Libertad y comunismo
Reflexiones sobre la
próxima revolución
Las políticas desarrolladas por los gobiernos y las
organizaciones supranacionales para salir de la crisis están fallando una tras
otra, mientras que las condiciones de vida de los explotados empeoran cada vez
más. Paro, miseria, enfermedades, contaminación son los frutos del modo de
producción capitalista, de la sociedad organizada en el Estado. La tarea de los
anarquistas es demostrar lo fácil que sería resolver los problemas sociales una
vez que la sociedad se desembarace de la propiedad y el Estado.
Pero si es
relativamente fácil demostrar cómo se puede resolver el problema de la vivienda
o del paro, otra cosa es señalar un camino factible para la reconstrucción
social al día siguiente de la revolución. Se trata de debatir sobre la
orientación que debemos dar a la próxima revolución para impedir que, ante la
indecisión y la confusión, nazcan nuevas autoridades, nuevos gobiernos para
satisfacer aquellas exigencias populares que la libertad no está en condiciones
de asegurar: no se trata de discutir de problemas teóricos o de teoría en
abstracto; son cuestiones que podrían ser de actualidad antes de lo que
pensamos, por lo que es bueno reflexionar antes, sin el acicate de la urgencia.
En primer lugar, hay
que precisar que el movimiento anarquista no se plantea el problema de elaborar
recetas para aplicar súbitamente el día después de la revolución: la base de la
teoría anárquica de la revolución es la libertad, por lo que es fundamental
para los anarquistas asegurar a todos la libertad completa de experimentar las
fórmulas que consideren más oportunas, ponerse en relación con quienes
prefieran y, a través de las enseñanzas de la experiencia, del ejemplo y del
debate libre, desarrollar aquellas fórmulas que sean más adecuadas para
garantizar el máximo de libertad, de solidaridad, de igualdad y de bienestar
para todos.
Este tema de la
libertad está en la base de la reflexión de las diferentes escuelas del
anarquismo sobre el camino que seguirá la sociedad liberada, base común no solo
de los individualistas sino también de los mutualistas, de los colectivistas,
de los comunistas y de los sindicalistas, naturalmente anárquicos. Resulta
interesante constatar que este tema no solo ha sido objeto de estudio por parte
de los más agudos, sino que también ha sido objeto de debate en los congresos
que han reunido al movimiento anarquista: si la afirmación del comunismo
anárquico se debe a los estudios de algunos militantes, ha sido el debate
colectivo en las diversas federaciones de la Internacional antiautoritaria lo
que ha permitido la difusión en las últimas décadas del siglo XIX. Este debate
ha sido retomado después, en los años veinte del pasado siglo y después de la
Segunda Guerra Mundial; los congresos anarquistas que se celebraron en aquellos
años pusieron el acento sobre los organismos de reconstrucción social, que
resultaban idóneos para garantizar la autogestión de la producción y de la
distribución, y para la organización de la sociedad en su conjunto.
Pero la libertad no
ha sido solo el fundamento de la proyectualidad anarquista sino que ha sido
puesta en práctica allí donde el anarquismo ha conseguido influir en las masas
explotadas, construyendo ejemplos de sociedad liberada que hoy podemos estudiar
para seguir el ejemplo y evitar eventuales errores. De España a Rusia, pasando
por México y Alemania, por no hablar de los esfuerzos de los anarquistas
italianos en la reconstrucción posterior a la Segunda Guerra Mundial, la
libertad ha sido la brújula que ha guiado la acción de los anarquistas, que ha
permitido a los pueblos gozar de los beneficios de la reorganización social,
que ha provocado el odio sanguinario de viejos y nuevos gobernantes.
Por usar palabras de
Luigi Fabbri: los anarquistas ven "en la libertad el mejor medio de
revolución: para hacerla, para vivirla y para proseguirla".
