FORO PARA EL DEBATE Y EL CONOCIMIENTO – ABREVIADO DE LO EXPUESTO SOBRE LA
REVOLUCION RUSA
LA
REVOLUCIÓN RUSA 1917.
Resumen tema 4: Foro para el debate y el conocimiento
Al entrar en el siglo XX nos encontramos en Rusia
con uno de los países más atrasados de Europa. Desde el punto de vista
económico la industrialización es muy débil
y se concentra en puntos muy
concretos. La agricultura sigue siendo la base de la economía; el atraso se
demuestra en el hecho de que el feudalismo ha desaparecido de manera oficial
hace tan sólo cuarenta años, a cambio los campesinos deben pagar por la tierra
una gran cantidad de dinero al Estado y a los terratenientes.
En
1917 estalla una revolución que tendrá una gran trascendencia en la historia de
la humanidad, algunos, en cuanto a su importancia, la comparan con la
Revolución Francesa. La revolución tiene dos fases claramente separadas, la
primera en febrero, y consigue, tras la caída del zar, la proclamación de un régimen
burgués y constitucional que no solucionará los problemas del país. La segunda
fase se da en octubre y en ella un partido marxista, el bolchevique apoyándose
en la estrategia transitoria de todo el poder a los soviets, conquista el poder
político, imponiendo un capitalismo de estado y una dictadura de partido.
La oposición a la
autocracia zarista desde 1901.
Los social-revolucionarios.
El partido se fundó en 1901 bajo el liderazgo de Víctor Chernov, como unión de varios grupúsculos de
los naródnik (populistas) que habían surgido
en Rusia y entre los emigrantes políticos
la década anterior. Su programa estaba basado en una mezcla de ideología socialdemócrata, particularmente de su variante revisionista,
y populismo ruso y recabó muchos apoyos entre el campesinado que particularmente abrazó su
propuesta de «socialización de
la tierra»
El partido
Constitucional-demócrata (partido liberal ruso). Es un partido que reúne a
muchos de los intelectuales rusos, los burgueses son minoría, están representados
también los terratenientes medios que participan en los zemtsvos o asambleas locales, los profesionales liberales... En
su programa político piden más libertades públicas y, por supuesto, una
constitución. Piden además una verdadera
reforma agraria ya que la eliminación del feudalismo no ha cambiado nada el
panorama agrario.
El partido Socialdemócrata.
Es un partido marxista que nace en el Congreso de Minks de 1898. Dan prioridad
al problema obrero. En el Congreso de Bruselas y Londres del año 1903 aparecen
dos tendencias confirmadas en la Conferencia de Praga de 1912: los mencheviques o minoritarios (en
aquél momento) que son moderados, partidarios incluso de una alianza con los
liberales, formarán el partido socialista; y los bolcheviques o mayoritarios (sólo tuvieron la mayoría al
principio) son los partidarios de las ideas de Marx y de la conquista del poder
por los obreros; serán más tarde llamados comunistas.
Los anarquistas. Destacar la enorme
trascendencia e influencia que en la defensa de los soviets, como instrumento
fundamental para la consecución y consolidación de la revolución social y, en
el movimiento campesino, tuvieron los ideólogos anarquistas Mijaíl Bakunin y
Piotr Kropotkin que, junto a anarquistas
como Néstor Majnó, Piotr Arshínov, Volin y tantos otros compañeros/as dieron lo mejor de
sus vidas por la justa emancipación social.
La economía.
Desde el punto de vista económico
Rusia sigue siendo un país eminentemente agrario, y con una agricultura
extensiva, es decir, rudimentaria y estancada. En 1861 se produce la liberación
de los siervos que hasta entonces eran vendidos casi como esclavos en los
mercados. Esta liberación se hizo a cambio de pagar una enorme cantidad de
dinero a los señores y al Estado.
La estructura industrial del país es
muy débil y se concentra en lugares muy concretos, se basa en la extracción de
carbón, petróleo y hierro en las zonas de Ural, Bakú y Donetz. La industria
textil se centra en Moscú, San Petersburgo y algunas poblaciones polacas. Las
condiciones de vida de los obreros son durísimas, si cabe más que la de los campesinos.
La sociedad.
La nobleza tiene un papel
destacado en un país absolutista como Rusia, a ella están reservadas casi todos
los puestos públicos tanto civiles como militares. Gran parte de la aristocracia
rusa vive en la corte pero su poder se apoya en un sólido dominio agrario.
El clero tiene también una
gran importancia en un país eminentemente religioso. A la cabeza de la iglesia
ortodoxa está el zar.
En cuanto a las clases medias,
básicas en un país desarrollado, se puede decir que
en
Rusia casi no existen.
El campesinado constituye
cuatro quintas partes de la población, es decir, la inmensa mayoría de los
habitantes del imperio. Sus condiciones de vida no han cambiado desde el
decreto de liberación de los siervos de 1861 ya que desde entonces deben pagar una
suma muy elevada por su libertad y eso frena su desarrollo. Las medidas proteccionistas
para favorecer la industria hacen que suban los precios y los campesinos se encuentren
indefensos ante esa circunstancia. Ante tal situación la doctrina anarquista
se va a propagar muy rápidamente por el
campo ruso. Los obreros son una minoría en el país, se puede decir que
en 1914 eran sólo tres millones. Están sometidos a unas condiciones de vida muy
duras: viven hacinados en barracones, sin condiciones sanitarias y con jornadas
de hasta dieciséis horas. Por si fuera poco está prohibida cualquier
organización obrera o cualquier reunión para discutir sus problemas.
La Revolución de
1905 y sus problemas.
En 1905 el Imperio Ruso va a sufrir
una fuerte sacudida como consecuencia de su estrepitosa derrota en la guerra
con Japón de 1904-1905 en Extremo Oriente, de la crisis económica y del hambre.
El domingo
sangriento.
El 9 de enero de 1905 coinciden en
San Petersburgo, la capital de invierno de los zares, una huelga general y una manifestación
pacífica. La intención de los manifestantes es leer ante el Palacio de Invierno
del zar un escrito expresando el descontento del pueblo. La reacción del
monarca fue violenta mandó cargar contra las masas a los cosacos, murieron mil personas.
La consecuencia de este hecho es que el zar se aleja todavía más de su pueblo.
El motín del
acorazado Potemkin.
A comienzos del verano de 1905 los
marineros del acorazado Potemkin se sublevaron contra sus oficiales. Todo
empezó porque los oficiales les obligaron a comerse la carne carcomida por
gusanos. El resto de los barcos reciben la orden de reducirles pero las dotaciones
se niegan a combatir. La acción del acorazado Potemkin sería inmortalizada más
tarde por el cineasta soviético Serguéi Eisenstein.
El surgimiento de
los soviets.
La aparición de esta organización desempeñó un papel
inmenso en el desarrollo de la revolución de 1905 en Rusia, la palabra “Soviet”
significa sencillamente consejo o junta, fue una forma de organización y
combate que la clase obrera rusa creó y jugó un papel importante para el
proletariado ruso que abatió el régimen capitalista en 1917. Su creación no fue
debida a la iniciativa de ningún partido ni grupo político, sino que fue obra
espontánea de las masas durante el desarrollo de los acontecimientos revolucionarios.
Las repercusiones
de la I Guerra Mundial en Rusia.
En el año 1913 se celebró en Rusia
el tricentenario de la llegada al poder de la dinastía Romanov y el centenario
de la derrota de Napoleón en Rusia. Estas celebraciones oficiales contrastan con
la penuria de la población. Por si fuera poco a esta situación hay que añadir
los sufrimientos que tiene que experimentar el pueblo ruso cuando estalle la I
Guerra Mundial. Toda la economía se orienta para abastecer al frente y las
consecuencias pesan sobre obreros y campesinos que ven todavía más recortados
sus ingresos y además son movilizados para el frente. A pesar de estos esfuerzos
la situación del ejército ruso es lamentable, está mal abastecido y las comunicaciones
impiden cualquier ataque serio al enemigo, además es frecuente el hambre entre
los soldados y su moral está por los suelos.
La carestía llevará a una subida espectacular
de los precios y a la congelación de los salarios, lógicamente esto haría aumentar
las protestas. A todos estos sufrimientos hay que añadir el número de muertos que
a finales de 1916 se valoran en tres millones, más cinco millones de heridos.
En estas circunstancias la oposición
demócrata (partido kadet) pide una monarquía constitucional. La situación será
tan desesperada que en 1917 estallará una revolución que acabará con el poder
del zar.
Las revoluciones
rusa de febrero y octubre.
La revolución empieza en febrero con
una huelga de metalúrgicos y obreros textiles en San Petersburgo. El día 23 se
producen manifestaciones de mujeres pidiendo paz y pan y con gritos de “abajo
la autocracia”. Estos movimientos de protesta aumentan al día siguiente y el
zar no les da importancia, no es consciente de que en caso de una sublevación
las tropas con las que cuenta en San Petersburgo son de reciente reclutamiento
y por tanto de fidelidad dudosa. Los días 26 y 27 de febrero son claves, los
soldados se amotinan y fusilan a sus oficiales, estos soldados confraternizan
con los obreros y con el pueblo descontento. En este clima se van a ir consolidando
los soviets que estarán llamados a tener un gran papel. Nicolás II al ver que
no controla la situación y que está solo, abdica a favor de su hermano el gran
duque Miguel, pero éste rechaza el poder y así desaparece la monarquía en
Rusia.
Los inicios del
Gobierno provisional.
Ante el vacío de poder se formará un
Gobierno provisional, el día 13 de marzo, presidido por el príncipe Lvov que
estará formado por burgueses del partido kadet y apoyado por los socialistas
moderados (los mencheviques apoyan al Gobierno pero no forman parte de él), la burguesía
parece haber triunfado.
El Gobierno provisional era un
gobierno débil, sus primeras medidas fueron decretar una amnistía política, la promesa
de convocar una Asamblea constituyente y continuar la guerra. Se vería
desbordado tanto por la derecha (partidarios de restablecer el régimen zarista)
como por la izquierda (las masas populares ven insuficientes estas medidas y
piden, sobre todo, la firma de la paz). Además el Gobierno tiene que enfrentarse
con las nacionalidades que piden una mayor autonomía o, incluso, la
independencia.
