe, las intrigas de los jesuitas y los arrebatos de la Guardia Civil. No eran ni siquiera una clase social eran una pandilla de señoritos ociosos y aburridos. ¡Pero aplaudían los crímenes que se estaban cometiendo, aquellos fue notorio, que el general Primo de Rivera quiso ayudar a fortalecer la industria española. Concedió a los propietarios de las fábricas grandes subsidios, pero los señoritos se gastaban casi siempre estos dineros en Biarritz o en París. Con las pesetas sobrantes compraban maquinaria de ocasión y así fue el resultado, para el gobierno, y sobre todo para el país.

Continua…..

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