Un agente estalinista, cerebro
del asesinato de Nin
Angel Viñas
22 ABR 2007
Alexander Orlov [agente de la
NKVD, policía política y de seguridad soviética, antecedente del KGB, durante
la Guerra Civil española] fue todo menos trigo limpio, y sus memorias y
escritos han de leerse con muchísima cautela. Debió de ser un embustero
compulsivo, atento a forjarse para la historia una imagen que no cuadra en
absoluto con la realidad. Lo hizo con la salida del oro [del Banco de España
hacia Moscú]. No dijo una palabra sobre [la matanza de] Paracuellos. En el
asesinato de [Andreu] Nin [Pérez. El Vendrell, 1982-Alcalá de Henares, 1937]
rayó en la más auténtica desvergüenza. No dudó en inventarse "cuentos
chinos" y ennegrecer el recuerdo de otros. Sin embargo, cuando escribió
sus memorias, publicadas por voluntad suya una vez que hubiesen transcurrido 25
años de su fallecimiento, no pudo pensar que algunos de sus secretos,
cuidadosamente guardados en los archivos del KGB, terminarían saliendo a la
luz, ni que en los archivos españoles pudieran encontrarse documentos que los
complementaran.
Fue Orlov quien entrevió la
posibilidad inmediata de atribuir la culpa a Nin por los "hechos de
mayo", ligándolo a la caída de la más importante red de espionaje
franquista
Por mor de su presunta afiliación
con el "traidor" Trotski y por el mero hecho de existir, el POUM
atentaba, según la teoría estalinista, contra la seguridad de la URSS
El preso negó de forma enérgica
las acusaciones. Desde el primer momento, Nin señaló que "esto es una
maquinación urdida por enemigos políticos, que pudiera ser el PC"
Orlov se había enterado de que en
los archivos rusos existían pruebas de que Stalin había trabajado para la
policía secreta del zar. Conocer esto era correr peligro de muerte
Orlov tiende una trampa
Fue Orlov quien entrevió la
posibilidad inmediata de atribuir la culpa esencial a Nin por los "hechos
de mayo" [de 1937, en Barcelona, en los que se enfrentaron los comunistas
contra anarquistas y trotskistas] ligándolo al descubrimiento y desarticulación
de la más importante red de espionaje franquista, que tuvo lugar en abril de
1937, a tenor de lo afirmado en el informe policial español del mes de octubre.
(...)
Correspondió a Orlov diseñar las
vías operativas para asestar un golpe al Partido Obrero de Unificación Marxista
(POUM). Por mor de su presunta afiliación con el "traidor" Trotski y
por el mero hecho de existir, el POUM atentaba, en la teoría estalinista,
contra los intereses de seguridad de la Unión Soviética. Lo hacía en un teatro
de operaciones "caliente" como era el español. La proclamada relación
Franco-Nin se superponía, en la escena local republicana, a lo que los rectores
de la política soviética divisaban a escala universal. Y, naturalmente,
coincidió con la preparación de la fase última del proceso contra los militares
"fascistas" o "trotskistas".
Orlov ideó una operación que,
salvo algún que otro detalle, fue técnicamente brillante (entienda esto el
lector en los términos estrictos en que se afirma: el calificativo puede
aplicarse a una actuación execrable o positiva y no es óbice para que su
contenido pudiera ser criminal), aunque su explotación política ulterior
resultara bastante burda. Conviene destacar esta contraposición, que la
historiografía no suele abordar. Orlov no era un imbécil. Debía saber que en la
URSS, Molotov había solicitado públicamente la adopción de medidas contra los
"saboteadores" que procuraban destruir la economía, el ejército y las
instituciones. De creer sus poco fiables memorias, en febrero de 1937 se había
enterado en París por un primo suyo de que en los archivos rusos se habían
encontrado pruebas documentales de que Stalin había trabajado para la policía
secreta del zar. Conocer esto era correr peligro de muerte. Desde entonces,
afirma, esperaba que de un momento a otro se produjera un golpe de Estado
protagonizado por los generales a quienes se había informado de tamaño delito
de leso comunismo. Es difícil que Orlov no tuviera orientadas hacia Moscú sus
sensibles antenas. También es imposible que pudiera ignorar que el mariscal
Tujachevsky fue detenido súbitamente el 22 de mayo. En las redes de la NKVD
cayeron los más importantes jefes militares, tras el "descubrimiento"
de una "conspiración" contrarrevolucionaria.
En este clima es imposible que en
Moscú no se aceptara la sugerencia de Orlov. Sabía perfectamente cómo avanzaba
la investigación sobre la red de espionaje madrileña. Las diligencias las
llevaba exclusivamente la Brigada Especial y eran conocidas del entonces
subsecretario de Gobernación, Wenceslao Carrillo, del general Miaja y del
teniente coronel Rojo, por lo que afectaban a la comunicación al enemigo de
secretos militares relacionados con la defensa de Madrid. En cuanto [al
teniente coronel Antonio] Ortega asumió la Dirección General de Seguridad
(DGS), le informaron inmediatamente de la operación en curso, a tenor de un
documento del 1 de junio. No tiene desperdicio. En él figuraron ya todas las
piezas que servirían para montar la acción contra Nin.