En la sombra los soviets van
adquiriendo cada vez más poder y controlan todas las comunicaciones, se puede decir
que el poder se reparte entre el Gobierno oficial (burgueses) y los soviets
controlados todavía por los mencheviques. Los obreros sueñan con ocupar las
fábricas y los campesinos las tierras, los soviets son su esperanza. En este
clima político se produce el regreso del exilio de Lenin; es el líder del
partido bolchevique y hará pública sus ideas en las llamadas tesis de abril, en
las que, entre otras cosas, pide la paz y dice que hay que acabar con el
Gobierno provisional que quiere continuar la guerra, y así pasar a una segunda
etapa que lleve a los bolcheviques al poder, para eso había que potenciar
todavía más el papel de los soviets.
El gobierno de
coalición.
Tras una crisis ministerial el
príncipe Lvov sigue en el poder pero en un gobierno de
coalición
entre el partido kadet (siete ministros) y los mencheviques (que ya participan
directamente
en el gobierno con seis ministros). Este gobierno va a tener que hacer frente a
graves
problemas. Entre ellos la espectacular subida de los precios, lo que provoca
protestas
obreras
y un clima de tensión social. Además los movimientos independentistas se extienden
por Polonia, Finlandia, el Cáucaso y Ucrania.
Por
si fuera poco gran parte de la alta burguesía se opone a la aprobación de
nuevos impuestos sobre la producción para financiar la guerra. El 3 de julio se
produce un levantamiento obrero por las derrotas en la ofensiva que el ministro
de la guerra, Kerenski, manda en Ucrania. El levantamiento es duramente
reprimido y muchos líderes, tienen que partir al exilio. Como consecuencia de
este levantamiento Lvov es sustituido por Kerenski.
El gobierno de
Kerenski.
Kerenski subirá al poder el 17 de
julio. Es un hombre enérgico pero sin poder. Frente a él va a tener a la
extrema derecha como el general Kornilov que intenta restaurar el régimen
zarista, y a la extrema izquierda con los soviets a la cabeza.
El intento de golpe de Estado de
Kornilov es un fracaso y Kerenski coloca a este general fuera de la ley. Frente
a los soviets reaccionará con energía y los llevará a la clandestinidad. Pero
Kerenski está sólo y se muestra impotente frente a un clima social
insostenible: los campesinos inician la ocupación de tierras, los patronos
responden a los obreros con el cierre de las fábricas, los secuestros de
patronos y las huelgas están a la orden del día... Kerenski caerá cuando se
produzca el levantamiento bolchevique de Octubre.
Octubre de 1917: La
conquista del poder por los bolcheviques.
El día 9 de octubre Lenin vuelve del
exilio y se instala en el Instituto Smolni, sede del soviet de Petrogrado
(nuevo nombre que se da a San Petersburgo durante la I Guerra Mundial). Tras
vencer la oposición de algunos compañeros de partido, prepara meticulosamente
la conquista del poder, cree que el momento es el adecuado y que debido al
descontento popular con el gobierno burgués van a tener muchos apoyos. La
operación es rápida, la noche del 25 de octubre guardias
rojos
y soldados afines se hicieron con el control de San Petersburgo, la capital de
invierno. Desde el acorazado Aurora se controla el Palacio de Invierno, sede del
Gobierno. El gobierno de Kerenski huye y los bolcheviques se hacen con el poder
en Petrogrado y otras ciudades del país. Los soviets aumentarán su importancia
y serán la base para la creación del nuevo Estado, de estos soviets han sido
marginados los mencheviques y los social-revolucionarios que también
participaban en ellos, a partir de ahora serán controlados exclusivamente por
los bolcheviques. Una vez que lo bolcheviques llegan al poder, tendrán que hacer
frente a graves problemas tanto económicos como sociales, crear nuevas instituciones,
lograr la paz en la Primera Guerra Mundial, y, ante todo, ganar una guerra
civil en el interior contra los que no son
partidarios de su régimen.
Los problemas del
nuevo Gobierno: los primeros decretos.
El Gobierno formado por Lenin estará
integrado exclusivamente por bolcheviques que, a partir de ahora, se llamarán
comunistas. En el Consejo de Comisarios del pueblo, nombre que dan al Consejo
de ministros, estarán Trotski como comisario de exterior y Stalin como
comisario de nacionalidades.
Uno de los primeros decretos fue,
tal y cómo había prometido Lenin, la salida de Rusia de la Primera Guerra
Mundial para ello se firma una paz provisional con los imperios centrales, esa
paz se concretaría más adelante en marzo de 1918. Lenin veía en ello la única
posibilidad de que se
consolidara
la revolución bolchevique en Rusia. Sobre la tierra se decreta la anulación de
la deuda de los campesinos y el reparto, sin indemnización, de las grandes
propiedades. En otro orden de cosas se suprimen títulos y privilegios, todos
serán considerados ciudadanos de la República Soviética de Rusia. Desde el
punto de vista económico se imponen algunas medidas marxistas, no todas ya que
no se considera el momento propicio, como la nacionalización de los bancos
y empresas de más de cinco trabajadores
y la anulación de las deudas del Estado –unos 16
millones
de rublos oro- esto último conllevará la oposición de Gran Bretaña, Francia, Estados
Unidos y Japón que son los países acreedores. En enero de 1918 se producen
elecciones a la Asamblea Constituyente, una promesa del gobierno burgués que
Lenin no se ha atrevido a anular. Los resultados dan la mayoría a los social-revolucionarios,
el partido en el que había militado Kerenski, los bolcheviques sólo obtienen
1/5 de los diputados, el primer día la nueva Asamblea anula los decretos del gobierno
bolchevique, no le dio tiempo a más, al día siguiente la guardia roja, brazo
armado de los bolcheviques, impiden el paso de los diputados y disuelven la
Asamblea, Lenin dirá que los soviets eran más democráticos. El 3 de marzo de
1918 se firma la paz definitiva en la Primera Guerra Mundial por el tratado de
Brest-Litovsk, Rusia perdía 800.000 kilómetros cuadrados, el 26% de la población
y reconocía la independencia de Polonia, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania
y Ucrania. En julio de 1918 se hace una primera constitución pero no entraría
en vigor a causa de la guerra civil y sería sustituida por otra en 1923.
La guerra civil.
Para consolidar la revolución los
comunistas apoyados en los soviets tienen que afrontar todavía muchas dificultades
y superar la dura prueba de ganar una guerra civil. La situación seguía siendo
terrible, el caos dominaba en lo económico y en lo social y las destrucciones
de la guerra habían mermado la débil capacidad productiva del país, en muchos
lugares la autarquía económica era la norma y el desabastecimiento de productos
básicos lo frecuente. En este clima turbulento va a estallar una guerra civil
en Rusia entre los partidarios de los bolcheviques y sus opositores. Por un
lado los rusos blancos dirigidos por el barón Wrangel y Denikin capitalizan a
los burgueses, partidarios del zar, terratenientes y descontentos en general.
Recibirán el apoyo testimonial de Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Japón
debido a la supresión de la deuda exterior que los comunistas no reconocen como
propia, también influye el miedo que tienen las potencias occidentales a que el
comunismo se extienda por el continente. La victoria llegó en 1921 y supuso en
lo internacional el aislamiento del régimen comunista, Rusia, además, quedaba
rodeada de países hostiles: los antiguos territorios rusos que han obtenido su
independencia.
Un hecho importante fue el asesinato
en Ekaterinburgo del zar Nicolás II y su familia en la noche del 16 al 17 de
julio de 1918.
El comunismo de
guerra.
La situación excepcional de la
guerra civil llevó a los comunistas a imponer lo que se llamó el comunismo de
guerra que significaba un fuerte control de la economía por parte del Estado
con el objetivo de ganar la guerra. Se necesitaba abastecer rápidamente al
ejército y alimentar a la población civil, por eso se recurre a la
nacionalización de la industria y a orientarla hacia la producción de armas. Se
prohíbe, además, el comercio privado. En la agricultura el Estado ejerce un
fuerte control sobre la producción y llega a conseguir el monopolio en la
producción de trigo y a requisar a los campesinos los excedentes; son
frecuentes también la colectivización de tierras y una cierta planificación de
la economía.
Desde el punto de vista político el
comunismo de guerra dirigió una oleada de terror sobre los social
revolucionarios y opositores en general a través de la Tcheka o policía
política.
Los anarquistas y
los soviets
ALEXANDRE SKIRDA
La historia oficial del movimiento
obrero y revolucionario se basa en una cierta mitología, vinculada al
dogmatismo e inmovilismo ideológico de la mayor parte de los grupos, partidos u
organizaciones que se supone que representan a dicho movimiento. Así ocurre con
el papel desempeñado por el Partido Bolchevique en la revolución rusa de 1917;
muchos creen o, demasiadas veces, quieren creer, que esta gran conmoción social,
el mayor hecho revolucionario de nuestro siglo hasta el presente, se debió
únicamente a la instigación y la acción elaborada y consecuente de los bolcheviques.
Y, sin embargo, fue a través de las jornadas insurreccionales de febrero y
julio de1917, y con la creaci6n, en la misma época, de toda una
red de comités de fábrica y de soviets de obreros, campesinos y soldados, como
la voluntad revolucionaria de las masas se afirmó espontáneamente de manera decisiva.
Los anarquistas fueron de los pocos
que propagaron y activaron en favor de la revoluci6n social antes del cinco de octubre de 1917, cuando todos los demás
partidos «revolucionarios », bolchevique incluido, limitaban sus ambiciones a
la instauración de una república democrático- burguesa. Sólo cuando Lenin
obligó al Comité Central a aceptar sus tesis de abril los bolcheviques se
identificaron repentinamente con la voluntad radicalizada de los trabajadores y
adoptaron las consignas libertarias de «Todo el poder a los soviets»-«La tierra
a los campesinos, la fábrica a los obreros» gracias a las cuales alcanzaron el
poder.
El monopolio bolchevique que cubre
esta época apenas comienza a levantarse; ahora se descubre lo que entonces no
se quería ver; se pasaban por alto multitud de cosas, consideradas como
incidentes del camino o como errores momentáneos; de todos modos, todo quedaba
justificado por el sacrosanto principio del «devenir histórico». Los
acontecimientos han mostrado posteriormente cuánta tragedia contenía esta abdicación
de la crítica revolucionaria. La reciente aparición de diferentes obras ha
reclamado la atención sobre la participación activa de algunos anarquistas en la
revolución rusa. Después del fracaso de la revolución social, y en especial de
sus últimos intentos insurreccionales: la Machnovchina en Ucrania (1918-1921),
y la Comuna de Kronstadt (marzo de 1921), unos pocos supervivientes
consiguieron llegar al extranjero, donde se esforzaron a continuación en dar a
conocer sus experiencias y en extraer las lecciones de su fracaso. En este
contexto se sitúan los artículos y estudios que aquí presentamos. Es
indiscutible que aportan, por una parte, una nueva luz sobre el proceso
revolucionario de la revolución rusa, y una importante contribución a la teoría
y práctica de una real autogestión de los trabajadores, por otra.
