Los principios del sindicalismo revolucionario
(AIT)
1. El sindicalismo revolucionario,
basándose en la lucha de clases, tiende a la unión de todos los trabajadores
dentro de organizaciones económicas y de combate, que luchen por la liberación
del doble yugo del capital y del Estado. Su finalidad consiste en la
reorganización de la vida social asentándola sobre la base del Comunismo
Libertario y mediante la acción revolucionaria de la clase trabajadora.
Considerando que únicamente las organizaciones económicas del proletariado son
capaces de alcanzar este objetivo, el sindicalismo revolucionario se dirige a
los trabajadores en su calidad de productores, de creadores de riquezas
sociales, para germinar y desarrollarse entre ellos, en oposición a los modernos
partidos obreros, a quienes declara sin capacidad para una reorganización
económica de la sociedad.
2. El sindicalismo revolucionario es
enemigo convencido de todo monopolio económico y social, y tiende a su
abolición mediante la implantación de comunas económicas y de órganos
administrativos regidos por los obreros de los campos y de las fábricas,
formando un sistema de libres consejos sin subordinación a ningún poder ni
partido político alguno. El sindicalismo revolucionario erige, contra la
política del Estado y de los partidos, la organización económica del trabajo,
opone al gobierno del hombre sobre el hombre la gestión administrativa de las
cosas. No es, por consiguiente, la finalidad del sindicalismo revolucionario la
conquista de los poderes políticos, y sí la abolición de toda función estatal
en la vida de la sociedad. El sindicalismo revolucionario considera que con la
desaparición del monopolio de la propiedad debe desaparecer, también, el
monopolio de la dominación, y que toda forma de Estado, encúbrase como se
quiera, no podrá ser nunca un instrumento de liberación humana, antes al
contrario, será siempre el creador de nuevos monopolios y de nuevos
privilegios.
3. El sindicalismo revolucionario tiene
una doble función a cumplir: la de proseguir la lucha revolucionaria de todos
los días por el mejoramiento económico, social e intelectual de la clase obrera
dentro de los límites de la sociedad actual, y la de educar a las masas para
que sean aptas para una gestión independiente en el proceso de la producción y
de la distribución, así como para la toma de posesión de todos los elementos de
la vida social. El sindicalismo revolucionario no acepta que la organización de
un sistema social descansando totalmente sobre el productor, pueda llegar a ser
ordenado por unos simples decretos gubernamentales, y afirma que solamente
puede lograrse por la acción común de todos los trabajadores manuales e
intelectuales, en cada rama de industria, por la gestión, dentro de las
fábricas, de los mismos trabajadores, de tal manera que cada agrupación,
fábrica o rama de industria sea un miembro autónomo en el organismo económico
general y ordene sistemáticamente, sobre un plan determinado y sobre la base de
acuerdos mutuos, la producción y la distribución como mejor interese a la
comunidad.
4. El sindicalismo revolucionario es
opuesto a todas las tendencias de organización inspiradas en el centralismo del
Estado y de la Iglesia, porque sólo pueden servir para prolongar la vida del
Estado y de la autoridad, y para ahogar sistemáticamente el espíritu de
iniciativa y de independencia del pensamiento. El centralismo es la
organización artificial que supedita las llamadas partes bajas a las tituladas
superiores, y que abandona en manos de una minoría la reglamentación de los asuntos
de toda la comunidad (el individuo se convierte en un autómata de gestos y de
movimientos dirigidos). En la organización centralista los valores de la
sociedad son postergados por los intereses de algunos, la variedad es
reemplazada por la uniformidad, la responsabilidad personal es sustituida por
una disciplina unánime. Es por esta razón que el sindicalismo revolucionario
asienta su concepción social dentro de una amplia organización federalista, es
decir, de la organización de abajo a arriba, de la unión de todas las fuerzas
sobre la base de ideas e intereses comunes.