El informe policial del 28 de
octubre, que contiene tal documento, indica que, en las investigaciones,
"la colaboración de los técnicos extranjeros referidos era intensísima,
examinándose por los mismos con toda libertad las declaraciones y pruebas,
tanto en el domicilio oficial de la Embajada de su país en Madrid, como en el
local que ocupaba en aquella época la Brigada Especial, en Castellana, 19,
colaboración que se estimaba inapreciable, ya que aparte de orientaciones
valiosísimas, ponían a disposición de la policía aparatos fotográficos,
ópticos, para la reproducción y examen de documentos, de cuyos elementos podían
valerse directamente los funcionarios que llevaban el servicio, sin recurrir a
otras dependencias, de la discreción de cuyos funcionarios no podía responderse
de modo absoluto, como ya existían algunos precedentes".
La cúpula republicana (Negrín,
Zugazagoitia, Irujo, Ortega) y algunos de sus predecesores (¿Largo Caballero?,
¿Galarza?, ¿Prieto?) tuvieron que saber de la ayuda prestada por la NKVD. Los
técnicos soviéticos facilitaron el descubrimiento de los entresijos de la red
de espionaje. Pero, al hacerlo, introdujeron también las alteraciones que
convenían a Orlov. Un confidente de la policía, Alberto Castilla Olavarría,
participó en la falsificación de los documentos que "demostraban" la
existencia de contactos sediciosos entre la organización de espionaje
franco-falangista y el POUM, en particular de uno de sus dirigentes. Otro de
los hombres clave de Orlov, Juzik, es decir, Grigulevich, contribuyó también de
forma inapreciable y escribió de su propia mano el documento
"incriminatorio" fundamental.
Mientras se fabricaban las
"pruebas", los jefes militares soviéticos acusados, juzgados en
secreto, fueron ejecutados al día siguiente de darse a conocer el veredicto de
culpabilidad. Sólo uno se escapó, suicidándose. Las detenciones de otros jefes
y oficiales se multiplicaron rápidamente. Si esto pasaba con lo más granado del
Ejército Rojo, nadie en su sano juicio se preocuparía de cómo Orlov llevaba a
cabo sus planes en la lejana España. El informe republicano del 28 de octubre,
que refleja posteriormente su plasmación, se lee como una novela policiaca.
Tras algunos esfuerzos se consiguió revelar un mensaje escrito con tinta
simpática dirigido al "generalísimo". Tenía una parte cifrada. Como
no había en Madrid técnicos que pudieran descifrarlo, se llevó en gran secreto
a Valencia. Acompañaban a los policías "dos de los técnicos
extranjeros". Informaron a Ortega, recién nombrado, quien ordenó que un
experto de la Subsecretaría de Defensa tratase de descifrar dicha parte en su
propio despacho. Los soviéticos aconsejaron una visita al gabinete de técnicos
en claves del EM, donde "actuaban varios funcionarios de la misma
nacionalidad". Uno de ellos resolvió el problema. El informe continúa:
"Ya en posesión del escrito íntegramente descifrado, acudieron el comisario
y funcionarios repetidos a la Embajada del país a que pertenecían sus
colaboradores, al objeto de redactar un informe, según había ordenado el
director general, pues en la referida Embajada les habían sido ofrecidos
incondicionalmente los elementos precisos para ello, ofrecimiento aceptado,
entre otras razones de orden afectivo, por reunir aquel lugar las condiciones
de discreción y reserva indispensables en asunto de tal envergadura".
Una de las preguntas, para la que
no tenemos respuesta, es si antes de que se nombrara a Ortega, la DGS hubiese
actuado de tal suerte. En cualquier caso, fue en la Embajada, o dependencia de
la NKVD, que tanto da, donde otro técnico aconsejó un nuevo examen. Aceptada su
sugerencia, apareció un pequeño error. En los esfuerzos previos no se había
logrado descifrar el contacto de los espías franquistas. Resultó, el lector no
se sorprenderá, que obedecía a un nombre que empezaba por 'N' (una comodidad,
cortesía de Orlov, porque cabría pensar que en el mundo real, y no de la
ficción que creaba la NKVD, se hubiera utilizado algún seudónimo). En
consecuencia, se redactó el informe del 1 de junio dirigido al director general
de Seguridad y al ministro de la Gobernación. Fue en este momento, cabe
sospechar, cuando Zugazagoitia debió tener noticia de la extensión de la
conspiración y, con independencia de lo que pensara, de la participación en su
descubrimiento de los "servicios especiales" soviéticos.