EFIM YARTCHUK
Los soviets y la defensa de la revolución
A partir de la Revolución de
Febrero, los trabajadores rusos experimentaron todas las coaliciones y acuerdos
de las «guías del socialismo», con toda clase de grupúsculos burgueses y
contrarrevolucionarios. Rechazaron la ofensiva contrarrevolucionaria del general
Kornilov, provocada por la insaciable sed de los socialistas «de orden y de
ley», que consideraban los soviets como una calamidad inoportuna que había que
eliminar cuanto antes, puesto que amenazaban con superar la democracia y
proseguir su camino hacia una sociedad libertaria. Finalmente, desilusionados
por los espejismos burgueses de la Asamblea Constituyente, los trabajadores
rusos realizan octubre. En sus fundamentos, la Revolución de Octubre, que
contenía todas las posibilidades de una transformación social radical, fue
libertaria. Había destruido el poder centralista, diseminándolo en los soviets
a fin de que terminaran esta tarea; asestó un golpe fatal al orden
feudal-agrario y aspiró a ir más lejos en el camino de una destrucción total
del orden burgués moderno. La destrucción del antiguo fue radical, y firmemente
determinada en su voluntad de transformar la sociedad a partir de principios
comunistas libertarios; por dicho motivo provocó tanto odio y un rencor tan
encarnizado en los explotadores, tanto de dentro como de fuera del país.
La clase obrera se vio obligada a
asumir la defensa física de la revolución así como la organizaci6n de la
producción y del consumo, sin poder contar con
ayuda de nadie. Se desencadenó un ataque desesperado contra la
Revolución de Octubre: Kerensky, los social revolucionarios de derecha, los
mencheviques, el imperialismo alemán, Kaledin, Dutov, los checoslovacos ...
unos tras otros agredieron a los trabajadores. Aunque sus motivaciones fueran
diferentes, el resultado era el mismo: una lucha armada por la supresión de la
revolución proletaria. Para contrarrestar la presión contrarrevolucionaria los
trabajadores rusos se unieron estrechamente en torno de sus organizaciones de
combate: los soviets y los comités de fábricas y talleres. Los soviets
prepararon febrilmente la defensa de la revolución, congregando a los mejores
elementos obreros y campesinos. Con la ayuda de los comités de fábricas y
talleres, se ocuparon de la instrucción militar sistemática de los obreros,
organizaron destacamentos, los enviaron al frente y se ocuparon del
abastecimiento de víveres de la población.
¿Los soviets fueron libres?
Evidentemente no. Los residuos del poder burgués persistieron dentro de los
soviets incluso después de octubre. Pero la marcha de la realidad
revolucionaria es tal, que se profundiza y desarrolla en su desarrollo. La
primera tarea de los soviets en los primeros días de la revolución es la de
emprender el combate contra el gobierno provisional, de coalición o revolucionario;
el deber de todo revolucionario, en especial del luchador libertario, es estar
presente en las organizaciones obreras y campesinas, para propagar entre las
masas la idea de los soviets libres y no autoritarios, y con su participación
directa en todas las iniciativas y acciones de los soviets impedir su
transformación en instituciones autoritarias. Los soviets no son la anarquía,
pero cuando infligen un golpe al Estado centralizado y destrozan su aparato, se
presentan como un estado transitorio hacia ella.
RUDOLF ROCKER
¿Sistema de los soviets o dictadura del proletariado?
¿Creen acaso que el título contiene
un error? ¿Que el sistema de los soviets y la dictadura del proletariado son
una sola y misma cosa? No, se trata de dos conceptos muy diferentes que, lejos
de completarse, se excluyen recíprocamente. Sólo una malsana lógica de partido
puede admitir una fusión allí donde, en realidad, existe una oposición muy
clara.
La idea de los «soviets» es una
expresión definida de lo que nosotros entendemos por la revolución social: corresponde
a la parte enteramente constructiva del socialismo. La idea de la dictadura es
de origen exclusivamente burgués y no tiene nada en común con el socialismo. Es
posible vincular artificialmente ambas nociones, pero el resultado ser siempre una caricatura de la idea original
de los soviets, que perjudicará la idea fundamental del socialismo.
La idea de los soviets no es en
absoluto una idea nueva, nacida de la revolución rusa, como suele creerse.
Nació en el seno del ala más avanzada del movimiento obrero europeo, en el
momento en que la clase obrera salía de la crisálida del radicalismo burgués
para volar con sus propias alas. Era el momento en que la Asociación
Internacional de Trabajadores realizó su gran intento de agrupar en una sola y
vasta unión a los obreros de los diferente países y abrirles el camino de la
emancipación. Aunque la Internacional tuviera fundamentalmente el carácter de
una vasta organización de uniones profesionales, sus estatutos estaban redactados
de manera que permitieran que todas las tendencias socialistas de la época, con
tal de que estuviesen de acuerdo en el objetivo final, pudieran ocupar un lugar
en sus filas.
En un comienzo, las ideas de la gran
Asociación estaban lejos de tener la claridad y la expresión acabada que
alcanzaron naturalmente en el Congreso de Ginebra, en 1866, y de Lausana, en
1867. Cuanto más madura internamente se hacía la Internacional y más se extendía
como organización de lucha, más claras se hacían las ideas de sus miembros. La acción
práctica en la lucha cotidiana entre el capital y el trabajo conducía, por sí
misma, a una comprensión más profunda de los principios fundamentales.
Después de que el Congreso de
Bruselas (1868)hubiera pronunciado en favor de la propiedad colectiva del
suelo, del subsuelo y de los instrumentos de trabajo, se creó una base para el
posterior desarrollo de la Internacional. En el Congreso de Basilea, en 1869,
la evolución posterior de la gran Asociación obrera alcanzó su punto culminante.
Junto a la cuestión del suelo y del subsuelo, de las que el Congreso volvió a
ocuparse, especialmente de la cuestión de las uniones obreras, lo que pasó a
primer término. Un informe sobre esta cuestión, presentado por el belga Hins y
sus amigos, provocó un gran interés: las tareas correspondientes a las uniones
obreras y la importancia que ofrecen, fueron expuestas, por primera vez, desde
una perspectiva totalmente nueva, semejante en cierto modo a las ideas de Robert
Owen. En Basilea, se proclamó abierta y claramente que la unión profesional, la
Trade-Union, no es una organización normal y transitoria que sólo tiene razón
de existir en el seno de la sociedad capitalista y que debe desaparecer con
ella. El punto de vista del socialismo
estatista, que piensa que la acción de las uniones obreras debe limitarse a un mejoramiento
de las condiciones de existencia de los obreros, dentro de los límites del
asalariado, y ·que allí concluye su tarea, se vio profundamente modificado.
El informe de Hins y de sus
compañeros demostró que las organizaciones de lucha económica obrera deben ser
consideradas como unas células de la futura sociedad socialista y que la tarea
de la Internacional es educar a estas organizaciones para hacerlas capaces de cumplir
su misión histórica. El Congreso adoptó este punto de vista, pero hoy sabemos que
muchos delegados, en especial algunos de los representantes de las
organizaciones obreras alemanas, jamás quisieron llevar a cabo lo que esta resolución
implicaba.
Después del Congreso de Basilea, y
especialmente después de la guerra de 1870, que espoleó al movimiento social europeo
por un camino totalmente diferente, aparecieron dos tendencias bien
diferenciadas en el seno de la Internacional, tendencias que después
entraron en oposición clara entre sí y condujeron a una escisión de la
Asociación. Se ha pretendido reducir estas luchas intestinas a unas querellas meramente
personales, en especial a la «rivalidad» entre Mijail Bakunin y Karl Marx y el
Consejo General de Londres. Nada más falso e infundado que esta idea procedente
de un desconocimiento total de los hechos. Es cierto que las consideraciones personales
desempeñaron un cierto papel, como casi siempre ocurre en casos semejantes.
Fueron sobre todo Marx y Engels quienes atacaron a Bakunin en la medida de lo
humanamente posible; hecho que ni el biógrafo de Marx, Franz Mehring, puede
silenciar. Pero sería un grave error ver en estas enojosas polémicas la
verdadera causa de la gran oposición entre esos hombres. En realidad, se dirimían
dos concepciones diferentes del socialismo, y sobre todo de los caminos que
deben conducir a él. Marx y Bakunin se limitaron a ser los más destacados en
esta lucha . por unos principios fundamentales, pero el conflicto se habría
producido igualmente sin ellos. Pues no se trataba de una oposición entre dos
personas, sino de una oposición entre corrientes ideológicas, que tenía y que
sigue teniendo ahora su importancia.
Los obreros de los países latinos,
donde la Internacional halló su principal apoyo, desarrollaron su movimiento a
partir de unas organizaciones de lucha económica. A sus ojos, el Estado sólo
era el agente político y el defensor de las clases poseedoras; por consiguiente
no apuntaban tanto a la conquista del poder político como a la supresión del Estado
y de todo poder político, bajo cualquier forma, pues no veían en él más que un
preludio a la tiranía y a la explotación. Así pues, no querían imitar a la
burguesía fundando un nuevo partido político, origen de una nueva clase de
políticos profesionales. Su objetivo era apoderarse de las máquinas, de la
industria, del suelo y del subsuelo; veían con claridad que dicho objetivo les
distanciaba totalmente de los políticos radicales burgueses que lo sacrifican
todo a la conquista del poder político. Entendieron que con el monopolio de la
posesión debe caer también el monopolio del poder; que la totalidad de la vida
de la sociedad futura debe estar basada en unos fundamentos enteramente nuevos.
A partir de la idea de que la «dominación del hombre sobre el hombre» ha periclitado,
intentaron persuadirse de la idea de la «administración de las cosas».
Sustituyeron la política de los partidos en el seno del Estado por una política
económica del trabajo. Entendieron que la reorganización de la sociedad en una
dirección socialista debe ser realizada en la propia industria, y de este
concepto nació la idea de los «consejos» (soviets).
Estas ideas del ala antiautoritaria
de la Internacional fueron profundizadas y desarrolladas, de manera especialmente
clara y precisa, en los Congresos de la Federación del Trabajo española.
Allí se introdujeron los términos de
«Comunas obreras» y «Consejos obreros»). Los socialistas libertarios de
la Internacional entendieron perfectamente que el socialismo no puede ser
dictado por un gobierno, sino que debe desarrollarse de manera orgánica de
abajo hacia arriba; entendieron
que son los
propios obreros quienes deben asumir la organización de la producción y del
consumo. Y opusieron esta idea al socialismo de Estado de los políticos
parlamentarios.
