Solidaridad entre los pueblos oprimidos
"La inhumanidad del hombre hacia el hombre" no es
la última palabra. La verdad es más profunda. Es la esclavitud económica, la
lucha salvaje por una migaja, lo que ha convertido a la humanidad en lobos y
ovejas (Alexander Berkman).
Desde la conquista de América en la historia oficial, los
europeos comenzaron a despreciar y aplastar pueblos enteros, esclavizar o
asesinar a miles de personas, para despojarlos de sus recursos y enriquecer así
a las monarquías, la nobleza y posteriormente a la burguesía. Para instaurar el
capitalismo y la propiedad privada, impusieron los Estados a pie de cañón y
fusil, derramando la sangre de miles y miles de personas que no querían romper
el vínculo con la naturaleza y ser despojados de la misma para verla destruida,
y ellos arrodillados y esclavos del salario en factorías. Los europeos juzgaron
al mundo desde su punto de vista y sus parámetros culturales para reforzar el
colonialismo o la esclavitud. Se proclamaron la civilización más importante del
planeta, se aferraron en el etnocentrismo y el racismo, etiquetaron de
incivilizados, bárbaros e inferiores al resto de la humanidad y así
justificaron el imperialismo y sus consecuencias: el expolio y las atrocidades
que fueron cometiendo a lo largo de los siglos.
Durante los siglos
XVI, XVII y XVIII, los Europeos ya eran dueños de América, África y Asía. El
expolio de las materias primas, fuentes de energía, minerales y mano de obra
conllevó en Europa la centralización de las economías en las grandes potencias
europeas que desencadenaron en 1914 la Primera Guerra Mundial (en 2014 se
cumplen 100 años), que llevó a la muerte a millones de personas.
Hoy en día el
capitalismo ha evolucionado y son las grandes corporaciones las que ejercen el
poder, y sus grupos de presión son clave en las políticas internacionales. Las
materias primas son extraídas por medios esclavistas por las grandes
corporaciones en los países del denominado Tercer Mundo, donde los Estados
semifeudales dibujados por los europeos se encuentran en conflicto permanente.
La industria que se forjó durante el siglo XX en Europa se está deslocalizando
y llevando a países en vías de desarrollo que aportan mano de obra barata,
donde pueden trabajar niños, mujeres y hombres durante interminables jornadas
por salarios irrisorios o incluso por un poco de comida. Muy conocidas son ya
las prácticas mafiosas de Nike, Adidas, Inditex, El Corte Inglés o Apple.
En el primer mundo la
industria se ha desmantelado, y las economías están fluctuando constantemente
en crisis crediticias, al ser la especulación con la propiedad la principal
fuente de ingresos; siendo países como España, Portugal, Italia o Grecia los
más afectados al ser más dependientes de otros países europeos.
Después de la Segunda
Guerra Mundial se usó en Europa el Estado del bienestar para destruir las
ideologías que pretendían superar el capitalismo, y reforzar la paz social.
Actualmente la política de los Estados europeos es el desmantelamiento del
Estado del bienestar y de las conquistas laborales durante los siglos XIX y XX.
Así pues, a través de diversas reformas laborales, han instaurado la
flexibilidad en el mercado de trabajo, aumentando el paro, bajando los salarios
y llevando a la desmovilización y la sumisión de los trabajadores. El salario
mínimo interprofesional miserable es en España de 645,30 euros, mientras que en
Portugal es de 566 euros.
Muchas personas de
los países en vías de desarrollo o del Tercer Mundo, por el expolio de su
riqueza y la inestabilidad política, se ven forzados a emigrar a los países más
desarrollados. Así mismo, muchas personas del sur de Europa se ven forzadas a
emigrar al centro y norte de Europa.
Los empresarios usan
a estos trabajadore en condiciones laborales miserables. El Estado y la
patronal les señalan, abanderando el nacionalismo y el racismo, y les usan de
chivo expiatorio para crear miedo y confrontación con los trabajadores nacidos
en la Península, con el fin de seguir desarrollando políticas de recortes y
flexibilizando el mercado de trabajo.
Para mantener la
sumisión y el miedo de los trabajadores emigrantes, el Estado se sirve de la
burocracia, que endurece las condiciones de permanencia en el país, y usa a la
policía para realizar constantemente exhaustivos controles racistas. Los CIE
son cárceles donde hacinan a personas para que sean deportadas.
Tanto ayer como hoy,
los trabajadores estamos condenados a trabajar y trabajar para los parásitos de
la patronal y todos aquellos políticos o monarcas que viven del cuento en las
instituciones del Estado. Tenemos que sufrir sus guerras, los desahucios de
nuestras casas, la miseria a la que nos tienen condenados y la criminalización
de la protesta. Solo la autorganización, la solidaridad y la acción directa nos
darán la victoria.
Grupo Tierra
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