REPRESENTATIVIDAD
Partiendo siempre del principio
de que asamblea sin sindicato es ciega y sindicato sin asamblea es vacío, somos
conscientes de que, cuando son los obreros los que promueven la
representatividad, ésta deriva directamente de sus propias y exclusivas
decisiones en el fondo y en la forma, y, de este modo, sus representantes son
los que, en cada caso, deciden las asambleas obreras, otorgando a aquéllos un
mandato concreto y sin ningún carácter permanente.
La libertad sindical por la que
la clase obrera viene luchando desde el nacimiento de su conciencia de la
misma, debe ser plena, y debe permitir a todos los sindicatos trabajar
libremente y en igualdad de condiciones en las empresas, moverse entre los
trabajadores, hacer entre ellos su propaganda y el planteamiento de sus
propuestas, cuya diversidad habrá de ser contrastada en las asambleas de tajo,
para decidir su parecer mayoritario en la asamblea general. Justamente ése es
el cometido de la Secciones Sindicales de Empresa: estar al tanto de todos los
problemas obreros, tanto particulares como generales, denunciar las
arbitrariedades patronales, defender, en toda situación de agresión e
injusticia, a individuos y grupos obreros y convencerlos de la razón de sus
planteamientos, tanto en los casos concretos como en la visión general del
movimiento obrero y de sus finalidades.
Las asambleas son las que deben
decidir, en cada caso, sus propuestas y nombrar a sus representantes para
planteárselas a la Patronal.. Estos representantes tendrán un margen de
negociación fijado por la asamblea y, en ningún caso, deben poder tomar
decisión alguna sin la aprobación mayoritaria de la asamblea general. Para
negociaciones que rebasen el marco de la empresa, se habrá de proceder a
coordinaciones previas entre asambleas de ramo, que deberán proceder según la
metodología ya descrita. Si hablamos de esto, estamos hablando de un movimiento
trabajador real y vivo y del método directo inexcusable de sus acciones.
Naturalmente, con esta metodología, que es la única y propia para la
canalización y defensa de los intereses de los trabajadores, las
reivindicaciones obreras son más duras y radicales y pueden y deben, además,
integrar planteamientos finalísticos de superación del sistema.
LA REACCION DE LA PATRONAL Y EL
ESTADO
Es claro que ni a la Patronal ni
al Estado les conviene tal metodología que define a la clase obrera como
competidor antagónico del Capital y no como su colaborador productivo. Por y
para promover formas de relación a la medida de su conveniencia, Capital y
Estado siempre han tendido a intervenir en la definición "legal" de
representatividad obrera, coaccionando, forzando o aniquilando el derecho de
los trabajadores a decidir la forma y el fondo de su propia representación. Las
presiones de Capital y Estado, así como su estrategia de mediatizar una parte
del movimiento obrero vienen manifestándose en España desde los años 20 y 30
del siglo pasado, cuando el dictador Primo de Rivera asocia a su causa al
partido socialista y a la UGT en el intento de hacer prevalecer la práctica de
los "Comités Paritarios" entre patronos y obreros, y cuando, ya en la
II República, los socialistas en el Poder, y por su vergonzosa ley de abril de
1932, tratan de imponer la misma estructura de Primo con el nombre de
"Jurados Mixtos". En ambos casos, tales intentos fracasaron por la
oposición y la fuerza de la CNT, pero, visto con ojos de hoy, podemos afirmar
que esos antecedentes primorriveristas y socialo-ugetistas fueron el germen de
los actuales Comités de Empresa y similares, después de haber recibido la
santificación de los mismos por el dictador Franco y por sus sucesores de la
"transición".
Los medios patronales y estatales
han sido siempre los mismos: dividir a los trabajadores, privilegiar a unos
grupos determinados y erigirlos no sólo en interlocutores válidos sino incluso
en interlocutores únicos, interlocutores que han de aceptar la
"racionalidad" del lenguaje del Capitalismo y que, por ello, se
convierten en sus servidores. Es el medio por el que capitalistas y gobernantes
intentan desposeer a la clase obrera del protagonismo que le corresponde,
eliminándola, como sujeto físico y moral, del campo de la acción en la
reivindicación de sus derechos, e imponiéndole un sistema
"parlamentario", falso de raíz, en el que los representantes
compadres del Patronato pueden hacerse "representantes" con el voto
del dos o tres por ciento de los "representados" y hasta con menos.
Se trata con esto, por parte de las clases explotadoras, de crear unas
estructuras formales donde ese dos o tres por ciento en las urnas sea el medio
instrumental del travestimiento de una "participación" inexistente.