En el curso de los años siguientes,
hubo feroces persecuciones contra el movimiento obrero de los países latinos;
la señal de partida fue dada por el aplastamiento en Francia de la Comuna de
París; después, las represiones se extendieron a España e Italia. La idea de
los «consejos» quedó rechazada a un segundo término, pues al estar perseguida
toda propaganda abierta, en los gobiernos secretos que los obreros debieron formar
estaban obligados a utilizar todas sus fuerzas en combatir la reacción y defender
sus víctimas.
El sindicalismo revolucionario
y la idea de los
Consejos
El desarrollo del
sindicalismo revolucionario despertó esta idea y la llamó a una nueva vida.
Durante la época más activa del sindicalismo revolucionario francés, de 1900 a
1907, la idea de los consejos se desarrolló bajo su forma más clara y acabada. Basta
con hojear los textos de Pouget, Griffuelhes, Monatte, Yvetot y muchos más,
para convencerse de que ni en Rusia ni en ningún lugar, la idea de los consejos
se enriqueció, después, con ningún elemento nuevo que los propagandistas del
sindicalismo revolucionario no hubieran formulado quince o veinte años antes.
Durante este tiempo, los partidos obreros socialistas rechazaban totalmente la idea
de los consejos; la gran mayoría de quienes son ahora sus decididos partidarios,
sobre todo en Alemania, consideraban entonces con el mayor desprecio esta nueva
utopía. El propio Lenin, en 1905, manifestaba al presidente del consejo de delegados
obreros de Petersburgo que el sistema de los consejos era una institución superada,
con la que su partido no podía tener nada en común. Ahora bien, esta concepción
de los consejos, cuyo honor
incumbe a los socialistas revolucionarios, señala el momento más importante y
constituye la piedra angular
de todo el movimiento obrero internacional.
Debemos añadir que el sistema de los
consejos es la única institución capaz de conducir a la realización del socialismo,
pues cualquier otro camino sería equivocado. La «utopía» se ha mostrado más
poderosa que la «ciencia». Es innegable también que la idea de los consejos se
desprende lógicamente de la concepción de un socialismo libertario, lentamente
desarrollado en el seno del movimiento obrero en oposición con la del Estado y
con todas las tradiciones de la ideología burguesa.
La «dictadura» del proletariado,
herencia de la burguesía
No se puede decir en absoluto lo mismo
de la idea de la dictadura. No procede del mundo de los conceptos socialistas.
No es un producto del movimiento obrero sino una triste herencia de 1a
burguesía, de la que, para suerte suya, se ha dotado al proletariado. Va estrechamente
unida a la aspiración al poder político, que es, igualmente, de origen burgués.
La dictadura es una nueva forma que toma el poder del Estado. Es el Estado
sometido al estado de sitio. Como los restantes partidarios de la idea estatista,
los defensores de la dictadura pretenden poder imponer al pueblo-como medida
provisional- su voluntad. Esta concepción constituye en sí misma un obstáculo a
la revoluci6n social, cuyo propio elemento vivo es precisamente la participación constructiva y
la iniciativa directa de las masas. La dictadura es la negación, la destrucción
del ser orgánico, del modo de organizaci6n natural, de abajo hacia arriba. Se
alega que el pueblo todavía no es adulto, que no está preparado para ser su
propio dueño. Se trata de la dominación sobre las masas, de su tutela por una
minoría. Sus partidarios pueden tener las mejores intenciones, pero la lógica
del poder les llevará siempre a entrar en el camino del más extremo despotismo.
La idea de la dictadura ha sido tomada por nuestros socialistas-estatistas del
partido pequeñoburgués de los jacobinos. Dicho partido calificaba de crimen cualquier
huelga y prohibía, bajo pena de muerte, las asociaciones obreras. Saint-Just y
Couthon fueron sus portavoces más enérgicos, y Robespierre actuaba bajo su
influencia.
La manera falsa y unilateral de
imaginarse la gran revolución, típica de los historiadores burgueses, influyó
fuertemente a la mayoría de los socialistas y contribuyó en gran manera en
conferir a la dictadura jacobina una fuerza que no merecía, y que el martirio
de sus principales caudillos no hizo más que aumentar. La mayoría siempre es
propensa al culto de los mártires, y eso la hace incapaz de un juicio crítico
sobre sus ideas y sus actos. Conocemos la obra creadora de la revolución: la abolición
del feudalismo y de la monarquía: los historiadores la han glorificado como la
obra de los jacobinos y de los revolucionarios de la Convención, y con el
tiempo ha resultado de ello una concepción totalmente falsa de toda la historia
de la revolución. Hoy sabemos que esta concepción está basada en una ignorancia
voluntaria de los hechos históricos y en especial de la verdad de que la
auténtica obra creadora de la gran revolución fue realizada por los campesínos
y los proletarios de las ciudades, en contra de la voluntad de la Asamblea
Nacional y de la Convención. Los jacobinos y la Convención siempre combatieron
vivamente las innovaciones radicales, hasta que se enfrentaron al hecho
consumado y ya era inútil resistir. Así pues, la abolición del sistema feudal
se debe únicamente a las incesantes rebeliones campesinas, ferozmente
perseguidas por los partidos políticos.
En 1792, la Asamblea Nacional seguía
manteniendo el sistema feudal y sólo en 1793, cuando los campesinos comenzaron
enérgicamente a conquistar sus derechos, la Convención «revolucionaria»
sancionaba la abolición de los derechos feudales. Igual ocurrió con la
abolición de la monarquía.
Las tradiciones jacobinas y el
socialismo
Los primeros fundadores de un
movimiento socialista popular en Francia procedían del campo jacobino, y es
totalmente natural que sobre ellos pesara la herencia del pasado. Cuando Babeuf
y Darthey creaban la conspiración de los «Iguales», querían hacer de Francia,
mediante la dictadura, un Estado agrario comunista. En cuanto comunistas,
entendían que para alcanzar el ideal de la gran revolución, había que resolver
el problema económico; pero, en cuanto jacobinos, creían que su objetivo podía
alcanzarse mediante la fuerza del Estado, dotado de los más amplios poderes. La creencia en la omnipotencia del
Estado alcanzó en los jacobinos su grado superior; estaban tan profundamente
imbuidos de ella que ya no podían imaginarse otro camino a seguir. Babeuf y
Darthey fueron llevados a la guillotina, pero sus ideas sobrevivieron en el pueblo
y hallaron un refugio en las sociedades secretas de los babouvistas, bajo el
reinado de Luis Felipe. Hombres como Barbes y como Blanqui actuaron en igual
sentido, luchando en favor de la dictadura del proletariado, destinada a realizar
los objetivos comunistas. Y otros como Marx y Engels heredaron la idea de la
dictadura del proletariado, expresada en el Manifiesto comunista. No
entendían con ello otra cosa que la instauración de un poderoso poder central cuya
tarea consistiría en romper, mediante radicales leyes coercitivas, la fuerza de
la burguesía y organizar la sociedad en el espíritu del socialismo de Estado.
Estos hombres llegaron al socialismo
procedentes de la democracia burguesa; estaban profundamente imbuidos de las
tradiciones jacobinas. Además, el movimiento socialista de la época no estaba tan
desarrollado como para abrirse su propio camino y vivía más o menos sobre las
tradiciones burguesas.
¡Todo por los consejos!
Fue únicamente con el desarrollo del
movimiento obrero en la época de la Internacional cuando el socialismo se
sintió capaz de librarse de los últimos vestigios de las tradiciones burguesas
y de volar totalmente con sus propias alas. La concepción de los consejos abandonaba
la noción del Estado y de la política del poder, bajo cualquier forma que se
presentase; se enfrentaba así directamente a cualquier idea de dictadura; ésta,
en efecto, no sólo quiere arrancar el instrumento del poder a las fuerzas
poseedoras y al Estado, sino que quiere también desarrollar lo más posible su
propia fuerza.
Los pioneros del sistema de los
consejos vieron perfectamente que con la explotación del hombre por el hombre debe
desaparecer también la dominación del hombre por el hombre. Entendieron que el
Estado, la potencia organizada de las clases dominantes, no puede convertirse
en instrumento de emancipación para el trabajo. Pensaban de igual manera que la
destrucción del antiguo aparato de poder debe ser la tarea más importante de la
revolución social, para hacer imposible toda nueva forma de explotación. Que no
se nos objete que la «dictadura del proletariado» no puede compararse con otra
dictadura cualquiera, pues se trata de la dictadura de una clase. La dictadura
de una clase no puede existir como tal, pues siempre se trata, a fin de
cuentas, de la dictadura de un determinado partido que se arroga el derecho de
hablar en nombre de una clase. Así es como la burguesía, en lucha contra el
despotismo, hablaba en nombre del «pueblo»; en los partidos que nunca han estado
en el poder, la aspiración al poder se hace extremadamente peligrosa.
Los nuevos ricos del poder todavía
son más repugnantes y peligrosos que los nuevos ricos de la propiedad. Alemania
nos sirve a este respecto de instructivo ejemplo: vivimos ahora bajo la poderosa
dictadura de los políticos profesionales de la socialdemocracia y de los
'funcionarios centralistas de los sindicatos. Ningún medio les parece bastante brutal
y suficientemente vil contra los miembros de su propia «clase» que se atreven a
estar en desacuerdo con ellos. Estos hombres se han desembarazado de todas las
conquistas de la revoluci6n burguesa que aseguran la libertad y la
inviolabilidad de la persona; han desarrollado el más horrible sistema
policíaco, hasta el punto que pueden apoderarse de cualquier persona que les
disguste y hacerla inofensiva por un tiempo determinado. Las famosas «orden
del rey» de los déspotas franceses y la deportación por orden
administrativa del zarismo ruso han reaparecido con estos singulares
defensores de la «democracia». Es cierto que esos hombres alegan
en cada momento su constitución, que asegura a los buenos alemanes todos
los derechos posibles; pero esta constitución sólo existe en el papel;
igual ocurrió con la famosa constitución republicana de 1793, que jamás
fue aplicada pues Robespierre y sus adeptos manifestaron que no
podía ser puesta en práctica cuando la patria estaba en peligro.
