Homenaje a Inés Ajuria de la Torre, anarquista de acción y sentimiento.CNT de Vitoria
El sábado 29 de septiembre en el cementerio de El Salvador de Vitoria homenajeamos a nuestra compañera Inés Ajuria de la Torre. Dimos comienzo el acto cantando el himno de los anarquistas “Hijos del Pueblo” para seguidamente el compañero Juan Gómez dedicarle unas palabras: “Inés Ajuria de la Torre, la compañera Inés, murió el 4 de agosto y dos días después la enterramos. La enterramos aquí, donde ella quiso y como ella quiso. Por dentro, sólo sus carnés de la CNT, por fuera, rodeando al féretro, una bandera, la suya, la roja y negra. Hoy nos juntamos aquí para rendirle homenaje.
Pero, ¿es necesario este homenaje?
Nada más hacernos la pregunta nos viene un sí rápido al cerebro: Sí, es necesario este homenaje. La compañera Inés se lo merece.
Porque en estos momentos en que nadie está dispuesto a dedicar un solo minuto de su vida a otra cosa que no sea sus propios intereses y diversiones; porque en estos momentos en que cualquier problema, por pequeño que sea, nos parece insalvable; porque en estos momentos de dejadez, de abandono de ideas e ideales, de embotamiento mental, de insolidaridad, de abulia y de desidia, en estos momentos, vemos, gritamos y hasta proclamamos la necesidad de recordar la vida de Inés.
Había nacido en Gernika y a los 16 años sufrió el famoso bombardeo: su madre y un hermano perecieron en él. Eso hizo que a pesar de ser buena estudiante, diploma de honor en el bachillerato, tuviera que sacrificar sus estudios y dedicarse en los siguientes años a trabajar y sacar adelante a sus hermanos.
Una década después, ya con el que fue su compañero, Francisco Martínez de Lahidalga, militante libertario, y debido a la constante persecución y a la represión a la que estaban sometidos, escaparon a pie a Francia y de allí a América, a Chile, a Argentina, a Uruguay, y después otra vez a Francia. En ninguno de estos sitios fue fácil la vida, las calamidades fueron muchas, pero salieron adelante y cuando el dictador daba sus últimos estertores regresaron y se instalaron aquí, de donde era originario Francisco. Así que tuvo una vida no precisamente tranquila y sosegada sino intensa y llena de vicisitudes. Una vez me dijo que a pesar de algunas malas experiencias estaba satisfecha con la vida que había llevado.
La CNT se reorganizó en Vitoria en 1976, las primeras reuniones tuvieron lugar en la Cuchi, en el bar La Casa Vasca. Allí estaba la compañera Inés junto a tres jóvenes y tres veteranos: Manolo Gutiérrez, Atanasio Gainzarain y Macario Illera, todos luchadores anarquistas, todos sufridores de la represión franquista, todos merecedores de homenajes y de recuerdos, todos desde que los conocimos, permanentemente en nuestra memoria.
Y después en la calle Rioja, en aquellos debates que se hacían inexcusablemente los sábados por la tarde. Nosotros, entonces éramos jóvenes que hablábamos mucho para terminar diciendo poco, Inés en cambio hablaba poco y decía mucho.
Y en la calle Francia y fiinalmente en la Correría, siempre estuvo con la CNT, siempre contamos con su apoyo y colaboración en la medida de sus posibilidades.
Era una mujer culta. Le gustaba tener todo tipo de conocimientos. Gran lectora, era habitual verla en su casa con la enciclopedia Espasa en el atril. Entendía de pintura y de música, estaba empapada en historia y en geografía. Y le gustaba hablar, siempre que tenía ocasión, en francés, idioma que dominaba en la palabra y en la gramática. Y París, le gustaba París, siempre le gustó la capital de Francia.
A Inés le funcionó perfectamente hasta el último día la cabeza y el corazón. En su corazón estaba Francisco Martínez de Lahidalga, su hermana Lucila y la CNT. Su cabeza se asentaba en la razón y en la ciencia. Para ella todo lo que no tuviera una base científica o unas sólidas razones eran “pavadas” y “macanas”. Por eso llegó al anarquismo. Al principio a través de su compañero pero también por convicciones propias.
Era una mujer enérgica, capaz de imponerse con argumentos a quienes consideran al anarquismo cosa de soñadores. ¿Qué más ilusos –decía—que estos que creen a pies juntillas, ciegamente y sin rechistar en una sociedad construida sobre los pilares de dos grandes engañifas como son la religión y la política del palo? Ellos son los tarados y no yo. Yo soy, sí, idealista y me muevo y lucho por el ideal que supone una sociedad más libre y más justa.
Así de contundente era y así de claras tenía las ideas.
Y no es fácil, no. No es fácil resistir ni resistirse al permanente bombardeo de los charlatanes que venden paraísos terrenales y celestiales. Y aún más difícil es hacerlo cuando vas acumulando años y llega la vejez. Pero no es imposible y la prueba está en esta mujer que aguantó como la aldea gala al colosal imperio.
Podríamos decir, en fin, que fue una mujer de su tiempo, y quedaría bien como frase, pero no sería verdad. La verdad es que ni la mayoría de las mujeres de su tiempo, ni tampoco las más jóvenes son ni eran como fue ella.
Ella fue Inés Ajuria de la Torre, anarquista de acción y sentimiento.
Que la tierra te sea leve, compañera.” Seguidamente dos compañeras depositaron un ramo de flores. Acabamos como no podía ser de otra manera con “A las barricadas” primero mediante un solo de violín interpretado por la virtuosa aguilucha Alba y luego cantado por todos nosotros. El acto que contó con presencia de compañeros de CNT de Miranda fiinalizó en una comida de confraternización.
