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miércoles, 4 de enero de 2012

LAS 12 PRUEBAS DE LA INEXISTENCIA DE DIOS 1ª PARTE DE 4

SEBASTIAN FAURE Camaradas: Hay dos maneras de estudiar y de intentar resolver el problema de la inexistencia de Dios.
La primera consiste en eliminar la hipótesis de Dios del campo de las conjeturas plausibles o necesarias para una explicación clara y precisa por la exposición de un sistema positivo del universo, de sus orígenes, de sus desarrollos sucesivos, de sus fines.

Esta exposición haría inútil la idea de Dios y destruirá por adelantado todo el edificio metafísico sobre el cual los filósofos espiritualistas y los teólogos lo hacen descansar.

Eso supuesto, en el estado actual de los conocimientos humanos, si uno se ciñe, como corresponde, a lo que es demostrado o demostrable, verificado o verificable, esta explicación falla, este sistema positivo del universo falla. Existen ciertamente hipótesis ingeniosas y que no chocan de ninguna manera con la razón; existen sistemas más o menos verosímiles, que se apoyan sobre una cantidad de constataciones y calan en la multiplicidad de observaciones con las cuales han edificado un carácter de probabilidad que impresiona. Así se puede atrevidamente sostener que estos sistemas y esas suposiciones soportan ventajosamente ser confrontados con las afirmaciones de los deístas; sin embargo, en verdad, no hay sobre este punto sino tesis que no poseen aún el valor de la certidumbre científica y cada uno, siendo libre, en fin de cuentas, para conceder la preferencia a tal sistema o a tal otro que le es opuesto, la solución del problema así planteada, aparece en el presente al menos, bajo la obligada reserva.

Los adeptos de todas las religiones toman tan seguramente la ventaja que les confiere el estudio del problema así planteado, que todos pretenden constantemente conducirlo a la precipitada posición; y si, aún sobre este terreno, el único sobre el cual pueden hacer todavía buen papel, no salen más que de paso --tanto monta-- con los honores de las batallas, le es posible, sin embargo, perpetuar la duda en el espíritu de sus correligionarios; y para ellos este es el punto principal.

En este cuerpo a cuerpo en el que las dos tesis opuestas se agarran y se esfuerzan en derribarse, lo deístas reciben rudos golpes, pero ellos dan también; bien o mal se defienden y el resultado de este duelo aparece inseguro a los ojos de la multitud. Los creyentes, aun cuando han sido colocados en posición de vencidos, pueden gritar victoria.

No se recatan de hacerlo con esa impudicia que es la marca de los periódicos de su devoción, y esta comedia consigue mantener bajo el cayado del pastor a la inmensa mayoría del rebaño.

Es todo lo que desean esos “malos pastores”.

EL PROBLEMA SITUADO EN SUS TÉRMINOS PRECISOS

Sin embargo, camaradas, hay una segunda manera de estudiar y de intentar resolver el problema de la inexistencia de Dios.

Esta consiste en examinar la existencia de Dios que las religiones proponen a nuestra adoración.

Se encuentra un hombre sensato y reflexivo, que pueda admitir que existe este Dios del cual se nos ha dicho, como si no estuviera rodeado de ningún misterio, como si no se ignorara nada de él, como si se hubiese penetrado en su pensamiento, como si se hubiesen recibido todas sus confidencias: Él ha hecho esto, él hace aquello y aún eso y lo otro. Él ha dicho esto, él ha dicho aquello y aun eso. Él ha obrado y ha hablado con tal fin y por tal razón. Él quiere tal cosa, pero prohíbe tal otra; recompensará tales acciones y castigará aquellas otras. Él ha hecho esto, quiere eso porque es infinitamente sabio, infinitamente poderoso, infinitamente bueno.

En buena hora. He ahí un Dios que se da a conocer. Deja el imperio de lo inaccesible, disipa las nubes que le rodean, desciende de las cimas, conversa con los mortales, les confía su pensamiento, les revela su voluntad y la misión a algunos privilegiados de esparcir su doctrina, de propagarle para decirlo de una vez, de representarle aquí abajo con plenos poderes, de atar y desatar en el cielo y sobre la tierra.