Mantuvieron, por tanto, la dictadura, y ésta llevó al 9 thermidor, a la
vergonzosa dominación del Directorio y, finalmente, a la dictadura
del sable napoleónico. En Alemania, ya estamos en el Directorio; sólo falta el hombre
que desempeñe el papel de Napoleón. Es cierto que sabemos que la revolución no
puede hacerse con agua de rosas; sabemos asimismo que las clases poseedoras no
abandonarán voluntariamente sus privilegios. El día de la victoria de la
revolución, los trabajadores deben imponer su voluntad a los actuales poseedores
del suelo, del subsuelo y delos medios de producción. Pero, en nuestra opinión,
esto sólo podrá producirse si los trabajadores se apoderan por sí mismos del
capital social, y, en primer lugar, si derriban el aparato de fuerza política,
que hasta ahora ha sido y seguirá siendo la fortaleza que permitía engañar a
las masas. Para nosotros este acto es un acto de liberación, una proclamación
de la justicia social; es la misma esencia de la revolución social, totalmente
ajena a la idea meramente burguesa de la dictadura.
El hecho de que gran número de
partidos socialistas haya adherido a la idea de los consejos, propia de los
socialistas libertarios y de los sindicalistas, es una confesión; reconocen con
ello que la táctica seguida hasta el presente ha sido errónea y que el movimiento
obrero debe crear para sí mismo, en estos consejos, el único órgano que le
permitirá la realización del socialismo. Por otra parte, no debemos olvidar que
esta repentina adhesión amenaza con introducir en la concepción de los consejos
muchos elementos extraños, que no tienen nada en común con sus tareas
originales y que deben ser eliminados como peligrosos para su desarrollo
posterior. Entre estos elementos extraños, el primer lugar corresponde a la
idea de la dictadura. Nuestra tarea debe ser la de prevenir este peligro y precaver
a nuestros camaradas de clase contra unas experiencias que no pueden acelerar y
sí, por el contrario, retrasar la emancipación social.
Así pues, nuestra consigna sigue
siendo: «¡Todo por los consejos! ¡Ningún poder por encima de ellos!» y esta
consigna será al mismo tiempo la de la revolución social.
PIOTR ARCHINOV
LOS DOS OCTUBRES
El octubre de los obreros y de los campesinos
Se ha instituido legalmente, en el
calendario bolchevique, denominar a la revolución victoriosa de los obreros y
de los campesinos de 1917 la Revolución de Octubre. Es algo que contiene una parte
de verdad, pero no toda. En octubre de 1917, los obreros y los campesinos rusos
superaron un obstáculo colosal que impedía el desarrollo de su Revolución: suprimieron,
pues, el poder nominal de las clases capitalistas, pero antes de eso habían
realizado unos actos de importancia revolucionaria no menor, y acaso todavía
más fundamental, al arrebatar a las clases capitalistas su poder económico: en
el campo, la tierra a los grandes terratenientes; en la ciudad, el derecho a un
trabajo libre y no controlado, cuando no el total control de las fábricas. Por
consiguiente, fue antes de octubre cuando los trabajadores revolucionarios
destruyeron la base del capitalismo. Sólo quedaba la superestructura política.
De no haber existido en el país de los capitalistas esta expropiación general
por los trabajadores, que destruyó la máquina estatal burguesa, la revolución
política no habría triunfado en igual medida, y acaso no habría triunfado en
absoluto, pues en tal caso la resistencia de los poseedores habría sido mucho mayor.
Por otra parte, el objetivo de la
revolución social de octubre no se detuvo en el derrocamiento del poder
capitalista. Un largo período de realizaciones prácticas de una autogestión
social y de edificación socialista se presentaba ante los trabajadores, pero fracasó
en los años consecutivos. Así pues, al considerar todo el desarrollo de la revolución
socialista rusa, octubre sólo aparece como una de sus etapas, si bien, conviene
añadir, una etapa importante y decisiva. .He ahí porqué octubre no representa
por sí solo toda la revolución social. Conviene tener en cuenta esta
circunstancia histórica, determinante en la revolución social rusa, al pensar
en las jornadas victoriosas de octubre. Otra particularidad no menos importante
está en que octubre contiene dos significados: uno, el que le dieron las masas
trabajadoras que participaron en
la revolución
social, y con ellas los anarco comunistas; el otro es el que le dio el partido
político que conquistó el poder, a partir de esta aspiración a la rcvoluci6n
social, y que traicionó y sofocó mediante la fuerza todo desarrollo
posterior.
Existe un enorme abismo entre ambas
interpretaciones de octubre. El octubre de los obreros y de los campesinos es la
supresión del poder de las clases parásitas, en nombre de la
igualdad y de la autogestión. El octubre de los bolcheviques es la conquista
del poder por el partido de la inteligencia revolucionaria, la
instauración de su «socialismo» estatal y de sus métodos «socialistas» de
gobierno de masas. La Revolución de Febrero de 1917 sorprendió a los diferentes
partidos revolucionarios en pleno caos, y sin duda contemplaron con un asombro
considerable el profundo carácter social de la revolución naciente. En los
primeros tiempos, nadie, excepto los anarquistas, se atrevía a creer en ella.
El partido bolchevique, que siempre pretendía expresar las aspiraciones más
radicales de la clase obrera, no superaba en sus objetivos los límites de la
revolución burguesa. Hasta la
Conferencia de abril no se planteó el problema de saber qué ocurría realmente
en Rusia: ¿ se trataba únicamente del derrocamiento del zarismo o bien la
revolución aspiraba a ir más lejos, a derribar el capitalismo? Esta última
eventualidad planteaba a los bolcheviques el problema de saber qué táctica
emplear. Antes que los demás bolcheviques, Lenin había tomado consciencia
del carácter social de la revolución, y preconizaba la necesidad de la toma del
poder. Veía un apoyo decisivo en el movimiento de obreros y campesinos que cada
vez minaba más profundamente los fundamentos de la burguesía industrial y
agraria. No fue posible llegar a un acuerdo unánime sobre esta cuestión hasta las
mismas jornadas de octubre, pues el partido osciló todo ese tiempo entre las
consignas sociales de las masas y la concepci6nde una revolución socialdemócrata,
a partir de la cual se había creado y desarrollado. Sin oponerse a la consigna
de la pequeña y media burguesía en favor de una Asamblea Constituyente, el
partido se esforz6 en controlar a las masas, intentando no perder distancias
respecto a su carrera cada vez más veloz. Durante ese tiempo, los trabajadores
avanzaban impetuosamente, y habiendo alzado su poderoso torso, después del
derrocamiento del zarismo, derribaban a sus enemigos de izquierda. o de
derecha, caminaban impetuosamente hacia su victoria. Los grandes terratenientes
abandonaban el campo por doquier para huir del campesinado insurrecto y buscar
la protección de sus bienes y de sus personas en las ciudades, pues el
campesinado procedía a una distribución directa de las tierras y no quería ni
oír hablar de cohabitación o coexistencia con los terratenientes. En la ciudad
también se produjo un «cambio brusco de las relaciones» entre los obreros y los
propietarios de las empresas. Gracias a los esfuerzos del genio colectivo de
las masas, aparecieron comités de trabajadores en las empresas, fábricas,
transportes, minas, etc., que intervenían firmemente en la producción, despreciaban
las amonestaciones de los propietarios y situaban a la orden del día la
eliminación de éstos de la producción. Así pues, en los diferentes lugares del
país, los obreros comenzaron a proceder a la socialización delas empresas.
A la vez que ocurrían estos hechos,
toda la Rusia trabajadora revolucionaria se cubrió de una vasta red de soviets
de obreros y campesinos, que comenzaron a funcionar como órganos de
autogestión. Desarrollaban, prolongaban y defendían la revolución. El orden y
el poder capitalistas seguían existiendo nominalmente en el país, pero un vasto
sistema de autogesti6n social y económico de los trabajadores nacía y se
desarrollaba paralelamente. Por el mero hecho de su aparición, este régimen de
los soviets y de los comités de fábrica amenazó mortalmente al sistema estatal.
Conviene precisar que el nacimiento
y el desarrollo de los soviets y comités de fábrica no tenían la menor
vinculación con los principios autoritarios. Muy por el contrario, eran en el pleno
sentido de la palabra unos órganos de autogestión social y económica de
las masas y en ningún caso los órganos de un poder de Estado. Se oponían a
la máquina estatal que pretendía dirigir las masas, y se preparaban para un
combate decisivo contra ella. «Las fábricas para los obreros, la tierra para
los campesinos.» He ahí las consignas a partir de las cuales las masas
revolucionarias de las ciudades y de los campos participaban en el derrocamiento
de la máquina estatal de las clases poseedoras, en nombre del nuevo
sistema social basado en las células de base que eran los comités de fábrica, y
los soviets económicos y sociales. Estas consignas circulaban de una punta a
otra de la Rusia trabajadora,
impregnando profundamente su acción directa contra el gobierno de coalición
socialista-burgués. Como se ha expuesto anteriormente, ya antes de octubre de
1917 los obreros y campesinos trabajaban en la total reconstrucción del régimen
agrario e industrial de Rusia. Entre junio y septiembre de 1917, el campesinado
pobre ya había prácticamente resuelto el problema agrario. Los obreros de las
ciudades, a su vez, ponían apunto unos órganos de autogestión social y
económica, habiendo arrebatado al Estado y a los propietarios las funciones
organizadoras de la producción.
La Revolución de Octubre de los
trabajadores derribó el último y mayor obstáculo al desarrollo de su
revolución: el poder de Estado de las clases poseedoras, ya derrotadas y
desorganizadas. Esta última evolución abrió un vasto horizonte para la conclusión
de la revolución social, introduciéndola en el camino creador de la
reconstrucción socialista de la sociedad, ya indicado por los trabajadores en los
meses anteriores. He ahí el octubre de los obreros y de los campesinos.
Significa un poderoso intento de los
trabajadores manuales super explotados para destruir totalmente los cimientos
de la sociedad capitalista y edificar una sociedad de trabajadores, basada en
los principios de igualdad.
El octubre del partido
bolchevique.
Todos los partidos estatistas,
incluso el partido bolchevique, circunscribían los límites de la revolución rusa
a la instauración de un régimen socialdemócrata. Sólo cuando los obreros y los
campesinos de toda Rusia comenzaron a quebrantar seriamente el orden
agrario-burgués, cuando la revolución social se manifestó como un hecho
histórico irreversible, solamente entonces los bolcheviques comenzaron a discutir
acerca del carácter social de la revolución rusa, y a modificar en consecuencia
su táctica. Ni siquiera en el mismo octubre existió unanimidad en el seno del
partido sobre las cuestiones del carácter y la orientación de los
acontecimientos ocurridos. Además, la Revolución de Octubre, al igual que los
acontecimientos siguientes, se desarrolló mientras el Comité Central del
partido estaba dividido en dos tendencias opuestas.