Libertad para todos,
pero no para los enemigos del pueblo, para los gobernantes, para los
capitalistas, para quienes les sirven, para quienes quieren mantener un régimen
de opresión y de explotación.
La libertad no podrá
ser conquistada si no es adoptada también como medio, dando desde ahora una
orientación cada vez más libre y libertaria al movimiento proletario y popular,
desarrollando el espíritu de libertad, de autonomía y de libre iniciativa entre
las masas, estimulando la intolerancia creciente a cualquier poder político,
enardeciendo el espíritu de independencia y de acción hacia los jefes de todo
pelaje, habituándose al desprecio de la disciplina impuesta desde arriba, que
no sea la autodisciplina libremente escogida, seguida hasta que deje de ser
útil para el objetivo revolucionario y libertario que nos hayamos fijado.
El comunismo es,
entre los anarquistas, el modelo de organización de la producción al que más
referencia se hace. Para entender qué es el comunismo de los anarquistas
resulta de mucha utilidad el texto de Luigi Fabbri, Anarquía y comunismo
científico.
Fabbri saca punta a
un opúsculo de un jefe bolchevique, Nikolái Bujarin, que será después víctima
de las purgas de Stalin; tras un examen de este opúsculo y de las ideas
triviales que los socialdemócratas difunden sobre el anarquismo, Fabbri
reivindica el derecho de los anarquistas a llamarse comunistas y define la
contraposición que prevalece entre comunismo y anarquía como una mala actitud
difundida por los autoritarios: "La palabra comunismo -prosigue Fabbri-,
desde los más antiguos tiempos, significa no un método de lucha, y todavía
menos un modo especial de razonar, sino un sistema de completa organización
social sobre la base de la comunión de los bienes, del gozo en común de los
frutos del trabajo común por parte de los componentes de una sociedad humana,
sin que ninguno pueda apropiarse del capital social para su exclusivo interés
con exclusión o daño de otros. Es un ideal de reorganización económica de la
sociedad, común a varias escuelas del socialismo (comprendida la anarquía); ni
fueron en absoluto los marxistas quienes lo formularon primero". En
particular, el comunismo defendido por los anarquistas es un sistema de
producción y distribución de la riqueza cuya materialización práctica se resume
en la fórmula "a cada uno según sus necesidades, de cada uno según sus
capacidades", consecuencia del derrocamiento del Estado y del ordenamiento
jurídico que tutela la propiedad.
Para ilustrar con
otras palabras el pensamiento de Fabbri, podemos decir que el comunismo puede
ser concebido como una asociación de hombres libres que trabajan con medios de
producción en común y consumen conscientemente sus múltiples fuerzas de trabajo
individuales como una sola fuerza de trabajo social. La producción en conjunto
de la asociación es una producción social; una parte permanece social, sirve a
su vez como medio de producción. Pero otra parte es consumida como medio de
subsistencia por los miembros de la asociación, por lo que debe ser distribuida
entre ellos. La forma de tal distribución variará con los cambios particulares
del mismo organismo social de producción y del correspondiente nivel histórico
de desarrollo de los productores.
Los bienes y
servicios producidos son consumidos, individual o colectivamente, por los
miembros de la asociación. En una sociedad compuesta por una federación de
estas asociaciones desaparece el salario, por lo que desaparecen la moneda y el
mercado, así como la compraventa y la transformación de los productos en
mercancías. El Estado ya no es necesario, es más, su existencia representa una
amenaza para la libre asociación.
De manera que,
retomando las palabras de Fabbri, la contradicción no hay que buscarla entre
comunismo y anarquía, que se integran hasta el punto de que uno no es posible
sin la otra, sino entre comunismo y Estado. Mientras haya Estado o Gobierno, el
comunismo no es posible más que con el sacrificio de toda libertad y dignidad
humanas.
Por ello, la libertad
es tanto el medio para alcanzar el comunismo y la anarquía como la condición
indispensable de su afirmación.
Tiziano Antonelli
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