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jueves, 5 de enero de 2012

LA ANARQUIA AL ALCANCE DE TODOS - Federico Urales

serán igualmente útiles y siendo todas igualmente útiles no hay que hacer distinciones ni otorgar privilegios.

Además, es preciso tener en cuenta que la mayoría de los casos la diferencia de talento es obra de la diferencia de cultura y que la diferencia de cultura es un resultado de la diferencia de riqueza.

Lo que equivale a decir que si todos gozáramos de iguales derechos humanos y sociales, la diferencia de talento no seria tanta como ahora, ya que por algo somos de la misma especie, y si esta diferencia de talento tuviera distinta aplicación, la utilidad social seria la misma.

Por otra parte, el que realmente fuese superior, considerado como persona de dotes perfectos por haberse adelantado a los demás en el camino de la evolución general humana, no pediría por ello privilegios y si lo quisiera, el solo hecho de quererlo demostraría que no los merece.

Cuando la observación se hace de mala fe, bien serán decir, con alguna acritud, que no son, precisamente, los más sabios ni los mejores los que gobiernan, sino los que hablan mas extensamente, aunque jamás hayan trabajado ni sepan gobernar su casa.

Muchos opinaran, conmigo, que, verdaderamente, en una sociedad de abundantes elementos de vida no se producirán las discordias que algunas veces hacen necesaria la intervención de las autoridades, pero lo que ellos y no yo encontraran difícil, es la constitución de una sociedad de tan exuberantes elementos de vida que las personas no hayan de querellarse para ponerla fuera de todo riesgo.

Para vencer este segundo temor bastara decir que de cada mil metros cuadrados de tierra cultivable, solo se cultiva, en la actualidad, medio metro, y que cada hectárea de tierra cultivada, únicamente diez metros se cultiva con intensidad. Lo cual supone que un noventa por ciento de la escasa tierra que recibe cultivo, podría producir 20 veces más de lo que produce ahora.

Por otra parte, de cada mil hombres aptos para el trabajo, solo trabajan cuarenta y cinco y de cada cien que creen trabajar, solo cinco lo hacen en labores útiles. Los demás se ocupan en industrias superfluas o mortíferas: productos químicos, joyería, armas, etc..

Si a los que trabajan inultimente y hasta perjudicialmente para si y para los demás, se agregan, militares, curas, curiales, intermediarios, patronos, rentistas, políticos, banqueros, etc. Resultara tan grande la desproporción entre los que trabajan y los que podrían hacerlo, como entre la tierra cultivada y la que podría recibir cultivo.

De manera, que la tierra es susceptible de producir muy cerca de cien mil veces mas de lo que ahora produce con los actuales medios de producción agrícola, que no son muy rápidos, y los hombres cerca de dos mil veces mas.

Y sin embrago, son solo lo que produce hoy la tierra y lo que producen los hombres, habría suficientes medios de vida si no se almacenasen para encarecerlos y no se averiaran por no quererlos vender barato y no se paralizaran ciertas industrias por exceso de producción.

Alguien habrá que diga: Esto esta muy bien, pero se olvida un pequeño detalle, y es que el hombre no trabajaría si no fuese obligado por la fuerza, y, naturalmente, si el hombre trabaja solo porque a ello le obliga la ley económica de la sociedad y las necesidades domesticas, cae por su base la situación sin gobierno y con abundancia de elementos de vida que se preconiza.

Esta duda es muy natural y muy antigua. La pone ya Platón en su Republica cuando dice que sin esclavos no se podría vivir en ella, sin esclavos que trabajasen para los señores e hicieran los menesteres más prosaicos y vulgares. Era el suyo un comunismo de patricios como esta sociedad es solo para los que tienen dinero, como lo es todo comunismo que distingue entre directores y dirigidos.

Tienen también tal duda cuantos actualmente no trabajan por disponer de asalariados, o sea, esclavos, que lo hacen por ellos y la tienen igualmente esos mismos esclavos cuando consideran que cogen las herramientas sin ganas de trabajar y solo por ganar el jornal con que comer el y los suyos.

Dejaremos, para probar nuestra opinión de que el hombre es productor por excelencia, todo argumento científico sobre la ley de la vida y sobre la tendencia de la energía humana a buscar siempre el equilibrio orgánico, y lo dejaremos para atenernos, únicamente, a hechos prácticos y de sentido común, conforme hace presumir el carácter de estos artículos.

La mayoría de los lectores deben haber trabajado casi siempre por cuenta de otro y alguna vez por cuenta propia, y deben haber notado el gusto y el entusiasmo que ponen cuando trabajan para si y el cansancio y el hastío que hay en sus músculos y en su animo cuando lo hacen para otro. En este ultimo caso, las horas son monotomas y pesadas, y cuando trabajan para si transcurren sin que uno se de cuenta.

Como en una sociedad de intereses generales, cada productor, al trabajar para todos, trabajara para si, todos los productores pondrán en su obra las energías y las ilusiones de su vida.