Mientras que una parte del Comité
Central, con Lenin a la cabeza, preveía la inevitable revolución social y
proponía la preparación de la toma del poder, otra tendencia, con Kamenev y
Zinoviev como jefes, denunciaba como aventurista el proyecto de una revolución
social, y no iba más allá de la instauración de una Asamblea Constituyente, en
la que los bolcheviques ocuparían los escaños más a la izquierda. El punto de
vista de Lenin prevaleció y el partido comenzó a movilizar sus fuerzas para el
caso de una lucha decisiva de las masas contra el gobierno provisional.
El partido se lanzó a la ocupación
de los comités de fábrica y de los soviets de diputados de obreros, haciendo
todo lo posible para obtener en estos órganos de autogestión, todavía
inexpertos, el máximo de mandatos y controlar su acción.
Ahora bien, la
concepción y la aproximación a los soviets y a los comités de fábrica del
partido bolchevique eran fundamentalmente diferentes de los que tenían las
masas. Mientras que las masas de trabajadores consideraban los soviets y los
comités de fábrica y de taller, constituidos por ellas, como los órganos de su autogestión social y económica, el partido bolchevique los
consideró como un simple medio con
cuya ayuda le era posible arrancar el poder a la burguesía derrotada, y
utilizarlo después de acuerdo con la doctrina de partido. Así pues, se reveló
una enorme diferencia en las concepciones y perspectivas de octubre entre las
masas revolucionarías y el partido bolchevique. En el primer caso, se trataba
de derribar el poder a fin de reforzar y ampliar los órganos, ya constituidos,
de la autogestión de los obreros .Y campesinos. En el segundo, de apoyarse en
estos órganos para apoderarse del poder y subordinar al partido todas las
fuerzas revolucionarias.
Como vemos, la divergencia era
enorme. A continuación, durante todo el curso posterior de la revolución rusa,
en la que jugó un papel funesto, esta divergencia fue en aumento. El éxito de
los bolcheviques en la Revolución de Octubre, es decir, el hecho de que
alcanzaron el poder y a continuación subordinaron a su partido toda la
revolución, se explica gracias a que les resultó imposible sustituir, con un
juego de manos, la idea de la revolución social y de la emancipación social de las
masas por la idea de un poder soviético.
A priori,
ambas ideas podían parecer no contradictorias pues era posible entender el
poder soviético como el poder de los soviets, y eso facilitó la sustitución de la idea de revolución
por la idea de poder soviético. Ahora bien, tanto en su realización como en sus
consecuencias, ambas ideas chocaban violentamente. La concepción del poder
soviético encarnada por el Estado bolchevique se convirtió en un poder burgués enteramente
tradicional concentrado en un puñado de individuos, que pretendía someter a su
autoridad cuanto había de fundamental y más fuerte en la vida del pueblo: en
este caso preciso, la revolución social.
Así pues, con ayuda de la idea del
«poder de los soviets», en donde los bolcheviques consiguieron la mayoría,
alcanzaron efectivamente un poder total y pudieron proclamar su dictadura en
todo el país revolucionario. Eso les ofreció la posibilidad de sofocar todas
las corrientes revolucionarias de los trabajadores desacordes con su doctrina,
de alterar todo el curso de la revolución rusa y de obligar a adoptar una serie
de medidas contrarias a su esencia. Una de estas medidas fue la militarización
del trabajo durante los años del comunismo de guerra: militarización de los trabajadores,
mientras que millones de estafadores y de parásitos pudieron vivir en la
tranquilidad, el lujo y el ocio.
Otra medida fue la guerra emprendida
entre la ciudad y el campo, provocada por la política del partido, que consideraba
a los campesinos como elementos poco seguros y ajenos a la revolución. Y,
finalmente, la destrucción del pensamiento libertario y del movimiento
anarquista, cuyas ideas sociales y consignas habían constituido la fuerza de la
revolución rusa y la habían orientado hacia la revolución social.
Otras medidas consistieron en la
prohibición de un movimiento obrero independiente, el aplastamiento de la
libertad de la prensa obrera y de la libertad de palabra de los trabajadores en
general. Todo se redujo a un único centro,· del que emanaban todas las instrucciones
referentes a la manera de vivir, de
pensar y de actuar de las masas trabajadoras. He ahí lo que es el octubre de
los bolcheviques. En él se encarna el ideal perseguido durante decenas de años
por la intelligentsia socialista revolucionaria, al fin realizado ahora
por la dictadura exclusiva del Partido Comunista Pan-ruso.
Los anarquistas
El anarquismo revolucionario fue la
única corriente político-social que preconizó la idea de una revolución social
en los obreros y en los campesinos, tanto durante la revolución de 1905 como en
los primeros días de la revolución de 1917. De hecho, el papel que habría
podido cumplir era colosal, al igual que los medios de lucha utilizados por las
propias masas.
Asimismo, ninguna teoría
político-social habría podido fundirse tan armoniosamente con el espíritu y la
orientación de la revolución. Las intervenciones de oradores anarquistas en
1917 eran escuchadas con una confianza y una atención poco frecuentes en los
trabajadores.
Pudo parecer que la unión del
potencial revolucionario de los obreros y campesinos con la fuerza ideológica y
táctica del anarquismo representaría una fuerza a la que nada podría oponerse.
Desgraciadamente, esta fusión no se operó. Algunos anarquistas aislados
llevaron a veces una intensa actividad revolucionaria en el seno de los
trabajadores, pero no existió organización anarquista de suficiente amplitud para
llevar acciones más continuadas y coordenadas (aparte de la Confederación del
Nabat y de la Machnovchina en Ucrania).
LA REBELIÓN DE KRONSTADT
Alexander Berkman
LAS INSURRECCIONES que a lo largo
del pasado siglo nos dieron la confianza de que una sociedad sin clases, sin
explotación ni dominación, organizada según las necesidades y las posibilidades
de cada uno, era, no una utopía, sino algo a conseguir, se alejan hoy de
nuestro universo conceptual y emocional. La poca distancia de unos años es
multiplicada por el medio en el que nos movemos y por los medios que nos
mueven, y así aquellas insurrecciones tan próximas y tan modernas se ven
relegadas al olvido, sino a la manipulación y al rechazo. Acostumbrados a una
cotidianidad sometida al trabajo y al consumo impuestos -nada que ver con una
actividad concreta y deseante- auspiciado nuestro razonamiento y nuestro
sentimiento por los programas escrupulosamente calculados de los media,
reducido el ámbito de nuestro pensamiento y de nuestro lenguaje por el poder
económico y cultural, dirigida nuestra mirada por las redes mediáticas, no
llegamos a ver esta insurrección, que está aquí al lado. Pero aquí están, y
asoman, cabezonas, y desbaratan la historia objetiva que desde los vencedores
se quiere escribir, y dan aliento a los que en ellas, a pesar de vestir trajes
bien distintos, nos reconocemos. La insurrección de Kronstadt fue de las
primeras, justo después de la revolución de los consejos en Alemania durante
los años 1918-1920, quizás la más olvidada y ocultada, la más amplia, la más
resolutiva (en pocos días abatió la monarquía y el II Reich) y, justo antes de
la revolución española, quizás la más corta, sólo unas semanas (todos estaban
en su contra), pero la más bella.
Kronstadt es la primera denuncia de
la gran mentira bolchevique, a la vez que la demostración de que una organización
social a través de los soviets es posible. Luego ha habido otras denuncias de
aquella gran mentira o de la mentira desconcertante que dirá Cíliga, pero
siempre calladas y criminalizadas por la impostura del poder intelectual en
Europa: Antón Cíliga, escapado de su periplo por Rusia y Siberia, no logrará,
ya en París, que su libro “Au pais du grand mensonge” contenga el capítulo
“Lenin también”; Panaït Istrati, a la vuelta de la URSS, y con su “Vers l’autre
flamme” se ganará la enemistad de toda la intelectualidad europea y será
tratado de reaccionario; George Orwell tendrá serias dificultades para
conseguir que un editor inglés publique su testimonio de la guerra de España y
su denuncia del estalinismo en “Homenaje a Cataluña”; igual suerte correrán
Ignazio Sillone, Alexander Berkman, ...Pero Kronstadt es la más genuina y la
que las contiene todas. La insurrección de los marinos de Kronstadt tiene lugar
durante la revolución rusa, en marzo de 1921, cuando el pueblo ve que su poder
real, los soviets, está siendo desmantelado y sustituido por la policía
política (cheka), que el hambre, el racionamiento,...forman parte de su vida
diaria, y, tomando el relevo de la Ukrania Machnovista, continúan la lucha,
ahora contra la burocracia comunista, por el poder de los soviets. Ante una
escalada de huelgas en varias partes de Rusia y especialmente en Petrogrado, la
guarnición de Kronstadt toma partido por los obreros contra el partido
bolchevique. En su inicio lo que plantean es el poder de los soviets, el
funcionamiento real de la democracia obrera amenazada por la burocracia
bolchevique. La respuesta del partido, que consiste en la aniquilación total
del movimiento insurrecto radicalizará el movimiento que se pondrá como objetivo
la tercera revolución soviética, ahora contra el Estado. En su propia carne, los
ciudadanos de Kronstadt, han aprendido que “la existencia del Estado y la
existencia de la esclavitud” son inseparables. (Kronstadt, de Alexander
Berkman, está sacado del folleto que se editó en 1938 en Barcelona a partir de
la edición castellana que en los años 20 hizo el Comité Pro Libertad de los
anarquistas presos en Rusia. Durante tres semanas la democracia obrera y el
poder de los soviets se hace realidad en Kronstadt. Pero Kronstadt está aislado
del resto de Rusia y no llega a conectar con los obreros del país. Así se
impone la mentira del Estado comunista que trata a los insurrectos de Kronstadt
de contrarrevolucionarios. Los insurrectos resistirán a las mentiras y a las
armas del gobierno bolchevique, hasta que el ejército rojo, a las órdenes de Trotsky,
los masacrará.
NESTOR MACHNO
El gran octubre de Ucrania.
El mes de octubre de 1917 es una
gran etapa histórica de la revolución rusa. Consiste en la toma de consciencia
de los trabajadores de las ciudades y del campo de sus derechos a gobernar sus
propias vidas y su patrimonio social y económico: el cultivo de la tierra, las
viviendas, las fábricas, las minas, los transportes, y finalmente la
instrucción que sirvió para desposeer a nuestros antepasados de todos su bienes.
Ahora bien, desde nuestro punto de vista, sería un gran error atribuir a
Octubre todo el contenido de la revolución rusa; en efecto, la revolución rusa se
preparó durante los meses anteriores a Octubre, período en el cual los
campesinos en el campo y los obreros en las ciudades se apoderaron de lo más
importante.