5. El sindicalismo revolucionario rechaza
toda actividad parlamentaria y toda colaboración con los organismos
legislativos, porque entiende que el sistema de sufragio más libre no puede
hacer desaparecer las evidentes contradicciones que existen en el seno de la
sociedad actual, y porque el sistema parlamentario sólo tiene un objetivo: el
de prestarle un simulacro de derecho al reino de la mentira y de las
injusticias sociales.
6. El sindicalismo revolucionario rechaza
todas las fronteras políticas y nacionales, arbitrariamente creadas, y declara
que el llamado nacionalismo sólo es la religión del Estado moderno, tras la
cual se encubren los intereses materiales de las clases poseedoras. El
sindicalismo revolucionario no reconoce otras diferencias que las de orden
económico, regionales o nacionales, producto de las cuales surgen las
jerarquías, privilegios y opresiones de todo tipo (por raza, sexo, sexualidad o
cualquier diferencia percibida o real), y reclama para toda agrupación el
derecho a una autodeterminación acordada solidariamente a todas las otras
asociaciones del mismo orden.
7. Es por idénticas razones que el
sindicalismo revolucionario combate el militarismo y la guerra. El sindicalismo
revolucionario recomienda la propaganda contra la guerra, y la sustitución de
los ejércitos permanentes, los que sólo son instrumentos de la
contrarrevolución al servicio del capitalismo, por las milicias obreras que
durante la revolución serán controladas por los sindicatos obreros; exige,
además, el boicot y el embargo contra todas las materias primas y productos
necesarios para la guerra, a excepción del caso en que se trate de un país
donde los obreros estén realizando una revolución de tipo social, en cuyo caso
hay que ayudarles en la defensa de la revolución. Finalmente, el sindicalismo
revolucionario recomienda la huelga general preventiva y revolucionaria como
medio de acción contra la guerra y el militarismo.
8. El sindicalismo revolucionario reconoce
la necesidad de una producción que no dañe el medio ambiente, que intente
minimizar el uso de recursos no renovables y que utilice siempre que sea
posible alternativas renovables. Identifica la búsqueda de ganancias y no la
ignorancia como causa de la crisis medioambiental actual. La producción
capitalista siempre busca minimizar los costes para conseguir un nivel de
ganancias cada vez más elevado para sobrevivir, y no puede proteger el medio
ambiente. En concreto, la crisis mundial de la deuda ha acelerado la tendencia
hacia las cosechas comerciales en detrimento de la agricultura de subsistencia.
Esto ha causado la destrucción de las selvas tropicales, hambre y enfermedades.
La lucha para salvar nuestro planeta y la lucha para destruir el capitalismo
deben ser conjuntas o ambas fracasarán.
9. El sindicalismo revolucionario se
afirma partidario de la acción directa, y sostiene y alienta todas aquellas
luchas que no estén en contradicción con sus propias finalidades. Sus medios de
lucha son: la huelga, el boicot, el sabotaje, etc. La acción directa encuentra
su expresión más profunda en la huelga general, la que debe ser, al mismo
tiempo, desde el punto de vista del sindicalismo revolucionario, el preludio de
la revolución social.
10. Enemigo de toda violencia organizada por
no importa que clase de gobierno, el sindicalismo revolucionario tiene en
cuenta que se producirán encuentros violentísimos durante las luchas decisivas
entre el capitalismo de hoy y el comunismo libre de mañana. Por consiguiente,
reconoce la violencia que pueda emplearse como medio de defensa contra los
métodos violentos que empleen las clases dominantes durante las luchas que
sostenga el pueblo revolucionario por la expropiación de las tierras y de los
medios de producción. Como esta expropiación sólo podrá ser iniciada y llevada
a feliz término por la intervención directa de las organizaciones económicas
revolucionarias de los trabajadores, la defensa de la revolución debe
encontrarse también en manos de los organismos económicos y no en las de una
organización militar o parecida que se desenvuelva al margen de ellos.
11. Es únicamente en las organizaciones
económicas y revolucionarias de la clase obrera que se encuentra la fuerza
capaz de realizar su liberación y la energía creadora necesaria para la
reorganización de la sociedad a base del comunismo libertario.
CNT-AIT PUERTO REAL
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