Este Dios no es el Dios Fuerza, Inteligencia, Voluntad, Energía que como todo lo que es Energía, Voluntad, Inteligencia, Fuerza, puede ser sucesivamente, según las circunstancias y por, consiguiente indiferentemente bueno o malo, útil o perjudicial, justo o inicuo, misericordioso o cruel, este Dios es el dios en el que todo es perfección y cuya existencia no es ni puede ser compatible, puesto que es perfectamente justo, sabio, poderoso, bueno, misericordioso, más que con un estado de cosas del cual sería el autor por el cual se afirmaría su infinita Justicia, su infinita Sabiduría, su infinita Potencia, su infinita Bondad, y su infinita Misericordia.

Este Dios, le reconocéis; es el que se enseña, con el catecismo, a los niños, es el Dios vivo y personal, aquel al cual se levantan templos, aquél a quien se dirigen los ruegos, aquel en cuyo honor se cumplen sacrificios y a quien pretenden representar sobre la tierra los curas, todas las castas sacerdotales.

No es éste “Desconocido”, esta Fuerza enigmática, esta Potencia impenetrable, esta inteligencia incomprensible, esta Energía inconocible, este principio misterioso: Hipótesis a la cual, dentro de la impotencia en que nos encontramos de explicar el “cómo” y el “porqué“ de dios especulativo de los mate-físicos, es el dios que sus representantes nos han descrito profusamente, luminosamente detallado.

Es, lo repito, el dios de la religión, y puesto que estamos en Francia, el dios de esta religión que, desde hace 15 siglos, domina nuestra historia: la religión cristiana.

Es este dios que yo niego y es este solamente que yo quiero discutir y el que interesa estudiar, si queremos sacar de esta conferencia un provecho positivo, un resultado práctico.

Ese dios ¿Cuál es?

Puesto que sus representantes aquí abajo han tenido la amabilidad de pintárnoslo con gran lujo de detalles, aprovechemos esa gracia de sus fundados poderes; examinémosle de cerca; pasémosle la lupa: para discutirlo bien es necesario conocerlo bien.

Este Dios, es aquel que con gesto poderoso y fecundo, ha hecho todas las cosas de la nada; el que ha llamado a la nada a ser; el que, por su sola voluntad; ha cambiado la inercia por el movimiento; a la muerte universal por la vida universal: él es el creador.

Este Dios, es el que, realizado ese gesto de creación, lejos de entrar en su secular inactividad y de permanecer indiferente a la cosa creada se ocupa de su obra, se interesa en ella, interviene cuando lo juzga a propósito, la dirige; la administra, la gobierna: él es el gobernador o providencia.

Este Dios, es aquel que, Tribunal Supremo, hace comparecer a cada uno de nosotros después de su muerte, le juzga según los actos de su vida, establece la balanza de sus buenas y de sus malas acciones y pronuncia, en último extremo, sin apelación, la sentencia que hará de él, por todos los siglos venideros, el más feliz o el más desgraciado de los seres: él es justiciero o magistrado.

Se deduce de ello que éste Dios posee todos los atributos y que no los posee solamente en grado excepcional, los posee todos en grado infinito.

Así, no es solamente justo; él es la Justicia infinita; no es solamente bueno: es él la Bondad infinita; no es misericordioso: es él la Misericordia infinita; no es solamente poderoso: es él la Potencia infinita: no es solamente sabio: él es la Sabiduría infinita.

Una vez más aún: éste es el Dios que yo niego y del cual por doce pruebas diferentes (en rigor, con una sola bastaría), voy a demostrar la imposibilidad.

DIVISIÓN DEL TEMA

He ahí el orden dentro del cual yo presentaré mis argumentos.

Estos formarán tres grupos: el primero de éstos grupos se ocupará más particularmente del Dios-Creador. Contendrá seis argumentos. El segundo de éstos grupos será dedicado más especialmente al Dios-Gobernador o Providencia: abarcará cuatro argumentos. En fin, el tercero y último de esos grupos se ocupará del Dios-Justiciero o Magistrado; comprenderá dos argumentos.

Luego: seis argumentos contra el Dios-Creador; cuatro argumentos contra el Dios-Gobernador; dos argumentos contra el Dios Justiciero. Esto hará doce pruebas de la inexistencia de Dios.

Siéndoos conocido el plan de mi demostración, podréis seguir más cómodamente y mejor el desarrollo.

PRIMERA SERIE DE ARGUMENTOS

PRIMER ARGUMENTO

EL GESTO CREADOR ES INADMISIBLE.

¿Que se entiende por crear?

¿Qué es crear?

¿Es tomar los materiales esparcidos, separados, pero existentes, luego utilizando ciertos principios, experimentados, aplicando ciertas reglas conocidas, reunir, agrupar, asociar, ajustar estos materiales, con el fin de hacer de ellos algo?