La Revolución de Febrero puede
servir para los trabajadores de símbolo de su liberación posterior del yugo
económico y político que sufrían. Comprobaron sin vacilaciones que la
Revolución de Febrero tomó, en su evolución, la forma degenerada de un producto
de la burguesía liberal, y como tal incapaz de situarse en el camino de la
acción social. Los trabajadores superaron inmediatamente los límites instaurados
por la Revolución de Febrero, y comenzaron a cortar abiertamente todos los
lazos con su aspecto pseudo revolucionario y sus objetivos.
Esta acción
revistió dos aspectos en Ucrania: en el momento en que el proletariado de las ciudades,
dada, por una parte, la débil influencia que sobre él ejercían los anarquistas,
y, por otra, la falta de .información sobre las posiciones reales y los
problemas internos de los partidos, estimaba que situar en el poder a los bolcheviques
era el deber más importante en la lucha iniciada por el desarrollo de la revolución,
a fin de sustituir la coalición de los social revolucionarios de derecha y de
la burguesía.
Durante ese tiempo en el campo, en
especial en la región zaporoga de Ucrania, allí donde la autocracia jamás había
podido abolir totalmente el espíritu libre, el campesinado trabajador
revolucionario estimaba como el deber más imperioso e importante el hecho de
utilizar la acción revolucionaria directa para liberarse cuanto antes de los pomestchikis
(grandes terratenientes) y de los kúlaks, (granjeros ricos) considerando que
esta emancipación facilitaría la victoria contra la coalición político-social burguesa.
Por dicho motivo los campesinos
comenzaron su ofensiva en Ucrania al confiscar las armas de los burgueses (la
marcha del general Kornilov sobre Petrogrado contribuyó en gran medida a ello
en agosto de 1917), y al negarse, después, a pagar la segunda parte anual de
impuestos sobre la tierra a los propietarios y kúlaks. Tierra que los agentes
de la coalición se esforzaban celosamente en arrebatar a los campesinos y
conservarla para los propietarios, argumentando que el gobierno debía observar
el statu quo hasta la decisión de la Asamblea Constituyente. Los
campesinos comenzaron entonces a apoderarse directamente de las propiedades de
los pomestchikis, kúlaks, de los monasterios y de las tierras del Estado, así
como del ganado, creando siempre de manera directa unos comités locales de
gestión de dichos bienes para su distribución entre las diferentes aldeas y
comunas. En todas las intenciones de aquel momento del campesinado trabajador
de· Ucrania se traslucía un anarquismo instintivo, que expresaba un odio no
disimulado hacia toda autoridad estatal, acompañado de una aspiración a
liberarse de ella.
Esta aspiración era muy fuerte en
los campesinos. Consistía sustancialmente en liberarse de las instituciones de
la policía, del juez enviado desde el centro por la burguesía, etc. En muchas
regiones de Ucrania esta aspiración se expresaba en los hechos. Existen numerosos
ejemplos que demuestran cómo los campesinos de las provincias de Ekaterinoslav,
de una parte de Tavripol y de Jerson, de Poltava y de Jarkov expulsaron de los
pueblos a la policía, o le retiraron el derecho de arresto sin previa
aprobación de los comités de campesinos y de las asambleas aldeanas; los
gendarmes quedaban reducidos a desempeñar el papel de mensajeros de las
decisiones tomadas ... Y lo mismo ocurría con los jueces.
Los campesinos juzgaban por sí
mismos todos los delitos en el transcurso de asambleas de aldeas o de reuniones,
privando de todo derecho jurisdiccional a los jueces enviados por la autoridad
central. En algunas ocasiones, los jueces se habían granjeado tal enemistad por
parte de los campesinos que se veían obligados a huir u ocultarse. Dicho
comportamiento de los campesinos respecto a sus derechos individuales y
sociales les obligó naturalmente a temer que la consigna «Todo el poder a los
soviets» se convirtiera en un poder estatal; es posible que dichos temores no
se plantearan con tanta claridad en el proletariado de las ciudades, que experimentaba
una mayor influencia de los socialdemócratas y de los bolcheviques.
Para los campesinos, el poder de los
soviets locales significaba convertir estos órganos en unidades territoriales autónomas
a partir de la agrupación revolucionaria y autogestionaria socioeconómica de
los trabajadores en el camino de la construcción de una sociedad nueva.
Entendiendo de tal modo esta consigna, los campesinos la hicieron suya, la
aplicaron,
la desarrollaron
y la defendieron contra los atentados de los social revolucionarios de derecha,
de los cadetes y de la contrarrevolución monárquica.
Todavía no se había producido
Octubre cuando los campesinos de numerosas regiones se negaron a pagar los
impuestos de arrendamiento a los pomestchikis y a los kúlaks, se apoderaron de
sus tierras y ganados, en nombre de sus colectividades, y enviaron después
delegados al proletariado de las ciudades para ponerse de acuerdo con ellos
sobre la ocupación de las fábricas, empresas, etc., y establecer vínculos
fraternos, a fin de construir conjuntamente la nueva sociedad libre de los
trabajadores.
En dicho momento, la aplicación
práctica de las ideas del «gran Octubre» no había sido adoptada por sus
enemigos, y era fuertemente criticada en los grupos, organizaciones, partidos y
sus comités centrales. De esta manera, en su significado cronológico oficial, el
gran Octubre resultaba una etapa ya superada para los campesinos revolucionarios
de Ucrania. Durante las jornadas de Octubre, el proletariado de Petrogrado,
Moscú y de las restantes grandes ciudades, así como los soldados y campesinos
próximos a ellas, que estaban bajo la influencia de los anarquistas, de los
bolcheviques y de los social revolucionarios de izquierda, no hicieron más que
regularizar y expresar políticamente con mayor precisión aquello por lo cual el
campesinado revolucionario de numerosas regiones de Ucrania había comenzado a
luchar activamente desde el mes de agosto, en unas condiciones muy favorables desde
la perspectiva de apoyo al proletariado urbano.
Las repercusiones de la voluntad
proletaria de Octubre llegaron a Ucrania un mes y medio después. Se manifestó
primero por los llamamientos de delegados y partidos, después por los decretos
del Soviet de Comisarios del Pueblo, respecto al cual los campesinos ucranianos
se comportaban con suspicacia por no haber participado en su designación.
Aparecieron a
continuación grupos de guardias rojos, procedentes en parte de Rusia, que
atacaron por doquier los nudos de comunicaciones y las ciudades para expulsar
de unas y otras a las tropas armadas contrarrevolucionarias de los cosacos de
la Rada central ucraniana, contaminada hasta tal punto por el chovinismo que no
supo ver ni entender con quién y para qué se juntaba la población trabajadora
ucraniana, ni el espíritu revolucionario manifestado en el combate por su independencia
social y política. Al realizar este análisis del gran Octubre con motivo de su
10º aniversario debemos destacar que lo que hacíamos en los campos ucranianos
se integró perfectamente, al cabo de dos meses, a las acciones de los
trabajadores revolucionarios de Petrogrado, Moscú y demás grandes ciudades. Por
mucho que apreciemos la fe revolucionaria y el entusiasmo manifestados en el
campo ucraniano antes de Octubre, no dejamos de honrar y nos inclinamos ante las
ideas, la voluntad y la energía manifestadas por los obreros, campesinos y
soldados rusos durante las jornadas de Octubre.
La mujer
La emancipación de las. mujeres que
vivían en un país poco desarrollado no era fácil y las condiciones del
comunismo de guerra empeoraron la situación. Creció el desempleo y las mujeres
fueron las más perjudicadas. Poco a poco, las conquistas de la revolución se
fueron desvaneciendo. La aparición del estalinismo significó la vuelta al papel
tradicional de la mujer, con una política conservadora de exaltación de la
familia y la procreación privada. La homosexualidad fue criminalizada en 1934 y
se lanzó una campaña contra la promiscuidad sexual y el adulterio. La
maternidad se convirtió en un tema central de propaganda y en el 1936 se
ilegalizó el aborto salvo en casos extremos.
En 1943 se
introdujo la educación separada para chicas y chicos. En el 1944 se penalizó el
divorcio con sanciones económicas impagables para la mayoría. Desgraciadamente,
la sumisión de las mujeres fue sólo uno de los aspectos de la contrarrevolución
estalinista. Kollontai, que murió en 1952 en Moscú, no podía impedir estos
retrocesos. No obstante, había hecho una contribución enorme al hacer de la
liberación de las mujeres y las cuestiones de la sexualidad elementos centrales
de la revolución socialista. Por esto, es una inspiración total para los y las
revolucionarias de hoy.
Es evidente que estos textos no bastan para
dar una visión global de la influencia libertaria o de la crítica proletaria de
la revolución rusa; constituyen unos pocos elementos de comprensión y deben
incitar al lector a proseguir para completar su conocimiento de las
experiencias revolucionarias pasadas, a fin de poder actuar mejor en la
realidad actual.
La gran pregunta: ¿Qué fue de los principales y
más representativos dirigentes revolucionarios
bolcheviques: Trotsky, Sinóviev, Kámenev y Bujarin entre otros? ¡Busca la
respuesta y piensa!
CNT-AIT PUERTO REAL
MARZO 2018
ANEXO:
EL PACTO GERMANO – SOVIETICO 1939
CUANDO STALIN BRINDABA POR HITLER
El
pacto germano-soviético (agosto de 1939)
Cuando
Stalin brindaba por Hitler
Wilebaldo
Solano
Publicado
por El Periódico de Cataluña, 19 de agosto de 1989
Hace
cincuenta años, Europa y el mundo asistieron, atónitos, a uno de los
acontecimientos más sorprendentes del siglo: la firma de un
"pacto de no agresión" germano-soviético en Moscú. Fue el 23 de
Agosto de 1939. Las cámaras registraron para la posteridad los rostros
eufóricos de Stalin, Molotov, Ribentrop, Schulemburg y G. Hilger. Hitler,
consultado prevíamente, dio su visto bueno por teléfono. Stalin brindó
con champán : "Sé que la nación alemana ama mucho a su Führer. Por eso me
gusta beber a su salud".
Unos
días después, las tropas de Hitler iniciaban el asalto a Polonia y comenzaba la
segunda guerra mundial.
