Cómo
anhelar tu nombre, tan frío como el miedo
Si
triste ya es morir, contigo es la gangrena.
Saber
de ti avergüenza, espantas a las almas,
No
importa si son limpias o negra
su esperanza.
Tú
siempre quebrantaste a pobres y villanos;
Nunca
a los poderosos, sus cuellos anudaste.
Ya
en Roma te esmeraste, contra Publio Cornelio,
Pero
siempre deseaste, en España tu imperio.
A
través de los tiempos te fueron adornando,
Y
con punzón de hierro, te fuiste coronando
Por
los vastos imperios, de capillas y estados;
Y
así, poder quebrar, del preso su pensar.
En
la América Hispana, con tu cerco implacable,
Al
incaico Atahualpa le aplicaste tu hierro;
Desmembrar
al rebelde y fijar tu garrote
Fue,
sin lugar a dudas, el mejor de tus fueros.
Así
en las Filipinas, en Cuba y Puerto Rico;
Tan
sólo son ejemplos de tu mortal destino.
Acabó
al fin la historia de una España quemada,
Tras
tantísimos años, de reinar el espanto.
N.
V.
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