No. Esto no es crear. Ejemplo: ¿Puede decirse de una casa que ella ha sido creada? No. Ha sido construida. ¿Puede decirse de un mueble que ha sido creado? No. Ha sido fabricado. ¿Puede decirse de un libro que ha sido creado? No. Ha sido compuesto, impreso.

Luego tomar estos materiales existentes y hacer de ellos algo, eso no es crear.

¿Qué es, pues crear?

Crear... Me encuentro, a fe mía, muy perplejo para explicar lo inexplicable, para definir lo indefinido. Sin embargo, voy a intentar hacerme comprender:

Crear, es sacar algo de nada. Es hacer con nada alguna cosa. Es llamar la nada a ser.

Eso supuesto, imagino que no se encuentra ni una sola persona dotada de razón que pueda concebir y admitir que de nada se pueda sacar algo, que con nada sea posible hacer alguna cosa.

Imaginad a un matemático, elegid el calculador más eminente, colocad detrás de él un enorme cuadro negro. Rogadle que trace sobre ese cuadro ceros y más ceros: podrá esforzarse en sumar, en multiplicar, en librarse todas las operaciones de las matemáticas, y no alcanzará jamás a extraer de la acumulación de esos ceros una unidad. Con nada, no se hace nada; con nada no se puede hacer nada. El famoso aforismo de Lucrecio ex nihilo nihil queda como la expresión de una verdad y de una evidencia manifiesta.

El gesto creador es un gesto imposible de admitir y es un absurdo.

Crear, es, pues, una expresión mística, religiosa, pudiendo poseer algún valor a los ojos de las personas a las cuales satisface creer lo que ellas no comprenden y a quienes la fe se impone tanto más cuanto menos comprenden; pero crear es una expresión vacía de sentido para un hombre enterado, atento, a los ojos de quien las palabras no tienen más valor que en la medida en que ellas representan una realidad o una posibilidad.

En consecuencia, la hipótesis de un Ser verdaderamente creador es una hipótesis que la razón rechaza.

El Ser creador no existe, no puede existir.

SEGUNDO ARGUMENTO

EL “ ESPÍRITU PURO “ NO PUEDE HABER DETERMINADO EL UNIVERSO

A los creyentes que, a despecho de toda razón, persisten en admitir la posibilidad de la creación, les diré que en todos los casos es imposible de atribuir esta creación a su Dios.

Su Dios es puro Espíritu. Y yo digo que el puro Espíritu: lo Inmaterial no puede haber determinado al Universo: lo material. He ahí porqué:

El puro Espíritu no es separado del Universo por una diferencia de grado, de cantidad, sino por una diferencia de naturaleza, de cualidad.

De manera que el Espíritu puro no es ni puede ser una ampliación del Universo del mismo modo que el Universo no puede ser una reducción del Espíritu puro. La diferencia aquí no es solamente una distinción, sino una oposición, oposición de naturaleza: esencial, fundamental, irreducible, absoluta.

Entre el Espíritu puro y el Universo, no hay únicamente un abismo más o menos grande y profundo que podría ser calmado o franqueado: hay un verdadero abismo, cuya profundidad y extensión, cualquiera que sea el esfuerzo intentado, nadie ni nada podría colmar ni franquear.

Y yo emplazo al filósofo más sutil, lo mismo que al matemático más consumado, a levantar un puente, es decir, a establecer una relación __ la que sea__ (y con mayor razón una relación tan directa y tan estrecha como la que liga la causa al efecto) entre el Espíritu puro y el Universo.

El Espíritu puro no admite ninguna aleación material, no comporta ni forma ni cuerpo, ni línea, ni materia, ni proporción, ni espacio, ni volumen, ni color, ni sonido, ni densidad.

Luego; en el Universo, todo, por el contrario, es forma, cuerpo, línea, materia, proporción, espacio, duración, profundidad, superficie, volumen, color, sonido, densidad.

¿Cómo admitir que esto ha sido determinado por aquello?

Es imposible.

Llegado a este punto de mi demostración, establezco sólidamente sobre los dos argumentos que preceden, la siguiente conclusión:

Hemos visto que la hipótesis de una potencia verdaderamente creadora es imposible. Hemos visto, en segundo lugar, que, aún cuando se persiste en creer en esta potencia, no se podría admitir que el Universo esencialmente material haya sido determinado por el Espíritu puro, esencialmente inmaterial.

