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domingo, 12 de octubre de 2008

Los verdugos de 8.000 españoles


• Cuatro miembros del Batallón de la Calavera de las SS se escondieron durante años en Estados Unidos para evitar ser juzgados por crímenes de guerra. Allí han permanecido ocultos hasta que una investigación gubernamental norteamericana reveló su pasado nazi. Ahora, todos han sido despojados de la nacionalidad estadounidense.

Prometo solemnemente como miembro del batallón de guardias de las SS que cumpliré siempre puntual y cabalmente con mis obligaciones”. Junto a estas líneas, el yugoslavo Josias Kumpf estampó su nombre y firma en 1943. Con ello se comprometía a “mantener la pureza de las SS”. Ése era el juramento del Batallón Totenkopf (calavera, en alemán). Bajo su yugo estaban los campos de concentración del nazismo. Custodiaban las instalaciones de clase tres. Las más letales. Aquellas destinadas al exterminio masivo de subhumanos: judíos, gitanos y disidentes políticos, entre otros. Millones de personas perdieron la vida en estos campos. “Sólo el Führer puede decidir sobre la vida o la muerte de un enemigo del Estado”, reza el juramento.Josias Kumpf firmó el escrito cuando comenzó a servir en Sachsenhausen, a 50 kilómetros al oeste de Berlín. Era el campo central de entrenamiento de las SS. Y hasta allí llegaban a diario presos capturados en Francia. Entre ellos, numerosos españoles republicanos que habían huido del régimen franquista. Disidentes que perdieron la vida entre torturas, en las cámaras de gas o a manos de los guardias armados. Ahora, sesenta años después, la Audiencia Nacional instruye una querella para juzgar a Josias Kumpf y a otros tres miembros del Batallón de la Calavera, cuatro guardias de las SS que negaron su pasado nazi y se ocultaron en Estados Unidos durante 40 años. Según el auto firmado el pasado 19 de junio por el juez Ismael Moreno, los querellados Anton Tittjung, John Demjanjuk y Johann Leprich, además de Josias Kumpf, serán juzgados en España por genocidio. Durante la Segunda Guerra Mundial, todos sirvieron como carceleros en campos de concentración donde fallecieron españoles. Ciento cincuenta ingresaron en Flossenbürg. Y 4.300 murieron en Mauthausen, según el Tribunal de Nüremberg. La querella, elaborada por el Equipo Nizkor, fue presentada en mayo pasado por David Moyano, un superviviente español del campo de Mauthausen, y las familias de otros cinco españoles –Agustín Marcos, Francisco Puente, Donato de Cos, Gabriel Torralba y Víctor Cueto– que corrieron distinta suerte a manos de los nazis.Fugado a CanadáUno de los guardias nazis, Johann Leprich, nació en Rumanía en 1925. Sin embargo, fue reconocido por el régimen de Adolf Hitler como volksdeutscher (alemán étnico). Durante la guerra sirvió como guardia de las SS en Mauthausen, el mayor complejo de detención nazi de Austria. Allí, su trabajo era vigilar que ningún prisionero escapara antes de pasar por la cámara de gas. Según la querella presentada en la Audiencia Nacional, ciudadanos de 23 países fueron sometidos en Mauthausen a muertes por disparos, golpes, envenenamiento por gas, incineración, ahogamientos, desnutrición, administración de inyecciones, apedreamiento, congelación... Algunos prisioneros eran obligados incluso a saltar desde lo alto de las canteras. Si no fallecían, eran arrojados de nuevo al vacío. El español Francesc Boix, fotógrafo republicano famoso por sus instantáneas de la vida en Mauthausen, prestó declaración en 1946 como testigo ante el tribunal de Núremberg. Allí relató la situación de los presos españoles: “Éramos 150.000 y había 8.000 españoles cuando llegamos allí. Llevábamos un triángulo azul con una S (de Spanien) indicando preso político. Sabiendo que habíamos sido republicanos y antifascistas, nos pusieron con los judíos como miembros de una orden inferior de la humanidad”.Tras la liberación de Mauthausen –el 5 de mayo de 1945– el guardia hoy procesado por la Audiencia Nacional fingió ser un miembro capturado del ejército húngaro. En 1952 Leprich logró un permiso de residencia en Estados Unidos, que abrió sus fronteras para los apátridas de la Segunda Guerra Mundial. El guardia del ejército alemán fingió ser un agricultor exiliado de la guerra, cuando en realidad había servido en el Batallón de la Calavera de las SS. Y logró la nacionalidad estadounidense. La mentira se prolongó más de veinte años. Hasta que, en 1978, una investigación de la norteamericana Oficina Especial de Investigación (OSI) descubrió el engaño. Un juzgado de Míchigan le retiró la nacionalidad. Y Leprich, en lugar de recurrir, escapó a Canadá. Durante años el miembro de las SS se ocultó allí. Hasta que en abril de 2003 regresó a Estados Unidos para visitar a su mujer. Fue entonces cuando la policía lo encontró en su casa, escondido en un agujero dentro de la vivienda. Johann Leprich lleva ahora un brazalete de localización en el tobillo para evitar que escape. Y espera en Estados Unidos los primeros pasos de la Audiencia Nacional, que tiene que reclamar su extradición tras admitir a trámite una querella contra él. El escrito de acusación incluye a otros tres guardias de las SS ocultos en Estados Unidos. Todos mintieron para entrar en el país tras la Segunda Guerra Mundial gracias a la DPA, la Ley de Personas Desplazadas aprobada en 1948. Y ahora han sido despojados de su ciudadanía estadounidense. Sin embargo, Estados Unidos no puede juzgarlos por su pasado nazi. La legislación del país no contempla los juicios por crímenes contra la humanidad.El croata Anton Tittjung era uno de los 125 miembros de las SS que custodiaban Gross Raming, uno de los campos integrados en la red de Mauthausen. Los registros de tropa del campo sirvieron para confirmar su actividad como carcelero. Y para sentarlo ante la Justicia. “Durante el tiempo que Tittjung sirvió en el campo de concentración, la cifra de muertos en Mauthausen osciló entre las 200 y 300 personas diarias” gaseadas, ahorcadas, electrocutadas, muertas por el hambre o por el trabajo esclavo, explica el documento presentado ante la Justicia española. El yugoslavo Josias Kumpf sirvió en el Batallón de la Calavera de Sachsenhausen, en la Polonia ocupada. Y tras la guerra escapó a Austria para llegar a Estados Unidos. Antes borró su pasado. Incluso se echó ácido en el lado interior de su brazo izquierdo, donde las SS tatuaban a sus miembros con su grupo sanguíneo. “Me contaron que metían a la gente dentro. Y que ahí terminaba todo. No salía nadie de ahí”, explicó a jueces estadounidenses al ser identificado por su pasado. Según la documentación que obra en poder de la Audiencia Nacional, “el 3 de noviembre de 1943, los nazis asesinaron a una serie de prisioneros frente a hoyos cavados para que cayeran muertos dentro de ellos. Como mínimo, el acusado llegó al campo un día después de la masacre y desempeñó su trabajo cerca de la fosa […] con instrucciones de disparar sobre los prisioneros que intentaban escapar, incluidos aquellos que, en palabras suyas, aún estaban vivos”. “El acusado recuerda que el olor de los cuerpos quemados de los prisioneros asesinados se parecía a la de carne quemada”, detalla el acta del juicio contra Kumpf celebrado en Estados Unidos. La fiscalía presentó como prueba una tarjeta de identidad de las SS con sus datos personales: granjero, evangélico luterano, soltero y reclutado en Croacia. Kumpf es el único de los cuatro acusados ante la Audiencia Nacional que no ha agotado el proceso de apelación en Estados Unidos para mantener su ciudadanía. Alega que su servicio en las SS fue involuntario y que nunca disparó contra ninguno de los prisioneros que custodiaba.Su compañero Iwan Demjanjuk lucía el número de identificación 1.393 dentro del Batallón de la Calavera de las SS. Y custodió a prisioneros dentro de la operación Reinhard, planificada para acabar por completo con los judíos de Polonia. Flossenbürg fue otro de sus destinos, donde había 150 españoles, según la documentación oficial encontrada en el campo. En 1979, otro de los guardias del campo reconoce a Demjanjuk como miembro de las SS. “Por lo general, los judíos que llegaban al campo eran exterminados ese mismo día. Básicamente era una fábrica para el exterminio masivo de personas. Cada día exterminaban a unos 1.500 judíos. Yo también participé en ese crimen –explica un miembro confeso de las SS, en una declaración jurada en Moscú incluida en la causa–. Denyayuk, al igual que otros guardias del campo, participó en el exterminio masivo de judíos. Escoltaba a la gente hasta las instalaciones de gaseo para asegurarse de que los condenados a morir no violaban la orden por la que eran enviados al exterminio”. Durante más de cuarenta años, los acusados han esquivado con mentiras el camino de la Justicia. Han ocultado su pasado y vivido como víctimas en lugar de verdugos. Ahora, ya octogenarios, tendrán que responder ante la Justicia universal de los tribunales españoles.

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