Se dice: Hay gente tan mal avenida con el trabajo que ni aun trabajando para así lo hace a gusto. Si ello fuera cierto existiría el holgazán por excelencia.

Veamos si existe.

Ante todo hemos de hacer notar que el individuo nace con una fuerza determinada que ha heredado de sus padres y que esa fuerza puede aumentar o disminuir según la acción que el medio ejerza sobre su vida.

Así, por ejemplo, cuando nace un individuo nace con una fuerza inicial de cincuenta años, pero esos cincuenta años pueden reducirse a cuarenta según si la sociedad obliga al individuo a realizar un trabajo superior a sus fuerzas, y al contrario, los cincuenta años de vida que llevamos al nacer pueden alargarse a sesenta según el trato que de la sociedad reciba y según el trabajo sano y poco pesado a que las necesidades de la vida nos sometan.

Tenemos, pues, que una sociedad justiciera, que una sociedad de protección y amparo común, en lugar de la presente fomentadora de luchas morales y materiales, no solo aumentaría nuestra fuerza inicial, aumentaría la de nuestros hijos que nacieran en condición de vivir mas que sus padres, así como ahora nacemos en condiciones de vivir menos.

La mayor salud que habrá de darnos una sociedad mejor, producirá mayor fuerza siempre, mayor fuerza hasta llegar al limite que la naturaleza señala para la vida de la raza humana, limite que hoy solo alcanza uno por millón y que mañana, si fuese larga la existencia de la presente sociedad, no alcanzaría mas que un hombre cada dos millones, porque nuestra especie, en la actual civilización, degenera continuamente.

Aquí caería bien una estadística, si las estadísticas no fuesen pesadas, demostrativa de que las vidas mas largas son las que mas han trabajado, las mas activas, pero las que han trabajado mas a gusto en un ambiente de higiene y en una medida de equilibrio en la reposición y en el gasto de energías.

Si gastamos mas fuerza que reponemos, a la postre nos quedaremos sin ella, porque la vida es un caudal que se agota si no se repone, y si ya nacemos con poca, por poca que gastemos se agota pronto.

Pero hay otra cuestión y aquí esta el equilibrio entre la fuerza que uno tiene, la que gasta, y la que repone. Si gastamos menos fuerza que reponemos, esto es, si trabajamos menos de lo que debemos, la vida se pierde también, solo que ahora se pierde por exceso de ella, y antes por defecto.

Lo que prueba que lo mismo se muere por trabajar más de la cuenta que por trabajar menos, y quien dice trabajar dice gastar energías. Esto es, emplear vida, la que uno pueda, en una producción útil, en una producción que al mismo, satisfaga nuestros gustos y nuestras ilusiones.

Capitulo III

Existen aun mas argumentos a favor de que no puede haber holgazanes en una sociedad bien organizada y de que en ella todo el mundo desearía trabajar y contribuir al bien general que fuere el suyo propio.

Porque en esto pasa lo que con las epidemias, que las incuban los pobres por falta de asistencia natural y social, pero luego las padecen los ricos por contagio. La salud de uno ha de ser la salud de todos, porque de otro modo nadie tiene la vida asegurada. La felicidad de uno ha de ser la de todos, porque en caso contrario nadie puede ser feliz, ya que la infelicidad de los demás es una amenaza para todos, por ricos que seamos.

Aquello que vulgarmente se dice, aplicado a quien nunca tuvo ganas de trabajar: “ Este nació cansado “, puede ser verdad. Nació cansado, sus padres le trajeron al mundo pobre de energías y si sobre esa pobreza de fuerza le damos una ocupación que no responda a sus condiciones, el trabajo, para ese infeliz, será un martirio.

Hoy ha de ser, necesariamente, una maldición. El capitalismo lo ha especializado todo para producir mucho en poco tiempo. El trabajo es monótono, igual siempre. Te pasas al dia, la vida entera, haciendo lo mismo. ¿Cómo no ha de aburrir el trabajo en la actual sociedad, si hasta comer siempre la misma cosa por buena que sea y por mucho que nos guste, nos cansa?.

Por otra parte: ¿Cómo se eligen hoy las carreras, las profesiones y los oficios? Los pobres, antes de dárselo a sus hijos, pasan revista a los que ofrecen mayor jornal y trabajo más tiempo. Los ricos tienen en cuenta las carreras de mas lucimiento personal, y la clase media calcula la que cuesta menos para poderla sufragar. Las condiciones del joven no se estudian y allá va uno para carpintero, que mejor estaría en metalurgia, y allá va otro para ingeniero agromono, que mejor estaría en medicina.

¿Cómo, en estas condiciones, el trabajo, la ciencia, el profesorado, ni aun el arte, la ocupación mas libre y más rebelde a la disciplina social y mental, pueden obtener la atención y el gusto de la energía que hay dentro de cada individuo? Es tan imposible que la obtenga como que el

SEGUIRA EN LA 3ª PARTE DE 4

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