El sábado 29 de septiembre en el cementerio de El Salvador de Vitoria homenajeamos a nuestra compañera Inés Ajuria de la Torre. Dimos comienzo el acto cantando el himno de los anarquistas “Hijos del Pueblo” para seguidamente el compañero Juan Gómez dedicarle unas palabras: “Inés Ajuria de la Torre, la compañera Inés, murió el 4 de agosto y dos días después la enterramos. La enterramos aquí, donde ella quiso y como ella quiso. Por dentro, sólo sus carnés de la CNT, por fuera, rodeando al féretro, una bandera, la suya, la roja y negra. Hoy nos juntamos aquí para rendirle homenaje.
Pero, ¿es necesario este homenaje?
Nada más hacernos la pregunta nos viene un sí rápido al cerebro: Sí, es necesario este homenaje. La compañera Inés se lo merece.
Porque en estos momentos en que nadie está dispuesto a dedicar un solo minuto de su vida a otra cosa que no sea sus propios intereses y diversiones; porque en estos momentos en que cualquier problema, por pequeño que sea, nos parece insalvable; porque en estos momentos de dejadez, de abandono de ideas e ideales, de embotamiento mental, de insolidaridad, de abulia y de desidia, en estos momentos, vemos, gritamos y hasta proclamamos la necesidad de recordar la vida de Inés.
Había nacido en Gernika y a los 16 años sufrió el famoso bombardeo: su madre y un hermano perecieron en él. Eso hizo que a pesar de ser buena estudiante, diploma de honor en el bachillerato, tuviera que sacrificar sus estudios y dedicarse en los siguientes años a trabajar y sacar adelante a sus hermanos.
Una década después, ya con el que fue su compañero, Francisco Martínez de Lahidalga, militante libertario, y debido a la constante persecución y a la represión a la que estaban sometidos, escaparon a pie a Francia y de allí a América, a Chile, a Argentina, a Uruguay, y después otra vez a Francia. En ninguno de estos sitios fue fácil la vida, las calamidades fueron muchas, pero salieron adelante y cuando el dictador daba sus últimos estertores regresaron y se instalaron aquí, de donde era originario Francisco. Así que tuvo una vida no precisamente tranquila y sosegada sino intensa y llena de vicisitudes. Una vez me dijo que a pesar de algunas malas experiencias estaba satisfecha con la vida que había llevado.
La CNT se reorganizó en Vitoria en 1976, las primeras reuniones tuvieron lugar en la Cuchi, en el bar La Casa Vasca. Allí estaba la compañera Inés junto a tres jóvenes y tres veteranos: Manolo Gutiérrez, Atanasio Gainzarain y Macario Illera, todos luchadores anarquistas, todos sufridores de la represión franquista, todos merecedores de homenajes y de recuerdos, todos desde que los conocimos, permanentemente en nuestra memoria.
Y después en la calle Rioja, en aquellos debates que se hacían inexcusablemente los sábados por la tarde. Nosotros, entonces éramos jóvenes que hablábamos mucho para terminar diciendo poco, Inés en cambio hablaba poco y decía mucho.
Y en la calle Francia y fiinalmente en la Correría, siempre estuvo con la CNT, siempre contamos con su apoyo y colaboración en la medida de sus posibilidades.
Era una mujer culta. Le gustaba tener todo tipo de conocimientos. Gran lectora, era habitual verla en su casa con la enciclopedia Espasa en el atril. Entendía de pintura y de música, estaba empapada en historia y en geografía. Y le gustaba hablar, siempre que tenía ocasión, en francés, idioma que dominaba en la palabra y en la gramática. Y París, le gustaba París, siempre le gustó la capital de Francia.
A Inés le funcionó perfectamente hasta el último día la cabeza y el corazón. En su corazón estaba Francisco Martínez de Lahidalga, su hermana Lucila y la CNT. Su cabeza se asentaba en la razón y en la ciencia. Para ella todo lo que no tuviera una base científica o unas sólidas razones eran “pavadas” y “macanas”. Por eso llegó al anarquismo. Al principio a través de su compañero pero también por convicciones propias.
Era una mujer enérgica, capaz de imponerse con argumentos a quienes consideran al anarquismo cosa de soñadores. ¿Qué más ilusos –decía—que estos que creen a pies juntillas, ciegamente y sin rechistar en una sociedad construida sobre los pilares de dos grandes engañifas como son la religión y la política del palo? Ellos son los tarados y no yo. Yo soy, sí, idealista y me muevo y lucho por el ideal que supone una sociedad más libre y más justa.
Así de contundente era y así de claras tenía las ideas.
Y no es fácil, no. No es fácil resistir ni resistirse al permanente bombardeo de los charlatanes que venden paraísos terrenales y celestiales. Y aún más difícil es hacerlo cuando vas acumulando años y llega la vejez. Pero no es imposible y la prueba está en esta mujer que aguantó como la aldea gala al colosal imperio.
Podríamos decir, en fin, que fue una mujer de su tiempo, y quedaría bien como frase, pero no sería verdad. La verdad es que ni la mayoría de las mujeres de su tiempo, ni tampoco las más jóvenes son ni eran como fue ella.
Ella fue Inés Ajuria de la Torre, anarquista de acción y sentimiento.
Que la tierra te sea leve, compañera.” Seguidamente dos compañeras depositaron un ramo de flores. Acabamos como no podía ser de otra manera con “A las barricadas” primero mediante un solo de violín interpretado por la virtuosa aguilucha Alba y luego cantado por todos nosotros. El acto que contó con presencia de compañeros de CNT de Miranda fiinalizó en una comida de confraternización.
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