Claro que, para lograr esos
propósitos, patronales y gobiernos necesitan sus propios sindicatos, los
"amarillos", pero sobre todo requieren una complicidad fundamental,
la de aquellos sindicatos que, tácita o expresamente, son correa de transmisión
de partidos políticos, y/o la de aquellos grupos de actividad sindical
puramente tradeunionista, actuantes en el campo de reivindicaciones perfectamente
asumibles por el sistema. En ambos casos y dentro de la tensión
obrero-patronal, el sistema sale siempre no sólo intacto sino permanente y
progresivamente fortalecido, bien porque ninguno de esos
"contendientes" propone modelo alguno de recambio del sistema, o bien
porque, si por pura forma lo propusiera, tal "proposición" resultaría
vacía e inoperativa, desde el momento en que, ya por principio, se acepta el
medio, el modo y el instrumento que la Patronal y el Estado deciden, lo que
hace que la acción de aquéllos no puede dejar de ser puramente reproductora del
sistema.
La representatividad corrompida.
Todo lo anteriormente dicho se
materializa en una operación de compra-venta por la que se convierte a esos
grupos (la "fuerzas o agentes sociales", según la fraseología
mediáticopolítica) en lobbies, grupos de presión política en el campo económico
y adyacentes, asegurándoles "un lugar al sol" capitalista, con todos
los privilegios que se derivan de tal integración en el sistema capitalista-burgués.
Así nace el yuppy profesionalizado que se quita la corbata en período de
campaña, que se inviste de interlocutor único, que se libera del trabajo, que
asegura y blinda su puesto de trabajo en cualquier avatar de reconversión
económica de la empresa o de despido de trabajadores, que se dota de tiempo
libre de carácter privado, de un status de excepcional consideración social,
preparativo todo ello del primer peldaño de una "carrera política"
posterior, etc, etc. Y lo más sangrante de la cosa es que tal compra-venta, y
por lo tanto tal derrota de la clase obrera como tal, se pretende presentar
como una "conquista" de clase tanto por los beneficiadores como por
los beneficiados de tal trato o trueque.
¡El colmo de la desfachatez y del cinismo!.
La operación aquí descrita es de
lo más inteligente por parte del capitalismo. Su bicoca consiste en obtener así
una organización del trabajo donde, formalmente, aparece como actuante la
figura del "agente social", a la vez que, en términos reales, tal
"agente" actúa sólo de garante de todas las limitaciones
reivindicativas de cualquier índole, a la vez que de terminator de la
operatividad transformativa de la clase obrera como tal. Su misión efectiva es
la de vaciar de contenido las reivindicaciones de transformación, a la vez que
la de provocar en la mente del trabajador el convencimiento de que organizarse
es inconveniente y hasta absurdo, ya que, con el tiempo, se genera la cultura
de la delegación y dependencia que impide el protagonismo obrero, y, por
contrapartida, se potencia el egoísmo del personal y su insolidaridad de clase,
en beneficio de la "paz social", en la que el empresariado medra y el
sistema se fortalece.
Efectividad propatronal de los Comités de Empresa.
Por lo que se refiere a España y
a la eficacia propatronal de los Comités de Empresa, es muy elocuente el
ejemplo de Euskalduna (Bilbao), donde el Gobierno, durante la reconversión
naval de los años 86-87, cerró el astillero con el acuerdo de los sindicatos
CCOO, UGT y ELASTV, más el inestimable apoyo desmovilizador de los Comités de
Empresa de los restantes astilleros de la nación. En los seis meses de
enfrentamiento que mantuvieron los obreros de Euskalduna, jamás se dio una
huelga de solidaridad en el sector.
Otro ejemplo, más elocuente aun
por ser más general, es el que se deriva del análisis de las luchas entre los
años 82 y 87 de siglo pasado: En ese tiempo, el tiempo del gran
desmantelamiento industrial para nuestra entrada en Europa, todos recordamos
las luchas contra las reconversiones del campo, de la pesca, de la minería, de
la industria en general. Eran los tiempos de la lucha en la siderurgia,
abanderada por Sagunto y Reinosa, la de los astilleros en Puerto Real,
Euskalduna, Gijón y otros, la de los campesinos con sus interminables caminatas
y sus huelgas de hambre, las violentas respuestas de la minería asturiana, las
luchas del textil y en el sector del automóvil... Eran, pues, los tiempos
apropiados para la lucha conjunta, para la huelga general. Pues, bien, los
"sindicatos", esos interlocutores válidos y únicos que se buscó el
capitalismo, supieron bien hurtarse a ese imperativo de la clase y a esa
coyuntura histórica. ¿Y cómo lo hicieron ? Pues apoyándose en sus "brazos
largos", los Comités de Empresa, que impidieron la solidaridad y la lucha
en común entre todos los sectores, en suma, la huelga general que se hacía
manifiestamente necesaria. Medio empleado: el arma del miedo y el fomento del
egoísmo localista.