La reacción inmediata provino del
director general de Seguridad. Ortega ordenó que se trasladaran de Madrid,
adonde ya habían regresado, los funcionarios que llevaban el caso. En Valencia
recibirían instrucciones. Se les dio una carta para el teniente coronel
Burillo, jefe superior de Policía de Barcelona, y también comunista. Decía así:
"Querido camarada: tengo el
honor de presentarle a los funcionarios de la plantilla de Madrid comisario
Fernando Valentí y agente de tercera Jacinto Rosell, quienes llevan a ésa una
misión delicadísima en la que le ruego les dé toda clase de facilidades. En el
caso de que precisaran utilizar gran contingente de fuerzas, antes de
denegárselas consultará usted conmigo. Un abrazo de su amigo y camarada".
Terminada la misión, debían
informar a Ortega de todas las actuaciones que hubieran llevado a cabo. Burillo
ya había iniciado la redada. Nin fue detenido el 16 de junio sin ninguna
dificultad, en parte porque había despreciado todas las advertencias que la CNT
y algún uniformado le habían hecho llegar. De ser cierto, sería tal vez un
indicio de que la operación no se blindó totalmente. Pero fue rápida. Dado que
Orlov había presentado la idea a sus superiores en Moscú el 23 de mayo, antes
de la llegada de Ortega a la DGS, y que su traducción a la práctica conllevaba
dificultades considerables de manipulación y de encubrimiento, no puede decirse
que el nexo NKVD-Brigada Especial no funcionase con fluidez. En menos de un
mes, la operación se llevó totalmente a cabo.
Interrogatorio y muerte
Nin fue interrogado el 18 de
junio de madrugada; dos veces, el 19, y una última vez, el 21 de junio. Según
el informe policial del 28 de septiembre, fue Rosell el responsable. No hay
mención de la presencia de "técnicos extranjeros", pero sería
altamente inverosímil que no hubiesen asistido. La Brigada Especial, se recordó
por escrito, quería imprimir la máxima celeridad para acortar en lo posible el
tiempo que Nin permaneciera fuera de la prevención oficial.
Ahora bien, el preso negó de
forma enérgica las acusaciones. Desde el primer momento, Nin señaló que
"esto es una maquinación urdida por enemigos políticos, que muy bien
pudiera ser el PC". Sobre la participación del POUM en los "hechos de
Barcelona", afirmó que "como consideraban justa la reacción de la
clase trabajadora, se solidarizaron con ella con el fin de darle objetivos
concretos y limitados". Hasta el final, Nin repitió que "nada tiene
que ver con el asunto de espionaje que se le imputa". (...)
[El historiador Vasili] Nikandrov
afirma que la decisión de asesinar a Nin se tomó después de los
interrogatorios, ya que, en un principio, Orlov no la había previsto. La
República, claro está, no era la Unión Soviética. Es posible que Orlov pensara
que si Nin seguía con vida, tras negarse a firmar su culpabilidad, la actividad
de la NKVD se vería comprometida. Su liquidación física permitía presentar su
desaparición como una huida ayudada por sus "compinches fascistas".
Otra alternativa es que quizá Nin quedó tan maltrecho, que su asesinato era la
única salida. Existen discusiones sobre la fecha en que tuvo lugar. Según
algunos autores, fue hacia mediados de julio. De los documentos conservados en
la Causa General y en AFPI se deduce, sin embargo, que el asesinato se produjo
mucho antes.
Dos de los vigilantes del chalet
(Juan Bautista Carmona Delgado y Santiago González Fernández) declararon que el
intento de "liberación" ocurrió en la noche del 22 de junio. Las
afirmaciones fueron concordantes. Entre las nueve y media y las diez de la
noche, dijo González, se presentó en medio de una tormenta un grupo de unos
diez individuos armados de fusiles y otros dos con uniformes de capitán y
teniente, carentes de emblemas. El segundo era rubio y con marcado aspecto
extranjero. Presentaron documentos firmados por Miaja y el comisario general en
los que se ordenaba la entrega del detenido. Los "asaltantes" dominaron
al guardián rápidamente, tras un forcejeo, y le encerraron en una habitación, a
la que también llevaron a Carmona. Ambos oyeron cómo el "capitán" se
dirigía a Nin llamándole "camarada", y se lo llevaban en un coche que
partió velozmente. Pudieron cortar sus ligaduras y avisaron a la Brigada.
Varios agentes de la misma acudieron con toda. Registraron el chalet y, ¡bondad
de las bondades!, encontraron fuera de él una cartera que probablemente se le
había caído a uno de los agresores. Contenía, ¡suerte de las suertes!,
documentación a nombre de un alemán y escrita en este idioma, insignias
fascistas, billetes de banco franquistas y fotografías de personas con
uniformes extranjeros. Más o menos lo que Orlov dijo a Negrín.
No es, pues, necesario ser
demasiado imaginativo para pensar que al político catalán le asesinaron con
toda probabilidad la noche del 22 de junio. Fijar la fecha es muy importante.
Ese mismo día, la prensa dio a conocer que entre los detenidos en conexión con
la red de espionaje figuraban personalidades del POUM, entre ellas, Nin. El 24
de junio se anunció que la policía había dado por terminados sus trabajos
acerca de los implicados en el POUM por tal delito.
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