Si, a pesar de todo, vosotros os obstináis, creyendo, en afirmar que es vuestro Dios quien ha creado el Universo, ha llegado la hora de pediros dónde, en la hipótesis de Dios, se encuentra la Materia; en el origen, o en el principio.

Y bien. De dos cosas una: o bien la Materia estaba fuera de Dios o bien ella estaba en Dios En el primer caso, si ella se hallaba fuera de Dios, es que Dios no ha tenido necesidad de crearla, puesto que ya existía; es que ella coexistía con Dios, es que era concomitante con él y, entonces, vuestro Dios no es creador.

En el segundo caso, es decir, si ella no estaba separado de Dios, ella estaba en Dios, y en este caso yo asumo: lº que Dios no es el Espíritu puro puesto que él tenía en sí una partícula de materia, y qué partícula: la totalidad de los Mundos materiales. 2º. Que Dios, conteniendo la materia en él, no ha tenido que crearla, puesto que ella existía; no ha tenido más que hacerla salir, y en este caso, la creación cesa de ser un acto de creación verdadero y se reduce a un acto de exteriorización.

En los dos casos, no hay creación.

TERCER ARGUMENTO

LO PERFECTO NO PUEDE PRODUCIR LO IMPERFECTO

Estoy convencido que si yo sometiese a un creyente esta cuestión: “¿Lo imperfecto puede producir lo perfecto?”, este creyente me respondería sin la menor vacilación y sin el menor temor de equivocarse: “Lo imperfecto no puede producir lo perfecto”.

En ese supuesto digo yo: “lo perfecto no puede producir lo imperfecto” y yo sostengo que mi posición posee la misma fuerza y la misma exactitud que la precedente, y por las mismas razones.

Hay más aún: entre lo perfecto y lo imperfecto no existe solamente una diferencia de grado, de cantidad, sino también una diferencia de cualidad, de naturaleza, una oposición esencial, fundamental, irreductible.

Hay mas todavía: entre lo perfecto y lo imperfecto no hay únicamente una diferencia más o menos profunda y amplia, sino un abismo tan vasto y tan profundo que nada podría franquearlo ni llenarlo.

Lo perfecto, es absoluto; lo imperfecto, es relativo: a los ojos de lo perfecto, que es todo, lo relativo, lo contingente, no es nada; a los ojos de lo perfecto, lo relativo es sin valor, no existe y no está al alcance de ningún matemático ni de filósofo alguno, establecer una relación __ la que sea__ entre lo relativo y lo absoluto; a fortiori, esa relación es imposible cuando se trata de una relación tan rigurosa y precisa como la que debe existir necesariamente entre Causa y Efecto.

Es, pues, imposible, que lo perfecto haya determinado lo imperfecto.

Por el contrario, existe una relación directa, fatal y en cierto modo matemática, entre la obra y el autor de ella: tanto vale la obra, tanto vale el obrero; tanto vale obrero, tanto vale la obra. Es por la obra que se reconoce al obrero, como es por el fruto que se reconoce al árbol.

Si yo examino una redacción mal hecha en la que abundan las faltas de francesas, en la que las frases son mal construidas, en la que el estilo es pobre y desaliñado, en la que las ideas son raras y banales, en la que los conocimientos son inexactos, no se me ocurrirá la idea de atribuir esa mala página de francés a un cincelador de frases, a uno de los maestros de la literatura.

Si yo dirijo la mirada sobre un dibujo mal hecho, en el que las líneas son mal trazadas, las reglas de la perspectiva y de la proporción violadas, no se me ocurrirá jamás atribuir ese esbozo rudimentario a un profesor, a un maestro, a un artista. Sin la menor vacilación, diré: la obra de un alumno, de un aprendiz, de un niño; y tengo la seguridad de no cometer error, tanto es verdad que la obra lleva la marca del obrero y que, por la obra, se puede apreciar al autor de ella.

Luego, la Naturaleza es hermosa; el Universo es magnífico y yo admiro apasionadamente, tanto como el primero, los esplendores, las magnificencias de las que nos ofrece constante espectáculo. Sin embargo, por entusiasta que yo sea de las bellezas de la Naturaleza y no importa el homenaje que yo le tribute, no puedo decir que el Universo es una obra, sin defecto, irreprochable, perfecta. Y nadie se atrevería a sostener tal opinión.

El Universo es una obra imperfecta. 1

fuente: http://www.ingobernables.hostzi.com/docepruebasdelainexistenciadedios.htm

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