Veamos ahora de qué tipo de
"representatividad" se trata. Por mucha minoría y archiminoría que
sean los votantes, la ley les permite componer los Comités de Empresa y les
otorga la representación de todo el colectivo. Por ejemplo, en el año 1983 y en
el astillero de Puerto Real, el máximo de votos recibido por el presidente del
Comité fue de 125, y de 71 el del máximo líder de la UGT. La plantilla obrera
superaba entonces los 3.000 trabajadores. La pregunta sale sola: ¿a quién
representaba esa gente?. Queda, pues, claro que la representatividad de los
Comités de Empresa no se la dan los trabajadores sino la ley del Estado y la
voluntad de los empresarios que la promueven.
Otra de las grandes artimañas de
las que se valen los "sindicatos oficiales" (que lo son unos más que
otros, pero que, en conjunto, son todos aquellos que aceptan las elecciones
sindicales) es la de utilizar a su antojo y en su propio beneficio su doble
condición de "representatividad", como Secciones Sindicales de
Empresa y como Comités de Empresa, habida cuenta de que la ley pro- patronal
sólo reconoce derechos de representatividad funcional a las Secciones
Sindicales que se hayan presentado a las elecciones sindicales. Pues bien,
cuando tales "sindicatos" encuentran dificultades como Comités de
Empresa para sacar adelante sus propuestas, echan entonces mano de su otro tipo
de "representatividad" como Secciones Sindicales para hacer pasar lo
que los trabajadores rechazan. Un ejemplo de la práctica de tal triquiñuela se
dio, en el astillero de Puerto Real con motivo de la votación del Convenio
Colectivo del año 91-92, cuando la propuesta del Comité de Empresa fue
totalmente rechazada por los trabajadores, que aceptaban palmariamente, en la
asamblea, las propuestas de CNT, donde se contenía una estrategia de lucha de
bajo rendimiento indefinido en la producción. En esa situación, al ver el
Comité la imposibilidad de sacar adelante su propuesta a mano alzada y en
presencia, forzó la votación secreta, y se encontró con que de 2500
trabajadores sólo votaron 480, y de ellos sólo dijeron sí 439, 38 dijeron no y
tres nulos. O sea que más de 2000 trabajadores, siguiendo la línea de la
propuesta de CNT, se abstuvieron. ¿Renunció entonces el Comité de Empresa a su
propuesta ante la negativa de la inmensa mayoría de los trabajadores?. De
ninguna manera. Era una propuesta que convenía la Patronal y había que sacarla
adelante. El medio fue dimitir como Comité de Empresa y votar el convenio como
Secciones Sindicales. Para esto les sirve su dualidad
"representativa". Y, como botón de muestra, véase el siguiente
fragmento de un documento circular de la empresa, fechado el 7-8-91 y expuesto
en el tablón de anuncios del astillero:
"El 23 de agosto se abonará
un anticipo de 50.000 pts., a cuenta de los atrasos de los salarios devengados,
a todos los afiliados de las Centrales Sindicales firmantes, así como al resto
del personal, excepto a aquellos que, expresamente, manifiesten su rechazo al
Convenio Colectivo 1991-1992, antes del 16 de los corrientes".
Pero que nadie se escandalice
creyendo que éste es un caso de particular corrupción entre patronos y Comité
de Empresa de la Bahía de Cádiz. Es, por el contrario, la práctica habitual de
ese gran contubernio "representativo". Una vez impuesto el Convenio
de la manera referida, los dimitidos del Comité siguieron actuando como sección
sindical durante varios meses, luego forzaron unas elecciones sindicales y
volvieron a salir Comité de Empresa en las condiciones descritas más arriba.