Tardó
un cierto tiempo en saberse que el "pacto", firmado por diez años,
comportaba un protocolo secreto en el que se delimitaban las "zonas de
influencia" de la Alemania de Hitler y de la Rusia de Stalin, a expensas
de los pueblos de Europa oriental. Pero los hechos no tardaron en
confirmar la existencia de semejante protocolo. Sin embargo, los
dirigentes de la URSS negaron siempre la existencia del documento. Hasta que,
en Mayo último, varios diputados bálticos exigieron en el Congreso de la URSS
que se nombrara una comisión a fin de esclarecer todo lo relativo al famoso
pacto de 1939.
La
comisión parlamentaria, presidida por Alejandro Iakovlev, miembro del Buró
Político del PCUS, prosigue sus trabajos. Sin embargo, antes de que ésta se
pronuncie claramente, restableciendo la verdad histórica, Valentin Fadin, jefe
del departamento internacional del PCUS, ha confirmado en Alemania la
existencia del protocolo secreto. Como asimismo "Novedades de Moscú"
del 2 de agosto, en cuyas páginas puede leerse: "Hitler y Stalin suscribieron
protocolos secretos cuyas copias fueron descubiertas por nuestros amigos
occidentales en los archivos alemanes y publicadas después de la segunda guerra
mundial".
El
semanario soviético tiene interés en precisar "que estos protocolos se
referían al reparto del Estado polaco entre las dos potencias, a la división
del Este y el Norte de Europa en esferas de influencia para la Unión Soviética
y para Alemania (la esfera de intereses de la URSS comprendía las regiones
orientales de Polonia, Lituania, Letonia, Estonia, Finlandia y
Besarabia"). Y recuerda además que el 1° de septiembre, "al día
siguiente de la ratificación del pacto de no agresión por el Soviet Supremo,
las tropas alemanas atacaban a Polonia" y el 17 de septiembre *unidades
del Ejercito Rojo atravesaban la frontera y avanzaban hacia la línea que
delimitaba la esfera de intereses soviéticos y alemanes: Belostok, Brest
Litovsk, Lyov".
En realidad, los protocolos secretos fueron tres : el del 23
de agosto, que constituye la base de los otros dos y que atribuye a la URSS la
Polonia oriental, Estonia, Letonia y Besarabia; el del 28 de septiembre, en
virtud del cual Alemania cede casi toda Lituania y obtiene a cambio un nuevo
trozo de Polonia (la provincia de Lublin y una parte de la provincia de
Varsovia) y el protocolo del 10 de Enero de 1941, por el cual Alemania renuncia
al trozo de Lituania que había obtenido en 1939 a cambio de compensaciones
económicas importantes.
Porque
hay que decirlo todo ( y esperamos que ahora se dirá en Moscú) : el pacto de
supuesta no agresión de agosto de 1939 fue una verdadera alianza política y
económica que duró cerca de dos años, desde agosto de 1939 hasta Junio de 1941.
Esta alianza permitió que Hitler pudiera consagrar todas las fuerzas a la
conquista y ocupación de Francia, Holanda, Bélgica, etc, y dispusiera de una
ayuda económica, sobre todo en materias primas, que fue muy útil para
contrarrestar los efectos del bloqueo marítimo británico.
El
viraje de Stalin fue sensacional y creó el desconcierto en el movimiento
comunista internacional, Pasar en unos meses de la "alianza de las
democracias para resistir a los agresores fascistas" a la alianza con el
sistema más odioso que ha conocido la Europa contemporánea, fue una
"proeza" que va a ser muy discutida ahora en la URSS. Quizás convenga
recordar que el hombre que previó y analizó mejor este proceso fue Trotsky. El
11 de Marzo de 1939, mientras se estaba celebrando un congreso del PCUS,
Trotsky denunció "la capitulación de Stalin" y anunció el viraje
inminente del hombre que había exterminado a la vieja guardia de Lenin y a los
jefes del Ejército Rojo tratándoles de "agentes de Hitler". Todo el
mundo pensó que Trotsky exageraba, Hasta que llegó el 23 de agosto de 1939 y el
cielo de Europa se nubló mientras Stalin brindaba en Moscú por el
siniestro personaje que gobernaba en Berlín.
TEXTO DEL PACTO
Pacto de No-Agresión entre Alemania y la URSS y Protocolo Secreto
sobre Polonia.
El Gobierno del Reich Alemán y el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas:
El Gobierno del Reich Alemán y el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas:
Deseosos
de fortalecer la causa de la paz entre Alemania y la URSS, y procediendo con
las previsiones fundamentales del Acuerdo de Neutralidad firmado en Abril de
1926 entre Alemania y la URSS, han llegado al siguiente acuerdo:
Artículo I
Ambas Altas Partes Contratantes se obligan a desistir de cualquier acto de violencia, cualquier acción agresiva, y cualquier ataque a la otra parte, ya sea individual o en conjunto con otras potencias.
Artículo II
Si cualquiera de las partes fuera objeto de una acción beligerante por una tercera potencia, la otra Alta Parte Contratante de ninguna manera deberá dar apoyo a esa tercera potencia.
Artículo III
Los Gobiernos de las dos Altas Partes Contratantes deberán mantener en el futuro contacto continuo, con el propósito de intercambiar información sobre problemas que afecten a los intereses comunes a ambas partes.
Artículo IV
Ninguna de las dos Altas Partes contratantes deberán participar en agrupaciones de potencias, que de alguna forma estén dirigidas directa o indirectamente contra la otra parte.
Artículo V
En caso de surgir algún conflicto entre las Altas Partes Contratantes sobre problemas de cualquier tipo, ambas partes deberán resolver las disputas o conflictos exclusivamente a través de intercambios amistosos de opinión o, si fuera necesario, por medio del establecimiento de comisiones de arbitraje.
Artículo VI
El presente tratado concluirá en un período de diez años, con la previsión que, en cuanto alguna de las Altas Partes Contratantes no lo denuncie un año antes a la expiración de ese período, la validez del tratado será extendido por otros cinco años.
Artículo VII
El presente tratado deberá ser ratificado dentro del más corto tiempo posible. Las ratificaciones serán intercambiadas en Berlín. El acuerdo entrará en vigor tan pronto como sea firmado.
Hecho en duplicado, en idiomas alemán y ruso.
Artículo I
Ambas Altas Partes Contratantes se obligan a desistir de cualquier acto de violencia, cualquier acción agresiva, y cualquier ataque a la otra parte, ya sea individual o en conjunto con otras potencias.
Artículo II
Si cualquiera de las partes fuera objeto de una acción beligerante por una tercera potencia, la otra Alta Parte Contratante de ninguna manera deberá dar apoyo a esa tercera potencia.
Artículo III
Los Gobiernos de las dos Altas Partes Contratantes deberán mantener en el futuro contacto continuo, con el propósito de intercambiar información sobre problemas que afecten a los intereses comunes a ambas partes.
Artículo IV
Ninguna de las dos Altas Partes contratantes deberán participar en agrupaciones de potencias, que de alguna forma estén dirigidas directa o indirectamente contra la otra parte.
Artículo V
En caso de surgir algún conflicto entre las Altas Partes Contratantes sobre problemas de cualquier tipo, ambas partes deberán resolver las disputas o conflictos exclusivamente a través de intercambios amistosos de opinión o, si fuera necesario, por medio del establecimiento de comisiones de arbitraje.
Artículo VI
El presente tratado concluirá en un período de diez años, con la previsión que, en cuanto alguna de las Altas Partes Contratantes no lo denuncie un año antes a la expiración de ese período, la validez del tratado será extendido por otros cinco años.
Artículo VII
El presente tratado deberá ser ratificado dentro del más corto tiempo posible. Las ratificaciones serán intercambiadas en Berlín. El acuerdo entrará en vigor tan pronto como sea firmado.
Hecho en duplicado, en idiomas alemán y ruso.
Moscú,
23 de Agosto de 1939.
Por el Gobierno del Reich Alemán:
V. Ribbentrop
Con amplios poderes del Gobierno de la URSS:
V. Molotov
Protocolo Secreto Adicional
1. En el caso de un reacondicionamiento territorial y político en las áreas pertenecientes a los Estados Bálticos (Finlandia, Estonia, Latvia Lituania), la frontera norte de Lituania representarán los límites de la esfera de influencia de Alemania y de la URSS. En relación con esto, el interés de Lituania en el área del Vilna es reconocida por cada parte.
2. En el caso de un reacondicionamiento territorial y político en las áreas pertenecientes al Estado Polaco, las esferas de influencia de Alemania y la URSS, serán limitadas por la línea de los ríos Narew, Vístula y San.
La cuestión de que si ambas partes ven como conveniente el mantenimiento de un estado polaco y cómo ese estado deberá limitar de alguna forma, esa limitación puede solamente ser determinada en el curso de los próximos desenvolvimientos políticos.
En cualquier caso, ambos Gobiernos resolverán esta cuestión por medio de un acuerdo amistoso.
3. En relación con el Sureste Europeo, la parte Soviética llama la atención sobre su interés en Besarabia. La parte alemana declara su completo desinterés político en esas áreas. [*]
4. Este protocolo deberá ser tratado por ambas partes en estricto secreto.
Moscú, 23 de Agosto de 1939.
Por el Gobierno del Reich AlemánV. Ribbentrop
Plenipotenciario del Gobierno de la U.R.S.S.V. Molotov
Por el Gobierno del Reich Alemán:
V. Ribbentrop
Con amplios poderes del Gobierno de la URSS:
V. Molotov
Protocolo Secreto Adicional
1. En el caso de un reacondicionamiento territorial y político en las áreas pertenecientes a los Estados Bálticos (Finlandia, Estonia, Latvia Lituania), la frontera norte de Lituania representarán los límites de la esfera de influencia de Alemania y de la URSS. En relación con esto, el interés de Lituania en el área del Vilna es reconocida por cada parte.
2. En el caso de un reacondicionamiento territorial y político en las áreas pertenecientes al Estado Polaco, las esferas de influencia de Alemania y la URSS, serán limitadas por la línea de los ríos Narew, Vístula y San.
La cuestión de que si ambas partes ven como conveniente el mantenimiento de un estado polaco y cómo ese estado deberá limitar de alguna forma, esa limitación puede solamente ser determinada en el curso de los próximos desenvolvimientos políticos.
En cualquier caso, ambos Gobiernos resolverán esta cuestión por medio de un acuerdo amistoso.
3. En relación con el Sureste Europeo, la parte Soviética llama la atención sobre su interés en Besarabia. La parte alemana declara su completo desinterés político en esas áreas. [*]
4. Este protocolo deberá ser tratado por ambas partes en estricto secreto.
Moscú, 23 de Agosto de 1939.
Por el Gobierno del Reich AlemánV. Ribbentrop
Plenipotenciario del Gobierno de la U.R.S.S.V. Molotov
No hay comentarios:
Publicar un comentario