La última reconversión naval del
2004 es igualmente aleccionadora sobre la estrategia y misión real de los
Comités de Empresa. Se trataba por parte del sector de un recorte drástico,
mortal, de la mano de obra, manteniendo, naturalmente, la exigencia de dejar a
salvo los intereses militares en su área naval. El papel de los Comités fue el
de siempre: tratar de continuo con la SEPI a espaldas de los trabajadores;
garantizar la salvaguardia de la construcción naval militar; aprovecharse -ya
que no podía impedirla- de la espectacularidad de la movilización obrera, a fin
de fortalecer sus propios intereses de grupo de presión; dejar llegar la
cuestión al agotamiento, a la sensación de esterilidad de las acciones, a la
vía muerta, y, finalmente, a la ruptura de la solidaridad por el procedimiento
de los favorecimientos localistas, con abandono a su suerte de los demás, o
sea, a la privatización, antesala de la desaparición. Y, tanto en un caso como
en el otro, consagrar el desmantelamiento de la mitad de la mano de obra: cinco
mil puñeteros obreros a la calle.
Necesidad del rechazo absoluto de los Comités de Empresa y de los
propulsores de los mismos.
Si queremos, ahora, abundar en la
cuestión del "precio" de esa venta, veamos unos pocos datos más que
ilustran esa operación. El Estatuto del Trabajador concede a cada delegado de
15 a 40 horas de liberación del trabajo, según el número de obreros de la
industria, pero las empresas, a la vista de lo lucrativo del sistema-comités,
permiten a esos delegados la liberación a jornada completa. Al mismo tiempo,
los sujetos de los Comités pueden acumular horas sindicales de varios delegados
y liberar a otros miembros del Comité para dedicarlos como funcionarios de los
sindicatos fuera de las empresas. Se les permite entrar y salir de la empresa cómo
y cuando quieran, y aprovechan dichas horas para cuestiones personales del
gusto de cada uno.
En la pelea por ser mayoritarios
en el Comité se practica normalmente la mendicidad del voto o la promesa de
favores futuribles por el mismo. Se crea así el hábito del clientelismo en el
que el "cliente" exige la prioridad de sus intereses. Se enfrenta a
unos trabajadores con otros; el deterioro de la moral obrera es, así, creciente
y, con frecuencia, la pérdida de dignidad llega a hacer irrespirable el aire de
la empresa, un ambiente que hace casi imposible el mantenimiento de cualquier
identidad ideológica.
El sistema de las elecciones
sindicales está envenenado y envenena por necesidad a cualquiera que lo acepte
y entre dentro de él. Esto debe tenerlo muy en cuenta la CNT y el
anarcosindicalismo en general. Los escisionistas de la CNT de los años 80, hoy
CGT, decían ir a las elecciones sindicales para vaciar de contenido a los
Comités de Empresa y destruirlos. Hace mucho tiempo que, ya totalmente
envenenados, son los mayores defensores del sistema de comités. Otras secuelas
de la CGT, que también insisten en llamarse "libertarios", los de
"Solidaridad", pretenden justificar su asistencia a las elecciones
sindicales diciendo que los Comités de Empresa favorecen la formación de
secciones sindicales. Seguramente se están refiriendo a ese tipo de secciones
que, como vimos más arriba, alternan con los Comités, y ya sabemos lo que da de
sí esa dualidad "representativa". Con ese lenguaje, ambiguo a veces y
falso siempre a todas luces, pretenden esos "libertarios" llevarnos
al huerto de la "unidad" ¿De qué "unidad", cómo, con quién,
en nombre de quién, a costa de qué? Quien no sea capaz de ver la falsedad de
las elecciones sindicales y de los Comités de Empresa, y que diáfanamente
constituyen una estrategia patronal, lo llevan mal, muy mal. Así que, si no
quieren enmendarse y dudamos ya de que puedan, sigan por donde van, afianzando
el sistema e integraditos en él, y déjennos tranquilos, que conocemos muy bien
su intención de inficionar nuestra coherencia para justificarse a sí mismos.
Somos muy conscientes de que el
camino del anarcosindicalismo es duro y difícil, incluso muy duro y muy
difícil, pero es el único que ofrece, en su día, garantía de liberación para la
clase obrera. Siempre el sistema estuvo en contra nuestra y en ello puso y pone
sus máximos esfuerzos. Frente a ellos, nuestra resistencia hizo que aquí
estemos, todavía enteros, coherentes, con una práctica limpia y una meta clara
donde ir. La clase obrera lo sabe, incluso en su situación de impotencia
actual. No han podido borrarnos, ni absorbernos, ni integrarnos ni
corrompernos. Que los demás echen una mirada a su trayectoria y a su presente,
y saquen sus consecuencias, si tienen arrestos para ello.
José Luis García Rúa – José Gómez
González
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